viernes, 31 de mayo de 2013

Hacia el mar (1st round)

Ya conté que mi mes de junio va a ser la mar (esto tiene doble sentido, claro) de entretenido. La aventura comienza mañana, cuando empiece la primera de las dos campañas oceanográficas en las que participaré este mes.

O sea, que me voy a contar peces.

Esta primera es una campaña especial y única: el objetivo es calibrar el barco que se ha utilizado hasta ahora en nuestras campañas por el que le sustituirá el año que viene. Pero vayamos por partes.

En mi trabajo en la pecera, participo en un programa europeo de recopilación de datos para evaluar analizar el estado de explotación salud de los recursos marinos peces y demás bicherío marino. Entre los trabajos que llevamos a cabo está la realización de campañas científicas para estudiar el estado de nuestros mares de manera independiente de los datos que obtenemos haciendo el seguimiento de la flota comercial. Es decir, que en vez de contar los peces que pescan los pescadores (que también hacemos durante todo el año), contamos nuestros propios peces. (Aquí podéis leer una explicación mejor). Y los contamos cada año, de manera exacta a cómo lo cuentan otros países del Mediterráneo, desde 1994 (como está explicado aquí, aunque en el caso concreto de mis islas, es desde 2001).

Desde 1994, hemos ido a contar peces (yo no, que era aún muy peque y ni sabía que me iba a dedicar a esto) en el abuelo de los buques. Y el abuelo se jubila este año. Así que antes de empezar la que será nuestra última campaña con el abuelo, a mitad de mes, vamos a utilizar a un jovencito para comprobar si nos consigue los peces igual de bien que el abuelo. Así que durante unos días, subiremos a este buque tan bonito, nos desplazaremos hasta la costa peninsular y trabajaremos en paralelo con el abuelo, que está ya trabajando por allí desde hace unas semanas.

Suena bien, ¿eh? Sí, suena genial. Lástima del estrés que me provoca siempre este tipo de cruceros. Aunque, como ya conté el otro día, al final, todo sale bien, aunque no sé cómo, es un misterio. Y si no, leed lo bien que nos fue en el 2011.

Como decía, esta será una campaña única y especial (aunque, en realidad, todas lo son. Siempre): buque nuevo, zona de trabajo nueva (para mí) y trabajo en paralelo con otro barco. Siento mucha curiosidad, mucha, por ir a contar peces a la costa peninsular, yo que soy tan de las islas y los únicos peces que conozco son los nuestros (y los de Argelia, pero esa es otra historia que ya tiene 10 años y que igual algún día debería contar).

Algunos de los links que he puesto enlazan con los blogs que creamos el año pasado y el anterior. Os los recomiendo, sobre todo el de 2011.. Este año no habrá blog. Aunque no soy yo la que lo hago, sí que lo superviso y se necesita mucha energía para hacer algo así de manera complementaria a las más de 12 horas de trabajo diario a bordo. Y este año no tengo energías, como el año pasado tampoco las tuve. Y eso se nota en el blog. El de 2011 me encanta: hay mucha información y muchas fotos. El de 2012 está bien, pero no. Siguiendo esta tendencia decreciente, el de 2013 sería muy flojo. Y me niego. Así que este año no hay divulgación científica. No me gusta no hacerlo, pero necesitaríamos algo nuevo, el blog de campaña ya lo hemos hecho dos veces y, seguramente, no se nos ocurriría nada nuevo que contar. O sí, qué se yo. La cuestión es que este año no lo hacemos. Y punto.

Iré actualizando aquí cuando y como pueda, con la libertad del (semi-)anonimato, pudiendo decir aquello de “hoy hemos comido macarrones y el atardecer ha sido muy bonito” sin miedo a que al jefe no le parezca bien. Y podréis saber en todo momento dónde estoy mirando la situación de los buques en tiempo real.

Ah, y a la vuelta no me digáis eso de “estás muy blanca para haber estado tantos días en el mar”. Voy a volver tan blanca como me voy, que lo sepáis.

Por cierto, el jovencito nos ha salido conservador y en el código de conducta a bordo se prohíbe estrictamente el alcohol (y las drogas). No he leído nada de sexo y rock-and-roll.

Nos vemos en el mar.

En la imagen, la situación actual de los dos buques, el jovencito de camino a las islas y el abuelo trabajando.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Galletas de mantequilla con té matcha

Hace tiempo que había oído hablar del té matcha (té verde molido que se emplea en la ceremonia japonesa del té) y sus aplicaciones en cocina. Así que en mi última visita a mi tienda de té favorita, Tea Ritual, caí en la tentación y compré un paquete.

Como las próximas semanas van a ser bastantes moviditas, decidí empezar a experimentar con él lo más pronto posible, así que me animé a hacer unas galletas de mantequilla que había visto en el blog de Nuria Roca y me puse el otro día, a las diez y pico de la noche, a experimentar. Simplemente cambié la ralladura de limón por media cucharadita de té matcha.

Y me salieron las galletas de la foto, de un bonito color verde y ricas, ¡muy ricas! Saben fundamentalmente a mantequilla, pero tienen un puntito especial queles da el té matcha. Las hice muy pequeñitas, porque no tenía ningún molde y no quería utilizar un vaso y que quedaran enormes. Algunas se me tostaron un poco, pero bueno, como experimento no ha estado mal, pero he aprendido que: puedo echarles un poco más de té matcha (les puse menos de media cucharadita), puedo hacerlas un poco más gruesas y puedo hornearlas un poco menos.

Seguiré experimentando con el té matcha, prometido.

martes, 28 de mayo de 2013

“La luz en casa de los demás” de Chiara Gamberale

Compré este libro no recuerdo ni cuándo ni dónde, pero sí que recuerdo que fue porque me llamó la atención el título y la historia: Mandorla (almendra en italiano) es una niña que pierde a su madre, Maria, a los seis años. Maria deja escrita una carta en la que dice que el padre de la pequeña es uno de los varones que habitan el número 315 de Grotta Perfetta en Roma, edificio del que ella era administradora. Los vecinos, ante el shock que podría suponer para una de las familias descubrir quién es el padre de la niña, deciden criarla entre todos, haciendo que la niña viva cada año con una de las cinco familias que habitan el inmueble.

Me pareció una historia original y curiosa, pero debo admitir que me ha decepcionado un poco. La historia está contada con saltos en el tiempo y con varios narradores, cosa que no me suele molestar especialmente, pero en esta ocasión me ha irritado un poco, no sé muy bien por qué. Tal vez sea porque casi desde el principio sabemos que la Mandorla actual está pasando una noche en la cárcel, no sabemos ni por qué motivos ni qué la ha llevado allí. Y los recuerdos de la infancia y adolescencia de la niña con las distintas familias se suceden con las reflexiones de la chica encerrada y con historias anteriores y antiguas de algunos de los habitantes de la casa.

Ya lo he dicho, no me ha entusiasmado demasiado esta historia. Creo que es un poco pretenciosa, intenta recrear la frescura de otro libro que se desarrollaba en una comunidad de vecinos (“La elegancia del erizo” de Muriel Barbery), pero sin llegar a la belleza sutil de aquel. Me ha parecido bastante flojo, no me ha aportado nada especial y encima me pasé la mitad del libro pensando que al final no sabríamos quién era el padre de Mandorla y la otra mitad pensando que seguro que no era ninguno de los que parecía que podrían ser. Y en los últimos capítulos ya casi hasta me daba igual esto, simplemente quería que acabara para poder empezar otro.

