Dieciocho días.
Nunca, nunca, nunca en mi vida laboral me había cogido tantos días de vacaciones seguidos (exceptuando cuando me fui a Creta, pero de hecho allí no estuve de vacaciones, precisamente). No sé si volveré a cogerme tantos días seguidos el año que viene (si sigo contratada). Está muy bien lo de las vacaciones largas, pero me ha pasado lo que siempre he pensado que me pasaría si me cogía muchos días: no quiero volver al trabajo.
Vale, esto sonará totalmente superficial en un país con una tasa de desempleo vergonzosamente alta, pero trabajar me quita muchas horas de hacer cosas que me gustan. Y vaya por delante que mi trabajo me gusta, y mucho, no me puedo imaginar a mí misma haciendo otra cosa, pero ciertamente, trabajar me quita mucho tiempo libre. Y haber tenido tantos días en los que he podido hacer (más o menos) lo que quería me hace sufrir pensando que a partir de mañana, mi vida no va a seguir siendo como lo han sido las últimas semanas. Por eso llevo toda la tarde lloriqueando al respecto. Bueno, exagero, tampoco ha sido para tanto.
El otro día le decía a mi padre que tenía la sensación de que había aprovechado muy bien las vacaciones. Me miró como si fuera una extraterrestre y tuve que añadir la coletilla “para no hacer nada”. Y, repasando lo que he hecho estas vacaciones, básicamente no he hecho nada. Nada interesante ni trascendente quiero decir. De hecho, de las dos cosas que me propuse hacer esta última semana de vacaciones (cortarme el pelo, lavar el coche), sólo he hecho una (averiguad cuál). En mi defensa, diré que había pronóstico de lluvia varios días (y ayer cayeron cuatro gotas). La limpieza del coche tendrá que esperar.
Estos días he estado mucho en casa. Lo necesitaba. He disfrutado de estar en casa, del sofá y de la tele. He visto muchas series y bastantes películas. He leído bastante, todo en papel, aprovechando que no tenía que coger aviones. He cuidado de mis plantas, cosechado tomates y pimientos. Incluso he tirado la planta de Navidad que llevaba vari
Y supongo que he hecho más cosas, pero se han quedado en el limbo de los recuerdos olvidados de estas vacaciones.
Mañana será otro día. Y habrá que madrugar.
Feliz inicio de semana.
Creo que lo más difícil de las vacas es desconectar del trabajo inmediatamente.
ResponderEliminarYo sé que lo he conseguido cuando estando de vacaciones, me da la sensación de que todo los días son sábado. Esa libertad de haber acabado tu jornada semanal en el trabajo y esa lejanía de un día para volver a él.
Yo este año (2016) he pillado 2 semanas en junio y otras dos en octubre... De momento la primera etapa ha sido un éxito de desconexión, la segunda también lo será porque tengo planeado salir del país, jajajaja.
Yo este año no puedo cogerme tantos días seguidos, pero el viajecito que me pegué la semana pasada, me ha ayudado mucho, mucho a desconectar. Lo necesitaba taaaanto. Este mes me cogeré otras dos semanas, ya tengo ganas...
Eliminar