martes, 10 de febrero de 2015

De Holter y superpoderes

Os voy a contar una historia.

Hace cosa de un mes, tuve un sueño curioso. Iba al cardiólogo de mis padres, a una consulta y me decía que tenía no sé qué problema de corazón. A consecuencia de ese problema, me prohibía hacer deporte. Yo, aún sin ser una deportista consumada precisamente, me lo tomaba bastante mal. “Pero al menos podré nadar, ¿no?”, le preguntaba, ilusa. “No, nadar no”, contestaba él. “¿Y bailar? Bailar sí que podré, ¿verdad?”. “No”, volvía a decir él, “tampoco bailar”. Me desperté del susto.

Al día siguiente, les conté entre risas el sueño a mis padres.

Un par de semanas después, en la revisión médica del trabajo, me encontraron la tensión un poco alta. Curioso, porque en la última la tuve baja (normal, a las once de la mañana en ayunas… yo a esas horas normalmente ya he comido dos veces). La doctora no le dio demasiada importancia, pero me recomendó que me lo mirara. No lo negaré, me agobié un poco. Más tarde, ese día, volví a tomarme la tensión en casa de mis padres (hipertensos ellos, tienen un aparatito de esos caseros para tomarte la tensión). Alta. Y más alta. Ya me agobié un poco más. Así que mi madre dijo las palabras terribles “Vete a ver a nuestro cardiólogo”.

Y allí estaba yo, días después, sentada delante del cardiólogo de mis padres, viviendo un sueño que había tenido hacía no tanto. Me tomó la tensión, la tenía alta y me dijo que me haría un Holster, una prueba que consiste en monitorear la tensión a cortos periodos durante 24 horas, y alguna prueba más.

“Pero, mientras lleve el Holter, puedo hacer vida normal, ¿no?”, pregunté, casi reviviendo mi sueño. “Sí, claro, vida normal.”, dijo él, “Hombre, no vayas al gimnasio porque luego no te podrás duchar”.

Glups.

Glups, glups.

Creo que estoy desarrollando el superpoder adivinatorio de mi madre.

Y no estoy segura de que me guste.

En la foto, mi amigo Holter, que aún me hará compañía unas cuantas horas más. Bah, de momento lo llevo bien. Y mi mente científica me obliga a mirar cada cuarto de hora lo que marca el aparatito. Y, oye, bien y tal. Creo yo. Que mi doctorado no es en medicina, así que no creo que pueda determinar si tengo o no hipertensión. Pero yo diría que no.

domingo, 8 de febrero de 2015

Va de películas

Tengo muchas cosas pendientes que contar por aquí. Por ejemplo, películas que he visto. Durante las Navidades (hace mil años, vamos), aprovechando que mi pedazo faringitis me dejó fuera de juego durante bastantes días, vi bastantes películas. Tantas, que he decidido incluir en esta entrada sólo las que vi antes de final de año. Ya haré otro día otra entrada con las primeras películas de 2015.

“Marido por sorpresa” de Griffin Dunne es una película protagonizada por Uma Thurman, Colin Firth y Jeffrey Dean Morgan (me gustan los dos mucho, mucho) que sé que he visto porque la tenía apuntaba, pero no recordaba cuál era. Eso no quiere decir que no me gustara, después de ver el tráiler la recuerdo… bastante. Ya ni sé si la vi estando bastante mala (bajo una interesante combinación de antibióticos-antiinflamatorios-analgésicos) o antes. Pero bueno. Uma Thurman es una doctora dedicada a arreglar la vida amorosa de los demás a través de un programa de radio, a punto de casarse con Colin Firth. Como consecuencia de sus consejos en la radio, la prometida de Jeffrey Dean Morgan cancela su propia boda y éste se venga de una manera bastante poco sutil: se convierte en el marido legal de Uma. Comedia romántica, divertida, graciosa pero de la que apenas recuerdo vagamente el final. Sé que me lo pasé bien. Y punto.

