martes, 12 de marzo de 2013
Belfast
Ya conté en su día por aquí que estuve en Belfast de reunión, hace ya casi un mes. En concreto, en el Titanic Belfast. Entonces expresé mis dudas sobre la necesidad de tener todo un edificio dedicado a un barco cuyo único mérito fue hundirse en su viaje inaugural. Pues bien, después de oír algunas historias de gente local y visitar la exposición dedicada al barco, debo admitir que me acabé rindiendo al efecto Titanic. Esta exposición no es sólo una dedicatoria a un barco que se hundió, es mucho más. Es, en realidad, la historia de una ciudad, de la importancia que en su día jugaron los astilleros, más allá de los conflictos que en los últimos años la han definido. Quien más quien menos en Belfast ha tenido familiares trabajando en ellos, algunos en el Titanic, algunos incluso viajeros del Titanic. Me gustó mucho la exposición, vale la pena, hay que verla. No hay que ir a Belfast sólo para verla, pero si se va a Belfast, vale la pena tener una visión de su historia naval, de la historia de un barco hundido, pero desde una perspectiva menos cinematográfica a la que estamos acostumbrados.
Pero Belfast no es sólo Titanic. Es inevitable hablar y palpar los conflictos que allí se viven. La noche antes de llegar, alguien me advirtió de una bomba que no estalló, cerca de una guardería. En menos de una hora en la ciudad, nos encontramos en medio no de una, sino de dos manifestaciones. Y, por supuesto, no es una ciudad con un ambiente nocturno (tan exagerado) como Dublín.
Pero Belfast tiene su encanto. Sí. Es una ciudad manejable, puedes ir a muchos sitios a pie. El centro es agradable, puedes pasear tranquilamente y salir de noche de manera más pausada que en Dublín pero con igual buen ambiente, buenas pintas y buena música.
Creo que me faltó mucho que ver en Belfast. Las manifestaciones de las que hablaba fueron una cosa puntual el primer día. El resto del tiempo, encerrados en nuestro mundo irreal de reuniones y salidas a cenar, no nos movimos del centro, así que tengo la sensación de que me perdí una gran parte de su realidad local.
Es curioso escribir esto, pero me gustaría volver. A ser posible, con menos frío.
lunes, 11 de marzo de 2013
"La trilogía de Nueva York" de Paul Auster
He tardado en leer este libro más de la cuenta y ha sido por un motivo muy simple: no me ha gustado.
Supongo que es una barbaridad decir (escribir) esto, pero es la pura y simple realidad.
No había leído nunca antes nada de Paul Auster y sentía curiosidad. Así que me decidí por este libro, del que había oído hablar bastante, aunque en realidad me enfrenté a un libro totalmente desconocido para mí: no sabía nada, absolutamente nada de él.
Y no me ha gustado por un motivo bastante tonto: no me interesaba lo que me estaban contando.
Soy así de simple.
El libro son tres historias cortas policíacas. Por ahí he leído que son “tres novelas que proponen una relectura posmoderna del género policíaco”. Uff, tal vez ha sido eso: son demasiado posmodernas para mí y me han aburrido un poco.
Sí, así ha sido. El primer libro que me leo de Paul Auster y me aburro. Tal vez es porque me esperaba algo más costumbrista, otro tipo de historia. Y estas supuestas novelas policíacas me han dejado bastante indiferente. Encima, no me he quedado con ellas. Si alguien me pidiera que ahora mismo se las contara… sí, lo haría, pero quedaría clara mi desgana, desde el primer momento. Tal vez no me han gustado porque no les he prestado demasiada atención: no suelo leer género policíaco. Y aunque se trate de una “lectura posmoderna” de este género, no me han enganchado.
Pero bueno, no pasa nada. Me he leído un libro de Paul Auster y no me ha gustado. Ya leeré más. A ver qué pasa.
Supongo que es una barbaridad decir (escribir) esto, pero es la pura y simple realidad.
No había leído nunca antes nada de Paul Auster y sentía curiosidad. Así que me decidí por este libro, del que había oído hablar bastante, aunque en realidad me enfrenté a un libro totalmente desconocido para mí: no sabía nada, absolutamente nada de él.
Y no me ha gustado por un motivo bastante tonto: no me interesaba lo que me estaban contando.
