Por algún extraño motivo que no soy capaz de explicar, más allá de la pura melancolía, no quería que 2021 pasara a la historia como el año en el que no escribí ninguna entrada en este blog. Que sí, que los blogs están muertos y todo eso, pero quería escribir algo y, por eso, aquí estoy.
Se me hace difícil resumir de una manera clara este año, aunque decir que seguimos en pandemia lo resume casi todo. Sí, seguimos en pandemia. Pero ya nos han vacunado. Aquí equipo Janssen-Modernita. Hace un año, parecía tan lejano eso de recibir todos esas vacunas que ya empezaban a inocular a los mayores en las residencias. Pero sí, seguimos en pandemia, con los números desbordados, todos ya hartísimos de este virus y pensando que bueno, que sí, que igual esto también pasará, pero que pase ya, por favor. A veces he pensado que esto no pasará, no lo niego; a veces, he pensado que igual esto acababa con nosotros o que se quedaba con nosotros o que la vida nunca volvería a ser igual. Está claro, la vida nunca volverá a ser igual. Pero sobreviviremos. Digo yo que sí. Espero yo que sí.
Este 2021 me ha agotado. Ha acabado con mis fuerzas una vez y otra y otra. No sé cuántas veces he dicho «No puedo más» y no ha sido por la pandemia. O no solo por eso. Laboralmente ha sido un año extenuante, un año en el que me he cansado de decir, una y otra vez, cosas que no han sido escuchadas y luego de tener que solucionar problemas provocados porque no me han hecho caso. Me he mordido muchas, muchas veces la lengua para no soltar un «Ya os lo dije»; muchas otras veces sí que lo he dicho. Se me rompió algo por dentro en los primeros meses y esa fractura no se ha curado. Al contrario, ha ido a más y a más y a más y a más. Y, sí, de algún modo sigo rota y sin energía pero, sorprendentemente parece que, por fin, estos días, después de desconectar (por fin) el cerebro durante más de 48 horas seguidas, estoy recuperando un cierto atisbo de ilusión por seguir adelante. De alguna manera. Aunque aún no tengo del todo claro cómo. Y, bueno, también ha sido el año en el que puse nervioso a un comisario europeo y un ministro me felicitó por una presentación. Yo qué sé, cosas raras que pasan en mi vida y que, algún día, con más perspectiva, supongo que asumiré de algún modo.
En 2021 no he ido a Roma; por primera vez desde 2013 o por ahí. Ni a ningún país extranjero; creo que esto no sucedía desde 2004. Tampoco he pasado ninguna noche en el mar; lo nunca visto desde 2001. Y estas tres frases resumen perfectamente por qué no puedo decir que 2021 me haya hecho feliz. Quiero Roma, quiero otros países. Quiero mar.
Este año las baldosas de mi casa saltaron por los aires. Literalmente. Que sí. Que las oí yo. Sonaron como un iceberg partiéndose. O como me imagino yo que suena un iceberg partiéndose. Cric, cric, cric, cric. Así que ahora tengo todo el suelo nuevo y todas las paredes recién pintadas. Y algunos muebles nuevos, pero eso estaba planeado desde antes de la crisis de las baldosas. Que llegó en el peor momento posible, claro. Aún tengo cajas sin vaciar de esa obra inesperada.
A menudo, he pensado que no le he dedicado tiempo al ocio. Pero resulta que he leído más libros que en los cuatro años anteriores juntos. Sí, sí, que en los CUATRO años anteriores. JUNTOS. Así que sí, he leído mucho, muchísimo. Y no, no he escrito nada por aquí, pero eso no significa que haya dejado de escribir. Al contrario, también he escrito mucho, muchísimo. En verano tenía un borrador muy, muy preliminar de algo más de 55000 palabras que, a día de hoy, sigo corrigiendo. Y, en fin, quiero muchísimo a esas miles de palabras y todo lo que hay ahí dentro y todo lo que les rodea y todo lo que significan. Todo. Me hace feliz, me consuela, me cura. Casi diría que me reconcilia con la vida.
Y, de repente, 2021 acaba. O no tan de repente. Pero se acaba. Y, por un lado, es casi un alivio. Pero por otro, yo qué sé, qué miedo lo que traiga 2022, ¿no? Tengo tantas esperanzas puestas en ese nuevo año que es imposible que no me defraude. Pero una de las cosas que me ha traído la pandemia (no sé si solo a mí) es lo de dejarme llevar. Que venga lo que venga. Ya se verá. Ojalá recuperar la ilusión de hacer planes y no tener que cancelarlos, ojalá dejar de posponer cosas que, en algún momento, disfrutaba. Yo, por mi parte, prometo volver a escribir algo por aquí. Aunque sea el 31 de diciembre de 2022.
Cuidaos.
En la foto, mis ginkgos, hace ya unos días. Cuando aún tenían hojas. De dos colores.