jueves, 9 de enero de 2014

Gossip Girl

And who am I? That's one secret I'll never tell ... You know you love me. XOXO, Gossip Girl

Lo admito: he visto “Gossip Girl”. Enterita. Sus 6 temporadas. Sus ciento y pico capítulos. Todos y cada uno de ellos.

¿Qué es “Gossip Girl”? os preguntaréis algunos. Una serie norteamericana para adolescentes, que refleja la vida de un grupo de jovencitos pijos, del Upper East Side neoyorquino. La chica cotilla del título (reina cotilla en la versión traducida) es la narradora de la serie, una bloguera que cuenta las historias de los protagonistas, sus cotilleos y hasta sus más oscuros secretos. Sus protagonistas son… lo peor. Serena y Blair son súper amigas, pero también se súper odian y se hacen cosas entre ellas que nadie normal haría ni a su peor enemigo. Y se quitan novios, o se lían con los novios de las otras. Chuck es el malo de la serie, muy malo y su mejor amigo es Nate que de tan bueno que es lo que es de verdad es tonto. Y claro, no puede faltar el niño pobre que se encuentra viviendo en mitad de todos estos ricachones, Dan. Y muchos secundarios: hermanos, amigos, padres, abuelos, exnovios, exmaridos, etc, etc, etc. Algunos necesarios, otros superficiales y otros simplemente odiosos.

Me lo he pasado pipa viendo esta serie. Es muy, muy irregular: hay historias, capítulos y hasta temporadas enteras que valen la pena pero también hay historias, capítulos y temporadas enteras que se podrían haber ahorrado, porque no aportan nada de nada a la historia. Ah, la historia, da tantas, tantas vueltas y pasan tantas, tantas cosas que cualquiera se las cree. Ya no sólo son amores y desamores, yo me lío con tu novio y tú con mi ex, sino que hay asesinatos, robos, orgías, drogas, alcohol, violaciones,… hasta la realeza europea (esos capítulos son la leche). Total, un desmelene absoluto. Que vamos, no está mal en una serie de este tipo. Pero hay que controlarse un poco. Porque no hay quien se lo crea. Vaya, que con unos capítulos menos hubiera estado mejor. Creo.

Y qué decir de los personajes. Cambian tanto, tanto a lo largo de la serie que parece que tengan personalidad múltiple. Yo he ido amando y odiando a todos de forma alternativa. Al principio yo era más de Serena que de Blair, pero eso ha ido oscilando bastante y al final he sido muy, muy de Blair. A Chuck al principio lo odiaba y Dan me parecía lo más, y ha acabando siendo todo lo contrario: a Dan le pegaría un tiro y Chuck ha sido el mejor. Y qué decir de Dan… bah, un soso rematado, con éste no ha habido nada que hacer.

Con esta serie me pasa lo mismo que con las películas de Crepúsculo: mi personaje masculino favorito no es ninguno de los niñatos protagonistas, sino el padre de uno de ellos. Patético, ¿no? Ay, es que una ya tiene una edad. Al principio de esta serie mi favorito era el padre de Dan, Rufus, pero es uno de esos personajes que cambia tanto, tanto a lo largo de la serie que a partir de una temporada (no recuerdo cuál) se volvió totalmente prescindible y superfluo. A partir de entonces, mi favorito fue Chuck.

En fin, que la serie ha estado bien. Es la típica tontada que ves por las noches y te duermes tan tranquilas, sin comidas de cabeza, ni cosas profundas, ni nada serio, ni sustos, ni nada de eso. Lo suficientemente plana y entretenida para seguirla durante esos ciento y pico capítulos. Ya digo, las dos últimas temporadas me han sobrado un poco (bastante) pero ha sido entretenido. Y sí, al final se sabe qué identidad se esconde detrás de la reina cotilla. Pero no lo voy a decir. Y, para ser sincera, creo que al final para mí era casi lo menos importante. Simplemente tenía ganas ya de que se acabara y pasar a otra serie.

