miércoles, 29 de abril de 2015

Ruidos

Una de las cosas que más sorprende de los barcos a la gente que va poco en barco es lo ruidosos que son. En un barco, si va a motor, hay ruido siempre, en todas partes, todo el tiempo. Al principio es un hecho incómodo, que te molesta en cada uno de los momentos del día. Cuando trabajas, tienes que gritar para hacerte oír a tus compañeros. Cuando descansas, el volumen de lo que te entretiene tiene que tapar el ruido ambiental. Cuando duermes, el cerebro tiene que acostumbrarse a los ruidos continuos para poder sobrevivir.

Con el tiempo, te acostumbras. La primera vez que vine a este barco, me pareció muy ruidoso, pero lo mismo me han parecido cada uno de los barcos científicos en los que he trabajado. Luego, te acostumbras y, simplemente, ni te das cuenta del ruido. Hasta que desaparece. En general, en los barcos para dormir me pongo música, para evitar el ruido ambiental. Casi no lo hago en esta campaña, porque estoy en un camarote en una cubierta diferente a la que voy si estoy de jefa. La primera vez que estuve aquí de jefa, hace dos años, el ruido en el camarote era realmente molesto. Tanto que otros jefes se quejaron y la siguiente vez, el año pasado, el camarote que correspondía al jefe era otro, no tan ruidoso. Me pasa una cosa curiosa, cuando vuelvo a tierra de pasar tantos días en un barco: la primera noche se me hace muy difícil dormir, por la falta de ruidos. Así que, en general, me pongo música para conseguirlo. Como si siguiera a bordo.

Los ruidos de la parte del barco en la que trabajamos (el parque de pesca, digamos que en el sótano y a popa) tiene ruidos variados. Algunos son de origen confuso (la sala de máquinas y todos los motores y generadores que mantienen esta ciudad flotante viva, por no hablar de las alarmas que suenan en cualquier momento y cuyo significado desconocemos), otros son conocidos y a veces hasta controlables: el aparato de aire acondicionado (afortunadamente, de momento no lo necesitamos), las cintas por las que va el pescado o las múltiples mangueras constantemente encendidas. Pero también todos los ruidos relacionados con la maniobra de pesca: se realiza justo encima nuestro y, si estás un poco pendiente de cómo transcurre el día, puedes oir perfectamente cómo los bolos de la red golpean la cubierta, como se ponen y quitan sensores, cómo sueltan y amarran las puertas.

El puente también es un lugar ruidoso. Además de motores y aparatos varios, se oye la radio, alarmas varias y suenan constantemente los teléfonos. Por no hablar de las conversaciones múltiples y variadas. Aunque eso no es ruido. En esta campaña, no estoy demasiado en puente, bueno, tal vez más de lo necesario para el trabajo que hago, pero menos de lo habitual en mis campañas, ya que es mi lugar de trabajo habitual. Pero cuando he estado normalmente sé que hay un momento único, de tranquilidad y silencio: al salir del puente y dirigirte a proa, en la misma cubierta. Es un momento curioso porque, de repente, desaparecen todos los ruidos. No desaparecen, pero los únicos que quedan son tan suaves y escasos que pueden sentir sin problemas las olas golpeando el casco del barco, tres cubiertas más abajo. Hasta el año pasado, el camino desde el puente hasta la cubierta de pesca me obligaba a dirigirme a la proa para bajar. Ahora han puesto una escalera nueva que acorta el camino de bajada lo que, a priori, me ha hecho feliz. Pero me privará de esos momentos de silencio de los que tanto he disfrutado estos años atrás. Obviamente, puedo ir a proa cuando quiera, puedo acercarme a sentir el silencio, pero normalmente, el ritmo diario me impide pensar en parar, simplemente voy, voy, voy. Por eso, cuando salía del puente disparada hacia abajo para ver qué tal había ido el muestreo, ese momento de silencio me sorprendía pero también lo agradecía interiormente. Ahora no será una sorpresa, tendré que ir a buscarlo.

Aprovecho que estamos cerca de costa para actualizar. En pocas horas partimos hacia la isla de Alborán, a medio camino de dos continentes, África y Europa, a más de 50 km de cualquiera de ellos. Trabajaremos por allí los próximos dos días, sólo con conexión de satélite. A ver si en estos días se me cura la faringitis que hoy me han diagnosticado vía telefónica. Ha sido emocionante y todo.

En la foto, la carta náutica de la isla de Alborán, que he hecho hace un rato en el puente. Así está, sola, en mitad del mar.

Más fotos de estos días en mi instagram (@nisi501).

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