Soy así de simple.
El libro son tres historias cortas policíacas. Por ahí he leído que son “tres novelas que proponen una relectura posmoderna del género policíaco”. Uff, tal vez ha sido eso: son demasiado posmodernas para mí y me han aburrido un poco.
Sí, así ha sido. El primer libro que me leo de Paul Auster y me aburro. Tal vez es porque me esperaba algo más costumbrista, otro tipo de historia. Y estas supuestas novelas policíacas me han dejado bastante indiferente. Encima, no me he quedado con ellas. Si alguien me pidiera que ahora mismo se las contara… sí, lo haría, pero quedaría clara mi desgana, desde el primer momento. Tal vez no me han gustado porque no les he prestado demasiada atención: no suelo leer género policíaco. Y aunque se trate de una “lectura posmoderna” de este género, no me han enganchado.
Pero bueno, no pasa nada. Me he leído un libro de Paul Auster y no me ha gustado. Ya leeré más. A ver qué pasa.
domingo, 10 de marzo de 2013
sábado, 9 de marzo de 2013
Disfrutando
Estos días de buen tiempo, al final del invierno, son alucinantes.
Días de sol, de cielos azules, de temperaturas diurnas cercanas a los 20º.
Son días increíbles, por lo esperados después de muchas semanas de días cortos, frío y mal tiempo. Pero también son increíbles por su futilidad: no durarán mucho, no pueden durar mucho. Aún estamos a principios de marzo, aún es invierno. Aún hará frío y lloverá.
Pero estos días… ah, estos días. Estos días en que ya no coges el abrigo para salir durante el día, sino la chupa de verano. Estos días en que te pones a hacer cosas que no quieres hacer y mira, acaban saliendo estupendamente. Estos días en los que dejas la casa patas arriba, la ropa sin lavar, la cama por hacer y sales más o menos voluntariamente, sin saber que no volverás hasta después de comer, de comer en un sitio que no esperabas.
Y vuelves a casa y regar las plantas es un auténtico placer. Las zanahorias están enormes, o lo parecen. La orquídea tiene unos capullos prometedores. Las freseras están más alegres y parecen estar recuperando ya el color (y tienen una seta de nueva acompañante). Y una incipiente flor se asoma desde el aloe vera.
Y llegan las tardes, las tardes de esos días. Tardes pausadas, en las que el sol se pone muy, muy despacio, alargando por fin los días (sí, ¡por fin! ¡alargando!). Y por fin empiezas lo que has dejado aplazado: poner lavadoras, recoger ropa, cambiar sábanas mientras el sol cae. Incluso encuentras un momento para coger las agujas y tejer, tejer un proyecto que ya casi tenías medio olvidado. Y no te das cuenta y tienes las ventanas abiertas. Y no hace frío. De momento. Y va bajando el sol y ya las tienes que cerrar, te tienes que abrigar. Y sabes que esa noche, cuando salgas, tendrás que volver a llevar el abrigo.
Pero no importa.
No, no importa.
Porque has disfrutado de ese increíble día de buen tiempo de final del invierno, de su cielo azul, de su energía. Aunque no hayas hecho nada especial ni nada extraordinario. Aunque lo único que hayas hecho sea mirar al cielo, a ese cielo de azul increíble. Aunque apenas hayas sentido el roce del sol en tu piel. Pero sabes que está ahí. El sol, el buen tiempo, la vida.
Y poco a poco llega la noche. Esas noches frías de final del invierno que son más duras por el contraste con la claridad, la luz, la calidez y la energía del día. Pero no pasa nada, no, no pasa nada. Te abrigas, te tapas un poco, disfrutando de la energía de ese día de buen tiempo que te ha llenado de calidez la casa, las plantas, a ti misma e incluso, sí, incluso a tu corazón.
