El año pasado, en el primer Festival de Primavera, estaba en el puente con el capitán y otros científicos charlando. No sé cómo, salió el tema de “Los juegos del hambre”. Un compañero preguntó qué era y, cuando le empecé a contar la trama me dijo “Ah, ¡eso es Battle Royale!”. Yo le dije que no, que eso era “Los juegos del hambre” y él insistió que era la misma trama que una película japonesa que había visto hacía tiempo, “Battle Royale”. Buscándolo por internet (estábamos cerca de costa y nuestros móviles tenían cobertura) descubrimos que la susodicha película estaba basada en una novela del mismo nombre. En ese momento decidí que tenía que leerla.
No sé si, como dicen, la autora de “Los juegos del hambre” se inspiró en este libro para escribir su trilogía o, como afirma ella, no lo conocía de nada, pero lo cierto es que las tramas no pueden ser más parecidas. En un Japón con un gobierno totalitario, existe un programa que selecciona a una clase de 50 institutos de todo el país para participar en un programa. Los protagonistas del libro, son 42 estudiantes cuya clase es seleccionada y son enviados a una isla, donde les estregan un mapa, algo de comida y un arma a cada uno de ellos. El objetivo del programa es que se maten entre ellos y quede un único superviviente.
Las similitudes entre ambas historias son más que claras. También hay diferencias, claro que sí. A mí me ha costado mucho más leer esta historia que “Los juegos del hambre”. Ésta última, a pesar de la temática, es mucho más ligera, manejable, más para todos los públicos. “Battle Royale” es mucho más dura, sanguinaria, casi gore. He tardado mucho en leerme este libro. Me resultaba agotador tanta muerte y más muerte. Cuarenta y dos estudiantes matándose entre ellos. Hubo un momento que dejé el libro en barbecho y casi abandoné. Luego lo retomé y lo he conseguido acabar. Me alegro de haberlo hecho, la verdad. Al fin y al cabo, es un libro sobre el miedo a lo desconocido, sobre el miedo a perder lo que queremos y, también, claro, sobre la maldad que algunos de nosotros llevamos dentro. Es sorprendente la barbaridad de cosas que somos capaces de hacer cuando tenemos miedo, cuando nos sentimos atacados, cuando nuestra integridad se ve amenazada.
No sé si recomendaría este libro. Repito, no es un libro agradable, pero sí que me gusta cómo te hace pensar en la naturaleza de las personas, en lo que somos capaces. En lo bueno y en lo malo. No creo que vea la película que hay basada en él. Pero quién sabe.
martes, 3 de febrero de 2015
viernes, 30 de enero de 2015
Cuarenta
Hoy mi hermana la gafapasta cumple 40 años.
Cuarenta.
Madre mía, qué vértigo.
¡Felicidades!
¡Si los 40 de hoy son los 30 de ayer, mujer!
Y, para celebrarlo, he decidido contaros 40 cosas de ellas que no sabéis.
O igual sí sabéis.
1. Nació un jueves. De cesárea.
2. No le debió hacer mucha ilusión que yo naciera, casi tres años después, porque cuando yo era un bebé, me retorcía el brazo hasta que lloraba.
3. De pequeña era muy rubita. Luego se le fue oscureciendo el pelo de manera natural, porque nunca se ha hecho nada en el pelo que implique un cambio de color. Tiene canas pero no quiere teñirse. “Ya me teñiré al cumplir los cuarenta”. Estoy expectante.
4. Una vez, estando en casa enferma, se dedicó a jugar a las peluqueras con mis muñecas. Les cortó tanto el pelo que me dejó traumatizada.
5. Es una acuario de libro. Vive en acuarilandia. Y le encanta.
6. De pequeña tenía los pies planos. La operaron de los dos.
7. Cuando vivíamos en casa de mis padres, siempre me quitaba los jerséis. Cuando se fue de casa, flipó al descubrir la poca ropa que tenía.
