jueves, 18 de diciembre de 2014

Peter May superfan

Soy una superfan de Peter May. Y vosotros no.
 
No sólo lo digo yo (que también), sino que lo dicen los de Quercus Books.
 
Y no sólo eso. También tengo una copia de “Runaway”, el último libro de Peter May que aún no está publicado. Y aún más: tengo una copia de “Runaway” firmada por el mismísimo Peter May. ¡Toma ya!
 
Todo empezó con un concurso en el que no podía participar, por vivir fuera del Reino Unido. Pero participé. Y me seleccionaron (junto a otras 99 personas, no nos vamos a engañar) como superfan de Peter May. Toma y toma.
 
Como consecuencia, he recibido cinco copias de una de sus novelas, su libro sobre las islas Hébricas y una copia firmada de su última novela (¿os lo había dicho ya?), que sale a la venta en enero.
 
¿A que mola?
 
Sobre las cinco copias del libro, escogí “The Blackhouse” porque (aunque lo tengo ya en español y es, curiosamente, el primer libro del que hablé en este blog, “La isla de los cazadores de pájaros”), me hacía ilusión tenerlo en inglés, para que haga juego con el resto de libros de la trilogía, que sí que compré en inglés (en dos viajes a Namibia, en lo que ya se había convertido en una tradición “Vuelvo a Namibia. A ver si encuentro algún otro libro de Peter May allí”). ¿Qué haré con los otros cuatro? Bueno, en el texto que escribí para el concurso, ya definí quiénes serían sus dueños. Pero, cosas que pasan, he cambiado un poco de idea, y aunque el destino de tres de sus dueños sí que es el previsto, aún estoy acabando de definir lo que hago con uno de ellos. Pero eso ya os lo contaré otro día.
 
Yo me voy a mirar un poco más mi libro autografiado. (En la foto, aparece un poco retocado mi nombre, para salvaguardar mi intimidad y esas cosas).
 
Y a ver si mañana me llega otro libro porque yo, que nunca gano nada, también he ganado la porra de Hacienda de Bichejo.
 
Estoy en racha.



miércoles, 17 de diciembre de 2014

#14cosas

Hoy no hay entrada en el blog, no en este blog, pero sí que colaboro en Catorce cosas contando eso, 14 cosas buenas que han pasado en 2014.

martes, 16 de diciembre de 2014

De nuevo en la Fontana di Trevi

Ya lo dije hace algunos meses: cada vez que vuelva a Roma, volveré a la Fontana di Trevi. Aunque sepa que esté en obras. Y sí, sigue en obras, pero esta vez tuve la oportunidad de pasar por la pasarela que te permite ver la fuente más cerca que nunca.

Este lugar me sigue poniendo los pelos como escarpias.

Con andamios y todo.
 



domingo, 14 de diciembre de 2014

Carlos Núñez


Ya he perdido la cuenta de las veces que he visto a Carlos Núñez en directo. Sé que como mínimo han sido tres veces, pero creo que hay por ahí una cuarta. Soy muy fan de Carlos Núñez, lo admito. Y soy muy fan de sus directos, es un músico maravilloso sobre el escenario, domina la gaita de una manera fabulosa y transmite de una manera que ya quisieran muchos. La semana pasada tuve la oportunidad de verlo de nuevo (por tercera, cuarta o no se cuánta vez) y me lo pasé tan, tan, tan bien en su concierto que pasaré por alto la terrible organización y que casi me quedo sin entrar. Pero repito, salí de allí tan feliz que nos vamos a centrar en eso, en la parte buena.

No sé qué más contar del concierto, creo que ya lo he dicho todo.
Bueno, no, Carlos Núñez es genial, pero se rodea de auténticos cracks: Pancho Álvarez a la guitarra y su hermano, Xurxo Núñez a las percusiones. Soy muy fan de Carlos Núñez, sí, pero soy súper, súper fan de Xurxo Núñez. Me ponen los pelos de punta algunas de sus intervenciones. El Bolero de Ravel (que tocaron la semana pasada) o el Gabriel’s Oboe de la banda sonora de “La misión” (que me conformo con escucharla en diferido) son simplemente sublimes.

De verdad.