Una cosa que molaba de esta serie es que los títulos de todos los capítulos están basados en nombres de películas o novelas. Sí, es una chorrada, pero tiene su gracia.

martes, 7 de enero de 2014

En la cocina

No me gusta mucho cogerme vacaciones en la época navideña, supongo que por mi aversión histórica a esta época del año. Pero debo admitir que en los últimos tiempos este rechazo ha ido dando paso a una cierta serenidad, a una sensación de “total, si hay que disfrutar, disfrutemos”, así que este año no me ha importado demasiado tener que cogérmelas. Además, aprovechando que han sido las primeras navidades en MUCHOS AÑOS en los que no he estado enferma (ni faringitis, ni anginas, ni gastroenteritis), he estado haciendo algunas cosas que el resto del año no puedo hacer. Por ejemplo, dedicarme un poco más a cocinar. Más que a cocinar, a experimentar y a perder un poco el tiempo entre fogones. O cerca del horno.

Y aquí están los resultados. Unos mini-bizcochitos, magdalenas, muffins o como sea que se llamen ahora, hechos con un molde que compré en un mercadillo navideño en mi último viaje a Bruselas, rellenos de granada y con cubierta de chocolate. Y unos lacitos de hojaldre con jamón.

Ñam, ñam.




lunes, 6 de enero de 2014

Tejiendo

He estado varios días de vacaciones. Qué digo varios días, dos semanas. (Ya veréis qué risas mañana cuando suene el despertador antes de las 7). Y en este tiempo me he tirado de cabeza a las agujas, a tejer con una posesa. Pero no he avanzado en ninguno de los proyectos que tenía en mente, no, qué va, me he embarcado en pequeños nuevos proyectos como regalos. Desde que me atreví con la mantita de M., ya me lanzo a tejer para regalar. Así, estos días he tejido:

Unos calientapiernas blancos.




Una bufanda gris.

Y un cuello granate.


Y todos han sido regalos, o para Navidad o para hoy, día de Reyes. Espero que sus nuevos dueños los disfruten.

Feliz día de Reyes. Que os hayan traído todo lo que queríais. Y que os traigan salud, algo de dinerito y mucho amor.

domingo, 5 de enero de 2014

Reyes Magos



Esta noche vienen los Reyes Magos.

Y por mi casa van a pasar, seguro.

¿Cómo lo sé? Porque llevan varios días subiendo por el balcón.

Ja.

jueves, 2 de enero de 2014

Life of Pi

Estuve a punto de comprarme “Life of Pi” de Yann Martel hace casi un año, estando en Dublín. Tuve el libro en las manos un par de veces (y creo que hasta en un par de librerías) pero al final me decidí por otros por un motivo muy simple: creía más fácil encontrar “Life of Pi” por aquí que alguno de los otros libros que sí que finalmente me compré. Y acerté, sí.

Tenía ganas de leer este libro desde que conocí su existencia a través de la película que rodó Ang Lee. Aunque no la había visto, sabía que visualmente era espectacular y suponía que una historia que atrajera a Ang Lee como para hacer una película debía ser interesante. Así que cuando vi la novela en el listado de libros que podíamos leer durante el primer trimestre en mis clases de inglés, la puse entre las tres que más me apetecía leer. Y al final, la leí. Aunque el profesor me dejaba su copia, me gusta tener mis propios libros y al final lo compré. Y, como ya preveía, no me costó demasiado encontrarla, eso sí, con la portada de la película, pero bueno, qué se le va a hacer.

Cuidado, que hay algún SPOILER a partir de aquí. Aunque creo que no voy a contar nada que no aparece en el tráiler de la película.

El libro me ha fascinado. Está estructurado en tres partes. La primera narra la curiosa infancia del protagonista, Pi Patel, en la India, rodeado de animales ya que su padre es dueño de un zoo. También sus flirteos con tres religiones diferentes y las sorpresas que ello provoca. Me ha encantado esta parte, se nota que el autor es un apasionado de la naturaleza y de los animales, sus descripciones y su respeto y amor hacia ellos es palpable. Y toda la parte de la religión me ha parecido muy chula también. Yo que no soy una persona religiosa, me ha encantado ver la aproximación que hace un jovencito Pi a la religión, sus reflexiones sobre Dios y las religiones. La segunda parte narra la odisea del joven Pi en mitad del océano, tras naufragar el barco que les llevaba a él y a su familia a Canadá, en busca de una nueva vida. Esta parte me ha sorprendido, creía que podría ser más pesada y aburrida, pero no. Sí que hubo momentos que me parecieron muy duros, desagradables, pero están llevados con una elegancia narrativa para mí insuperable. Aunque admito que hubo un punto que pensé “Ya, basta. Basta de sufrir en mitad del mar, por favor”. La tercera parte, la más corta, es la que redondea la historia, una vez Pi llega a tierra. Ya lo he dicho, es ésta una novela fascinante. Por la historia que cuenta, por el amor que desprende hacia la naturaleza y por las reflexiones que provoca.

