domingo, 28 de septiembre de 2014

Hace un año

Tal día como hoy, hace justamente un año, comí con estas vistas.



La charca de Okakuejo, en Etosha (Namibia).

Y aún hoy me pregunto si fue verdad o tan sólo un bello sueño.

Aunque debió ser verdad, porque hay pruebas que documentan la excursión.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Va de meme

Llevo un par de semanas con un ritmo blogueril lento, muy lento, no sólo de escribir, sino también de leer. Tengo entradas propias pendientes de publicar, de redactar y hasta de pensar y tengo entradas ajenas pendientes de ojear, de leer y de contemplar. La vida es así, el cansancio es así y la pereza es así.

Echando un vistazo por encima a las entradas de los blogs que leo normalmente, me he encontrado un meme en el blog de Gordipé que también ha hecho mi hermana la gafapasta, así que me ha parecido una buena manera de quitarme la pereza blogueril.

¿Qué sería yo si fuera…? (Ojo, voy a poner lo que creo que yo sería, no mis cosas favoritas).

Un animal. Un oso, porque en invierno tiendo a hibernar.

Un libro. Uno de papel, de esos que pasan desapercibidos en las estanterías, pero que te sorprenden cuando los abres. Por ejemplo, “La isla de los cazadores de pájaros” de Peter May.

Un coche. Un utilitario, sencillo, útil, austero, pero con un par de detalles graciosos.

Una película. "Amelie" de Jean-Pierre Jeunet. Porque me gusta sonreír. Y por el gnomo viajero.

Un árbol. Una higuera. Sí, sí, la respuesta obvia hubiera sido un ginkgo, pero no creo que sea tan fuerte como ellos. Yo soy más higuera.

Una canción. Depende del día. Así, en general, he sido durante bastante tiempo “High Hope” de Glen Hansard, soy a menudo “La luz de la mañana” de Facto Delafé y las Flores Azules y ahora creo que soy “Song beneath the song” de Maria Taylor (y no porque salgan ginkgos en el video).

Una bebida. Agua. Clara y transparente.

Una comida. Una ensalada de lechuga y con todas esas cosas tan sanas, coronada por queso de cabra y maíz tostado.

Una prenda de vestir. Unos zapatos, más cómodos que bonitos. Pero un poco bonitos también.

Un cuadro. Un cuadro de Edward Hopper, pero no sé cuál. Puede que éste, éste, éste o, más probablemente, éste.

Un edificio. La Hundertwasserhaus de Viena. O igual la Casa Danzante de Praga.

Y con estoy y un bizcocho, se acaba el meme por hoy. No nomino a nadie. Imaginad si nomino a alguien y no lee esto y no lo hace y yo me siento fatal y… y… Vamos, que quien quiera, que lo haga y que se lo pase tan bien como yo haciéndolo.


En la foto, el faro del puerto de Águilas (Murcia), que no tiene nada que ver con la entrada, pero me apetecía ponerlo aquí.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Zagreb

Después de unos días con el blog a medio gas, voy a intentarme ponerme al día y qué mejor que hacerlo un lunes a primera hora de la mañana, aprovechando que me he despertado a una hora inusitadamente temprana.

Y empezamos con Zagreb, una ciudad de la que volví hace ya dos semanas. Mi primera visita a Croacia desde que forma parte de la Unión Europea, mi segunda visita en total, pero primera vez en su capital.

Zagreb es una ciudad grande, pero con una parte antigua, un centro, pequeño y manejable. Es una ciudad viva, llena de cafeterías con terrazas y gente en la calle a todas horas. Es un lugar en el que hay sitios para comer y sitios para beber, pero sólo en los restaurantes puedes comer y beber a la vez. Es una ciudad con un funicular antiguo, corto pero tan, tan especial que tuve que subir en él dos veces para quedarme contenta. Es un lugar con tranvías azules, casas de tejas planas que, en alguna iglesia, son tejas de colores. Es una ciudad con un mercado al aire libre de toldos rojos a los pies de una Catedral con dos torres. Es una ciudad de casas bajitas y de colores, que resultan especialmente bonitas con el contraste único que provoca la lluvia. Es una ciudad de edificios majestuosos, grandes parques llenos de árboles, un jardín botánico precioso y flores por las calles.

