martes, 31 de diciembre de 2013

13 de 2013


Yo antes, cuando tenía otro blog, cada año me dedicaba a hacer un resumen de los viajes que había hecho ese año, de las noches que había pasado fuera de casa, de los aviones que había cogido y de los países que había visitado. Pero era un poco agobiante, la verdad, y a veces hasta angustioso. En los últimos tiempos, ya ni lo hice. Desde que tengo este blog, sólo ha habido un final de año antes que éste y admito que he tenido que ir a la entrada correspondiente para ver qué había escrito.
 
Éste ha sido un año bastante mierdoso en general, pero si miro atrás, en mi caso, no ha sido tan malo. Qué va. Con la historia de GordiPé de las trece cosas que nos hacen sonreír o ser felices o llenarnos de buen rollo, empecé a pensar a ver si era capaz de encontrar trece cosas de mi año que me provocaran eso. Y flipé. Porque me salían más de trece. Eso sí, tengo que admitir que algunas de ellas las he recordado mirando el blog, porque las había olvidado. Creo que pongo tanto empeño en olvidar algunas cosas malas que, sin querer, algunas buenas desaparecen misteriosamente de mi mente. Es así, esta cabecita mía.

Ahí van algunas de las cosas que me han hecho feliz este año. Trece para ser exactos.

1. Las agujas. Esto debe sonar a marujeo total, pero tejer me hace feliz. Aunque empecé en 2012, ha sido este 2013 en el que me he lanzado más. Gorritos, cuellos, faldas, mantitas. Ahora ya me lanzo a todo. Aunque ahora mismo sufro una pequeña crisis tejedora, ya que estoy a punto de deshacer el que iba a ser mi primer jersey, cuando ya está casi, casi listo. Pero es que es demasiado grande. Y ya que hacemos las cosas, las hacemos bien.
 
2. Una carretera costera en Irlanda del Norte. Porque, a pesar de todo, fue una pasada.

3. Una cerveza y un libro en el Cap de Creus. Uno de mis lugares a los que volvería siempre. Siempre.

4. Namibia. Con todo lo que significa. Siempre me da una pereza mortal ir: demasiadas horas de avión, demasiado trabajo, un lugar tan fascinante como extraño. Pero Namibia tiene algo mágico, especial. Horas y horas de trabajo se compensan viendo lobos marinos, paseando por el desierto, comiendo junto a flamencos, visitando Etosha, comprando telas o presumiendo de mis trencitas namibias. He pasado cinco semanas de este año allí, más una el año pasado. Tras mi isla natal y Creta, es el tercer lugar en tierra firme en el que más tiempo he estado en mi vida. El mar va aparte.

5. El mar. Siempre el mar. He pasado un mes este año, con momentos más o menos buenos. Me quedo con la primera semana en el mar, en un barco que no conocía, una campaña compacta, tranquila, curiosa e irrepetible.
 
6. Una velada con Joseph Fiennes. Uff. Qué momento.

7. Mi coche nuevo. Vale, sí, esto es materialista total, pero comprarme CocheCapricho fue lo que necesitaba en ese momento. Y estoy encantada de haberlo conocido. Muy encantada.

8. Las albonquetas. Por el momento risas que conllevaron. Y todos los momentos de risa tonta y absurda que he pasado con mi familia, con mis amigos; esas cervezas, vinos o copas compartidas. Esas explosiones de risa en momentos absurdos son lo más de lo más. Esas confidencias delante de un vaso de lo que sea son también lo más de lo más. Ver reír a la gente de tu alrededor. Reír con ellos. Estar con la gente que quieres. Compartir con ellos. ¿Hay algo mejor?

9. El lindy hop. Llevo ya meses escuchando swing y viendo bailar lindy hop. Incluso en verano fui a una clase. Pero con tanto ir y venir de aviones, no me he puesto en serio a aprender a bailar. El otro día, fui a otra clase y flipé. Quiero bailar lindy. ¡Ya! ¡Quiero ser una hopper!

10. El monasterio, el cementerio y Venecia. Cómo un viaje de trabajo se convierte además en un viaje con amigos. Volver a Venecia. Visitar un cementerio mágico. Y volver a un monasterio aislado del mundo en el encontrar esa paz que a veces todos necesitamos. Todo fue genial.

11. El casino de Constanza. No me entusiasmó especialmente el viaje a Rumanía, nada, pero cuando vi el casino de Constanza, a la cálida luz del atardecer, emitiendo toda su magia, caí rendida a sus pies. Sin contemplaciones.

12. Asturias y la supervivencia de las plantas. Me gustó volver a Asturias. El rato que pasamos sentados en un banco en Cudillero es de lo mejorcito del año. Sin duda. Pero hubo muchos otros momentos, como el baño en la playa de San Antolín, el mejor del año. Relacionado con este viaje, me quedo con el montaje que hice para que mis plantas sobrevivieran en mi ausencia. Y hablando de plantas… mis plantas… mis ginkgos… verlos crecer es de lo mejorcito de cualquier año. 

13. El espectáculo navideño de luces y música en Bruselas. Mi relación amor-odio con Bruselas tendió inexorablemente hacia el amor cuando vi en la Grand Place un espectáculo de luces y música que me puso los pelos de punta. Qué maravilla.

Como decía, ha habido más de trece momentos buenos este año, muchos más. Y espero que 2014 traiga todavía más. Para mí y para todos.
 

Feliz entrada de año.

6 comentarios:

  1. Mola Joseph Fiennes! :) También está entre mis cosas favoritas del año.

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  2. Enhorabuena Bea! Buenísimo año!! Que tengas una linda celebración con tu familia!!

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  3. Feliz añoooooooooooooooo
    Y a ver si me pongo y te mando las galletas y chocolates alemanes que te compré =)

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    Respuestas
    1. Feliz año!! Ay, ay, vas a acabar con mi operación bikini 2014!

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