miércoles, 19 de diciembre de 2012

Con I+D+i hay futuro



Hoy.

Movilizándonos por la investigación (I), por el desarrollo (D), por la innovación (i).

Movilizándonos por la ciencia.

Porque con ciencia, con I+D+i hay futuro.

Y porque sin ciencia, sin I+D+i no hay nada.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Cancelaciones

Esta es la historia de cómo un viaje de 7 horas se convierte en un viaje de 17 horas.

Así. Sin más.

Ocurrió ayer. El final de mi periplo de quince días, doce aviones.

Me desperté a las 4:35, 15 minutos antes de que sonara el despertador. Se presentaba una jornada corta pero intensa: tres vuelos, dos escalas de menos de una hora y una maleta facturada por culpa de dos botellas de vino (sólo una es mía) que aparecieron en mis manos sin querer. Una nueva jornada de “corriendo por los aeropuertos”. Una nueva entrega de “¿será capaz mi maleta de llegar el mismo día que yo?”. Con o sin maleta, a las 12:30 aterrizaríamos en casa. Genial. Comida casera y una buena siesta.

Ja.

A las 7:00, ya sentada en el primer avión y rodeada de dos colegas, aparece el piloto. “Señoras y señores, me temo que tengo malas noticias”. A pesar de que hablaba en italiano, lo entendí perfectamente. El avión perdía combustible. “Hay para al menos una hora, así que tendrán que bajar del avión”, dijo de nuevo el piloto en un italiano totalmente descifrable. Por tanto, primera conexión perdida. Por tanto, segunda conexión perdida. Tengo tanto sueño, que ni me hago a la idea de las consecuencias.

Bajamos del avión, y volvemos a la terminal. Mejor dicho, nos llevan a la terminal de “llegadas”. Allí nos llevamos otra sorpresa. El vuelo se ha cancelado. Y el siguiente también. Sólo hay una opción: recoger las maletas y viajar hasta Roma en autobús. 300 km. Pero antes, claro, hay que hacer cola para cambiar los billetes. Empieza a haber cabreos. Y unos cuantos italianos discutiendo en italiano.

Tensión en la cola de cambio de billetes. No es para menos. Al final deciden fletar un nuevo avión, juntando dos vuelos. No va a haber autobús. Un italiano de origen argentino nos cuenta que la culpa de todo es de su maleta morada: es el color de la mala suerte en Italia y él la compró por sólo 20 €, cuando sus gemelas de colores menos gafes valían 60 €. Nos reímos todos con él, aunque en el fondo nos preguntamos si no tendrá razón…

Tres horas después, llega nuestro turno. Tres horas de pie, haciendo cola. Charlando, riendo, quejándonos, pero manteniendo la calma porque total, no podemos hacer otra cosa.. La chica que nos atiende no puede hacer nada. “En un rato vendrá otra colega”. La colega no llega. La pobre que sí que hace algo está desbordada. El personal más y más cabreado. Llega la colega y se va. Más enfados y más discusiones en italiano. Yo intentando recordar algo sobre los derechos de los pasajeros. No recuerdo mucho, pero si cancelan tu vuelo y te tienen más de tres horas de pie en una cola interminable, al menos podrían darte un vaso de agua. O un café. Cuanto te las levantado a las 4 y pico de la mañana y no sabes cuándo vas a llegar a casa, estás más preocupado de conseguir un billete de vuelta que en reclamar nada.

Por fin conseguimos billetes. Ancona-Roma-Madrid-Palma. Llegamos a las 20:20. Genial. Aceptamos la combinación pero… ¡¡sólo hay un asiento libre!! Y somos dos. Así que sólo nos queda otra opción: Ancona-Roma-Barcelona-Palma. La misma ruta inicial, pero más tarde. Con llegada a las 22:20. ¡Al menos dormiremos en casa! Y ahora a facturar. Otra cola. Queda menos de media hora para que salga el avión y seguimos en la cola. De repente, la chica de facturación se va, dejando una cola ahí, colgada y ya un poco desesperada. Son ya las 11. En 20 minutos sale el avión y gran parte del pasaje aún no ha podido facturar. Algunos se cuelan y más tensión y más italianos discutiendo en italiano.