Zagreb huele a lavanda. Y nos llovió todos y cada uno de los días que estuvimos allí. Me quejé bastante de la lluvia, pero admito que es una ciudad a la que el contraste de colores que provoca la lluvia le sienta muy, muy bien.
















martes, 16 de septiembre de 2014

"The Thread" de Victoria Hislop

Soy muy, muy fan de Victoria Hislop. Sus libros me entretienen lo suficiente para leérmelos en inglés y engancharme (y para comprarlos luego en español a mi madre). Antes que éste me había leído ya “The Island” y “The Return”, y me habían gustado mucho. Me gusta esta autora porque aúna las características de un best-seller (ligero, fácil de leer, rozando casi el culebrón) con un contexto histórico que te hace aprender sobre Historia fácilmente (a los ignorantes históricos como yo) y te hace querer profundizar más en el tema y leer más. El primero se sitúa en Creta y más concretamente en Spinalonga, la última colonia de leprosos de Europa. El segundo, en Granada, en la época de la guerra civil. Con “The Thread” (“Los hilos de la memoria”, se llama en castellano), vuelve a Grecia, esta vez a Tesalónica, cubriendo el período desde el incendio de 1917 en el que casi se destruye la ciudad hasta el terremoto de 1978.

Pero la historia comienza en 2007. Una pareja de ancianos le explica a su nieto, que vive fuera del país, el apego que sienten hacia la ciudad en la que viven, Tesalónica, a través de la historia de sus vidas y la historia de la ciudad y del pueblo griego. La (siempre) difícil relación con Turquía, la convivencia de cristianos, árabes y judíos en la ciudad, dos guerras mundiales, los cambios sociales y el devenir político de todos esos años marcan la historia de Dimitri y Katerina.

Ya lo he dicho, me encanta esta autora y creo que me encantará todo lo que lea de ella. Me gustan sus personajes femeninos, fuertes y apasionados, y me gusta conocer más de la historia reciente de Grecia, bastante desconocida para mí. Tengo otro libro suyo de relatos cortos pendiente de leer que compré en Dublín el año pasado (éste creo que lo compré en Creta la última vez que estuve) y sé que va a sacar otro próximamente. Sobre Chipre, otro lugar que me fascina y apasiona y con una historia reciente muy interesante. Lo espero impaciente.

Y ahora quiero ir a Tesalónica, por supuesto.

viernes, 12 de septiembre de 2014

David Bisbal

El otro día (el otro día de pagès, como decimos por aquí, o sea, hace tres semanas) fui a un concierto de David Bisbal. Y lo digo así, directamente. No sé nada de música, pero me gusta la música. Y hay cosas que me gustan y cosas que no. Y hay cosas que me encantan y hay cosas que me parecen un divertimiento. Creo que hay una música para cada momento, que nuestra vida está marcada por canciones y todos nosotros tenemos una banda sonora propia, que marca los instantes de nuestras vidas. En mi caso, la banda sonora es de lo más heterogénea. Le doy a todo, o a casi todo, según me apetezca en cada momento y en cada lugar.

No digo todo esto para justificar que haya ido a ver a Bisbal. Bueno, igual sí. La cuestión es que a mí, en general, me gustan canciones. Oigo una canción y me gusta o no. A veces, me gustan grupos, cantantes o compositores (algún día debería hablar de mi amor absoluto hacia las bandas sonoras de películas), es decir, me gusta todo lo que hacen, pero eso es poco habitual. En mi lista de reproducción de mis favoritos aparecen desde Celine Dion hasta Yann Tiersen; Jorge Drexler suena después de Cold Play y luego Maldita Nerea y Noa; Bon Jovi se codea con Delafe y las Flores Azules y Bruce Springsteen está muy cerca de Alejandro Sanz, Neil Young, Glen Hansard, Miguel Bosé y Adele. Todo eso decorado con notas de música tradicional mallorquina, bandas sonoras y, últimamente, swing, bastante swing.

