martes, 29 de agosto de 2017

Ginkgos urbanos

Es bastante conocida mi afición por los Ginkgos biloba. O no, pero bueno, me encantan los ginkgos, me encantan. Hasta tengo ginkgos en casa, cuya historia ya conté aquí. Una de las cosas que me encantan es encontrarme ginkgos por las ciudades que visito. Porque, aunque no lo parezca, los ginkgos suelen formar parte de la flora urbana y no sólo aparecen en parques, como vi en Milán, sino que te los puedes encontrar en mitad de la ciudad, como he visto en Bruselas, San Sebastián o Roma.

En uno de los múltiples viajes opositores de este año a Madrid, paseando con Lady Boheme por la Quinta de la Fuente del Berro (un parque maravilloso, por cierto, desde que se ve el pirulí), descubrimos en el plano que indica los árboles que hay en el recinto, que había un ginkgo. Y allí nos dirigimos en busca de un ginkgo que, para mi sorpresa, descubrí que era el ginkgo más grande de todos los ginkgos que he visto en mi vida. Y he visto unos cuantos, de verdad. El árbol está en la zona sur del recinto y es realmente impresionante en altura y extensión. Es un árbol maravilloso al que no dudé en abrazarme (ejem, ejem, así soy, queredme) y al que me gustaría ir a ver a finales de algún otoño, cuando su inmensa copa esté totalmente amarilla, justo antes de que caigan sus hojas. A ver si lo consigo ver así alguna vez; de momento, me conformo con esto. Las fotos, por cierto, no hacen justicia de su inmensidad.






Esa misma noche y pensando en qué hacer al día siguiente, antes de coger el avión de vuelta a casa, me puse a investigar sobre ginkgos en Madrid. Y mira que tenéis ginkgos en vuestra ciudad, madrileños [*]. Dispuesta a hacer una ruta de ginkgos, me organicé la vida y empecé la jornada recorriendo la calle del Príncipe de Vergara, donde hay sembrado muchísimos ginkgos jovencitos en la mediana de la calle. Tras una parada técnica para desayunar cereales de colores con nubecitas y minioreos (un vicio confesable que he adquirido durante estos viajes), seguí mi ruta hacia el Parque del Oeste. Otro parque maravilloso. Allí encontré el ginkgo que iba buscando y después, paseando encontré unos cuantos más. Ginkgos y ginkgos. Me hice con algunas semillas que estoy intentando hacer germinar (sin resultado, al menos de momento) y descubrí otro sitio que me encantó: la rosaleda. Y ya de paso, acabé en el Templo de Debob.











Y ya que estamos, como bonus track de esta entrada de ginkgos, aprovecho para mencionar el ginkgo joven y pequeñito que encontré en el Parque Genovés de Cádiz, en un viaje de este verano del que ya hablaré otro día.


[*] Aquí podéis encontrar un listado de gingkos urbanos en nuestro país. No están todos los que son, pero supongo que sí que son todos los que están.

lunes, 28 de agosto de 2017

“Th1rteen R3asons Why” de Jay Asher

Este mes sólo he actualizado el blog una vez. Y no me parece bien. No ha sido por nada especial, pura vaguería estival. Así que voy a ver si voy poniéndome las pilas, porque tengo muchas entradas pendientes de publicar que no quiero que queden condenadas al olvido de la carpeta de borradores.

Empezaremos por los libros. Llevo cuatro meses sin escribir ninguna reseña de libros y no es porque no haya leído nada, justo al contrario: he leído más en estos cuatro meses que en los primeros cuatro del año, pero por unos motivos o por otros, no he escrito sobre ellos. No escribir sobre “Th1rteen R3asons Why” fue, al principio, deliberado: quería esperar a ver la serie basada en el libro antes de comentarlo, pero aún no la he acabado, así que me lanzo a escribir sobre el libro y sobre la serie ya escribiré. O no. Creo que la historia de “Por trece razones” ya es sobradamente conocida: una adolescente norteamericana se suicida y graba en cintas de casete los motivos que le han llevado a ello, dirigidas a las trece personas que han influido en su decisión. El libro me gustó mucho, aunque trata un tema duro y difícil, me resultó interesante y me parece adecuado que haya libros que traten sobre este tema. En realidad no es un libro sólo sobre el suicidio, es sobre la difícil etapa de la adolescencia, sus problemas (aparentemente insignificantes para muchos adultos), las relaciones que se establecen y lo mucho que pueden llegar a afectar las cosas que ocurren. Según lo leía, pensaba “uff, tampoco es para tanto”, pero claro, yo soy una adulta, no una adolescente insegura (que es lo que somos todos de adolescentes), así que intenté recordar lo que vivía y sentía yo de adolescente. Y sí, cuando eres adolescente TODO es para tanto, todo se vive de una manera muy diferente a cuando eres adulto y no siempre encuentras el apoyo y la comprensión de esos adultos que teóricamente, deberían ayudarte, porque han pasado por lo que tú has pasado y han sobrevivido.