Por fin facturamos. Y ahora a pasar (de nuevo) el control de seguridad. Deja vú total. ¿No he pasado yo ya este control? Sí, claro, casi 5 horas antes. Subimos al avión y aún tardaremos “algunos minutos” (palabras del piloto) en despegar. Me duermo. Cuando por fin salimos, lo hacemos con una hora de retraso.
En Roma, algunos compañeros de aventura con más vuelos y más lejos que nosotros (incluyendo el italo-argentino de maleta gafe) se ríen al descubrir que han perdido su nueva combinación. Así que tendrán que hacer nuevas colas y conseguir nuevos billetes.

El resto de viaje de vuelta es más tranquilo, con muchas horas en aeropuertos, con mucho sueño, con muchas ganas de volver a casa. Y, cuando por fin aterrizamos en la isla, no podemos creernos que ya estemos en casa. Y sabemos que, en el fondo, aunque hayamos llegado con 10 horas de retraso, no podemos quejarnos demasiado. Porque descubrieron a tiempo el problema del avión. Porque encontramos un billete para volver a casa el mismo día. Porque la maleta llegó con nosotros. Porque ahí fuera hay problemas mucho más serios. Porque sólo unas horas antes una veintena de niños y varios adultos habían muerto en un sinsentido. Porque la vida es única y sencilla y aunque el día a día presente inconveniencias y problemas, ojalá todas pudieran arreglarse como este incidente que, al fin y al cabo, será simplemente una anécdota para contar a los amigos. Y es por eso que no me ha salido esta entrada todo lo irónica y ácida que pensaba ayer que sería.

Eso sí, vamos a hacer una reclamación.

En la foto, Ancona, la ciudad donde se canceló todo.

jueves, 13 de diciembre de 2012

"El club de los viernes" de Kate Jacobs

Tenía muchas esperanzas puestas en este libro. Hacía tiempo que había oído hablar de él e incluso mi hermana la gafapasta lo tiene en papel, aunque yo he leído la versión electrónica. La temática me atraía: un grupo de mujeres que se reúnen de manera más o menos casual, más o menos programada una vez por semana, en una tienda de lanas. La verdad es que desde que he empezado a darle a las agujas, me interesa el tema “lanudo” en general. Y las historias femeninas, bueno, me gustan. De hecho, leyendo los primero capítulos, me emocioné un poco. Tanto, que le recomendé a mi madre que se lo leyera y obligué a la gafapasta a que le dejara la versión en papel.

Y, la verdad, me he quedado un poco decepcionada.

No es que sea un mal libro, sólo que me esperaba más. La historia no está mal, pero me parece floja. Los personajes están bastante bien, pero me han parecido bastante descafeinados. Incluso los secundarios, que suelen ser el punto fuerte de estas historias casi corales, parecen diluirse para mayor gloria y encumbramiento de su protagonista. Y para rematar, ese giro dramático, trágico final, le sobra totalmente, se lo podían haber ahorrado. Vale que me hizo soltar alguna lagrimita, pero es el típico final que sientes que te están manipulando para que lloriquees, no lo sientes como parte natural de la historia.

Ya me arrepiento de habérselo recomendado a mi madre.

Por lo visto esta novela tiene continuación en otras dos aunque, la verdad, no me atraen especialmente. No están del todo mal como lectura de avión y aeropuerto, o incluso como historia para leer en la playa, pero no estoy muy segura que las vaya a leer.

Como lado positivo, hay una descripción de cómo realizar trozos de labor para crear una manta a fragmentos que puede, tal vez algún día ponga en práctica.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

12-12-12



Hoy es 12-12-12.

Suena estupendo. Maravilloso. Especial. Un día en el que todo podría pasar. O en el que podría no pasar nada.

Para mí ha sido un día normal, casi rutinario, de reuniones, sin nada especial, si se puede considerar no especial estar de reunión fuera de casa.

Me he levantado, con una ligera resaca del “social event” de anoche. He desayunado y a la reunión a trabajar. Trabajo, trabajo, trabajo. La diferencia entre los grupos de trabajo de las reuniones es que en los primeros te pasas horas sentada trabajando con el ordenador, mientras que en las segundas te pasas horas sentada discutiendo. Al menos en el segundo caso haces más vida social.

Hemos comido en el mismo hotel: llovía, hacía mucho frío y para llegar al centro tenemos que bajar una colina. Más trabajo, hasta las siete. Un paseo hasta un restaurante que es ya casi habitual (y sólo llevamos 3 días aquí), una cena estupenda, vino y buena compañía. Y de vuelta al hotel a descansar, dormir, relajarnos para mañana empezar de cero. Y aún no son las diez.

