La ciudad namibia de la que soy incapaz de recordar el nombre (es decir, Swakopmund) está rodeada de dunas y arena por todas partes, menos por una que la une al mar. A pesar de eso y de la gran importancia pesquera de la zona, no tiene puerto. Aún así, existe una zona en la ciudad habilitada para que los pescadores recreativos limpien su pescado cada día, que luego venden a los restaurantes de la ciudad. Hasta allí llegan las lanchas remolcadas por furgonetas, descargan el pescado, lo descabezan y limpian, preparándolo para el consumo: el cuerpo por un lado y las cabezas por otro, salándolas.
Unos minutos observando este trabajo me han dejado muchas reflexiones. De igual manera, tan sólo unos días en este país, me están dando mucho que pensar. Razas, culturas, historias, vidas, colonialismo, apartheid. Palabras y palabras que pasan por mi mente, reflexiones que me hacen pensar qué hago yo aquí y por qué, qué ocurre en este país, qué ha ocurrido y qué ocurrirá. Qué pasa más allá de las cuatro calles de esta ciudad de apenas 120 años de antigüedad, de arquitectura eminentemente colonial, que parece a punto de verse engullida por el desierto en cualquier momento. Y buscando y leyendo un poco sobre esta zona en general y su pesca en particular, he encontrado este interesante artículo sobre la explotación pesquera de la merluza y el papel que España juega aquí. Muy recomendable.
La foto de hoy, en blanco y negro, porque había demasiada sangre en este procesado en fresco de pescado recién capturado y no es cuestión de herir sensibilidades.
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