En fin, un poco decepcionada, para qué engañarnos. No es horrible, pero no lo volvería a leer. Aunque tiene algunas frases para guardar.

No hay nada más bonito en el mundo que despertarse en una cama en la que nunca habías dormido antes y pensar: en este preciso momento no necesito nada más de la vida.
 

Acuérdate de que no hay nada absurdo hoy que mañana no te parezca natural haber vivido.
 

Cuando un adulto está mal, hay que dejarlo en paz. Quien necesita consolarlo es el que asiste a su desesperación, para que ésta termine cuanto antes: pero él sólo necesita sacar todo lo que tiene dentro.

lunes, 27 de mayo de 2013

“The Guard” de John Michael McDonagh

Ya conté por aquí que desde que volví de Dublín y Belfast me apetecer ver películas sobre Irlanda, Irlanda del Norte o rodadas allí. Hablando de este tema con una amiga, me recomendó ver “El irlandés” (“The Guard”); me dijo que era una película muy divertida y que me encantaría. Así que cuando vi que la re-estrenaban en CineCiutat, decidí que tenía que verla.

El protagonista (el actor Brendan Gleeson, el Ojo-Loco Moody de la saga Harry Potter) es un policía de una pequeña localidad de la costa oeste irlandesa, bastante peculiar, solitario y aficionado a las chicas de compañía (no sé si se puede escribir “put.s” en un blog), que se ve obligado a trabajar con un agente del FBI para investigar un asunto internacional de tráfico de drogas. La temática no es demasiado original, pero el desarrollo de la historia es realmente curioso, tanto la relación que se establece entre el policía y el agente como por la presencia de algunos secundarios que pululan por allí: la enferma madre del protagonista, un extraño niño que va siempre con un perro y una bici rosa o un joven aficionado a fotografiar los escenarios de crímenes (o a víctimas). Sin olvidar al grupo de traficantes, a cual más peculiar. Es una película que roza a veces incluso el absurdo, con momentos tan surrealistas que te hacen sonreír, pero con ciertas dosis de violencia que te hacen dudar si estás delante de un drama o de una comedia. A mí, honestamente, no me pareció divertidísima. Para nada. Sí que me pareció curiosa y divertida a ratos, surrealista e hiperrealista según el momento y admito que hubo momentos que me parecía que estaba viendo un western y no una película policíaca. Destila humor negro por los cuatro costados, pero no es divertidísima.

Pues eso, aunque no sea una comedia tronchante sí que me parece una película para ver, entretenida y con un puntito de mala leche muy de agradacer.

domingo, 26 de mayo de 2013

A currar, que es infinitivo

Éste ha sido mi último fin de semana libre en un mes. Por motivos que no vienen a cuento mañana me cojo libre, pero a partir del martes comienza un periplo de 32 días de trabajo continuo, sin un solo día libre en medio. Eso no sólo significa tener que trabajar los próximos 32 días, significa que tengo que madrugar durante todos y cada uno de esos 32 días, que no voy a poder hacer una siesta como la que he hecho hoy en esos 32 días, que mi ritmo de vida va cambiar significativamente en estos 32 días y que el tiempo para dedicar a las cosas que me gustan va a reducirse mucho durante estos 32 días. Glups.

Mis 32 días de trabajo se presentan así: 4 días en tierra, 9 días en el mar, 4 días en tierra y 15 días en el mar. Glups.

Ante esta situación de trabajo non-stop, he aprovechado al máximo este fin de semana: viernes noche al cine, sábado en el campo de paella con los colegas (con permiso de mi alergia) y domingo en la playa, a pesar del viento y las nubes. Y hoy he disfrutado del primer baño de la temporada: no era mi intención, pero ya que me mojo los pies, me mojo hasta las rodillas y ya que mojo hasta las rodillas, pues me mojo hasta la cintura y ya que me mojo hasta la cintura… pues nada, me tiro de cabeza y hago unos cuantos largos. También tengo que admitir que saber que no voy a tener oportunidad de pisar la playa en un mes me ha ayudado a sumergirme en el agua fresquita (aunque la verdad es que hacía casi más frío fuera que dentro).

Los días (y semanas) previos al trabajo en el mar (y todos los días de trabajo en el mar) son siempre días de peculiar estrés y agobio. Ya lo son cuando preparas una campaña oceanográfica, así que este año son aún más estresantes, porque preparamos dos. Mil y un detalles de los que estar pendientes, mil y un quebraderos de cabezas y mil y una cosas que, si pueden salir mal, saldrán mal. Siempre es igual: material que no llega cuando toca, gente que se da de baja en el último momento, problemas técnicos con los que no contabas,… Y luego, estando a bordo, mil y un problemas que surgen en el día a día: nos quedamos sin agua mineral, gente que no se lleva bien, equipos que se rompen o dejan de funcionar, cansancio acumulado,… Yo cada año me agobio, me estreso y pierdo un poco (bastante) el sueño. Y luego, al final, todo sale bien. Siempre. O casi siempre. Así que este año, ante el doble estrés, he decidido aplicar la teoría del personaje de Geoffrey Rush en “Shakespeare in love”, el empresario teatral Philip Henslowe: al final, todo sale siempre bien, aunque no se sabe cómo, es un misterio.

=========================== ALERTA: SPOILERS ===========================
================== Es decir, voy a destripar partes de una película ===================

Ejemplo 1:
 Henslowe, es acosado por unas deudas pendientes que pensaba saldar tras el estreno de una obra. Pero los teatros están cerrados por culpa de la peste, lo que enfurece a sus prestamistas: 
Fennyman: ¡Todos los teatros están cerrados por la plaga! […] ¿Qué hacemos?
Helslow: Nada. Curiosamente, todo saldrá bien.
Fennyman: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y en ese momento, un mensajero anuncia que se vuelven a abrir los teatros.

Ejemplo 2:
El que ha de ser el narrador del estreno de “Romeo y Julieta” no para de tartamudear. El autor de la obra, Will(iam Shakespeare), está obviamente muy nervioso.
Will: Estamos perdidos.
Henslowe: No, todo saldrá bien.
Will: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y en el momento del estreno, tras unos segundos de duda, el narrador recita su parte perfectamente.

Ejemplo 3:
Al actor que debe representar a Julieta le ha cambiado la voz y se ha vuelto demasiado grave para poder representar a una joven virginal.
Henslowe: ¿Otro pequeño problema?
Will: ¿Qué hacemos ahora?
Henslowe: El espectáculo debe... ya sabes.
Will: Continuar (*)
Henslowe: Julieta no aparece hasta la página veinte. Todo saldrá bien.
Will: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y la amada de Will aparece en el último momento para interpretar el personaje de Julieta.

[Los diálogos son una traducción libre del guión en inglés, que podéis encontrar aquí. (*) El (intraducible) original es un claro guiño a Queen:
Henslowe: The show must… you know.Will: Go on.]

Lo dicho. Se presentan días duros y de estrés. Pero, al final, todo saldrá bien, aunque no sé cómo. Es un misterio.

