lunes, 9 de marzo de 2015

De esto que... (VI)

De esto que llegas al control de seguridad del aeropuerto, para un viaje laboral de tres días que aún no entiendes demasiado (tardarás más en ir y venir que lo que dura la reunión), con tu flamante equipaje de mano preparado para superar los nuevos controles de seguridad de los que ya has oído hablar. Afortunadamente, la isla aún sigue en su letargo invernal y apenas hay gente en el control. Te atiende una chica muy solícita y te pide que saques todo lo electrónico que lleves contigo “cables incluidos”. Y ahí empiezas a sacar del maletín del portátil el susodicho, su cargador, los dos discos duros externos, el USB, un enchufe, el pinganillo de internet y otro USB. Y luego abres el bolso y sacas el móvil, la cámara de fotos compacta, el reproductor de música y un USB institucional muy gracioso que parece un condón. Te ríes al verlo. Luego abres la maleta y sacas la cámara réflex, el otro objetivo de la cámara y un ratón de ordenador, y la chica, en un intento de ayudarte dice, “te cojo este cable también”. El cargador del móvil, claro. Y los líquidos. Faltan los líquidos. Y en eso que están sacando los líquidos y colocándolos en la bandeja donde has puesto el abrigo y el cinturón (porque la bufanda ya la has dejado dentro de la maleta) cuando notas algo raro en el dedo índice derecho. Lo miras y ves un corte, un tajo horizontal, sangrando, que te has hecho sacando algún cable o algún artilugio de esos que yacen ahora en varias bandejas delante de ti. Y la chica te habla y no sabes si ponerte a llorar, porque la farmacia que conoces en el aeropuerto está FUERA del control de seguridad y no te ves con coraje de recogerlo todo, ir a la farmacia a por tiritas para tu dedo sangrante, volver al control y sacarlo todo de nuevo. Porque claro, siempre llevas tiritas, pero esta vez se te han olvidado. Y las toallitas húmedas. Y un pañuelo para el cuello. Y hasta un libro en papel. Y mientras pasas el control de seguridad chupándote la sangre del dedo te preguntas si no te pueden detener por pasar chupando sangre, cual vampiro hambriento, un control. No, no te detienen; se ve que los vampiros pueden pasar el control de seguridad.

Total, que ya después del control, con la hemorragia medio controlada y con ese dolor que sólo los cortes absurdos provocan, te pones a meterlo todo en la maleta, en el maletín y en el bolso: el portátil, su cargador, los dos discos duros externos, los USBs (te ríes otra vez viendo el USB institucional con forma de condón), las cámaras de fotos, los objetivos,… Y en eso que ves tu libro ELECTRÓNICO dentro del maletín del portátil. Y te ríes de los controles de seguridad, aunque en el fondo es casi preocupante, eso de que te hagan sacar toooooodo y, sin querer, dejes algo sin sacar… y no pase nada. Aún pensativa, decides que tienes un nuevo objetivo en tu vida: comprar tiritas. Y sí, encuentras tiritas en el aeropuerto, genial, te tapas la herida y te sientes timada porque acabas de pagar 6,15 € por un paquete de tiritas y estás a punto de pagar 3,60 € por una botella de agua. Pero bueno, no dramaticemos. A partir de ahí descubres que, con la tirita en tu dedo índice, no puedes toquetear tu pantalla táctil… porque no sirve de nada. Así que estos días toca escribir en el móvil con el dedo medio. Al menos hasta que se cicatrice la herida, que a ver si cicatriza bien, porque justo es el dedo que utilizas para fichar en el trabajo.

Y ya si acaso otro día cuento lo de haber cogido el tren equivocado en el aeropuerto, acabar en la estación que no tocaba, haber tenido que coger el metro para subsanar el error y cómo la maleta se ha quedado atascada cuando he validado el billete.

Este viaje promete.

2 comentarios:

  1. Jijijijijiji... Es que siempre tienes alguna historia para contar jijijijijijijiji. Luego, estas cosas son las que se recuerdan de los viajes.

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