Creo que, de las frases que he leído que intentan resumir 2020, la que más me gusta es: “2020, el año que jamás pudimos imaginar”. Porque creo que 2020 es fundamentalmente eso, algo que no nos hubiéramos creído si nuestro yo del presente volviera a la pasada Noc
hevieja a contar a nuestro yo de 2019 todo lo que iba a pasar. Va a ser imposible olvidar este año que pintaba tan bonito (oh, 2020, qué bien sonaba y qué bonito queda escrito) porque sí, esto pasará, pero este será siempre el año del coronavirus COVID-19, el año de la pandemia, el año del confinamiento. Como también se ha dicho, la guerra que nos ha tocado vivir a esta generación.
Se me ocurren un montón de cosas tristes, duras, difíciles y malas que han pasado este año y no todas relacionadas con la pandemia. Pero también se me ocurren un montón de cosas bonitas, curiosas, incluso impensables que han pasado y que también han marcado este año increíble. Yo, de 2020, lo esperaba todo y no, no lo tuve todo, no conseguí lo que buscaba, pero sí recibí otras cosas.
Este año ha sido, sin duda, una montaña rusa emocional, incluso antes de que en marzo nos confináramos y, me temo, que vamos a seguir durante una temporada. Pero este año también llegó el teletrabajo y, de momento, se está quedando, al menos parcialmente. Yo espero que sí, a mí me hace muy feliz. Hemos aprendido a hacer reuniones virtuales, así que lo de viajar por trabajo se ha visto reducido a la mínima expresión este año, solo dos viajes, en enero a Roma (te echo de menos) y en diciembre a Madrid. Sí, tal vez añore viajar, pero me ha encantado estar tanto en casa, ir adquiriendo rutinas, como lo de entrenar, ¡si hasta me he comprado una bicicleta estática que uso un montón! Aprendimos a disfrutar de muchas más cosas a través de internet, música, teatro, que sí, que he vuelto a un concierto y a una obra de teatro en vivo, pero poder disfrutar, yo qué sé, de una improvisación teatral de un grupo inglés en directo ayer mismo es algo que, hace un año, igual hubiera parecido absurdo. O imposible.
He recuperado mi balcón, o lo he vuelto a descubrir o he aprendido a disfrutar de ese pequeño espacio soleado en el que he vuelto a sembrar como hacía varios años que no hacía, en el que me he sentado al sol a leer o en el que he pasado noches de verano viendo series y disfrutando del sorprendente silencio del año más silencioso de nuestras vidas. Soy afortunada de tener ese rinconcito que aún ahora, en invierno, adoro con todas mis fuerzas.
Este año he escrito y leído como nunca. Me he apuntado por primera vez a un curso de escritura, bueno, a tres. Primero dos cortos y ahora uno largo que, en fin, quién sabe dónde me llevará, pero cuánto estoy aprendiendo y cuánto lo disfruto. Y he leído mucho y parte de culpa es de la sectCLUB de lectura. He jugado, que yo ya jugaba, pero no tanto, así que igual soy gamer, o qué sé yo.
He vuelto al mar, casi inesperadamente, qué sentimientos tan locos me provoca siempre estar en el mar. Y he pasado una semana a la orilla del mar, de manera increíble y maravillosa y bastante improvisada. Ah, el mar, siempre el mar. Nunca había pasado tanto tiempo sin verlo como en las semanas del confinamiento. Qué extraño fue pero qué tranquilidad saber que estaba ahí, a apenas un quilómetro de distancia.
Lo más increíble, lo más sorprendente de este 2020 ha sido la gente. En este año en el que hemos limitado tanto el contacto social, en el que estamos echando tanto de menos y necesitando tanto los abrazos, mantener el contacto a través de cualquier medio posible con la gente querida ha sido un alivio. Y los nuevos. Me resulta casi increíble pensar que ha sido en este año de distanciamiento social cuando más gente nueva he incorporado a mi vida. Vale, sí, fundamentalmente de manera virtual, pero los compañeros de los cursos de escritura, los del club de lectura, los quemaos de los juegos y hasta los vecinos desconocidos de enfrente que tanta compañía me han hecho, de manera totalmente involuntaria, durante tantos meses raros. Por no hablar, claro, de los que ya estaban de antes pero que se han convertido en aún más importantes en estos tiempos extraños. Madre mía, cuánta gente bonita me rodea, qué felicidad teneros, qué afortunada soy.
Lo he dicho antes, 2020 va a ser inolvidable, pero yo siempre quiero más, ya dije que lo quería todo, incluso crear mis propios recuerdos, así que esta mañana, me he hecho dos agujeros nuevos en las orejas. Cada uno lidia como puede con la crisis de 2020 y, aunque seguro que no nos olvidamos de este año, cuando vea esos agujeros sabré que acabé el año sonriendo.
Creo que 2021 va a ser un año duro, difícil y lleno de incertidumbre, pero de eso ya nos ocuparemos a partir de mañana.
En la foto, dos arcoíris, hace un par de semanas.