sábado, 2 de marzo de 2013

“El lado bueno de las cosas” de David O. Russell

Este año no vi los Oscar. Ni los Goya. En el caso de los Goya, estaba por Belfast. Para los Oscar ya había vuelto, pero estaba recién aterrizada y al día siguiente trabajaba (contra mi voluntad), así que decidí dormir. Son pocas las veces que me he perdido los Oscar y, en los últimos años la tradición ha sido la misma: ir a casa de mi hermana y verlos allí. Es lo que tiene tener una hermana con Canal+.

Pero, como decía, este año no los vi. Así que sólo pude ver en diferido el momento maravilloso de Hugh Jackman levantándose a rescatar a Jennifer Lawrence de su caída. Ah, Hugh Jackman. Ese hombre.

Sólo había visto una de las pelis de los Oscar: “El lado bueno de las cosas”. La vi ya hace algunas semanas, antes del viaje. Es una peli extraña, curiosa. Primero porque te la venden como lo que no es: fui con unas amigas esperando ver una comedia romántica sin más pretensiones. O no entendí el tráiler, o me engañaron vilmente. Bueno, no es una comedia romántica, claro que no. Cuando la fui a ver, no recordaba que tenía nosécuántas nominaciones a los Oscar. Eso debería haberme dado una pista de que la peli era más que una comedia al uso.

Es una peli sobre un tipo que vuelve a casa de sus padres después de pasar una temporada en una institución mental. Le ingresaron por agredir al amante de su mujer y le diagnosticaron bipolar. Sus intenciones son volver a recuperar a su mujer y tratar de hacer una vida normal a pesar de su enfermedad, aunque pasa un tiempo hasta que la acepta. En su camino están sus padres, con sus propias neuras y problemas, y una vecina que también ha pasado por momentos duros y trata de seguir adelante con su vida.

Debo admitir que hubo ratos que lo pasé mal, muy mal. Es una película dura, sobre todo al principio, en la que el protagonista no quiere aceptar la realidad que le rodea, no sólo su enfermedad sino el hecho de que su mujer no quiera nada con él. También es dura por todos esos otros personajes que le acompañan, cada uno con sus propios problemas y complicaciones, cada uno intentando sobrevivir y tirar adelante en su vida. Luego la película da un giro y se vuelve típicamente americana, típicamente positiva y casi alegre. Normal, necesario. No están los tiempos tampoco para recrearnos en la negatividad y permitir que sigamos cayendo en el desánimo. No, señor.

Es una película recomendable. Está muy bien y vale la pena verla. No sé si se merece tantas nominaciones como las que ha tenido, probablemente sí, pero no he visto más pelis de Oscar, así que no puedo comparar. Repito, vale la pena. Pero que nadie espera la típica comedia romántica de Bradley Cooper (Dios, ¡qué guapo!). Es bastante más que eso.

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