8. Le extirparon el apéndice siendo adolescente. Incluso antes de ir al médico, ella ya se autodiagnosticó.
9. Es cabezona, muy cabezona. Es reservada, muy reservada. Aunque con la edad lo segundo creo que le ha mejorado. Lo primero, no.
10. Siempre le ha gustado leer. Hemos compartido infinitos libros.
11. De jovencita iba mucho al cine, era una cinéfila de pro y compraba y devoraba la Fotogramas todos los meses. Ahora no va tanto, pero sigue comprando la revista casi cada mes.
12. Una vez, hace unos diez años, se quedó sin gasolina en mitad de la autopista cuando volvía a casa del trabajo con el coche que entonces compartíamos. Pudo salir y parar en un sitio que no molestaba y allí fuimos a rescatarla, mi padre y yo. Él con su coche, desde la otra punta de la isla. Yo con una furgoneta del trabajo y con 5 € en gasoil que compré por el camino. Y ella no hacía más que jurar que “a este coche le pasa algo. Y no es el gasoil”. Por mucho que yo le dijera que hacía una semana que iba en reserva, ella siguió intentando convencernos de que no. Si le preguntáis ahora, seguro que os dirá que no fue por culpa de la falta de gasoil. Aunque al ponérselo, empezó a funcionar sin problemas.
13. Lleva gafas desde que era una adolescente. Una vez las perdió en una excursión en las montañas.
14. Hace un par de meses, se compró un coche nuevo. Blanco.
15. Hace mogollón de años se fue a vivir a 40 Km de mí. Creo que aún no se lo he perdonado.
16. Cuando repartieron las capacidades cognitivas, se olvidaron de darle un poco de empatía.
17. Hace unos años, le hicieron una punción lumbar. Y ella tan pancha.
18. Va por la vida con una inyección de adrenalina en el bolso.
19. En una prueba médica en la que tenían que anestesiarla, todos los que salían antes que ella de la misma lo hacían en unas condiciones penosas. Ella salió riendo como una loca y diciendo “estoy colocadííííísima”. Cuando, minutos después, fuimos a hablar con su médico, ella ni le hacía caso y sólo le preocupaba una cosa “¿Puedo comer ya? Jo, es que tengo mucho hambre”.
20. El año pasado perdió 10 kilos. Este año quiere perder otros 10. Y, si se lo propone en serio, lo conseguirá.
21. Se ha vuelto una adicta al Energy Jump, una gimnasia sobre trampolines que es tan divertida como agotadora.
22. Tarda un millón de años en meterse en el agua en la playa. Aunque esté calentísima.
23. Nunca va a la playa sin sombrilla.
24. Quería estudiar Magisterio, pero la convencieron de que tenía capacidad de hacer una Licenciatura. Acabó haciendo Químicas, aunque no ejerce de ello.
25. Es muy buena en su trabajo.
26. Conoce a mucha gente, gracias a su trabajo. Y eso hace que le pasen cosas curiosas, como que la llamen “preciosa” desde un camión de la basura después de medianoche saliendo un día de mi casa.
27. Tiene un ojo de cada color.
28. Tiene un mapa de carreteras de la isla en su cabeza y, si quieres ir a un sitio, te organiza siempre la ruta más adecuada.
29. Le encanta el azul. Y el morado. Odia el rosa. Aunque últimamente acepta el fucsia.
30. Siempre ha soñado con ir a Italia. Llevamos dos años yendo en verano, siguiendo mis reuniones. En 2013 estuvimos en Milán y Venecia. En 2014 en Roma y Florencia. Flipó tanto viendo el Puente Viejo de Florencia que pensé que se iba a poner a llorar.
31. Le encantan los niños.
32. Odiaba el vino. No entendía que a la gente le gustara el vino. Un día, descubrió el vino. Y ahora se ha convertido en una sibarita del tema.
33. Hace una tortilla de patatas estupenda.
34. Odia el caldo en los cocidos de legumbres. No soporta el cocido de verduras que hace mi madre pero le pirran las mismas verduras cocidas como “sopas mallorquinas”.