En la foto, las paellas de ayer. No las hice yo, pero sí que las comí. Deliciosas.

viernes, 24 de mayo de 2013

Cosecha post-Sant Jordi

Ya conté por aquí que este año el día de Sant Jordi me pilló a casi 8000 Km de casa, así que no pude celebrando como suelo hacer, de paseo por el centro de la ciudad y comprando libros. Además, en Swakopmund las librerías (y todas las tiendas) cierran condenadamente pronto, así que me quedé sin cosecha de Sant Jordi. Pero, afortunadamente, unos días después pude pasearme por las dos librerías que tengo localizadas en esa ciudad. Y como resultado, este es la cosecha de (post-)Sant Jordi de este año:

“The Lewis Man” de Peter May. Segunda parte de la trilogía de Lewis. La primera (“La isla de los cazadores de pájaros”) me gustó mucho, muchísimo. Y, aunque no estoy segura que será sencillo de leer en inglés, lo intentaré.

“This is not a flowerpot” de Amy Schoeman. Un libro del que no sabía nada cuando lo compré (ahora tampoco sé mucho más), pero su autora es una inglesa que actualmente vive en Namibia, así que me pareció bonito comprar un libro editado en el país en el que estaba. Al igual que el anterior, forma parte de una trilogía: éste es el primero de una que está aún por acabar.

“It’s time to identify. Selected Animals and Plants of the Namib” de Samuel Ehrenbold y Viktoria Keding. Después de mi excursión por el desierto del Namib, sentí curiosidad por aprender más de los animales que allí se pueden encontrar, así que me pareció buena idea comprar este librito. Es una monada, la verdad: simple y sencillo, pero con descripciones claras de las especies.

“Namibia” de Gerald and marc Hoberman. Un libro de fotografías y algo de texto sobre este país increíble. Lo compré porque no sólo son fotografías y explicaciones de paisajes y ciudades, también de las tribus namibias. Lo he ojeado varias veces y leído algunas partes, pero aún tengo que dedicarle más tiempo. Es precioso.

Además, el día del libro mi hermana la gafapasta (sale mucho ésta últimamente por este blog) me compró "Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables" de Javier Marías. Aunque hace mil años que no leo nada de este autor (tengo alguno pendiente en casa), lo que he leído me ha gustado siempre mucho. ¡Gracias, sis!

jueves, 23 de mayo de 2013

El aeropuerto de Munich

Siento debilidad por el aeropuerto de Munich, no sé muy bien por qué. No conozco Munich ciudad, pero sí puedo decir que su aeropuerto me da muy buen rollo. He estado allí ya varias veces, al menos 5 en el último año y siempre han sido unas escalas muy agradables: no tan cortas como para tener que correr por el aeropuerto, no tan largas como para querer morir.

El aeropuerto de Munich tiene varias cosas que me gustan. Una es una zona de relax en la que hay sillones y asientos para medio recostarte, enchufes por doquier e incluso unas cabinas cerradas con camas. Pero a ésta zona sólo vas cuando tienes conexiones fuera de Europa y sólo la visité una vez. También tiene una tienda en la que encontré un chocolate con sal y caramelo, muy similar al que conté aquí que buscaba, que es absolutamente delicioso. Pero también es sólo accesible para las conexiones intercontinentales. Y estuve en diciembre, así que ya me he quedado sin chocolate. También me gusta que en una de sus tiendas puedes comprar macarons, que ya enseñé aquí y que no, aún no me he puesto de nuevo a intentar cocinarlos.

Del aeropuerto de Munich también me gustan sus amplias cristaleras, sus 15 minutos de wifi gratuito (podrían ser más…) y sus zonas donde tomar café y té de manera gratuita.

Pero lo que más me gusta del aeropuerto de Munich es una tienda de productos de papelería, Fabriano. Es una tienda italiana y, de hecho, en diciembre la descubrí también en el aeropuerto de Roma. Pero la primera que descubrí (en octubre, volviendo de Croacia) fue la de Munich. Y allí vuelvo cada vez que paso por ese aeropuerto.

En Fabriano compré una pluma con la que escribí una carta larga y terrible, una pluma con tres puntas de tres grosores diferentes que uso siempre que puedo. También allí he comprado varios cuadernos de diferentes tamaños, un mini-lápiz, un llavero (que es ahora el llavero de mi coche nuevo) y unos cuantos rollos de washitape. Me encanta esta tienda, es luminosa y alegre. Me encanta entrar y perderme en sus estanterías, ver todas las cosas que tiene: bolígrafos, plumas, lápices, portaminas, cuadernos, tarjetas, bolsos, carteras y mil y una cosa más que van (más o menos) variando cada vez que paso por ahí. Algunas cosas tienen precios prohibitivos, sobre todo las cosas de piel, los bolsos y algunos complementos como pendientes de papel, pero el precio de cuadernos e incluso de plumas, bolígrafos y portaminas es bastante razonable.

Soy muy, muy fan de esta tienda, lo admito. Ya lo sabía, pero lo he confirmado al recopilar algunas de las cosas que he comprado en los últimos tiempos, para hacer la foto. Y ahí están. ¿Soy yo o se aprecia cierta tendencia al rojo?

martes, 21 de mayo de 2013

CocheCapricho


Como ya conté aquí, tengo coche nuevo, CocheCapricho, el coche que siempre he querido, del color que siempre he querido: un Volkswagen Polo de color rojo.

Ha sido una evolución casi natural, pasar del Citroën al Volkswagen, algo así:


No, en serio. Me he sentido cómoda en CocheCapricho desde el primer minuto que salí con él del concesionario. Es un coche maravilloso de conducir, lo encuentro muy confortable y, simplemente, me encanta.

Y el color, ¡oh, el color! Rojo. Me encanta el rojo. Me chifla el rojo. Rojo Flash, se llama. Qué más da. Es rojo y me encanta.

El otro día, mirándolo de lejos pensé en lo bonito que era (¡Es taaaaan guapo!) y no me podía creer que fuera mío. Aún no me lo creo mucho.

Ya he superado el terror de conducirlo el primer día; sólo pensaba “por favor, que no pase nada…”. Más que nada, porque me hubiera dado una vergüenza infinita admitir que lo había estrellado el día que lo estrenaba. Ahora sigo sintiendo terror porque le pase algo pero, no nos engañemos, algún día será el día del primer rallajo, del primer golpe, del primer susto. Pero intentaré asumirlo con tranquilidad (¡ja!).

Eso sí, mi tortuguita que estaba en mi viejo ZX también forma parte del Polo. Tampoco hay que ser demasiado radicales con los cambios.

En fin, pues aquí está, CocheCapricho. Se parece mucho (mucho) al de la portada del catálogo del modelo. Pongo esa foto, porque aún no tengo ninguna decente del coche entero.



lunes, 20 de mayo de 2013

De velada con Joseph

El sábado pasado, estuve de velada con Joseph, tal y como ponía en las entradas que aparecen aquí al lado. De velada con Joseph Fiennes. Flipante, ¿verdad? Bueno, para mí sí que lo fue.

El evento estaba organizado por CineCiutat. CineCiutat es un proyecto que surgió a raíz del cierre del único cine íntegro en versión original en mi ciudad, el cine Renoir. Tras el cierre, un grupo de ciudadanos amantes del cine creó la asociación XarxaCinema que realizó las gestiones para mantener el cine abierto con el nombre CineCiutat. Ahora es un cine gestionado por (y para) ciudadanos, sin ánimo de lucro, con las entradas más baratas de toda la isla y con una oferta de películas difícil de encontrar en otros cines (más información, aquí). Además de ofrecer películas, organizan eventos como éste.


