Yo antes, cuando tenía otro blog, cada año me dedicaba a hacer un resumen de los viajes que había hecho ese año, de las noches que había pasado fuera de casa, de los aviones que había cogido y de los países que había visitado. Pero era un poco agobiante, la verdad, y a veces hasta angustioso. En los últimos tiempos, ya ni lo hice. Desde que tengo este blog, sólo ha habido un final de año antes que éste y admito que he tenido que ir a la entrada correspondiente para ver qué había escrito.
Éste
ha sido un año bastante mierdoso en general, pero si miro atrás, en mi caso, no
ha sido tan malo. Qué va. Con la historia de GordiPé de las trece cosas que nos
hacen sonreír o ser felices o llenarnos de buen rollo, empecé a pensar a ver
si era capaz de encontrar trece cosas de mi año que me provocaran eso. Y flipé.
Porque me salían más de trece. Eso sí, tengo que admitir que algunas de ellas
las he recordado mirando el blog, porque las había olvidado. Creo que pongo
tanto empeño en olvidar algunas cosas malas que, sin querer, algunas buenas
desaparecen misteriosamente de mi mente. Es así, esta cabecita mía.
Ahí
van algunas de las cosas que me han hecho feliz este año. Trece para ser
exactos.
1.
Las agujas. Esto debe sonar a marujeo total, pero tejer me hace feliz. Aunque
empecé en 2012, ha sido este 2013 en el que me he lanzado más. Gorritos,
cuellos, faldas, mantitas. Ahora ya me lanzo a todo. Aunque ahora mismo sufro
una pequeña crisis tejedora, ya que estoy a punto de deshacer el que iba a ser
mi primer jersey, cuando ya está casi, casi listo. Pero es que es demasiado grande.
Y ya que hacemos las cosas, las hacemos bien.
2.
Una carretera costera en Irlanda del Norte. Porque, a pesar de todo, fue una
pasada.
3.
Una cerveza y un libro en el Cap de Creus. Uno de mis lugares a los que
volvería siempre. Siempre.
4.
Namibia. Con todo lo que significa. Siempre me da una pereza mortal ir:
demasiadas horas de avión, demasiado trabajo, un lugar tan fascinante como
extraño. Pero Namibia tiene algo mágico, especial. Horas y horas de trabajo se
compensan viendo lobos marinos, paseando por el desierto, comiendo junto a flamencos,
visitando Etosha, comprando telas o presumiendo de mis trencitas namibias. He
pasado cinco semanas de este año allí, más una el año pasado. Tras mi isla
natal y Creta, es el tercer lugar en tierra firme en el que más tiempo he
estado en mi vida. El mar va aparte.
5.
El mar. Siempre el mar. He pasado un mes este año, con momentos más o menos
buenos. Me quedo con la primera semana en el mar, en un barco que no conocía, una
campaña compacta, tranquila, curiosa e irrepetible.
6.
Una velada con Joseph Fiennes. Uff. Qué momento.
7.
Mi coche nuevo. Vale, sí, esto es materialista total, pero comprarme
CocheCapricho fue lo que necesitaba en ese momento. Y estoy encantada de
haberlo conocido. Muy encantada.
8.
Las albonquetas. Por el momento risas que conllevaron. Y todos los momentos de
risa tonta y absurda que he pasado con mi familia, con mis amigos; esas
cervezas, vinos o copas compartidas. Esas explosiones de risa en momentos
absurdos son lo más de lo más. Esas confidencias delante de un vaso de lo que
sea son también lo más de lo más. Ver reír a la gente de tu alrededor. Reír con
ellos. Estar con la gente que quieres. Compartir con ellos. ¿Hay algo mejor?
9.
El lindy hop. Llevo ya meses escuchando swing y viendo bailar lindy hop.
Incluso en verano fui a una clase. Pero con tanto ir y venir de aviones, no me
he puesto en serio a aprender a bailar. El otro día, fui a otra clase y flipé.
Quiero bailar lindy. ¡Ya! ¡Quiero ser una hopper!
10.
El monasterio, el cementerio y Venecia. Cómo un viaje de trabajo se convierte
además en un viaje con amigos. Volver a Venecia. Visitar un cementerio mágico.
Y volver a un monasterio aislado del mundo en el encontrar esa paz que a veces
todos necesitamos. Todo fue genial.
11.
El casino de Constanza. No me entusiasmó especialmente el viaje a Rumanía,
nada, pero cuando vi el casino de Constanza, a la cálida luz del atardecer,
emitiendo toda su magia, caí rendida a sus pies. Sin contemplaciones.
12. Asturias y la supervivencia de las plantas. Me gustó volver a Asturias. El rato que pasamos sentados en un banco en Cudillero es de lo mejorcito del año. Sin duda. Pero hubo muchos otros momentos, como el baño en la playa de San Antolín, el mejor del año. Relacionado con este viaje, me quedo con el montaje que hice para que mis plantas sobrevivieran en mi ausencia. Y hablando de plantas… mis plantas… mis ginkgos… verlos crecer es de lo mejorcito de cualquier año.
13. El espectáculo navideño de luces y música en Bruselas. Mi relación amor-odio con Bruselas tendió inexorablemente hacia el amor cuando vi en la Grand Place un espectáculo de luces y música que me puso los pelos de punta. Qué maravilla.
Feliz entrada de año.