Son las seis y media de la tarde y ya es noche cerrada. Hace más de una hora que tengo las luces de casa encendidas.
Bienvenido cambio de hora, bienvenido horario de invierno.
Hoy es un día absurdo, los relojes de mi casa marcan hasta tres horas diferentes (mi televisor inteligente ha decidido retrasarse dos horas, como si, repentinamente, se hubiera mudado a las Canarias). Los relojes que se actualizan solos, ya lo han hecho. Los que no, languidecen con la antigua hora, resistiéndose a aceptar que hay que cambiarla. Ya.
Estos días, hay en marcha una petición para mantener el horario de verano en nuestras islas, no retrasar el reloj y que no se nos haga de noche a la hora de la merienda. No creo que sirva de mucho, aunque ya se han recogido más de 6000 firmas. Yo he firmado.
Hay quien dice que es una barbaridad, que no se puede hacer. Bueno, no sé, a mi no me parece tan descabellado. Somos un archipiélago, hay que coger un avión o un barco (o dos) para salir o entrar aquí. Como en las Canarias. Entendería que fuera diferente si estuviéramos en la península. Pero somos islas. Para lo bueno y para lo malo. Y estamos al este, muy al este.
Vivimos con una hora de diferencia con Galicia, media hora con Madrid. Aquí, hoy el sol ha salido a las siete de la mañana, en Madrid a las siete y media y en Galicia a las ocho. Entiendo que en la península este horario sea más o menos adecuado, pero lo de llegar a casa de noche del cole, cuando era pequeña, era muy triste. Igual que ahora, dentro de un par de semanas, cuando vaya a trabajar después de comer y vea el sol casi poniéndose, me dará un soponcio. Lo sé.
A mí lo que pide el cuerpo cuando es de noche es dormir. A mí lo que me pide el cuerpo cuando es de día es levantarme. No soy fan de madrugar (¡nada!) y en invierno me cuesta especialmente levantarme por el frío que hace, pero prefiero levantarme un poco antes de que salga el sol y salir de la oficina con algo de luz natural que irme por la mañana al trabajo con gafas de sol antes de las ocho de la mañana y largarme de la oficina siendo ya noche cerrada. Luego la gente se sorprende de que no quiera apuntarme a clase de swing a las diez de la noche ¡si ya hace más de cuatro horas que se ha puesto el sol! Yo a esas horas ya voy en pijama, o casi.
Recuerdo el tema horario especialmente duro cuando viví en Creta. Allí amanecía absurdamente pronto y oscurecía aún más absurdamente tarde. No llegué a pasar allí el invierno, pero recuerdo el cambio de hora como lo peor de mi experiencia. Pero incluso en verano, oscurecía tan pronto que parecía que alguien se había equivocado en esto de poner la hora.
A veces, desearía pasar de la sociedad y seguir el ritmo de mi cuerpo. Levantarme cuando sale el sol y acostarme cuando es de noche. Y pasar de todo. Simplemente.
Oye, igual lo hago.
En fin, me voy a hibernar, que ya me toca.
En la foto, el atardecer de ayer, a través de las cortinas.
Lo de seguir el horario del cuerpo es maravilloso, pero no siempre se puede. Yo ahora lo estoy haciendo, me termino acostando a las 2 de la mañana y me levanto (con despertador, eso sí, que soy una marmotilla) a las 10. Y estoy perfectamente, me da tiempo a hacer de todo, no tengo necesidad de madrugar más, y de noche me gusta leer.
ResponderEliminarLo del cambio de hora es absurdo, pero además, si fuéramos con el horario con el que tenemos que ir y no con el de Alemania, sería aún peor. Así que bueno, nos tendremos que consolar con eso.
Me ha gustado mucho tu entrada, y es que yo odio los cambios de hora. Este lo llevo menos mal porque nos "dan" una hora, pero aún así me desconcierta muchísimo. No tener que cumplir más horarios que los míos (y los de las clases del gimnasio) también ayuda.
Y estoy de acuerdo contigo en que a partir de cierta hora lo que apetece es estar en pijama en casita. No necesariamente durmiendo, pero sí en la tranquilidad de tus mantas.
¡Besos!
Cierto, lo de seguir el horario del cuerpo casi nunca se puede. ¡Qué suerte que puedas hacerlo!
EliminarYo aún no me he adoptado a esta nueva hora, se me hace aún raro, raro.
Pues yo que salgo de casa de noche y vuelvo de noche en invierno. Es como se hubieras perdido el día. Muy triste todo.
ResponderEliminarMenos mal que hay tardes que no trabajo y que los fines de semana veo más la luz del sol. Con eso me conformo. Pero sí, lo del cambio de horario es KK. El lunes siguiente al cambio me desperté a las 5:30 h; mis biorritmos seguían igual, no habían cambiado. Cuando tenía 20 años, eso no me pasaba.
Eh, y deja de hibernar tanto, que un día de esto te saldrán pelos de oso. Jijijijijiji.
Nos hacemos mayores, y cada vez los cambios se llevan peor... ;)
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