Con la excusa de celebrar los 15 (¡¡quince!!) años de “Shakespeare in love”, la noche empezó con la proyección de esta película de John Madden. Vi esta película en el cine en su momento y recuerdo que me gustó mucho. No sé si la había vuelto a ver desde entonces, pero volver a verla (esta vez en versión original) me encantó. Es una película que ganó varios Óscars, protagonizada por Joseph Fiennes y Gwyneth Paltrow, además de muchos otros actores maravillosos (como Geoffrey Rush, Colin Firth, Judi Dench, Imelda Staunton, Rupert Everett, Ben Affleck y muchos de esos estupendos secundarios de los que conoces la cara pero no el nombre, como el señor Carson de “Dowton Abbey”). Cuenta la historia de un joven William Shakespeare, sin dinero ni inspiración, y de su amor hacia una joven aristócrata Viola de Lesseps, que a su vez admira el trabajo de Shakespeare. Su historia de amor se entrelaza con la escritura de una de las obras más famosas de Shakespeare, “Romeo y Julieta”. Le peli genial, como la recordaba. Me gusta todo de esta peli: sus actores, su ambientación, su banda sonora. Es genial.

Y después de la peli, apareció Joseph Fiennes. Sobre Joseph Fiennes tengo que decir dos cosas: (1) siempre he sido más fan de su hermano Ralph que de él y (2) después de la velada del sábado, ya no estoy tan segura de la afirmación nº1. Porque fue un coloquio muy agradable: la gente iba haciéndole preguntas y él contestando amablemente, con alguna broma por en medio. Me pareció un artista, no una estrella. Se nota que es un actor por vocación y por pasión, que ama y disfruta de lo que hace, y que lleva la creatividad en las venas. Se nota también su amor hacia la interpretación en general y el teatro en particular. Y por su familia. Debo admitir que me lo imaginaba un poco más “estrella”, aunque ya sabía que viene del teatro y que tiene un gran pasado en las tablas inglesas interpretando muchas obras de Shakespeare, pero también ha protagonizado películas muy famosas y algo de televisión. A mí me encantaba “Flashforward”, pero creo que no le sacaron todo el partido que la historia tenía. Y ahora está en "American Horror Story", que no voy a ver ni loca, porque soy muy (pero que muy, muy) miedica. Total, me lo imaginaba un poco más engreído, más estrellita, pero no, me pareció un profesional como la copa de un pino, inteligente, agradable y muy guapo (¡qué ojos! ¡qué pestañas!).

Una velada muy agradable, deliciosa, como la peli. Podéis oír aquí el coloquio. Y para rematar la noche, una foto con él, su autógrafo (en mi agenda y con mi lápiz del Titanic Belfast –improvisación total-) y un corto intercambio de palabras (algún día contaré la vergüenza innata de mi hermana la gafapasta delante de famosos –y no tan famosos-. Su conversación con él el sábado fue exactamente así:”Hello”, dijo ella. “Hola”, contestó él. ¡Jajajaja! Yo no, yo hablé más, pero yo soy muy habladora siempre).

Resumiendo: genial, genial, genial.









domingo, 19 de mayo de 2013

Harry Potter à l’école des sorciers

Hace tiempo conté cómo empezó mi colección de Harry Potters internacionales. Mi intención era ir colgando poco a poco las fotos de todos los que tengo (tampoco son tantos), así que me lo voy poner como deberes personales, para ir haciéndolo de vez en cuando.

“Harry Potter à l’école des sorciers” es la versión francesa.Y es uno de los pocos HPs que han sido regalos, no comprados por mí. Un regalo de Aras, mi hermana la gafapasta.


Lausanne (Suiza). Junio 2010.


¡Feliz tarde dominical!

viernes, 17 de mayo de 2013

Elefantes namibios paseando por mi mesa de comedor


En Namibia, había hormigas namibias paseando por mi escritorio.

Desde que volví de Namibia, hay elefantes namibios paseando por la mesa de mi comedor.

No voy a negarlo: me caen mejor los elefantes que las hormigas. Además, estos los he invitado yo, mientras que aquellas eran unas compañeras no especialmente deseadas.

Son bonitos, los elefantes.


Post scriptum: hoy quería escribir sobre mi coche nuevo, pero ayer cuando fui a buscarlo, se me olvidó hacerle una sola foto. Demasiados nervios. Así que la presentación tendrá que esperar.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Alergia a la primavera


La alergia. Nuestra gran enemiga.

Hay muchos tipos de alergia. Alergia a alimentos. Alergia al sol. Alergia a la injusticia. Alergia al polen.

Yo tengo alergia a la primavera. La alergia de más actualidad. La última moda.

Vale, sí, es alergia al polen (“Hola, me llamo Nisi y soy alérgica al polen”), pero alergia a la primavera es más poético.

Tengo alergia desde hace pocos años. En un viaje laboral por tierras catalanas acabé en una farmacia contándole mi vida al farmacéutico: “Me pican los ojos, la nariz, la comisura de los labios y estornudo”. “Acabas de describir los síntomas de la alergia igual que un libro”, me dijo él. Y así empezó todo.

Fui una vez a un alergólogo, un señor que parecía sacado de una peli rusa chunga, en una consulta de peli rusa chunga. Me hizo unas pruebas raras, me dijo que tenía alergia al polen de olivo (poca) y al de gramíneas (mucha). Me recetó unos antihistamínicos, un espray nasal y un colirio para los ojos. Y me hizo este dibujo:



Y me dijo: “Estos son los niveles de polen según te alejas o acercas de la costa: cuanto más cerca de la costa, menos polen; cuanto más lejos, más polen”. Me recomendó evitar el campo en primavera y no viajar a lugares con muchas gramíneas u olivos en época de floración. Me explicó lo que era el polen y me sacó un libro que yo tenía de mi época universitaria para explicarme lo que eran las gramíneas, aunque yo ya lo sabía. Hasta me explicó el número de poros que tienen los granos de polen de gramíneas.

Al principio, pasé un poco de sus consejos y me dediqué a las drogas: antihistamínicos. Pero me daban sueño y cada vez me gusta menos tomar medicamentos. Así que con los años he ido perfeccionando mi técnica de evitar los antihistamínicos. Y el polen. ¿Cómo? Muy sencillo. ¿Qué hace un alérgico al marisco? ¿Se hincha a marisco y a antihistamínicos? No. Evita el marisco. Pues yo hago lo mismo: evito el polen. ¿Cómo?

Punto 1. Conocimiento.
Saber a qué plantas tienes alergia y cuándo florecen. Es sencillo: basta echar un vistazo a páginas web como ésta o ésta para conocer los niveles de polen. Cuando vas de viaje, intentar averiguar si tus plantas enemigas están en época de floración allá donde vas (recuerdo mi primer congreso internacional, en Inglaterra, en pleno Julio, y yo estornudando sin parar porque allí las gramíneas inglesas ¡florecen más tarde!). Si vas a exponerte a tu polen enemigo, estar preparado: llevar antihistamínicos encima. Recordemos, aquí el enemigo es el polen, no los antihistamínicos.