35. Es muy indecisa. Y si se le presiona, aún más. Es capaz de bloquearse en un restaurante cuando todo el mundo ya ha pedido y posponer su decisión hasta límites que rozan lo absurdo.
36. Sabe caminar con zapatos altos. Para mí eso es un súperpoder.
37. La lana le pica.
38. No soporta los jerséis de cuello alto.
39. No se le dan demasiado bien las plantas. Una orquídea se le suicidó. Pero una planta de Navidad le duró más que a mí.
Y 40. Hoy cumple 40. Eso ya lo he dicho. Le podríamos haber organizado una gran fiesta, pero no nos hemos atrevido. Ya lo dije una vez: si algo no le gusta, te lo dice a la cara. Y no queríamos arriesgarnos a darle una fiesta de la que luego huyera despavorida. Así que dejamos que ella decidiera cómo celebrarlo, por si las moscas.
Pero eso ya es otra historia que, supongo, contará ella algún día.
En la foto, la homenajeada dando sus primeros pasos. No os fiéis de su cara de niña buena.
Cuarenta.
Madre mía, qué vértigo.
¡Felicidades!
¡Si los 40 de hoy son los 30 de ayer, mujer!
Y, para celebrarlo, he decidido contaros 40 cosas de ellas que no sabéis.
O igual sí sabéis.
1. Nació un jueves. De cesárea.
2. No le debió hacer mucha ilusión que yo naciera, casi tres años después, porque cuando yo era un bebé, me retorcía el brazo hasta que lloraba.
3. De pequeña era muy rubita. Luego se le fue oscureciendo el pelo de manera natural, porque nunca se ha hecho nada en el pelo que implique un cambio de color. Tiene canas pero no quiere teñirse. “Ya me teñiré al cumplir los cuarenta”. Estoy expectante.
4. Una vez, estando en casa enferma, se dedicó a jugar a las peluqueras con mis muñecas. Les cortó tanto el pelo que me dejó traumatizada.
5. Es una acuario de libro. Vive en acuarilandia. Y le encanta.
6. De pequeña tenía los pies planos. La operaron de los dos.
7. Cuando vivíamos en casa de mis padres, siempre me quitaba los jerséis. Cuando se fue de casa, flipó al descubrir la poca ropa que tenía.
8. Le extirparon el apéndice siendo adolescente. Incluso antes de ir al médico, ella ya se autodiagnosticó.
9. Es cabezona, muy cabezona. Es reservada, muy reservada. Aunque con la edad lo segundo creo que le ha mejorado. Lo primero, no.
10. Siempre le ha gustado leer. Hemos compartido infinitos libros.
11. De jovencita iba mucho al cine, era una cinéfila de pro y compraba y devoraba la Fotogramas todos los meses. Ahora no va tanto, pero sigue comprando la revista casi cada mes.
12. Una vez, hace unos diez años, se quedó sin gasolina en mitad de la autopista cuando volvía a casa del trabajo con el coche que entonces compartíamos. Pudo salir y parar en un sitio que no molestaba y allí fuimos a rescatarla, mi padre y yo. Él con su coche, desde la otra punta de la isla. Yo con una furgoneta del trabajo y con 5 € en gasoil que compré por el camino. Y ella no hacía más que jurar que “a este coche le pasa algo. Y no es el gasoil”. Por mucho que yo le dijera que hacía una semana que iba en reserva, ella siguió intentando convencernos de que no. Si le preguntáis ahora, seguro que os dirá que no fue por culpa de la falta de gasoil. Aunque al ponérselo, empezó a funcionar sin problemas.