Vamos, que mis gustos musicales son bastante caóticos.

Curiosamente, Bisbal no aparece en mi lista de reproducción de favoritos, pero me cae bien. Y puedo pegar saltos oyendo “Ave María” o “Bulería”. Así que me pareció un idea estupenda pasar una noche de verano en un concierto suyo con un grupo de amigas (fuimos la plana mayor de las damas del feisbuk en casi su totalidad, aunque nos faltó una). Y, la verdad. Fue genial. Aunque no me sé ni la mitad de sus canciones, salté cuando cantó “Ave María” y me lo pasé estupendamente. Es un tipo que se ve que disfruta en el escenario, que se lo pasa en grande y que tiene un directo potente. Eso sí, no recordaba que hablando tuviera una voz tan aguda, parecía que se había bebido un globo de helio.

Un concierto genial, muy divertido. Aunque no me supiera las canciones. Ahí van algunas fotos.








lunes, 8 de septiembre de 2014

Ginkgos croatas

Siento una debilidad absoluta por los Ginkgo biloba, como ya expliqué en su día. Eso me ha convertido en detectora de ginkgos, allá por donde voy. Aunque sé que son un árbol habitual en jardinería, no deja de sorprenderme encontrármelos por las calles de ciudades tan dispares como Milán o Bruselas. Normalmente los detecto por las hojas que veo caídas y, sólo entonces, miro hacia arriba buscando las hojas típicas de estos árboles.

En Zagreb también hay ginkgos. No sólo eso, una hoja de ginkgo es el símbolo del jardín botánico de Zagreb, donde acabamos casi de casualidad el primer día de reunión y por el que paseamos un ratito antes de ponernos a trabajar. Como siempre, esta vez también vi una pequeña hoja y (ante el asombro de mis compañeros) grité “¡Por aquí tiene que haber un ginkgo”. Y, claro, los habías. Incluso había semillas, que no recogí (menudo fallo) y luego no tuve tiempo de volver a por ellas. Criar un ginkgo croata. No hubiera estado mal. Y paseando dos cámaras de fotos y dos objetivos diferentes, sólo a mí se me ocurre hacerles únicamente dos fotos con el móvil. En fin.

Pero esos no fueron los únicos ginkgos que vi en Zagreb o, mejor dicho, no fueron las únicas hojas de ginkgo que vi en Zagreb. Paseando por el centro, vi unos pendientes de hojas de ginkgo en una joyería. No iba a entrar, por miedo a que tuvieran un precio desorbitado, pero al final entré. Y me enseñaron una completa colección de preciosas piezas con la hoja de ginkgo como motivo. Pendientes en oro, plata y plata oxidada, de distintos tamaños y longitudes y anillos de varias formas y tipos. Madre mía. Tuve que contenerme para no ponerme a dar saltitos allí mismo. Al final decidí darme un capricho y regalarme un par de pendientes, a un precio razonable. Y ahora no puedo quitármelos. Me lo hubiera llevado casi todo. Qué maravillosos son estos fósiles vivientes.






jueves, 4 de septiembre de 2014

En croata

Estoy un poco out estos días del entorno blogueril. Estoy por el mundo de reunión y, aunque tengo una conexión buenísima en el hotel, entre las largas horas de reunión y mi tendencia a hibernar cuando llega el mal tiempo (aquí llueve y está fresco), no estoy actualizando nada. Tampoco tengo mucho que contar o lo que quiero contar me llevaría demasiado tiempo. Así que, ya que estoy en Croacia, he pensado que era un momento ideal para una nueva entrega de frikismo harrypotteriano. Porque sí, tengo Harry Potter en croata y es justamente del que me tocaba hablar ahora.

Lo compré hace casi dos años, cuando Croacia aún no era parte de la Unión Europea, en una librería del centro de Split donde estaba, oh sorpresa, también en una reunión. Fue una tarde de paseo y compras con una colega francesa. La portada del libro es la misma que la de otras ediciones (como la búlgara, la turca y la eslovena -cuyo título comparte-).

Harry Potter i kramen modraca.



Split, Croacia. Noviembre 2012.