Punto 2. Actuación.
Evitar el polen. Así de simple. Ventilar la casa sólo a primera hora de la mañana o de la tarde (la concentración de polen por la noche es casi inexistente). No abrir las ventanas del coche. Secar las sábanas con secadora y no al aire libre (y los jerseys e ¡¡importante!! el pijama. La otra noche cometí un fallo de principiante y me pasé la noche con picores). Evitar excursiones al campo, paellas en la finca de los amigos y cervecitas en la terraza a las 12 de la mañana. Sí, es una putada. Pero aquí hay que aunar el Punto 1 con el Punto 2: si tienes una paella con los colegas en el campo, llévate los antihistamínicos y suero en monodosis para los ojos: tranquilizará la conjuntivitis.

Punto 3. Concienciar.
Esto es lo peor. Yo ya hace años que perdí la esperanza de que en el despacho no abran la ventana en primavera. Recuerdo la época que abrían la ventana cuando yo salía del despacho y, cuando volvía a entrar, la volvían a cerrar. Eso no sirve para nada. Pero la gente no lo entiende. Cuando voy a casa de mis padres y me pongo a estornudar, siempre piensan que estoy resfriada, cuando ya les he dicho que es porque abren las ventanas toda la mañana. Y rechazar una invitación con amigos a la feria del pueblo de tu hermana gafapasta en pleno mes de mayo no les suele sentar bien y te avasallan a preguntas de qué te pasa. La gente no entiende que abrir una ventana, estar lejos de la costa o ir de excursión a la montaña en esta época es un suplicio: implica (i) picores constantes en las comisuras de los labios, conjuntivitis en los ojos y estornudos continuos o (ii) drogarme a base de antihistamínicos, que me dan sueño y me hacen sentirme una drogadicta.

Yo hace tiempo que decidí no concienciar: no le pido a nadie que cierre una ventana, porque sé que es difícil de entender. Pero sí que mantengo mi paraíso: mi casa. Las ventajas de vivir sola. Sí que tengo la ventana del baño abierta todo el día, y también la galería y la cocina, pero mi salón y mi cuarto son templos sagrados: sólo ventilo a primera hora de la mañana o por la tarde noche. Y durante el día, cerrados. La gente no lo nota, pero yo noto en seguida, al entrar en una habitación si ha tenido las ventanas abiertas o no. Y, creedme, la diferencia es abismal.

Y aquí se acaban mis lecciones magistrales sobre la alergia a la primavera. Id y aplicadlas (sobre todo tú, Hombre Revenido, sí, tú). Seréis más felices.

La foto, el domingo pasado en la playa. Por prescripción médica.

martes, 14 de mayo de 2013

Cambios

Casi sin darme cuenta, los días en el monasterio italiano provocaron algunos cambios en mi vida. Con esto no quiero decir que estar en mitad de la nada, viviendo con austeridad en una habitación que en vez de televisión tenía una biblia (versione ufficiale), haya provocado esos cambios. No hay una relación causa-efecto, tan sólo una sucesión temporal: estando allí, empecé a pensar seriamente en estos cambios; a la vuelta, los estoy llevando a cabo (con una pequeña interrupción de dos semanas de viaje a Namibia).

Tal vez no fue el monasterio. Tal vez todo empezó el día que se me rompió el anillo vigués, continuó en el monasterio y sigue ahora, con la (casi) desaparición de mi tobillera cretense. El caso es que en poco tiempo está habiendo algunos cambios en mi vida, más o menos importantes, pero cambios al fin y al cabo. Creo que ya he escrito alguna vez por aquí (y si no, lo escribo ahora), que no soy muy fan de los cambios. Pero a veces, hay que aguantarse y aceptarlos.

Desde el viaje al monasterio, tengo un bolso nuevo. No es que sea un gran cambio, pero hacía tres años que usaba casi siempre el mismo bolso que compré en Viena, negro, con un dibujo de Friedensreich Hundertwasser (autor de la Hundertwasserhaus) y con una frase en cuatro idiomas (“The straign line is godless and inmoral”). Es un bolso que adoro, tiene el tamaño perfecto (aparentemente, no es demasiado grande, pero puedo meter millones de cosas) y es ideal para viajar. Ha viajado por media Europa y algo más allá. Pero está ya medio roto y, de hecho, el verano pasado ya no lo usé. Como hacía tiempo que le tenía el ojo echado a algunos bolsos de demano (hechos con plásticos reciclados), volviendo del monasterio, me compré uno en el aeropuerto de Barcelona.

He cambiado de peinado. Me he recortado el pelo (me lo recorté y ya me ha crecido mucho) y me he hecho mechas, bueno, reflejos (no sé la diferencia que hay, tampoco quiero saberlo). Me encanta el pelo corto, pero hace mucho que recibo presiones para dejármelo largo y, después de muchos meses aguantando el tipo, lo tengo largo. ¡Puedo hacerme una coleta! Pero también tengo canas. Y las mechas las disimulan. Creo. No sé, nunca me había hecho nada en el pelo así que al principio fue un poco extraño, pero la verdad es que me gusta (bastante). Y ahora puedo decir “me estoy volviendo rubia”. Así, si hago alguna tontería, nadie me lo puede echar en cara. Porque soy rubia. Bueno, no, pero tiendo a castaña clara.

He cambiado de portátil en el trabajo. Los Reyes hicieron caso de mi no-carta de este año y tengo un portátil nuevo. Me encanta porque es la mitad del que tengo (y por lo tanto pesa la mitad) y para viajar eso es ideal. Lo odio porque me cuesta ponerlo todo como me gusta, más o menos como lo tenía, y aún me llevará días (o semanas) hasta que me sienta cómoda con él. El portátil antiguo lo tenía desde agosto o septiembre de 2007 (más o menos de cuando firmé la hipoteca), así que creo que le he sacado mucho partido. Encima, ha viajado por medio mundo, el muy suertudo. A ver qué tal se porta el nuevo.

Y por último y el cambio más espectacular, he cambiado de coche. Bueno, aún no lo tengo, pero ya queda poco. Ya conté por aquí que me despedí del antiguo. Ahora estoy ansiosa por probar el nuevo. Es precioso, maravilloso. Es el coche que siempre he querido tener, sí; marca, modelo, color. Es el coche con el que soñaba desde que tengo carnet de conducir y es el primer coche que me compro. Igual es un capricho o casi. Pero creo que es un capricho que necesitaba en estos momentos. Admito que miré más, miré otros, pero al final me decidí por el que quería desde el principio. Cuando miraba coches, mi hermana gafapasta me dijo “Acuérdate que cuando yo me compré el mío quería el CocheChachi y al final me acabé comprando el CocheChupi”. “Ya”, le dije yo, “pero probablemente ahora mismo yo necesite más el CocheCapricho de lo que tú entonces necesitabas el CocheChachi”. Y tal vez sea así. Lo necesito. Es absurdo, nunca he sido (tan) materialista y para mí los coches son sólo herramientas para ir y venir. Nunca he necesitado un coche para lucirlo. Por eso me siento un poco mal (pero sólo un poco) de haber escogido el CocheCapricho. Pero me encanta. Es bonito. Es brillante. Es elegante. Es un sueño. A ver si me dura tanto como duró el ZX.

