Hay una carretera costera, en Irlanda del Norte. Es una carretera que corre más o menos paralela al mar, aunque en ocasiones se bifurca hacia el interior, permitiéndote descubrir paisajes nuevos. Es una carretera que bordea pequeños pueblos y castillos abandonados. Es una carretera envuelta del verde de los campos, de los balidos de las ovejas, del azul del cielo (si es que está despejado), del gris oscuro del mar. Es una carretera que lleva a algunas de las atracciones turísticas de la zona, como un puente colgante o la Calzada del Gigante. Es una carretera que te lleva a sitios menos conocidos, como Torr Head, el punto más cercano entre Irlanda y Escocia. Es una carretera por la que te puedes perder durante dos días sin problema (incluso más), donde puedes improvisar dónde comer y dónde dormir, donde puedes decidir dónde parar, qué fotografiar y de qué paisaje disfrutar. Es una carretera para recorrer en coche, haciendo malabarismos para conducir por la izquierda, para disfrutarla en compañía, con música de fondo y alegre charla. Es una carretera que te hace sentir viva, que disfrutas en cada instante, que puedes acabarla en el punto que quieras y volver a tu punto inicial. Es una carretera para verla, para vivirla, para recorrerla, para conocerla. Es una carretera para no olvidar.
Esto tambíén es muuuuy gonito!
ResponderEliminarSííííí! Es una pasada.
EliminarYo sólo estuve en el puente de cuerda, que me decepcionó mucho.
ResponderEliminarY, en la Calzada de los Gigantes, que me dejó de piedra, nunca mejor dicho.
Aún me sorprende las formas de las rocas. sé que hay una explicación científica, pero aún así, me parece un expediente X.
A mí el puente me pareció pequeño, la verdad, pero me gustó la historia que lo rodeaba: la pesca del salmón.
EliminarLa Calzada tiene un punto fascinante. A mí algunas de las rocas me recordaban a los chimos, los caramelos esos redondos con un agujero en el centro. Me fascinaron.
Qué bonito! qué recuerdos y qué ganas de volver. Besos!!
ResponderEliminarEs un lugar para volver...
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