Hace un par de años, mi hermana gafapasta me trajo de un viaje a Suiza una tableta de chocolate. Hasta ahí nada extraño: me gusta el chocolate, mucho. Y el chocolate suizo es muy famoso. Así que no hay que ser muy listo para entender que acertó de pleno.
Era una tableta pequeña, no de esas gigantescas que venden en los aeropuertos. No sé dónde la compró y creo que ella tampoco lo recuerda. Pero era un chocolate curioso: con una pizca de sal.
Es uno de los chocolates más ricos, fascinantes e interesantes que he probado en mi vida.
Desde entonces, no paro de buscarlo. Pero no lo encuentro. Por tiendas normales, por tiendas especializadas. Nada. Mi hermana volvió a Suiza, con el encargo de traer muchas, muchas tabletas de chocolate con sal. Nada. Se lo preguntamos a su amiga que vive allí, a ver si lo conocía o sabía dónde encontrarlo. Nada. Yo misma, cuando viajo a cualquier aeropuerto, recorro sus estanterías de chocolates (se podría escribir una tesis sobre la globalización desde el punto de vista de la disponibilidad de chocolates en los aeropuerto) en busca del milagro. Nada.
De aquel delicioso chocolate con sal sólo me queda la caja recortada que lo recubría, que ocupa un lugar destacado en mi corcho, entre dos postales de Alfons Mucha que compré en Praga y una de Gustav Klimt que compré en Viena, encima de una etiqueta de ropa que habla de “Limpiar con cariño”) y de un post-it con mis medicamentos para la alergia a la primavera.
Tenía pensado publicar este post haciendo un llamamiento a la sociedad. Algo así como “Si alguien lo ve en algún sitio, que me lo diga. Se recompensará”.
Pero el otro día ocurrió algo sorprendente. Estaba comprando en un hipermercado que tengo cerca del trabajo, cuando revisando los chocolates (siempre lo hago, ¡siempre lo hago! Especialmente si están reorganizando el establecimiento, lo que suele implicar la aparición de nuevos productos, como es el caso), encontré esto:
Guau. Guau, guau.
Así que compré uno. No lo he probado aún. No creo que sea igual que el primero que probé (porque además del punto de sal, llevaba leche y caramelo), pero tengo esperanzas, sí, alguna esperanza de que sea sabroso, delicioso y sorprendente. Si es así, saldré corriendo al hiper para hacerme con una buena cantidad de reservas. Porque estas cosas extrañas, sorprendentes e innovadoras, no suelen sobrevivir a los caprichos de los consumidores.
O a veces sí.
sábado, 24 de noviembre de 2012
"Mecanoscrito del segundo origen" de Manuel de Pedrolo
Éste es uno de esos libros que comenté cuando hablé de mi lector de libros electrónicos que encuentras fácilmente en la red cuando ya has dejado de buscarlo en papel. Es un libro de esos que llaman “literatura juvenil”. Me gustan mucho eso que se llama literatura juvenil, aunque no tengo muy claro que sea necesario etiquetarlos así.
A lo largo de algunos años, distintas personas a mi alrededor han leído este libro y me han hablado bien, regular o incluso mal de él. Alguien de mi entorno, siendo adolescente, lo leyó como lectura obligatoria de clase de catalán, me lo comentó y sentí curiosidad. Pero entonces no lo llegué a leer. Hace pocos años, la chica que estaba en recepción por las tardes en mi trabajo lo estaba leyendo y prometió dejármelo cuando lo acabara. Tampoco esta vez lo leí, ni siquiera me lo llegó a dejar, ni recuerdo por qué. A los pocos días de tener mi lector rojo, lo recordé, no sé muy bien por qué y decidí buscarlo por la red. Y lo encontré.
Es un libro clásico de la “literatura juvenil” catalana. Yo intenté encontrar la versión original, pero sólo conseguí la traducida al castellano. Ya me va bien. El libro narra la destrucción casi absoluta de la tierra en un tiempo indeterminado, debido al ataque coordinado de naves extraterrestre y la lucha por la vida y la supervivencia de dos niños: Alba y Dídac.
No me ha decepcionado nada. Me encanta la ciencia ficción y creo que este libro abarca muchos aspectos que nos entusiasman a los lectores en general, a los de la ciencia ficción en concreto y a los que nos planteamos cosas especialmente. ¿Qué pasaría si fuéramos de los pocos habitantes de la tierra después de un cataclismo? ¿Cómo lo superaríamos? ¿Cómo viviríamos? La descripción clara, sobria y seria de los paisajes, de los hechos, del día a día de estos niños que se encuentran de la noche a la mañana en un mundo totalmente devastado me ha hecho pensar en cómo ha debido ser tantas y tantas veces la supervivencia de aquellos que luchan tras una catástrofe de cualquier tipo, una guerra, un gran terremoto, cualquier catástrofe natural o provocada por el nombre que hace que, de la noche a la mañana, tu vida se ponga patas arriba y se vean obligados a poner en duda todo aquello que conocían y que creían definitivo.
Una historia muy recomendable de leer. Para pre-adolescentes, adolescentes, post-adolescentes y todos los que sufren la adolescencia cíclica. O sea, para todo el mundo.