13. Lleva gafas desde que era una adolescente. Una vez las perdió en una excursión en las montañas.
14. Hace un par de meses, se compró un coche nuevo. Blanco.
15. Hace mogollón de años se fue a vivir a 40 Km de mí. Creo que aún no se lo he perdonado.
16. Cuando repartieron las capacidades cognitivas, se olvidaron de darle un poco de empatía.
17. Hace unos años, le hicieron una punción lumbar. Y ella tan pancha.
18. Va por la vida con una inyección de adrenalina en el bolso.
19. En una prueba médica en la que tenían que anestesiarla, todos los que salían antes que ella de la misma lo hacían en unas condiciones penosas. Ella salió riendo como una loca y diciendo “estoy colocadííííísima”. Cuando, minutos después, fuimos a hablar con su médico, ella ni le hacía caso y sólo le preocupaba una cosa “¿Puedo comer ya? Jo, es que tengo mucho hambre”.
20. El año pasado perdió 10 kilos. Este año quiere perder otros 10. Y, si se lo propone en serio, lo conseguirá.
21. Se ha vuelto una adicta al Energy Jump, una gimnasia sobre trampolines que es tan divertida como agotadora.
22. Tarda un millón de años en meterse en el agua en la playa. Aunque esté calentísima.
23. Nunca va a la playa sin sombrilla.
24. Quería estudiar Magisterio, pero la convencieron de que tenía capacidad de hacer una Licenciatura. Acabó haciendo Químicas, aunque no ejerce de ello.
25. Es muy buena en su trabajo.
26. Conoce a mucha gente, gracias a su trabajo. Y eso hace que le pasen cosas curiosas, como que la llamen “preciosa” desde un camión de la basura después de medianoche saliendo un día de mi casa.
27. Tiene un ojo de cada color.
28. Tiene un mapa de carreteras de la isla en su cabeza y, si quieres ir a un sitio, te organiza siempre la ruta más adecuada.
29. Le encanta el azul. Y el morado. Odia el rosa. Aunque últimamente acepta el fucsia.
30. Siempre ha soñado con ir a Italia. Llevamos dos años yendo en verano, siguiendo mis reuniones. En 2013 estuvimos en Milán y Venecia. En 2014 en Roma y Florencia. Flipó tanto viendo el Puente Viejo de Florencia que pensé que se iba a poner a llorar.
31. Le encantan los niños.
32. Odiaba el vino. No entendía que a la gente le gustara el vino. Un día, descubrió el vino. Y ahora se ha convertido en una sibarita del tema.
33. Hace una tortilla de patatas estupenda.
34. Odia el caldo en los cocidos de legumbres. No soporta el cocido de verduras que hace mi madre pero le pirran las mismas verduras cocidas como “sopas mallorquinas”.
35. Es muy indecisa. Y si se le presiona, aún más. Es capaz de bloquearse en un restaurante cuando todo el mundo ya ha pedido y posponer su decisión hasta límites que rozan lo absurdo.
36. Sabe caminar con zapatos altos. Para mí eso es un súperpoder.
37. La lana le pica.
38. No soporta los jerséis de cuello alto.
39. No se le dan demasiado bien las plantas. Una orquídea se le suicidó. Pero una planta de Navidad le duró más que a mí.
Y 40. Hoy cumple 40. Eso ya lo he dicho. Le podríamos haber organizado una gran fiesta, pero no nos hemos atrevido. Ya lo dije una vez: si algo no le gusta, te lo dice a la cara. Y no queríamos arriesgarnos a darle una fiesta de la que luego huyera despavorida. Así que dejamos que ella decidiera cómo celebrarlo, por si las moscas.
Pero eso ya es otra historia que, supongo, contará ella algún día.
En la foto, la homenajeada dando sus primeros pasos. No os fiéis de su cara de niña buena.
martes, 27 de enero de 2015
Una chaquetita
La gente de mi entorno se reproduce a un ritmo más rápido del que mis agujas pueden soportar. Así, sólo de vez en cuando (una vez al año), soy capaz de preparar un regalo para algún bebé que nace a mi alrededor con mis propias manos, bueno, con mis propias agujas.