Cómo no, tras leer la novela tenía que ver la película de Ang Lee basada en ella. También me gustó mucho, mucho. Visualmente es absolutamente embriagadora. Narrativamente es elegante. Su ritmo es trepidante. Refleja muy bien mucho de la novela (no todo, es imposible, siempre) pero con una peculiaridad: extrae la parte más luminosa de la misma, provocando la reflexión basada en los acontecimientos, en los sentimientos y no en la crudeza visual. Es decir, es una adaptación casi infantil, porque aunque trata temas duros y crueles, no muestra el horror, la sangre y las escenas desagradables que sí aparecen en la novela. Cuando la veía, estaba convencida de que no aparecería en la película el encuentro de Pi con otro naufrago en mitad del océano, una secuencia terrorífica. También los primeros momentos en el bote (con animales comiéndose entre ellos) huye de la sangre y de la violencia gratuita. Incluso las escenas en la isla de algas carnívoras son mucho más idílicas y suaves que la crudeza que sí se describe en la novela. Y es de agradecer. Leer cosas sobre sangre y vísceras aunque no es agradable, no llega a ser repugnante, cosa que sí puede pasar cuando algunas escenas se plasman en el lenguaje cinematográfico. Esta misma novela en manos de otro director podría haber sido un film cruento, violento, sanguinario, rozando lo gore. En cambio, en manos de Ang Lee es una delicia visual. Mantiene el espíritu de la novela, su fondo, pero apoyándose en escenas visualmente muy atractivas. Maravillosa.

miércoles, 1 de enero de 2014

1 de enero de 2014

El año nuevo es como un árbol de hoja caduca en pleno invierno, un Ginkgo biloba, por ejemplo. Así, a simple vista, es una cosa seca, esmirriada, sosa, pero en su interior guarda toda su sabia, toda su energía, que irá mostrando tal vez poco a poco, a lo largo del año, tal vez de golpe, en algún momento en concreto.

Un año nuevo es como un árbol de hoja caduca en pleno invierno, sabes que lo que traerá, lo que vendrá es más o menos similar al año anterior… o no. Porque puede sorprenderte, para bien o para mal: nuevas hojas, nuevas ramas, nuevas sorpresas, nuevos problemas. Cosas agradables o desagradables.

Un año nuevo es como un árbol de hoja caduca en pleno invierno, aparentemente muerto y vacío por fuera, absolutamente vivo por dentro, preparado para estallar en toda su vitalidad a partir de ahora, en cualquier momento.

En la foto, mis ginkgos (casi) sin hojas, hoy, primer día de 2014.

Feliz día. Feliz año.

martes, 31 de diciembre de 2013

13 de 2013


Yo antes, cuando tenía otro blog, cada año me dedicaba a hacer un resumen de los viajes que había hecho ese año, de las noches que había pasado fuera de casa, de los aviones que había cogido y de los países que había visitado. Pero era un poco agobiante, la verdad, y a veces hasta angustioso. En los últimos tiempos, ya ni lo hice. Desde que tengo este blog, sólo ha habido un final de año antes que éste y admito que he tenido que ir a la entrada correspondiente para ver qué había escrito.
 
Éste ha sido un año bastante mierdoso en general, pero si miro atrás, en mi caso, no ha sido tan malo. Qué va. Con la historia de GordiPé de las trece cosas que nos hacen sonreír o ser felices o llenarnos de buen rollo, empecé a pensar a ver si era capaz de encontrar trece cosas de mi año que me provocaran eso. Y flipé. Porque me salían más de trece. Eso sí, tengo que admitir que algunas de ellas las he recordado mirando el blog, porque las había olvidado. Creo que pongo tanto empeño en olvidar algunas cosas malas que, sin querer, algunas buenas desaparecen misteriosamente de mi mente. Es así, esta cabecita mía.