En la foto, la muda de una serpiente, en el desierto del Namib. ¡Eso sí que es un cambio!

sábado, 11 de mayo de 2013

"Salmon Fishing in the Yemen" de Paul Torday

Compré este libro en Dublín, en una pequeña librería muy cerca de Trinity College. Me lo compré porque hace un año vi la película basada en él y me gustó mucho y y entonces me entraron ganas de leerlo. Me pareció una historia amable, agradable, divertida, amena y positiva. Y varias personas me habían recomendado el libro, diciendo que era aún más divertido que la película. Además, en la portada hay una frase simple pero muy clara (“A Wonderful Novel”) de Marina Lewycka, la autora de “A Short History of Tractors in Ukrainian”, que era el libro que entonces tenía que leerme para las clases de inglés. Así que todo parecía indicar que tenía que comprarme ese libro. Y leerlo. Y disfrutarlo.

Me ha gustado mucho, la verdad. Y lo he leído relativamente rápido para ser un libro en inglés. Tal vez ha sido porque conocía la historia, porque es un libro ameno o simplemente porque el lenguaje es sencillo y no se me ha hecho complicado leerlo. Pero… Sí, hay un pero. El final es muy distinto a la película. No quiero decir que el de la película es mejor o el del libro es mejor. Simplemente son diferentes. No un poco diferente, sino completamente diferentes. Y me ha sorprendido. Mucho. Y no puedo decir que positivamente. No estaba preparada para un final así. Recuerdo que en su día pensé que la película era demasiado comercial: una historia original, con un punto extravagante, acababa convertida en un producto muy, muy comercial. Hasta demasiado comercial. Pero debo admitir que me esperaba encontrar eso mismo en el libro. Y no. La historia es muy parecida al libro y el espíritu es el mismo, pero el cambio del final hace que vea ambos medios (película, libro) como dos historias casi diferentes. La película es graciosa y con un punto de mala leche. El libro es gracioso, con un punto de mala leche y un toque de realidad que no me esperaba.

La historia parte con una extravagante iniciativa de un jeque del Yemen que quiere introducir la pesca del salmón con mosca en su país. Es también la historia de un científico de vida gris que recibe la propuesta de colaborar en el proyecto con radical escepticismo. Y la historia de la representante del jeque que vive entre la pasión que siente por su trabajo y una tragedia personal. Es la historia de tener esperanzas, de creer en algo y luchar por conseguirlo, sean cuales sean las consecuencias. Es una gran historia, una gran novela, sí que lo es y ciertamente su final te hace reflexionar mucho más que la película. Creer es la base de todo, como remarcan dos de las frases que más me han gustado de la novela:

Faith comes before hope, and before love.
 

I believe in it, because it is impossible.

Ciertamente tenemos que creer en lo imposible. No nos queda otra.

jueves, 9 de mayo de 2013

Una vez soñé con un bosque de ginkgos

Estas dos semanas que he estado fuera, he echado de menos mis plantas. Sí, lo admito. Soy así de simple. Así que volver y verlas maravillosamente cuidadas por mi padre-MacGyver me ha alegrado mucho (sobre todo porque el año pasado me mató una a base de olvidarse de regarla).

Porque ya tengo tomates ¡¡ya tengo tomates!! Y unos cuantos, la verdad. El pimiento está a punto de echar flores y creo que en la planta de berenjena está apareciendo algo que igual se convierte en… ¿una berenjena? Los fresales están relucientes de hojas y con alguna que otra flor-principio de fresita. He sembrado nuevas semillas de zanahoria. La albahaca está preciosa, aunque yo cogí las semillas de una albahaca de hojas pequeñas así que alguien me explique cuándo se transformó en una de hojas grandes. El aloe ha florecido. Y el cactus también, aunque (como siempre) lo ha hecho con nocturnidad y alevosía. Mi planta bonita de flores preciosas sigue echando flores y la orquídea tiene 5 flores (aunque me ha sido imposible hacer una foto en la que aparezcan las 5. Y sí, debo admitir que mis dos mini-orquídeas han muerto). Y mi bosque de ginkgos… mi bosque de ginkgos merece un punto y aparte.

Dicho y hecho.

Mi bosque de ginkgos.

Una vez soñé con un bosque de ginkgos.

Admito que cuando le di este nombre a un par de tallitos de 5 cm de altura, era una licencia poética, totalmente. Ahora… ahora estoy preocupada. En serio, estoy empezando a preocuparme seriamente por esos dos arbolitos que tengo en una maceta y que, a mi pesar, son eso: árboles. Y que, como tales, van a acabar formando un bosque. Pero un bosque de verdad. El tallo principal de mi ginkgo alfa ha crecido 23 cm en poco más de un mes. Y le ha salido una rama nueva de 28 cm. Y otras nuevas u otras que ya tenía le han crecido entre 15 y 20 cm. Mi ginkgo beta no ha crecido ni un milímetro en altura, pero ahora tiene 3 ramas, de entre 10 y 15 cm. Repito: todo esto en poco más de un mes: a final de marzo estaban así, a mitad de abril así y ahora… ahora están enormes, como se puede ver en una foto por aquí abajo.

Me encanta que crezcan. Me hacen muy feliz. Ya he contado por aquí que estos arbolitos son muy especiales para mí. Pero me temo, sí, me temo, que algún día su maceta será demasiado pequeña para ellos. Que no podré seguir teniéndolos en casa. Que tendré que dárselos a alguien con más espacio para ellos. Que tendré que asumir que no podrán formar parte de mi vida.

Una vez soñé con un bosque de ginkgos. Y pensé que, tal vez, durante unos años, podrían estar en maceta y crecer poco a poco. Y soñé que, tal vez, en un futuro, tendría un lugar más adecuado para ellos: nada de maceta, sino tierra libre, en un pequeño jardín, junto a una pequeña casa y un pequeño huerto. Pero están creciendo demasiado rápido. O tal vez yo estoy viviendo demasiado despacio. La cuestión es que ahí están, alegres, vivos, enormes, verdes, con tal cantidad de hojas que me siento incapaz de contar. Mi bosque de ginkgos. ¿Qué será de ellos?












 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Mucho cine (incluido cine aéreo III)

Una de las cosas que más me han gustado de mi viaje a Namibia es que he leído mucho y he visto muchas películas. Aunque son dos cosas que me gusta hacer mucho, mucho, normalmente no le dedico todo el tiempo que quisiera (o debiera). Siempre hay algo más que hacer y, sinceramente, dedicarme a hacer lo que me gusta a veces me hace sentir culpable (esto es fruto de miles de años dedicando mi tiempo libre a la ciencia, claro).

Además de ir un día al cine en Swakopmund y las dos películas que vi en el vuelo de ida, vi dos más allí y otras dos en el vuelo de vuelta.