Hace cosa de un año, me atreví con una mantita. Ahora, me he atrevido con una chaquetita (ah, esos diminutivos…). Y sí, he sido capaz de acabarla a tiempo para que el pequeño que será su dueño, que nació casi, casi a la vez que este 2015, pueda utilizarla en este invierno frío. No es perfecta, no es una gran obra maestra, pero estoy contenta de haberla acabado a tiempo y bastante orgullosa de haber sido capaz de tejerla.
La chaqueta es obra mía. Los botones, de la bolsa con mil botones que tiene mi madre en su casa. Ni idea de dónde han salido.
Hace cosa de un año, me atreví con una mantita. Ahora, me he atrevido con una chaquetita (ah, esos diminutivos…). Y sí, he sido capaz de acabarla a tiempo para que el pequeño que será su dueño, que nació casi, casi a la vez que este 2015, pueda utilizarla en este invierno frío. No es perfecta, no es una gran obra maestra, pero estoy contenta de haberla acabado a tiempo y bastante orgullosa de haber sido capaz de tejerla.
La chaqueta es obra mía. Los botones, de la bolsa con mil botones que tiene mi madre en su casa. Ni idea de dónde han salido.
domingo, 25 de enero de 2015
De esto que... (V)
De esto que sales de comer de un restaurante que te gusta mucho, con la tripa llena y algunos remordimientos por haber tomado postre cuando mañana tienes la revisión médica del trabajo. Sopla viento norte fuerte, hace frío de nieve (las montañas siguen nevadas a pesar del día soleado de ayer) y te encoges dentro del abrigo intentando que el frío no se cuele en tus huesos. Y coges el coche y, tras conducir un par de calles por el pueblo en el que está el restaurante, expresas en voz alta lo que hace unos treinta segundos te preocupa “Este coche está haciendo un ruido muy raro”. Así que paras antes de salir del pueblo y, aunque no sabes qué mirar o buscar, echas un vistazo a lo que está a simple vista: las ruedas. Trasera izquierda: bien. Delantera izquierda: bien. Delantera derecha: ¡reventón!
Así que les comunicas a tus progenitores que van en el coche y cuyas edades suman 150 años que hay que cambiar una rueda. Tu padre te dice que él nunca ha cambiado una rueda en ese coche (que es el suyo y tiene casi 13 años) y tú sabes de mecánica tanto como de física cuántica. Pero os ponéis a ello. Hay un momento de crisis, en el que parece que no vais a poder aflojar los tornillos, pero cuando esa fase está superada, las cosas mejoran. Hasta entráis en una conversación absurda de “Igual se ha reventado cuando has aparcado tú”. “No, seguro que has sido tú cuando has desaparcado”. Y decidís que es mejor reír que entrar en la tontería del “has sido tú”, “no tú”.
Y ahí estás, sentada en una bolsa de rafia del Carrefour sobre la acera, con las piernas cuidadosamente cruzadas, porque claro, justo hoy has decidido ponerte vestidito, subiendo el coche con el gato y sueltas en voz alta “Pues menos mal que he comido postre”. Y las risas nos hacen olvidar las incomodidades y hasta el viento helado del norte. Porque ya te has quitado el abrigo (mi maravilloso abrigo rojo) y hasta el cuello de lana y ya ni tienes frío. Y miras tus manos, con los dedos negros como la noche y te sorprendes de que tu vestidito siga sin manchas.
Y en mitad del proceso suena el móvil de tu progenitor y resulta que es tu hermana la gafapasta, que obviamente se parte de risa cuando se entera de la situación y que tenía que pasar por tu casa a medirse el jersey que le estás tejiendo. Y así, con una mano en el neumático de repuesto y la otra en el móvil, le explicas cómo probarse lo que va a ser su jersey y cómo medirse para que decida la longitud de manga que desea. Tejer y cambiar neumáticos, qué extraña combinación.
