miércoles, 12 de febrero de 2014

Stari Bar

No sé si quedó claro el otro día, pero la ciudad montenegrina en la que estuve de reunión las dos últimas semanas no me entusiasmó especialmente. Vaya por delante que no tengo nada de criterio y a mí en general los sitios a los que voy me gustan o me gustan mucho, pero he visto que con los años me he vuelto crítica y ahora soy capaz de etiquetar sitios que visito como “me gusta poco”.

Digamos que Bar me gustó poco.

Por una serie de circunstancias, mis días de turismo montenegrino sufrieron una severa alteración respeto a los planes iniciales. Cosas que pasan y que están fuera de nuestro alcance. Total, que al final tuve ocasión de visitar lo que era la antigua ciudad de Bar, Stari Bar.

Stari Bar es una ciudad amurallada, a unos 4 quilómetros de la costa, a los pies de una zona montañosa. Se llamó Antibari porque se encuentra justo enfrente de la ciudad italiana de Bari, separadas ambas por el Adriático. Es una de esas ciudades por las que ha pasado todo el mundo: formó parte del Imperio Bizantino, el Reino Serbio, la República Veneciana o el Imperio Otomano. Lo que implica, entre otras cosas, que le han caído muchas bombas encima, dañándola bastante. Tampoco ayudó mucho un terremoto que tuvo lugar en 1979, momento en el que la ciudad fue abandonada, trasladándose los habitantes en la costa, junto al puerto y formando lo que es la actual Bar.

Así, Stari Bar es ahora una ciudad inhabitada, que se puede visitar por 2 € la entrada (más 1 € por el mapa, que recomiendo). Llegué allí en una mañana lluviosa y me pareció maravillosa por muchos motivos. Primero, porque tiene ese encanto de los sitios abandonados pero parcialmente cuidados (hay edificios reconstruidos, algunos como museos). Segundo, porque tiene buenas vistas: el mar, la montaña. Tercero, porque te dejan campar a tus anchas, puedes tocar todas las piedras que quieras, meterte por todos los caminos que te apetece y explorar todos los rincones. Esto, si lo haces en una mañana laborable de invierno, te puede convertir en la única visitante de la ciudad (no sólo de ese día, posiblemente también de esa semana… y de las últimas semanas).

Total, que Stari Bar bien vale una visita.

Ruinas, edificios reconstruidos, seguir el entramado de sus calles con un mapa en la mano (mapa, paraguas y cámara de foto son una complicada combinación), ver cómo el sol se acaba colando entre las nubes, el baño turco reconstruido (maravilloso), observar las mezquitas cercanas, escuchar la llamada a la oración e incluso el paseo de vuelta a Bar bajo una lluvia constante. Todo valió la pena. Y la visita al mercado. Y los funghi porcini secos que allí compré para traerme de vuelta a casa.

Bien pensado, Bar (o mejor, su ciudad antigua) me gustó bastante más de lo que había pensado.












2 comentarios:

  1. Unas fotos muy chulas, me gusta la sensación de humedad que transmiten las piedras.

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