Algo parecido me pasó con “Serendipity” de Peter Chelsom, con John Cusack (otro que me cae genial) y Kate Beckinsale: no sé cuándo la vi. Juraría que estando también enferma, pero yo qué sé. Es la historia de dos desconocidos que se conocen por casualidad y se sienten atraídos el uno por el otro. Pero ambos tienen parejas así que deciden (bueno, lo decide ella, en realidad) apuntar sus números de teléfono en un billete y un libro, esperando que el futuro los vuelva a unir, si están destinados para ello. Otra comedia romántica maja, buena de ver y que pega mucho para una tarde tonta de invierno. Me gustó, aunque en algún momento me apetecía pegar a la Beckinsale.




Empecé a ver “Gru 2. Mi villano favorito” de Pierre Coffin y Chris Renaud en un avión, de camino a no sé dónde, pero la copia que tenía estaba en portugués y… bueno, mi portugués no es demasiado bueno. Luego finalmente la vi en un idioma que entiendo más y la disfruté tanto como la primera parte. Me encanta Gru, me encantan sus personajes y los minions son adorables. Tengo ganas de ver ya su película.


“El chico de tu vida” de Robert Luketic es de esas pelis que igual no debería confesar que he visto. Bueno, qué más da. Es lo que tienen las fiestas y las ganas de no moverte del sofá. Es la historia de una chica de la América profunda (digo yo), hiperenamorada del famoso de turno con el que gana una cita en un concurso montado para lavar su imagen. No sé, la peli me pareció bastante tonta, no me podía creer que fuera taaaan tonta, pero creo que en realidad se reía de sí misma y eso también tiene mérito. Y sale Ginnifer Goodwin como amiga de la protagonista y me cae muy bien.



“El imperio del fuego” de Rob Bowman es una película de machotes muy machotes, que debería llamarse “El reino del fuego”, traducción literal del título original, pero que yo creo que le pusieron lo de “imperio” porque salía Christian Bale (que ya era monísimo de niño, cuando protagonizó “El imperio del sol”). Además de Bale, sale Gerard Butler que me encanta tanto o más que Bale y Matthew McConaughey, que no me gusta demasiado, pero se lo perdono, porque los otros me encantan. Esta peli la vi a trozos: la pillé empezada en la tele, la puse para grabar, pero no se grabó el final, así que primero vi lo del medio, luego vi el principio y, por fin, el final. Pero aún así me lo pasé pipa. Tras el despertar a un dragón de su letargo por accidente, el planeta queda prácticamente invadido y destruido por estas criaturas. Bale lidera un pequeño grupo que intenta sobrevivir cerca de Londres, cuando aparece un grupo de yanquis, liderados por McConaughey, que asegura que puede liquidar dragones. Muy chula, visualmente muy atractiva y una de las pocas historias de ciencia-ficción que, tras un inicio chulo, no se desinflan como un globo.

Aún no había visto “V de Vendetta” de James McTeigue y me gustó mucho. Hubo un rato que pensé que no era para tanto pero sí, creo que es una peli que merece atención y que debe verse. Basada en una novela gráfica (cosa que se nota mucho en algunos momentos de la película), es una distopía protagonizada por un individuo enmascarado que quiere destruir el Parlamento de Londres. Manipulación, totalitarismo, revolución. La película toca todos esos puntos de manera muy atractiva, en un futuro totalitario en el que las libertades son pocas y el poder del pueblo es muy superior a lo que ni el propio pueblo ni sus gobernantes pudieran creer. Muy atractiva, tanto visualmente como por la historia. Y por sus actores, Natalie Portman es genial pero es que el elenco de actores que le acompaña es para quitarse el sombrero (Hugo Weaving, Stephen Rea, John Hurt, Stephen Fry, Rupert Graves –ay, qué perdido que lo tenía, con lo mono que es).

No sé qué decir de “Love Actually” de Richard Curtis. Me encanta y no me canso de verla. Esta vez la vi en una noche de insomnio provocada por un dolor insoportable de garganta. Cualquier cosa que pueda decir de esta película es buena. Y esta vez descubrí que el restaurante en la última secuencia de la historia entre Colin Firth y Lúcia Moniz está en el puerto de Marsella y que pasaba por delante de él cada día cuando estuve allí la última vez, en un congreso. Si lo llego a saber, entro a verlo.