Es un libro que creo que está muy bien leer siendo adulto, para recordar lo que era ser adolescente y acercarte a ellos. Y creo que también está bien leerlo de adolescente porque seguro que en algún momento te sientes identificado con alguno de los personajes y eso siempre ayuda.

Sobre la serie… Bueno, sólo he visto la mitad de los capítulos, no debería opinar mucho pero opinaré. La serie me gusta, pero no es el libro. Se basa en el libro pero es muy diferente. En el libro, Clay, el protagonista, escucha todas las cintas en una noche, sin poder enfrentarse en ningún momento a los protagonistas de las cintas. La serie se basa en gran parte precisamente en eso: en sus encuentros cara a cara con los que aparecen en las cintas, en cómo son sus reacciones y sus comportamientos tras la muerte de Hannah. El libro es la historia de Hannah y el por qué de su suicidio. La serie se está liando un poco y está yendo más allá de eso. Aunque aún no he llegado al final, ya me he enterado que hasta la muerte de Hannah es diferente. Y que está prevista una segunda parte de la serie. En fin, que la serie está bien, pero creo que la han convertido más en una historia de misterio e intriga que en una historia de los problemas de los adolescentes. Supongo que la acabaré de ver, pero son historias distintas.

Pues vaya, al final sí que he hablado sobre la serie. Es que lo tenía que decir.

jueves, 10 de agosto de 2017

Anoche oí llover

Ayer por la tarde iba a prepararme para ir a bailar junto al mar (con bastantes pocas ganas, debo decirlo) cuando me sorprendió una extraña luz que se colaba por las rendijas de las persianas. Salí al balcón para comprobar que el atardecer brillaba con una luz especial, esa luz única que precede a una tormenta. “A ver si encima va a llover”, pensé. Y aunque mis pocas ganas de moverme de casa se juntaron con esa perspectiva, decidí salir igualmente por un motivo claro: la luz era espectacular y donde iba, allí junto al mar, podría serlo más aún.

De camino, con el coche, iba disfrutando de la luz variable de ese atardecer maravilloso, de esas nubes extrañas, coloridas y variables. Iba pensando en llegar rápido a mi destino para disfrutarlo, sin caer en la cuenta, todavía, de que no había cogido ninguna cámara decente para hacer fotos. Sólo llevaba el móvil.

Cuando llegué junto al mar, ya pude contemplar eso que esperaba, ese espectáculo de luz increíble que precede a la tormenta. Y me pasé mi buen rato ahí, disfrutando de las luces y sombras, intentando reflejar con la cámara del móvil una luz que, obviamente, no se refleja en todo su esplendor. Por el este, ya era de noche; por el sur, la negrura de la tormenta; por el oeste, el sol aún brillando, ya poniéndose.

Aún hechizada por el espectáculo de luz, me dirigí a mi destino final, caminé hacia la música y el baile. Y charlé y bailé y reí y charlé y bailé y reí y vuelta a empezar. En algún momento de la noche vi a lo lejos, hacia el sur, unos relámpagos tan nítidos como espectaculares. Ahí seguía la tormenta, aún lejos, pero ahí seguía.

Muchas canciones y un llonguet de trampó con sardinas después, volví a casa. El viento golpeaba los estores de la galería, así que me levanté a cerrar las ventanas: total, no hacía nada de calor, nada que ver con las últimas semanas en las que ni abriendo todas las ventanas de la casa se conseguía refrescarla. Me dormí rápido. Y me desperté dos veces, con el sonido de la lluvia. Ah, qué gusto el sonido de la lluvia. No oí truenos ni vi relámpagos, pero sé que los hubo.

Esta mañana me he despertado con la tranquilidad de no haber puesto el despertado. Era pronto, tampoco demasiado, pero me he quedado un rato en la cama, disfrutando de la necesidad de taparme con las sábanas, hacía fresquito. Tenía un vago recuerdo de haber oído llover por la noche, pero no estaba segura de si era realidad o sólo un sueño. Y ha empezado a llover, de nuevo. Y ahí he seguido, con los ojos cerrados, sabiendo que sí, en efecto, anoche oí llover. Y en esos momentos volvía a hacerlo. Y me he quedado disfrutando de esa lluvia no por esperada menos sorprendente y bien recibida.

Ah, el sonido de la lluvia en verano. Ah, el olor de la lluvia en verano. Qué pequeño gran placer.

Las fotos, de anoche, con el móvil.