domingo, 3 de marzo de 2019

De feminismo, paellas y tortillas de patata

Estos días, con lo del 8M, estoy leyendo por ahí algunas cosas sobre feminismo muy tontas. Y lo que aún queda por decir estos días. También cosas muy interesantes, ojo, pero he leído algunas cosas que me han hecho pensar un poco sobre este tema y sobre las que voy a dar mi opinión. Porque este es mi blog y hago con él lo que quiero.

Con el feminismo pasa lo mismo que con la paella o con la tortilla de patatas. Hay una pequeña parte en la que todos estamos de acuerdo, hay una parte en la que hay ideas diferentes sobre el tema y hay quien cree que su idea es la verdad absoluta.

La verdad común del feminismo es que, por definición, busca la igualdad del hombre y la mujer. La de la paella es que necesita arroz. Y la de la tortilla de patata es que necesita patata, claro.

Ideas diferentes sobre el feminismo hay un montón: Que si hay que luchar enseñando las tetas, que si lo que queremos es igualdad de derechos, que si blablablá. Igual que con la paella (mixta, ciega, de marisco,...) y la tortilla (con o sin cebolla, cuajada o medio cruda,…).

El problema, con el feminismo, la paella y la tortilla, es cuando alguien cree que su idea, su gusto, sus preferencias son la verdad absoluta. Y, normalmente, son ideas bastante extremistas. Por ejemplo, aquellas feministas que odian a los hombres y desean su extinción. Aquellos paellistas que consideran delito poner, qué se yo, marisco. O los tortillistas que no pueden comer una tortilla que lleve cebolla. Gente extrema hay por todos los lados. Extremistas del feminismo, de la paella y de la tortilla de patatas. Ellos tienen su propia definición y no aceptan nada más. Gente que pretende explicarnos cómo ser feminista, cómo hacer la paella o la tortilla, cuando lo que quieren es que aceptemos sus ideas del feminismo, de la paella y de la tortilla.

A mí esos extremistas me cansan. Pero no por eso dejo de ser feminista, ni dejo de comer paella o tortilla. Porque se pueden rechazar los extremismos, pero eso no implica rechazar el concepto de base, la verdad común. Lo demás todo es discutible, interpretable pero no siempre aceptable. Por ejemplo, pretender que ser feminista es creer en la superioridad de la mujer respecto al hombre, echarle chorizo a la paella o cocinar una tortilla con patatas crudas son, para mí, barbaridades. Porque, en mi caso, soy feminista de las que creen en la igualdad hombre-mujer, soy paellista de las que aceptan casi cualquier tipo de arroz con cosas y soy tortillista de huevo cuajado y con cebolla.

Y a quien no le guste, que no mire.