En las fotos, mis plantas, en un día de buen tiempo, al final del invierno.
jueves, 7 de marzo de 2013
Causeway Coastal Route
Hay una carretera costera, en Irlanda del Norte. Es una carretera que corre más o menos paralela al mar, aunque en ocasiones se bifurca hacia el interior, permitiéndote descubrir paisajes nuevos. Es una carretera que bordea pequeños pueblos y castillos abandonados. Es una carretera envuelta del verde de los campos, de los balidos de las ovejas, del azul del cielo (si es que está despejado), del gris oscuro del mar. Es una carretera que lleva a algunas de las atracciones turísticas de la zona, como un puente colgante o la Calzada del Gigante. Es una carretera que te lleva a sitios menos conocidos, como Torr Head, el punto más cercano entre Irlanda y Escocia. Es una carretera por la que te puedes perder durante dos días sin problema (incluso más), donde puedes improvisar dónde comer y dónde dormir, donde puedes decidir dónde parar, qué fotografiar y de qué paisaje disfrutar. Es una carretera para recorrer en coche, haciendo malabarismos para conducir por la izquierda, para disfrutarla en compañía, con música de fondo y alegre charla. Es una carretera que te hace sentir viva, que disfrutas en cada instante, que puedes acabarla en el punto que quieras y volver a tu punto inicial. Es una carretera para verla, para vivirla, para recorrerla, para conocerla. Es una carretera para no olvidar.
miércoles, 6 de marzo de 2013
Dientes
Me muerdo los dientes. Eso se llama bruxismo pero a mí el dentista me lo describió muy claramente: “te muerdes los dientes”. Conozco bastante gente que padece bruxismo. Yo no sabía que lo padecía hasta que me fui a hacer el otro día la revisión anual. Mi dentista parece que se enfada cuando lo voy a ver cada año más o menos. No porque tarde en ir sino porque, insinúa, no necesito ir. Esta vez hacía año y medio que no iba. Y fui porque me dolían dos dientes. En concreto, me dolían dos muelas, una de la parte de arriba y otra de la parte de abajo. Y otra vez se medio enfadó conmigo “tienes una dentadura perfecta [*]”, me dijo, “no hay ningún problema”. “Pero me duelen dos muelas”, le dijo. “Claro, es que te muerdes los dientes”.
Desde que me lo dijo me he dado cuenta de que sí, me muerdo los dientes. No sólo por la noche, que no lo sé. Durante el día, me muerdo los dientes. Estoy sentada, delante de la tele y me muerdo los dientes. Estoy leyendo y me muerdo los dientes. Estoy tumbada en el sofá y me muerdo los dientes. Ahora que soy consciente, intento evitarlo. Es algo nervioso, dice el médico. Sí, soy una persona nerviosa. Me he dado cuenta que me los muerdo sobre todo en momentos de relajación (contradictorio, ¿no?). Pues eso, leyendo, viendo la tele, tumbada descansado. Pero ahora intento no morderme los dientes. Y hay días que lo consigo, hay días que no me duelen. Otros, por algún motivo, estoy más nerviosa o preocupada de lo normal y me duelen, porque me los he mordido.
Dice el dentista que si me sigo dañando el esmalte me pondrá una férula de descarga. Lo que no me aclaró cuándo sería, si cuando vuelva el año que viene o cuando vaya a hacerme la limpieza. Ah, la limpieza. Tenía hora el lunes de la semana pasada, justo a la vuelta del viaje. Pero mi día libre se convirtió en día de trabajo, se me trastocaron los planes y me olvidé. ¡Me olvidé de ir a hacerme una limpieza bucal! Hoy, cuando he llamado para pedir perdón y volver a pedir hora, me he sentido tan tonta, que creo que susurraba al teléfono “Yo… es que… tenía hora para una limpieza y… ¡me olvidé!”. Qué patético, ¿no?
Total, que igual cualquier día me pongo a dormir con una cosa entre los dientes. No es nada del otro mundo y creo que será bueno para mi esmalte y malo para mi nueva afición de morderme los dientes. Y el lunes a las 5 de la tarde tengo que ir a hacerme una limpieza. Que alguien me lo recuerde, por favor.
La foto no tiene nada que ver con el post, pero he sido incapaz de pensar en una foto sobre este tema. Y de hacerla. La foto es una chorrada que me encanta.
[*] Mi dentadura no es perfecta, ni mucho menos. Tengo los dientes amarillos. Pero según mi dentista, eso sólo es un color. Igual que hay gente rubia y gente morena, hay gente con los dientes blancos y gente con los dientes amarillos. Yo los tengo amarillentos. Igual que hay gente que se tiñe el pelo, hay gente que se blanquea los dientes. Pero sólo es estética. Mi dentadura es perfecta, pero no porque sea bonita, sino porque no tiene caries y está sana.