Ahí van algunas de las cosas que me han hecho feliz este año. Trece para ser exactos.

1. Las agujas. Esto debe sonar a marujeo total, pero tejer me hace feliz. Aunque empecé en 2012, ha sido este 2013 en el que me he lanzado más. Gorritos, cuellos, faldas, mantitas. Ahora ya me lanzo a todo. Aunque ahora mismo sufro una pequeña crisis tejedora, ya que estoy a punto de deshacer el que iba a ser mi primer jersey, cuando ya está casi, casi listo. Pero es que es demasiado grande. Y ya que hacemos las cosas, las hacemos bien.
 
2. Una carretera costera en Irlanda del Norte. Porque, a pesar de todo, fue una pasada.

3. Una cerveza y un libro en el Cap de Creus. Uno de mis lugares a los que volvería siempre. Siempre.

4. Namibia. Con todo lo que significa. Siempre me da una pereza mortal ir: demasiadas horas de avión, demasiado trabajo, un lugar tan fascinante como extraño. Pero Namibia tiene algo mágico, especial. Horas y horas de trabajo se compensan viendo lobos marinos, paseando por el desierto, comiendo junto a flamencos, visitando Etosha, comprando telas o presumiendo de mis trencitas namibias. He pasado cinco semanas de este año allí, más una el año pasado. Tras mi isla natal y Creta, es el tercer lugar en tierra firme en el que más tiempo he estado en mi vida. El mar va aparte.

5. El mar. Siempre el mar. He pasado un mes este año, con momentos más o menos buenos. Me quedo con la primera semana en el mar, en un barco que no conocía, una campaña compacta, tranquila, curiosa e irrepetible.
 
6. Una velada con Joseph Fiennes. Uff. Qué momento.

7. Mi coche nuevo. Vale, sí, esto es materialista total, pero comprarme CocheCapricho fue lo que necesitaba en ese momento. Y estoy encantada de haberlo conocido. Muy encantada.

8. Las albonquetas. Por el momento risas que conllevaron. Y todos los momentos de risa tonta y absurda que he pasado con mi familia, con mis amigos; esas cervezas, vinos o copas compartidas. Esas explosiones de risa en momentos absurdos son lo más de lo más. Esas confidencias delante de un vaso de lo que sea son también lo más de lo más. Ver reír a la gente de tu alrededor. Reír con ellos. Estar con la gente que quieres. Compartir con ellos. ¿Hay algo mejor?

9. El lindy hop. Llevo ya meses escuchando swing y viendo bailar lindy hop. Incluso en verano fui a una clase. Pero con tanto ir y venir de aviones, no me he puesto en serio a aprender a bailar. El otro día, fui a otra clase y flipé. Quiero bailar lindy. ¡Ya! ¡Quiero ser una hopper!

10. El monasterio, el cementerio y Venecia. Cómo un viaje de trabajo se convierte además en un viaje con amigos. Volver a Venecia. Visitar un cementerio mágico. Y volver a un monasterio aislado del mundo en el encontrar esa paz que a veces todos necesitamos. Todo fue genial.

11. El casino de Constanza. No me entusiasmó especialmente el viaje a Rumanía, nada, pero cuando vi el casino de Constanza, a la cálida luz del atardecer, emitiendo toda su magia, caí rendida a sus pies. Sin contemplaciones.

12. Asturias y la supervivencia de las plantas. Me gustó volver a Asturias. El rato que pasamos sentados en un banco en Cudillero es de lo mejorcito del año. Sin duda. Pero hubo muchos otros momentos, como el baño en la playa de San Antolín, el mejor del año. Relacionado con este viaje, me quedo con el montaje que hice para que mis plantas sobrevivieran en mi ausencia. Y hablando de plantas… mis plantas… mis ginkgos… verlos crecer es de lo mejorcito de cualquier año. 

13. El espectáculo navideño de luces y música en Bruselas. Mi relación amor-odio con Bruselas tendió inexorablemente hacia el amor cuando vi en la Grand Place un espectáculo de luces y música que me puso los pelos de punta. Qué maravilla.

Como decía, ha habido más de trece momentos buenos este año, muchos más. Y espero que 2014 traiga todavía más. Para mí y para todos.
 

Feliz entrada de año.