Mi viaje a Dublín, Belfast y alrededores en febrero me despertó el interés por el conflicto de Irlanda del Norte y por cualquier cosa en general relacionada con Irlanda, incluidas pelis sobre el conflicto o simplemente pelis rodadas en tierras irlandesas-norirlandesas. Por eso vi “Bloody Sunday”, una película de Paul Greengrass, que narra los sucesos ocurridos el 30 de enero de 1972 (justo 3 años antes de que naciera mi hermana la gafapasta), cuando soldados británicos dispararon contra civiles que participaban en una marcha en Derry (o Londonderry, según quién hable, en Irlanda del Norte). Es lo que se conoce como Domingo Sangriento y que tan bien lo cantan U2 en su canción “Sunday, bloody Sunday”, que aparece en la banda sonora de la película. Una canción brutal, con tal fuerza que impacta antes incluso de saber de qué va, como me pasó a mí en su día. Me gustó mucho la película. Conocía la historia, leí mucho en su momento cuando descubrí la canción de U2 y volvía a leer sobre ella en los alrededores del viaje a Belfast, así que no me sorprendió casi nada la historia. Pero me parece una gran película, me encantó: cuenta de forma amena una historia durísima, unos acontecimientos muy trágicos, pero en ningún momento resulta una película desagradable, sí tal vez un poco incómoda, pero necesaria. Una frase, de un soldado británico, me impactó mucho “Hay tres muertos –a posteriori serían 14-, debe buscar alguna justificación”. Dos cosas curiosas: durante la película, en un cine proyectan una peli que se llama “Sunday bloody Sunday” y al final, dicen que ninguno de los soldados implicados en la matanza fue “sacrificado”, cuando en inglés aparece escrito claramente “disciplined”. Un error de traducción escalofriante para una historia como ésta.



“La joven Jane Austen” de Julian Jarrold me hizo gracia. El principio me gustó bastante, pero si sabes algo de la vida de Jane Austen (yo he leído todas o casi todas sus novelas y algo de su vida también conocía), ya sabes cómo va a acabar. Curiosamente, al contrario que con la película anterior, aquí sí que me influyó (y mucho) lo que sabía previamente de la historia. Una película maja, entretenida. Además, Anne Hathaway me encanta y el actor protagonista, James McAvoy, tiene un no-sé-qué que me parece interesantísimo.

Estas dos las vi en tierra. Las dos siguientes las vi en el avión de vuelta. Bueno, vi una por la noche y medio vi otra por la mañana. Como creo que ya he mencionado alguna vez por aquí, ver pelis a la hora del desayuno es raro y ahora recuerdo por qué: porque, en general, no te da tiempo a verla acabar.



Mi hermana la gafapasta es hiper-fan de "Los Miserables". Vio el musical cuando estuvimos en Barcelona hace más de un año, vio la peli de Tom Hooper cuando la estrenaron (e incumplió su promesa de llevármela a ver a mí, porque no pude el día que ella fue) y tiene la banda sonora. Así que me dije, “habrá que verla”. Me daba un poco de vértigo: versión original sin subtítulos y toda la película cantada. Tuve miedo de no enterarme de nada. Pero no. La historia es tan robusta, tan directa, la película tan bien hecha, tan impactante, las interpretaciones tan acertadas, que no necesitas saber el idioma para entenderla. Aunque debo admitir que: 1. Entendí mucho más de las letras de lo que creía y 2. Hubo un pequeño trozo que no tenía claro y mi hermana me lo tuvo que explicar después. Ah, y un descubrimiento Aaron Tveit. Qué chico taaaaaan mono. Me sonaba, por lo visto de Gossip Girl, aunque no recuerdo su personaje. Para nada. Total, una peli genial, me encantó, muy emocionante y amena. Es cierto que Russell Crowe está un poco justito, pero todos los actores están estupendos. ¿He dicho que me encanta Anne Hathaway? Y Hugh Jackman no es que me encante, ¡es lo siguiente!


Vi “The Guilt Trip” de Anne Fletcher después de dormir bastante poco durante todo el vuelo y me esperaba una comedia chorra, chorra. Pero es un poco más que eso. Sí, es una comedia sin pretensiones, pero Barbra Streisand es genial, me encanta, y Seth Rogen me cae estupendamente. Me lo pasé bien, me entretuvo a la hora del desayuno y, estos días, he sentido la necesidad de acabar de verla. Buena señal, ¿no? Es entretenida y graciosa, nada pretenciosa ni un gran peliculón, pero se deja ver.

martes, 7 de mayo de 2013

Despedida

 En una relación larga, nunca crees que llegará el momento de las despedidas, el momento final, el adiós definitivo. El momento en el que uno tiene que decir “Hasta aquí. Ya basta. Ha sido bonito mientras duró, pero esto no puede seguir así”. Despedirnos después de 17 años se hace extraño. Son muchos años.

Mentiría si dijera que recuerdo perfectamente cuando entraste en mi vida. No lo recuerdo. No recuerdo la primera vez que te vi, ni lo que pensé. No recuerdo nada y, por supuesto, nunca pensé que llegarías a ser lo importante que para mí has sido posteriormente. Pero de repente, empezaste a formar parte de mi vida, de mi entorno. Al principio sólo eso. Después, hace unos 10 años, nuestra relación aumentó y hace 8 años y medio, ya fuimos el uno para el otro. Exclusividad casi total. Debo admitir que al principio no estaba convencida: no daba un euro por nosotros. No veía nada especial en ti, estabas ahí y te apreciaba sí, pero nada más. Pero de repente, ¡oh!, de repente. De repente un día me di cuenta que eras exactamente lo que necesitaba, lo que siempre había estado buscando. Porque más allá de tu perfil diría yo que duro, bruto, tan masculino, se escondía un corazón mucho más fuerte de lo que me imaginaba, mucho mejor de lo que imaginaba. Y de repente me di cuenta que éramos el uno para el otro, que esta relación era perfecta o todo lo perfecta que puede ser una relación de este tipo.

Son muchas las cosas que hemos vivido en estos años, muchas. No ha sido siempre fácil, claro que no. Muchas veces parecía que todo había acabado, que eso era todo, que por fin llegaba el final que todos pronosticaban. Pero no. Hacía un esfuerzo, un nuevo esfuerzo más y conseguía que continuáramos juntos. Sí, tal vez exagero dándome todo el mérito de nuestra durabilidad, así que igual debería admitir que tú también pusiste de tu parte. Porque fuiste duro y fuerte, estuviste ahí cuando te necesité y no me fallaste. Nadie daba dos duros por nosotros (yo la primera) y mira tú, más de 8 años juntos.

Esta vez, cuando ya me rendí, cuando decidí que no podía más, que todo acababa aquí, tuve un par de momentos de flaqueza en los que pensé luchar una vez más por ti. Te miraba y sólo veía lo bueno que tenías, todo lo malo lo intentaba ignorar, lo intentaba olvidar. Pero, no nos engañemos, estaba ahí, seguía ahí. Esto ya no podía seguir así. Todo tiene un final y el nuestro había llegado.

En los últimos años, tuve que aguantar algunas bromitas de gente sin comprensión. Cuando les contaba los años que llevábamos juntos, sonreían sarcásticamente. Cuando confesaba que tú fuiste el primero y, hasta ahora, único de mi vida, sonreían disimuladamente. Como si fuera imposible. Como si estos 17 años de relación tuvieran que acabar ya sólo porque es raro que haya relaciones tan largas. En los últimos tiempos soñaba que duraría más, todavía más. Fantaseaba con un futuro juntos aún más largo de lo que ya ha sido. Pero no pudo ser, no.