Vi “Mi vida en ruinas” de Donald Petrie porque salía  Nia Vardalos, la protagonista de la estupenda “Mi gran boda griega”. No es, ni mucho menos, tan fresca y divertida como aquélla, pero bueno, recordad que estaba enferma. La protagonista es una guía en una agencia de viajes a la que no le gusta ni su trabajo, ni su vida, ni los terribles turistas que le tocan siempre. Pero en uno de esos viajes con turistas empieza a ver la vida de otra manera. Bah, no es nada del otro mundo, pero he descubierto a un griego guapísimo (no os creáis que es verdad que los griegos son todos guapísimos. Yo en cuatro meses en Creta sólo vi dos). El griego en cuestión es Alexis Georgoulis, que en la peli tiene un aire a George Correface, pero aún más guapo. Me lo pido.

“Noche de fin de año” de Garry Marshall es de esas películas que intentan imitar a “Love Actually” en lo de coger una fecha importante y meter un montón de famosos en unas cuantas historias que se cruzan entre sí. Y lo que en “Love Actually” funciona con la precisión de un reloj (y hasta con un toque de magia), en “Noche de fin de año” no funciona para nada (igual que en “El día de San Valentín”). A mí ver tanta gente buena en una cosa tan mala me pone de mal humor.


“Buscando a Nemo” de Lee Unkrich y Andrew Stanton es maravillosa, se mire por donde se mire. Y para una bióloga especializada en temas marinos es el paraíso. Adoro esta película, es otra de esas que no me canso de ver, tengo ganas de achuchar a Nemo todo el rato y me muero de ganas de ver la segunda parte. Si aún hay alguien en la faz de la Tierra que no la ha visto, no sé a qué espera.


“La terminal” de Steven Spielberg es como la mayoría de películas de Spielberg: en parte seria, en parte tierna, en parte dramática, en parte mágica y en parte romántica. Y hasta con algún punto tan tonto que sientes un poco de vergüenza ajena. A mí me gustan mucho y ésta me gustó. La guerra civil en el país de origen de Tom Hanks provoca la anulación de su pasaporte, lo que hace que quede atrapado en la terminal internacional de un aeropuerto de Nueva York. La película cuenta cómo se adapta a su nueva situación y las relaciones que establece con los habituales del aeropuerto, tanto trabajadores como una azafata interpretada por Catherine Zeta Jones. Genial Stanley Tucci, qué gran actor.

Y de momento es todo. Creo que he visto (casi) más películas en estos días de vacaciones y enfermedad que en todo el resto del año. Cosas que pasan.

miércoles, 4 de febrero de 2015

¡Feliz cumpleaños, Bich!

 Hoy Bichejo cumple 40 años.

 

Y la blogosfera se moviliza.


Íbamos a presentarnos todos en su casa,…


 … pero vivimos repartidos por varios lugares. Aún así, unos cuantos nos hemos propuesto demostrarle nuestro cariño simultáneamente.


Hemos afilado nuestros lápices para escribirle unas entradas bonitas...


… para felicitarle el cumpleaños todos juntos.


Hasta yo, que estoy por Roma, me he animado a prepararle algo para esta felicitación conjunta.


La intención es que, cuando lo vea, se quede así.


A ver si lo conseguimos.

¡¡Muchas felicidades, Bich!!


 Y, ya sabes…


Así, si eso te estresa...



martes, 3 de febrero de 2015

"Battle Royale" de Koushun Takami

El año pasado, en el primer Festival de Primavera, estaba en el puente con el capitán y otros científicos charlando. No sé cómo, salió el tema de “Los juegos del hambre”. Un compañero preguntó qué era y, cuando le empecé a contar la trama me dijo “Ah, ¡eso es Battle Royale!”. Yo le dije que no, que eso era “Los juegos del hambre” y él insistió que era la misma trama que una película japonesa que había visto hacía tiempo, “Battle Royale”. Buscándolo por internet (estábamos cerca de costa y nuestros móviles tenían cobertura) descubrimos que la susodicha película estaba basada en una novela del mismo nombre. En ese momento decidí que tenía que leerla.

