lunes, 7 de diciembre de 2015

Swing, swing, swing

Creo que ya he hablado por aquí alguna vez de mi afición al lindy hop, un estilo de baile de la música swing. A lo tonto a lo tonto, llevo ya unos dos años bailando lindy y, aunque parece mucho tiempo, falto mucho a clase y me lo tomo como lo que es: una afición. En serio pero sin agobiarme, vamos. Así que igual no soy muy buena, pero me lo paso muy bien, que de eso se trata.

Llevo dos noches seguidas bailando swing. Podrían haber sido tres, pero hoy he decidido recluirme en casa (por la tarde, por la mañana he ido al monte a por setas) y retirarme a mis aposentos pronto; el cuerpo me lo pedía. Pero llevo dos noches bailando swing, decía, y me lo he pasado estupendamente.

Tenía muchas, muchas ganas de este fin de semana de cuatro días y de las muchas oportunidades de bailar que iba a tener. Tenía ganas porque me he pasado las dos semanas previas de viaje (a Roma, como ya conté aquí y a Málaga, aunque de eso no he tenido ni tiempo de hablar ¡y eso que conocí a La Rizos!). Viajar mola, claro, pero a veces te pierdes cosas que te apetecen, cosas que quieres vivir. Y a veces viajar sólo es sinónimo de trabajar y estar lejos de casa. Y aunque han sido viajes buenos y reuniones que han ido muy bien, tenía muchas ganas de este fin de semana de swing, swing y swing. Y eso que no me he apuntado a ninguno de los talleres que ha habido este fin de semana de Jornadas de Cultura Swing. Pero sabía que, volviendo de dos viajes seguidos, necesitaba parar un poco.

Llevo todo el fin de semana con música swing en la cabeza. En cualquier momento, en cualquier lugar. Me descubro a mi misma tarareando canciones que me encanta escuchar, canciones que me gusta bailar. Me descubro a mi misma dando pasos de baile donde y cuando menos me lo espero, casi a escondidas, incluso de camino a casa, a las tantas de la noche, con sueño en los ojos y los pies cansados.

He bailado hasta perder el aliento. He bailado hasta notar las gotas de sudor cayendo por mi espalda y el flequillo mojado pegado a la frente. He bailado con la única intención de bailar, bailar, bailar y disfrutarlo todo el tiempo. He bailado con la música en directo de los chicos de Long Time No Swing y con música enlata. Y he sonreído, he sonreído mucho. Porque una cosa que me provoca este baile es sonreír. Bailo sonriendo. Bailamos sonriendo, debería decir, porque no soy a la única que le ocurre.

Como dice a menudo mi hermana la gafapasta, bailar es soñar con los pies.

No dejemos de soñar.

No dejemos de bailar.

Y, para rematar, un vídeo de la que creo que fue la primera vez que vi a alguien bailando swing, en la peli “Swing Kids”. La vi en el cine hace un millón de años, cuando ni me planteaba que algún día podría acabar bailando algo así. Me encantó. Y eso que mi adorado Kenneth Branagh hace de malo. Y por si alguien se pregunta si yo bailo así: por supuesto, por supuesto que no.

4 comentarios:

  1. Me encantó conocerte :) Y que sepas que investigaré más sobre los clubs de swing (no se swingers xDD) de Málaga, por si vuelves y te tengo que llevar ^_^

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡A mí también! Los que bailamos esto somos hoppers, porque swingers... ejem, ejem, JAJAJA.

      Eliminar
  2. El swing me persigue aunque no lo quiera. ¡Salgo en un post de swing! I can't believe it! Toi contenta de salir por tu blog, claro. Jejeje.

    Estoy contenta que te lo pases tan bien bailando lindy.

    Swing kids es maravillosa. Y Kenneth Branagh, más. :P

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me encanta que tu relación con el swing se vaya normalizando. No espero que quieras bailarlo, pero que lo toleres, ya me parece un logro. ;)

      Eliminar