Así que querido coche, estimado ZX, ha llegado la hora de despedirnos. Vale, tu tapicería sigue intacta, te puse una palanca de cambio de marchas que mola mil y hasta una funda en el volante maravillosa. Y tienes una radio-reproductor de CDs genial (regalo de mi hermana la gafapasta). Pero estás lleno de abolladuras, se te destrozan piezas que para conseguirlas hay que acudir a talleres de media España y se te rompen unas cosas, ay amor mío, se te rompen unas cosas que me cuestan unos buenos cuartos. Tu motor está perfecto, o eso parece. Pero te ha pasado tanto, hemos pasado tanto, que has dicho basta. O mejor aún, yo he decidido que ya bastaba. Pérdida de líquido de frenos. Embrague encajado e inamovible. Pérdida de aceite. Cosas que no recuerdo porque no sé ni lo que son. Más pérdida de aceite. Pérdida de gasoil a chorro. Hasta aquí hemos llegado. Gracias por tus servicios, gracias por ser el mejor y único coche que he tenido hasta ahora. Puedes estar orgulloso de tu labor y te recordaremos o al menos yo te recordaré como mi primer coche, mi primer gran coche. Te echaré de menos y te recordaré, por supuesto. Me da rabia sobre todo no cumplir una cosa que dije hace un par de años “Este coche llevará a mis hijos”. No va a ser el caso, no. Pero eso te lo perdono porque, en realidad, tampoco es culpa tuya.

Adiós ZX, ha sido un placer, sí señor, un auténtico placer. Pero ha llegado el momento de nuestra despedida. 280223 kilómetros. Menudo crack.

Y así acaba la oda a mi Citroën ZX. RIP.

En las fotos, mi querido ZX. En la última, esta tarde, cuando se lo llevaba la grúa. Para siempre.









viernes, 3 de mayo de 2013

“Beautiful Creatures” de Richard LaGravenese


Hacía tiempo que no iba al cine, un par de meses, creo. Y me parece increíble que me haya tenido que venir hasta Namibia para volver a ir. Así son las cosas. La cuestión es que el día 1 de mayo fue fiesta aquí también. Y después de un día de paseo por un par de tiendas, elegir mi librería favorita de Swakopmund, una comida en un chiringuito junto a la playa (perdón, en EL chiringuito en el que, por cierto, perdí gran parte de mi amada tobillera cretense) y un paseo a la orilla del mar, con un sol estupendo y un calor apabullante (eso sí, el Atlántico frío, frío), decidimos pasar la tarde-noche en uno de los dos cines de la ciudad.

No sabía ni de qué iba “Beautiful Creatures”, pero salía Jeremy Irons y Emma Thompson, así que no podía estar mal. Pues resulta que es una peli para adolescentes, de esas que te chiflan a los 15 años, pero que a los 35… bueno, a los 35 te entretienen. La peli cuenta la historia de Ethan, un adolescente que lleva una vida tranquila en pueblecito americano hasta que conoce a Lena, una chica misteriosa con la que ha soñado reiteradamente. Así que es una historia de amor adolescente, de brujería, de magia buena y magia mala, y de adultos que no hacen más que sobreactuar, lo que te hace pensar que no se toman la peli demasiado en serio. Lo cual, en realidad, no es nada malo.

Ya lo he dicho, ésta es una película para adolescentes, que resulta entretenida para adultos, pero no mucho más. Por lo visto, está basada en una serie de libros para adolescentes por lo que intuyo que habrá sucesivas entregas. Supongo que las acabaré viendo, si es que las llegan a rodar. Si te pones a pensarla en serio, cojea por muchos, muchos lados. Pero bueno, no me voy a quejar. Fui al cine en Namibia y me comí un chupachups gigante. Ah, y vi la peli en versión original, claro, y sin subtítulos ni nada, así a pelo. Al principio estaba un poco acojonada, lo admito, pero creo que entendí bien la historia. Eso sí, a ratos es frustrante cuando todo el cine se ríe menos tú… pero bueno, algún chiste sí que llegué a pillar también. Mola esto de ir al cine en países extranjeros. Creo que nunca lo había hecho.

jueves, 2 de mayo de 2013

En mitad del desierto

Hay una carretera de sal, en mitad de tierras áridas y desérticas, que recorre los algo más de 100 Km que separan la ciudad de Swakopmund de Cabo Cross. Es una carretera no demasiado ancha, sin marcas viales y poco transitada. Sí, es una carretera solitaria, que te da idea de la grandeza y amplitud de este continente, que envuelta en la niebla es aún más solitaria y melancólica. Aunque no se parece en nada a otra carretera por la que estuve hace un par de meses, me resultó inevitable relacionarlas, compararlas, pensar en aquella carretera, en aquellos días que casi me parecen tan irreales como lejanos. Cien quilómetros de carretera de sal rodeada de paisaje desértico te dan para pensar mucho, aunque compartas coche con otras tres personas, te permiten pensar y recordar cuando, en realidad, intentas olvidar. Es increíble como algunas cosas te persiguen aunque estés a miles de quilómetros de tu vida. Aunque ¿no son estos días en el continente negro también mi vida? Es igual. Es increíble como algunas cosas te persiguen aunque estés a miles de quilómetros de tu casa.

Entre Swakopmund y Cabo Cross, hay un pueblo extraño, de casas de colores chillones que llaman la atención entre la niebla. A simple vista, parece un pueblo fantasma, sin gente, como casi todo por aquí. Pero el color vivo de las casas, su perfecto mantenimiento te hace pensar que hay vida aquí, en este pueblo, Hentiesbaai o Henties Bay. Y sí, por lo visto es una importante colonia turística, sobre todo para gente aficionada a pescar con caña o a pasear en todoterreno.

Ya llegando a Cabo Cross, junto a la carretera de sal hay multitud de pequeños puestos en los que se vende (a modo de autoservicio) cristales de sal. Qué bonitos son, qué delicados, qué increíbles. Un toque de color blanco, rosado en la monotonía del desierto de tonos apagados.


Y de vuelta de ver leones marinos, una parada en la Costa de los Esqueletos y un barco semi-hundido, encallado, lleno cormoranes. Y en la lejanía, sombras de gente junto a grandes vehículos portando grandes cañas. La Costa de los Esqueletos. Costa dura, inhóspita. Su nombre viene… pues no sé. En algunos sitios pone que se debe a los esqueletos de barcos encallados. En otros a que los antiguos marinos abandonaban carcasas de ballenas y sus esqueletos adornaban su costa arenosa. En cualquier caso, un lugar impresionante. Sobre todo con niebla, viento y olas espectaculares.

Hoy, penúltima noche en Namibia, estoy cansada y no tengo ganas de nada. Ayer se me rompió mi tobillera cretense, y la mitad de sus piezas quedaron esparcidas bajo una pasarela de madera, perdidas para siempre aquí, en la costa namibia. Aunque conseguí recuperar la mitad y ya planeo hacer algo con ellas, mi tobillera cretense ha desaparecido, como en su día pasó con mi anillo vigués. Las dos únicas chorradas, los dos únicos abalorios por los que sentía un cariño especial. Rotos, perdidos, desaparecidos. Pero ayer también volví a la librería en la que hace unos días no encontré nada y, nada más entrar, encontré el segundo libro de la trilogía de Lewis, de Peter May. El primero, “La isla de los cazadores de pájaros” (“The Blackhouse” en inglés) me entusiasmó. Ansío leerme este segundo. Aunque no sé si será demasiado inglés. Y fui al cine. Pero eso ya lo contaré otro día.

Carreteras. Tobilleras rotas. Días de sol y niebla. Ah, África. Maldita melancolía.