De camino, las lunas de las coches heladas nos indican que, como nos parece, hace frío, mucho frío.

Un día tranquilo, sin nada especial. Una velada tranquila, muy agradable.

Y ahora, a descansar.

En la foto (terrible, muy terrible, pero es lo que pasa cuando te quedas sin cámara compacta y la réflex no cabe en el equipaje), juegos de hielo y luces en la luna de un coche, hace sólo un rato.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Contrastes

Tres días cogiendo aviones sin parar, casi sin ton ni son. Seis aviones, ocho aeropuertos, en menos de 48 horas.

Ha sido agotador.

Pero estos excesos permiten muchas cosas, vivir muchas cosas. Como sentir los contrastes de dejar un aeropuerto en mitad del desierto, con un calor considerable y (escala de por medio) llegar a otro aeropuerto a bajo cero. De la arena a la nieve. Del (casi) verano al (casi) invierno. Del Hemisferio Sur al Hemisferio Norte. De la África negra a la Europa blanca.

Y, de vuelta a casa, lavadoras, secadoras, deshaciendo y haciendo maletas, y volver a empezar.

Ver, sentir, soñar, vivir, viajar.

En las fotos, los contrastes: a punto de coger el avión en el aeropuerto de Walbis Bay (Namibia) y dejando pasar las horas en el aeropuerto de Munich (Alemania).


Y hoy, actualizando desde Ancona (Italia).



jueves, 6 de diciembre de 2012

Va de aves (y mamíferos)

 Hoy, aquí en Swakopmund (casi, casi me he aprendido ya el nombre), he visto mi primer pelícano. Ayer, mientras veíamos destripar y descabezar pescado fresco, me comentaron que era habitual ver alguno por la zona, en busca de restos de comida para llevarse al pico. No lo vimos, pero hoy se ha presentado surcando el cielo (yo diría que casi torpemente) y se ha parado en una farola, a la espera de algo de pescado que hoy no conseguiría (no estaban los destripadores de peces).


Otra ave más habitual en la zona es la gallina de Guinea, a las que he visto casi cada día por delante del hotel. Son tan coloridas y tan divertidas, que parecen de dibujos animados.


Y ya que hablamos de animales poco habituales en mi vida, hoy, ya que es mi último día aquí (mañana a estas horas estaré volando del hemisferio sur de vuelta al hemisferio norte) he probado dos carnes hasta ahora desconocidas para mí: el órix (oryx) y la gacela saltarina (springbok). No cliquéis en los enlaces si os da pena ver fotos de lo que os coméis. Sólo diré que estaban deliciosos.

Feliz puente a los que lo tengan, feliz fin de semana a todos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Pesca y reflexiones

La ciudad namibia de la que soy incapaz de recordar el nombre (es decir, Swakopmund) está rodeada de dunas y arena por todas partes, menos por una que la une al mar. A pesar de eso y de la gran importancia pesquera de la zona, no tiene puerto. Aún así, existe una zona en la ciudad habilitada para que los pescadores recreativos limpien su pescado cada día, que luego venden a los restaurantes de la ciudad. Hasta allí llegan las lanchas remolcadas por furgonetas, descargan el pescado, lo descabezan y limpian, preparándolo para el consumo: el cuerpo por un lado y las cabezas por otro, salándolas.

Unos minutos observando este trabajo me han dejado muchas reflexiones. De igual manera, tan sólo unos días en este país, me están dando mucho que pensar. Razas, culturas, historias, vidas, colonialismo, apartheid. Palabras y palabras que pasan por mi mente, reflexiones que me hacen pensar qué hago yo aquí y por qué, qué ocurre en este país, qué ha ocurrido y qué ocurrirá. Qué pasa más allá de las cuatro calles de esta ciudad de apenas 120 años de antigüedad, de arquitectura eminentemente colonial, que parece a punto de verse engullida por el desierto en cualquier momento. Y buscando y leyendo un poco sobre esta zona en general y su pesca en particular, he encontrado este interesante artículo sobre la explotación pesquera de la merluza y el papel que España juega aquí. Muy recomendable.

La foto de hoy, en blanco y negro, porque había demasiada sangre en este procesado en fresco de pescado recién capturado y no es cuestión de herir sensibilidades.