Y, milagrosamente, en un rato, el coche vuelve a tener cuatro ruedas. Y aunque no estás muy segura de que sea seguro conducir un coche cuyos tornillos has apretado tú misma, conduces los 50 km de vuelta a casa recordándole entre risas a tu copilota que mire de vez en cuando si sale la rueda disparada, porque no te fías. Ni un pelo.
Así que ahora ya puedo poner un tic al lado de “cambiar un neumático” en el listado de cosas que debe saber hacer una mujer moderna.
Y tan feliz, oye.
En la foto, el coche, sin rueda.
Así que les comunicas a tus progenitores que van en el coche y cuyas edades suman 150 años que hay que cambiar una rueda. Tu padre te dice que él nunca ha cambiado una rueda en ese coche (que es el suyo y tiene casi 13 años) y tú sabes de mecánica tanto como de física cuántica. Pero os ponéis a ello. Hay un momento de crisis, en el que parece que no vais a poder aflojar los tornillos, pero cuando esa fase está superada, las cosas mejoran. Hasta entráis en una conversación absurda de “Igual se ha reventado cuando has aparcado tú”. “No, seguro que has sido tú cuando has desaparcado”. Y decidís que es mejor reír que entrar en la tontería del “has sido tú”, “no tú”.
Y ahí estás, sentada en una bolsa de rafia del Carrefour sobre la acera, con las piernas cuidadosamente cruzadas, porque claro, justo hoy has decidido ponerte vestidito, subiendo el coche con el gato y sueltas en voz alta “Pues menos mal que he comido postre”. Y las risas nos hacen olvidar las incomodidades y hasta el viento helado del norte. Porque ya te has quitado el abrigo (mi maravilloso abrigo rojo) y hasta el cuello de lana y ya ni tienes frío. Y miras tus manos, con los dedos negros como la noche y te sorprendes de que tu vestidito siga sin manchas.
Y en mitad del proceso suena el móvil de tu progenitor y resulta que es tu hermana la gafapasta, que obviamente se parte de risa cuando se entera de la situación y que tenía que pasar por tu casa a medirse el jersey que le estás tejiendo. Y así, con una mano en el neumático de repuesto y la otra en el móvil, le explicas cómo probarse lo que va a ser su jersey y cómo medirse para que decida la longitud de manga que desea. Tejer y cambiar neumáticos, qué extraña combinación.
Y, milagrosamente, en un rato, el coche vuelve a tener cuatro ruedas. Y aunque no estás muy segura de que sea seguro conducir un coche cuyos tornillos has apretado tú misma, conduces los 50 km de vuelta a casa recordándole entre risas a tu copilota que mire de vez en cuando si sale la rueda disparada, porque no te fías. Ni un pelo.
Así que ahora ya puedo poner un tic al lado de “cambiar un neumático” en el listado de cosas que debe saber hacer una mujer moderna.
Y tan feliz, oye.
En la foto, el coche, sin rueda.
miércoles, 21 de enero de 2015
Decoración navideña
Seguro que os habéis preguntando alguna vez cuándo es el momento adecuado de quitar la decoración navideña, el árbol y el belén. En la plaza de San Pedro, en el Vaticano, a 21 de Enero sigue brillando el árbol y sonando música alrededor de su belén de figuras de tamaño real.
Así que si aún tenéis en casa toda la parafernalia navideña, no os preocupéis: en casa del mandamás en esto del catolicismo, aún no han subido los adornos al altillo del armario.
Y él de esto de las Navidades sabe un rato. Digo yo.
La foto es de hace un par de horas. Necesito un trípode.
Así que si aún tenéis en casa toda la parafernalia navideña, no os preocupéis: en casa del mandamás en esto del catolicismo, aún no han subido los adornos al altillo del armario.
Y él de esto de las Navidades sabe un rato. Digo yo.
La foto es de hace un par de horas. Necesito un trípode.
lunes, 19 de enero de 2015
Víspera
Hoy es la víspera del patrón de mi ciudad, San Sebastián. Hoy las plazas de mi ciudad se llenan de fuego, de música, de gente, de fiesta. Hasta de luces de Navidad. Son unos días mágicos, estos de mitad de enero, con toda la isla celebrando algún que otro santo, San Honorato, San Antonio, San Sebastián.
