sábado, 5 de septiembre de 2015

Cuatro de septiembre

Ayer fue el último día de una reunión que me ha dejado sin fuerzas, exhausta, algo cabreada y que no pasará a los anales de mi historia laboral precisamente como una maravillosa reunión. Una semana en la que colegas de oficina me han preguntado “Cuando vas fuera a tanta reunión, ¿siempre es así? ¿Siempre trabajáis tantas horas?”. Pues sí. Muchas horas de trabajo, algunas no especialmente agradables, y que te obligan a seguir trabajando días después (por ejemplo, un sábado a las 8 de la mañana, uf). Una reunión cansada, por tener que organizarla, estar pendiente de todo, desde un enchufe extranjero que hay que sustituir hasta cómo organizar un transporte al aeropuerto en medio de un caos circulatorio.

Debo admitir, y lo admito, que las noches han sido divertidas, con una compañera inesperada de casa, con conversaciones sinceras en algunos de mis lugares favoritos de la ciudad, entre copas de vino y buena comida. Ah, y algún bailoteo de lindy hop y hasta boogie con un colega italiano, convenientemente jaleados por el resto de la tropa. Dios mío, hay vídeos de ese momento. Y están en posesión de mi enemigo declarado número uno. Pero no me importa: lo máximo que puede pasar es que me avergüence de lo mal que bailo. Aunque siempre le puedo echar la culpa a mi pareja de baile, aunque no es el caso.

Ayer, además, me entristeció intensamente una tontería tan tonta que, probablemente, al acabar esta frase, ya habré olvidado. Ay, pues no. Bueno, pero fue una chorrada de esas que, con el cansancio y el cabreo acumulado de toda la semana, se te clava en el corazoncito (o por ahí dentro) de una manera tonta, te pone los ojos rojos y te hace enfurruñar. Pero es tan tonta que al final de este párrafo, ya la habré eliminado de mi mente.

Pues tampoco.

Bueno, seguro que, dentro de un tiempo, cuando relea esto, ni siquiera sabré a qué me refería. Es muy probable. Suele pasar. Yo soy así.

Es igual. El cuatro de Septiembre pasará a los anales de la historia meteorológica mallorquina como el día que cayeron granizos de hasta 5 cm del cielo y se batieron records de lluvia. Porque sí, ayer granizó, llovió, tronó, sopló viento fuerte, hubo inundaciones, árboles caídos, vuelos con retraso, cancelaciones y carreteras colapsadas. Fue un día extraño, complicado, agotador. Fue un día de esos que probablemente sería mejor olvidar. Aunque sé que nunca lo olvidaré, porque mi CocheCapricho ha quedado marcado para siempre (en techo y capó) con unos pequeños cráteres fruto de la granizada matutina.

Snif, snif.

Estas son algunas de las imágenes de un día histórico (e histérico).







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