Desde que me lo dijo me he dado cuenta de que sí, me muerdo los dientes. No sólo por la noche, que no lo sé. Durante el día, me muerdo los dientes. Estoy sentada, delante de la tele y me muerdo los dientes. Estoy leyendo y me muerdo los dientes. Estoy tumbada en el sofá y me muerdo los dientes. Ahora que soy consciente, intento evitarlo. Es algo nervioso, dice el médico. Sí, soy una persona nerviosa. Me he dado cuenta que me los muerdo sobre todo en momentos de relajación (contradictorio, ¿no?). Pues eso, leyendo, viendo la tele, tumbada descansado. Pero ahora intento no morderme los dientes. Y hay días que lo consigo, hay días que no me duelen. Otros, por algún motivo, estoy más nerviosa o preocupada de lo normal y me duelen, porque me los he mordido.
Dice el dentista que si me sigo dañando el esmalte me pondrá una férula de descarga. Lo que no me aclaró cuándo sería, si cuando vuelva el año que viene o cuando vaya a hacerme la limpieza. Ah, la limpieza. Tenía hora el lunes de la semana pasada, justo a la vuelta del viaje. Pero mi día libre se convirtió en día de trabajo, se me trastocaron los planes y me olvidé. ¡Me olvidé de ir a hacerme una limpieza bucal! Hoy, cuando he llamado para pedir perdón y volver a pedir hora, me he sentido tan tonta, que creo que susurraba al teléfono “Yo… es que… tenía hora para una limpieza y… ¡me olvidé!”. Qué patético, ¿no?
Total, que igual cualquier día me pongo a dormir con una cosa entre los dientes. No es nada del otro mundo y creo que será bueno para mi esmalte y malo para mi nueva afición de morderme los dientes. Y el lunes a las 5 de la tarde tengo que ir a hacerme una limpieza. Que alguien me lo recuerde, por favor.
La foto no tiene nada que ver con el post, pero he sido incapaz de pensar en una foto sobre este tema. Y de hacerla. La foto es una chorrada que me encanta.
[*] Mi dentadura no es perfecta, ni mucho menos. Tengo los dientes amarillos. Pero según mi dentista, eso sólo es un color. Igual que hay gente rubia y gente morena, hay gente con los dientes blancos y gente con los dientes amarillos. Yo los tengo amarillentos. Igual que hay gente que se tiñe el pelo, hay gente que se blanquea los dientes. Pero sólo es estética. Mi dentadura es perfecta, pero no porque sea bonita, sino porque no tiene caries y está sana.
martes, 5 de marzo de 2013
Glendalough
Glendalough es un valle en el condado de Wicklow, en el que se encuentra un monasterio medieval y dos lagos, por donde vale la pena darse un paseo. Un lugar para pasear, para perderse, para disfrutar. Un lugar agradable, incluso con pocos grados de temperatura. Un lugar que puede llegar a resultar familiar nada más verlo, pues en él se han rodado muchas películas (como se puede comprobar aquí). Las que más recordé yo fueron “Postdata: te quiero” y “Tenías que ser tú”. La primera me encanta, no me canso de verla. La segunda es una tontería que vi hace poco por la tele de casualidad, pero de la que reconocí unos cuantos escenarios. Y quiero volver a verlas, para ver si identifico esos lugares por los que paseé en un día frío del febrero irlandés.
Visitar los jardines de Powerscout fue algo cuanto menos involuntario. Pero bueno, no estuvo mal pasear entre sus árboles variados y por los inmensos jardines en los que también se han rodado muchas películas (como se puede ver aquí). Recuerdo el frío, mucho frío. Y el jardín japonés. Delicioso.
Fue un buen día. Cuanto menos, curioso.
Visitar los jardines de Powerscout fue algo cuanto menos involuntario. Pero bueno, no estuvo mal pasear entre sus árboles variados y por los inmensos jardines en los que también se han rodado muchas películas (como se puede ver aquí). Recuerdo el frío, mucho frío. Y el jardín japonés. Delicioso.
Fue un buen día. Cuanto menos, curioso.
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