Hoy es noche de salir a la calle y pasear, de encontrarte con conocidos, de criticar los grupos de música de este año (nunca, nunca, nunca he oído a nadie totalmente satisfecho de los mismos), de refugiarte de la lluvia porque sí, muy a menudo, más de lo que quisiéramos, llueve el día de la revetlla.
Hoy es una noche muy chula en mi ciudad. Cada año es diferente, cada año es especial por algo, aunque sea sólo porque no pase nada especial y cada año, en cuanto acaba, quieres que pase ya el año entero para volver a ver las calles llenas de gente, las plazas iluminadas por el fuego y con banda sonora en directo.
Hoy, aunque llueva, la ciudad vive y respira de una manera que no lo hace el resto del año.
La noche más sonada del año, dicen por ahí.
Y yo, en Roma.
La foto es de anoche, en esta ciudad maravillosa. Que sí, que lo es, pero hoy tengo el corazón un poco partido.
Hoy es noche de salir a la calle y pasear, de encontrarte con conocidos, de criticar los grupos de música de este año (nunca, nunca, nunca he oído a nadie totalmente satisfecho de los mismos), de refugiarte de la lluvia porque sí, muy a menudo, más de lo que quisiéramos, llueve el día de la revetlla.
Hoy es una noche muy chula en mi ciudad. Cada año es diferente, cada año es especial por algo, aunque sea sólo porque no pase nada especial y cada año, en cuanto acaba, quieres que pase ya el año entero para volver a ver las calles llenas de gente, las plazas iluminadas por el fuego y con banda sonora en directo.
Hoy, aunque llueva, la ciudad vive y respira de una manera que no lo hace el resto del año.
La noche más sonada del año, dicen por ahí.
Y yo, en Roma.
La foto es de anoche, en esta ciudad maravillosa. Que sí, que lo es, pero hoy tengo el corazón un poco partido.
jueves, 15 de enero de 2015
Ronaldo
Le digo hoy a mi madre, con la que me suelo poner al día de la actualidad de la prensa rosa:
- ¡Mamá! ¡Ronaldo y su novia la modelo se han separado! ¡No me lo habías dicho!
- ¿No lo sabías? Pues sí, parece que se han separado. A mí eso siempre me ha parecido un montaje. ¿Te gusta Ronaldo para ti?
- ¿Para mí? ¡Jajaja! No soy ni lo suficientemente delgada ni lo suficientemente tonta. Además, – miro a mi padre, que es del Barcelona – papá, ¿qué te parecería que te trajera a Ronaldo como yerno?
- Ronaldo no vendría nunca aquí.
- ¿Por qué? ¿Insinúas que soy incapaz de ligarme a alguien como Ronaldo?
- Sí.
- Eeeeeh… ¿No me crees capaz de tener un novio como Ronaldo?
- No.
A veces molaría que tu familia no fuera tan sincera.
Y eso que no me gusta nada Ronaldo.
- ¡Mamá! ¡Ronaldo y su novia la modelo se han separado! ¡No me lo habías dicho!
- ¿No lo sabías? Pues sí, parece que se han separado. A mí eso siempre me ha parecido un montaje. ¿Te gusta Ronaldo para ti?
- ¿Para mí? ¡Jajaja! No soy ni lo suficientemente delgada ni lo suficientemente tonta. Además, – miro a mi padre, que es del Barcelona – papá, ¿qué te parecería que te trajera a Ronaldo como yerno?
- Ronaldo no vendría nunca aquí.
- ¿Por qué? ¿Insinúas que soy incapaz de ligarme a alguien como Ronaldo?
- Sí.
- Eeeeeh… ¿No me crees capaz de tener un novio como Ronaldo?
- No.
A veces molaría que tu familia no fuera tan sincera.
Y eso que no me gusta nada Ronaldo.
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