No sé si, como dicen, la autora de “Los juegos del hambre” se inspiró en este libro para escribir su trilogía o, como afirma ella, no lo conocía de nada, pero lo cierto es que las tramas no pueden ser más parecidas. En un Japón con un gobierno totalitario, existe un programa que selecciona a una clase de 50 institutos de todo el país para participar en un programa. Los protagonistas del libro, son 42 estudiantes cuya clase es seleccionada y son enviados a una isla, donde les estregan un mapa, algo de comida y un arma a cada uno de ellos. El objetivo del programa es que se maten entre ellos y quede un único superviviente.

Las similitudes entre ambas historias son más que claras. También hay diferencias, claro que sí. A mí me ha costado mucho más leer esta historia que “Los juegos del hambre”. Ésta última, a pesar de la temática, es mucho más ligera, manejable, más para todos los públicos. “Battle Royale” es mucho más dura, sanguinaria, casi gore. He tardado mucho en leerme este libro. Me resultaba agotador tanta muerte y más muerte. Cuarenta y dos estudiantes matándose entre ellos. Hubo un momento que dejé el libro en barbecho y casi abandoné. Luego lo retomé y lo he conseguido acabar. Me alegro de haberlo hecho, la verdad. Al fin y al cabo, es un libro sobre el miedo a lo desconocido, sobre el miedo a perder lo que queremos y, también, claro, sobre la maldad que algunos de nosotros llevamos dentro. Es sorprendente la barbaridad de cosas que somos capaces de hacer cuando tenemos miedo, cuando nos sentimos atacados, cuando nuestra integridad se ve amenazada.

No sé si recomendaría este libro. Repito, no es un libro agradable, pero sí que me gusta cómo te hace pensar en la naturaleza de las personas, en lo que somos capaces. En lo bueno y en lo malo. No creo que vea la película que hay basada en él. Pero quién sabe.

viernes, 30 de enero de 2015

Cuarenta

Hoy mi hermana la gafapasta cumple 40 años.

Cuarenta.

Madre mía, qué vértigo.

¡Felicidades!

¡Si los 40 de hoy son los 30 de ayer, mujer!

Y, para celebrarlo, he decidido contaros 40 cosas de ellas que no sabéis.

O igual sí sabéis.

1. Nació un jueves. De cesárea.

2. No le debió hacer mucha ilusión que yo naciera, casi tres años después, porque cuando yo era un bebé, me retorcía el brazo hasta que lloraba.

3. De pequeña era muy rubita. Luego se le fue oscureciendo el pelo de manera natural, porque nunca se ha hecho nada en el pelo que implique un cambio de color. Tiene canas pero no quiere teñirse. “Ya me teñiré al cumplir los cuarenta”. Estoy expectante.

4. Una vez, estando en casa enferma, se dedicó a jugar a las peluqueras con mis muñecas. Les cortó tanto el pelo que me dejó traumatizada.

5. Es una acuario de libro. Vive en acuarilandia. Y le encanta.

6. De pequeña tenía los pies planos. La operaron de los dos.

7. Cuando vivíamos en casa de mis padres, siempre me quitaba los jerséis. Cuando se fue de casa, flipó al descubrir la poca ropa que tenía.

8. Le extirparon el apéndice siendo adolescente. Incluso antes de ir al médico, ella ya se autodiagnosticó.

9. Es cabezona, muy cabezona. Es reservada, muy reservada. Aunque con la edad lo segundo creo que le ha mejorado. Lo primero, no.

10. Siempre le ha gustado leer. Hemos compartido infinitos libros.

11. De jovencita iba mucho al cine, era una cinéfila de pro y compraba y devoraba la Fotogramas todos los meses. Ahora no va tanto, pero sigue comprando la revista casi cada mes.

12. Una vez, hace unos diez años, se quedó sin gasolina en mitad de la autopista cuando volvía a casa del trabajo con el coche que entonces compartíamos. Pudo salir y parar en un sitio que no molestaba y allí fuimos a rescatarla, mi padre y yo. Él con su coche, desde la otra punta de la isla. Yo con una furgoneta del trabajo y con 5 € en gasoil que compré por el camino. Y ella no hacía más que jurar que “a este coche le pasa algo. Y no es el gasoil”. Por mucho que yo le dijera que hacía una semana que iba en reserva, ella siguió intentando convencernos de que no. Si le preguntáis ahora, seguro que os dirá que no fue por culpa de la falta de gasoil. Aunque al ponérselo, empezó a funcionar sin problemas.

