sábado, 22 de febrero de 2014

Buganvilla

Durante los meses que pasé en Creta, viví en un diminuto apartamento con vistas al mar. En las escaleras que subían hasta él, había unas magníficas buganvillas, rosas y blancas. Concretamente, éstas:


Me encantaban aquellas plantas. Me encantaba el blanco puro de unas entrelazado con el rosa de las otras. Me encantaba el contraste del blanco y rosa con el verde de sus hojas. Me encantaba el contraste del blanco, rosa y verde con el sempiterno azul del cielo cretense. Esa profusión de colores llenaba de vida la entrada de mi austero apartamento de paredes blancas y ventanas azules.

Me acordé mucho de aquellas buganvillas cuando volví de Creta. Creta fue mucho y recuerdo muchas cosas buenas de aquellos días, pero curiosamente una de las cosas que más recordaba a la vuelta eran los rosas y blancos de aquellas buganvillas.

Con los años, cuando los recuerdos cretenses se fueron diluyendo, llegué a una conclusión que no entiendo muy bien cómo no había alcanzado antes: quería una buganvilla. Sí, sabía que era imposible replicar la entrada a mi apartamento cretense, la buganvilla de dos colores creciendo por las barandillas de la escalera que llegaba a él, pero poco a poco se fue formando en mí esa idea, primero difusa, luego muy clara: quiero una buganvilla. Lo curioso es que cuando se lo comentaba a gente que conozco, dueños o no de buganvillas, todos me decían lo mismo: “No la pongas: da mucho trabajo”. Me resultaba muy curioso. Claro, lo sé, me dará mucho trabajo pero ¿y qué? Quiero decir, todo en esta vida da mucho trabajo, hasta respirar da mucho trabajo, pero ¿por eso hay que dejar de hacerlo?

Cuando por fin me decidí ignorar todas esas nefastas recomendaciones, en otoño del año pasado, ya era demasiado tarde para conseguir una. Aunque intenté trasplantar varios esquejes que conseguí de la planta de una amiga, ninguno llegó a echar a raíz. Así que, la semana pasada, cuando fui a comprar tierra, vi varias buganvillas de color morado. No eran las que yo quería, yo las quiero rosas y blancas, o incluso rojas, pero no morado. Así que esperé. Y ayer decidí volver a intentarlo. Y no, no he conseguido una blanca y una rosa para poder entrelazarlas, pero sí que he conseguido esta maravilla:


Me encanta. Eso sí, si dentro de unos meses empiezo a lloriquear porque me da mucho trabajo y estoy harta de la buganvilla, por favor, que nadie me diga que ya me lo dijo. Estaría muy feo.

2 comentarios:

  1. Yo lo que me pregunto es cómo has hecho la foto... Jajajaja. ¿Tumbada?

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    1. Qué va, es con el móvil, hecha a ciegas y simplemente estiré el brazo hacia el suelo.

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