En la foto, una portada cualquiera. La versión electrónica que yo tengo venía sin portada. Qué pena.
A lo largo de algunos años, distintas personas a mi alrededor han leído este libro y me han hablado bien, regular o incluso mal de él. Alguien de mi entorno, siendo adolescente, lo leyó como lectura obligatoria de clase de catalán, me lo comentó y sentí curiosidad. Pero entonces no lo llegué a leer. Hace pocos años, la chica que estaba en recepción por las tardes en mi trabajo lo estaba leyendo y prometió dejármelo cuando lo acabara. Tampoco esta vez lo leí, ni siquiera me lo llegó a dejar, ni recuerdo por qué. A los pocos días de tener mi lector rojo, lo recordé, no sé muy bien por qué y decidí buscarlo por la red. Y lo encontré.
Es un libro clásico de la “literatura juvenil” catalana. Yo intenté encontrar la versión original, pero sólo conseguí la traducida al castellano. Ya me va bien. El libro narra la destrucción casi absoluta de la tierra en un tiempo indeterminado, debido al ataque coordinado de naves extraterrestre y la lucha por la vida y la supervivencia de dos niños: Alba y Dídac.
No me ha decepcionado nada. Me encanta la ciencia ficción y creo que este libro abarca muchos aspectos que nos entusiasman a los lectores en general, a los de la ciencia ficción en concreto y a los que nos planteamos cosas especialmente. ¿Qué pasaría si fuéramos de los pocos habitantes de la tierra después de un cataclismo? ¿Cómo lo superaríamos? ¿Cómo viviríamos? La descripción clara, sobria y seria de los paisajes, de los hechos, del día a día de estos niños que se encuentran de la noche a la mañana en un mundo totalmente devastado me ha hecho pensar en cómo ha debido ser tantas y tantas veces la supervivencia de aquellos que luchan tras una catástrofe de cualquier tipo, una guerra, un gran terremoto, cualquier catástrofe natural o provocada por el nombre que hace que, de la noche a la mañana, tu vida se ponga patas arriba y se vean obligados a poner en duda todo aquello que conocían y que creían definitivo.
Una historia muy recomendable de leer. Para pre-adolescentes, adolescentes, post-adolescentes y todos los que sufren la adolescencia cíclica. O sea, para todo el mundo.
En la foto, una portada cualquiera. La versión electrónica que yo tengo venía sin portada. Qué pena.
viernes, 23 de noviembre de 2012
martes, 20 de noviembre de 2012
Harry Potter internacional
En 2008, pasé 4 meses trabajando en una isla griega, en Creta (esa isla que mucha gente se piensa que es otro país, pero no, Creta pertenece a Grecia y es esa isla alargada situada al sur de Grecia. Chipre es esa otra isla, en forma de jamón, al sur de Turquía que sí que es un país independiente de Grecia, aunque comparten idioma). Viví una temporada en Creta, decía. Fueron unos meses curiosos, interesantes, fascinantes, surrealistas y durante los cuales aprendí mucho de mí misma, hasta el punto de hacerme cambiar bastante. Hasta ahora, no había hablado de ellos en este blog, aunque sí que lo hice en su momento en otro lugar.
Pero vayamos al grano.
Lo que quería contar es cómo se inició mi colección de Harry Potter internacional. Porque sí, soy una friki: colecciono Harry Potter (en concreto, el primer libro de la saga, HP y la piedra filosofal) en idiomas extranjeros. Y empecé la colección sin ni siquiera saberlo: estaba en Creta, intentaba aprender el idioma y quería comprarme un libro en esa lengua fascinante de letras preciosas. Y compré Harry Potter.
Ese fue el inicio, aunque no lo supe hasta un par de años después, como ya contaré en su momento.
Así que hoy inicio una nueva etiqueta: HP. Iré colgando por aquí los HP que ya forman mi colección y los HP que se vayan incorporando a la misma, así como dónde, cómo y cuándo los he conseguido.
Aquí empezó todo:
Ο Ηάρι Πότρ και η Φιλοσοφική Λίθος
Iraklio (o Heraklion o, mejor aún, Ηράκλειο), Creta, Grecia. Septiembre 2008.
Pero vayamos al grano.
Lo que quería contar es cómo se inició mi colección de Harry Potter internacional. Porque sí, soy una friki: colecciono Harry Potter (en concreto, el primer libro de la saga, HP y la piedra filosofal) en idiomas extranjeros. Y empecé la colección sin ni siquiera saberlo: estaba en Creta, intentaba aprender el idioma y quería comprarme un libro en esa lengua fascinante de letras preciosas. Y compré Harry Potter.
Ese fue el inicio, aunque no lo supe hasta un par de años después, como ya contaré en su momento.
Así que hoy inicio una nueva etiqueta: HP. Iré colgando por aquí los HP que ya forman mi colección y los HP que se vayan incorporando a la misma, así como dónde, cómo y cuándo los he conseguido.
Aquí empezó todo:
Ο Ηάρι Πότρ και η Φιλοσοφική Λίθος
Iraklio (o Heraklion o, mejor aún, Ηράκλειο), Creta, Grecia. Septiembre 2008.
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