13. Lleva gafas desde que era una adolescente. Una vez las perdió en una excursión en las montañas.

14. Hace un par de meses, se compró un coche nuevo. Blanco.

15. Hace mogollón de años se fue a vivir a 40 Km de mí. Creo que aún no se lo he perdonado.

16. Cuando repartieron las capacidades cognitivas, se olvidaron de darle un poco de empatía.

17. Hace unos años, le hicieron una punción lumbar. Y ella tan pancha.

18. Va por la vida con una inyección de adrenalina en el bolso.

19. En una prueba médica en la que tenían que anestesiarla, todos los que salían antes que ella de la misma lo hacían en unas condiciones penosas. Ella salió riendo como una loca y diciendo “estoy colocadííííísima”. Cuando, minutos después, fuimos a hablar con su médico, ella ni le hacía caso y sólo le preocupaba una cosa “¿Puedo comer ya? Jo, es que tengo mucho hambre”.

20. El año pasado perdió 10 kilos. Este año quiere perder otros 10. Y, si se lo propone en serio, lo conseguirá.

21. Se ha vuelto una adicta al Energy Jump, una gimnasia sobre trampolines que es tan divertida como agotadora.

22. Tarda un millón de años en meterse en el agua en la playa. Aunque esté calentísima.
23. Nunca va a la playa sin sombrilla.

24. Quería estudiar Magisterio, pero la convencieron de que tenía capacidad de hacer una Licenciatura. Acabó haciendo Químicas, aunque no ejerce de ello.

25. Es muy buena en su trabajo.

26. Conoce a mucha gente, gracias a su trabajo. Y eso hace que le pasen cosas curiosas, como que la llamen “preciosa” desde un camión de la basura después de medianoche saliendo un día de mi casa.

27. Tiene un ojo de cada color.

28. Tiene un mapa de carreteras de la isla en su cabeza y, si quieres ir a un sitio, te organiza siempre la ruta más adecuada.

29. Le encanta el azul. Y el morado. Odia el rosa. Aunque últimamente acepta el fucsia.

30. Siempre ha soñado con ir a Italia. Llevamos dos años yendo en verano, siguiendo mis reuniones. En 2013 estuvimos en Milán y Venecia. En 2014 en Roma y Florencia. Flipó tanto viendo el Puente Viejo de Florencia que pensé que se iba a poner a llorar.

31. Le encantan los niños.

32. Odiaba el vino. No entendía que a la gente le gustara el vino. Un día, descubrió el vino. Y ahora se ha convertido en una sibarita del tema.

33. Hace una tortilla de patatas estupenda.

34. Odia el caldo en los cocidos de legumbres. No soporta el cocido de verduras que hace mi madre pero le pirran las mismas verduras cocidas como “sopas mallorquinas”.

35. Es muy indecisa. Y si se le presiona, aún más. Es capaz de bloquearse en un restaurante cuando todo el mundo ya ha pedido y posponer su decisión hasta límites que rozan lo absurdo.

36. Sabe caminar con zapatos altos. Para mí eso es un súperpoder.

37. La lana le pica.

38. No soporta los jerséis de cuello alto.

39. No se le dan demasiado bien las plantas. Una orquídea se le suicidó. Pero una planta de Navidad le duró más que a mí.

Y 40. Hoy cumple 40. Eso ya lo he dicho. Le podríamos haber organizado una gran fiesta, pero no nos hemos atrevido. Ya lo dije una vez: si algo no le gusta, te lo dice a la cara. Y no queríamos arriesgarnos a darle una fiesta de la que luego huyera despavorida. Así que dejamos que ella decidiera cómo celebrarlo, por si las moscas.

Pero eso ya es otra historia que, supongo, contará ella algún día.

En la foto, la homenajeada dando sus primeros pasos. No os fiéis de su cara de niña buena.

martes, 27 de enero de 2015

Una chaquetita

La gente de mi entorno se reproduce a un ritmo más rápido del que mis agujas pueden soportar. Así, sólo de vez en cuando (una vez al año), soy capaz de preparar un regalo para algún bebé que nace a mi alrededor con mis propias manos, bueno, con mis propias agujas.

Hace cosa de un año, me atreví con una mantita. Ahora, me he atrevido con una chaquetita (ah, esos diminutivos…). Y sí, he sido capaz de acabarla a tiempo para que el pequeño que será su dueño, que nació casi, casi a la vez que este 2015, pueda utilizarla en este invierno frío. No es perfecta, no es una gran obra maestra, pero estoy contenta de haberla acabado a tiempo y bastante orgullosa de haber sido capaz de tejerla.

La chaqueta es obra mía. Los botones, de la bolsa con mil botones que tiene mi madre en su casa. Ni idea de dónde han salido.



domingo, 25 de enero de 2015

De esto que... (V)

De esto que sales de comer de un restaurante que te gusta mucho, con la tripa llena y algunos remordimientos por haber tomado postre cuando mañana tienes la revisión médica del trabajo. Sopla viento norte fuerte, hace frío de nieve (las montañas siguen nevadas a pesar del día soleado de ayer) y te encoges dentro del abrigo intentando que el frío no se cuele en tus huesos. Y coges el coche y, tras conducir un par de calles por el pueblo en el que está el restaurante, expresas en voz alta lo que hace unos treinta segundos te preocupa “Este coche está haciendo un ruido muy raro”. Así que paras antes de salir del pueblo y, aunque no sabes qué mirar o buscar, echas un vistazo a lo que está a simple vista: las ruedas. Trasera izquierda: bien. Delantera izquierda: bien. Delantera derecha: ¡reventón!

Así que les comunicas a tus progenitores que van en el coche y cuyas edades suman 150 años que hay que cambiar una rueda. Tu padre te dice que él nunca ha cambiado una rueda en ese coche (que es el suyo y tiene casi 13 años) y tú sabes de mecánica tanto como de física cuántica. Pero os ponéis a ello. Hay un momento de crisis, en el que parece que no vais a poder aflojar los tornillos, pero cuando esa fase está superada, las cosas mejoran. Hasta entráis en una conversación absurda de “Igual se ha reventado cuando has aparcado tú”. “No, seguro que has sido tú cuando has desaparcado”. Y decidís que es mejor reír que entrar en la tontería del “has sido tú”, “no tú”.

Y ahí estás, sentada en una bolsa de rafia del Carrefour sobre la acera, con las piernas cuidadosamente cruzadas, porque claro, justo hoy has decidido ponerte vestidito, subiendo el coche con el gato y sueltas en voz alta “Pues menos mal que he comido postre”. Y las risas nos hacen olvidar las incomodidades y hasta el viento helado del norte. Porque ya te has quitado el abrigo (mi maravilloso abrigo rojo) y hasta el cuello de lana y ya ni tienes frío. Y miras tus manos, con los dedos negros como la noche y te sorprendes de que tu vestidito siga sin manchas.

Y en mitad del proceso suena el móvil de tu progenitor y resulta que es tu hermana la gafapasta, que obviamente se parte de risa cuando se entera de la situación y que tenía que pasar por tu casa a medirse el jersey que le estás tejiendo. Y así, con una mano en el neumático de repuesto y la otra en el móvil, le explicas cómo probarse lo que va a ser su jersey y cómo medirse para que decida la longitud de manga que desea. Tejer y cambiar neumáticos, qué extraña combinación.

Y, milagrosamente, en un rato, el coche vuelve a tener cuatro ruedas. Y aunque no estás muy segura de que sea seguro conducir un coche cuyos tornillos has apretado tú misma, conduces los 50 km de vuelta a casa recordándole entre risas a tu copilota que mire de vez en cuando si sale la rueda disparada, porque no te fías. Ni un pelo.

Así que ahora ya puedo poner un tic al lado de “cambiar un neumático” en el listado de cosas que debe saber hacer una mujer moderna.

Y tan feliz, oye.

En la foto, el coche, sin rueda.