Como decía, el concierto fue una maravilla. Y, después del concierto, tuvimos la oportunidad de hacernos una foto con él y charlar un poco. Como siempre, vamos, porque siempre acabamos haciendo eso después (o incluso antes) de sus conciertos. En plan súper fans, pero es que yo soy súper fan, ya lo digo.

La foto es terrible, porque es con el móvil (algún día os contaré qué ha pasado con mi cámara de fotos digital compacta, pero no me obliguéis a hablarlo hoy, que aún lloro cuando lo pienso). Y, ya que estamos, un trocito de El Bolero de Ravel (pieles como escarpias, oiga).


viernes, 12 de diciembre de 2014

De esto que... (III)

De esto que es 12 de Diciembre y te planteas que tal vez, sí, tal vez ha llegado el momento de sacar la sombrilla de la playa del coche. Y, aprovechando un viaje para sacar del maletero 25 Kg de tierra (sustrato universal) que vas a usar para sembrar más zanahorias (¡sííí!) y hacer un nuevo intento de plantar guisantes (ya veremos…), vas y sacas la sombrilla del coche. Y, ya que estás, también sacas la bolsa que llevas con una toalla, un biquini y un gorro, por si surge un plan inesperado para ir a la playa estando fuera de casa. Y ahí vas, por mitad de la calle, abrigada como si estuvieras en Canadá, con un saco de 25 Kg de tierra (sustrato universal), la bolsa de playa y la sombrilla. Porque, muy probablemente, no te van a salir planes inesperados para ir a la playa en los próximos meses.

O sí. Vete tú a saber.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

A la deriva

Hoy me ha sorprendido la noticia de que un buque de investigación español había rescatado en aguas cercanas a Sicilia a casi 200 personas que viajaban en una patera a la deriva. La noticia me ha llamado la atención, no sólo por el hecho en sí, sino también por cómo en algunos medios se trataba: somos los héroes que hemos rescatado a los pobrecitos africanos. Muy distinto de cómo se trata a veces el tema de la inmigración en algunos medios de comunicación: esos africanos malos que vienen a invadir nuestro territorio. Además, me ha llamado la atención que, una vez más, se cometan fallos cuando se mencionan centros de investigación o buques oceanográficos. El barco era el Sarmiento (no Santiago) de Gamboa que pertenece al Consejo (no Centro) Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), uno de los organismos públicos de investigación (OPI) que ha sufrido serios recortes en sus presupuestos en los últimos años. Pero no quería hablar de esto.

Me ha hecho pensar bastante esta noticia. Me ha recordado una conversación que tuve con alguien hace unas semanas, en la que se quejaba de la polémica que había habido en relación al trato que habían recibido un grupo de inmigrantes en Tenerife. Me refiero a esta noticia, cuando los transportaron en la parte de atrás de un camión. En palabras de la persona con la que hablaba (que podría ser perfectamente una tertuliana de TeleAhínco), “¿De qué se quejaban? Deberían dar las gracias, total ellos están acostumbrados a comer con las manos y dormir en el suelo”. Y eso me hizo pensar que sí, que aún hay mucha gente, muchos de nosotros que siguen pensando que nosotros los blanquitos somos mejores o más importantes o más evolucionados que los pobres negritos que pasan hambre. Porque, ¿qué ha pasado con el ébola? ¿Cuántas horas ocupa ahora en la prensa o en los informativos? Y, que yo sepa, sigue habiendo una epidemia grave y sigue muriendo mucha gente cada día. Pero claro, no es en Europa, no son blancos. Pero tampoco era de esto de lo que quería yo hablar hoy.

La noticia de hoy me ha recordado una conversación que tuve con un capitán de otro buque de investigación, hace unos meses. Era mi primera campaña en aguas del sur de España, en el mar de Alborán, y estábamos en mitad de ninguna parte, cerca de la isla que da nombre a esa parte del mar Mediterráneo, un islote a medio camino entre Europa y África, aunque más cerca de ésta. El buque recibió una llamada de una patrullera avisándonos de la posibilidad de que hubiera pateras por la zona y de que les avisáramos si veíamos algo. No vimos nada, aunque al día siguiente (o tal vez fue ese mismo día, no lo recuerdo) rescataron a 70 inmigrantes en dos pateras allí cerca. Ese hecho nos dio pie a varias conversaciones con el capitán sobre cómo actuaría si viera una patera, qué haría, si le podrían obligar a no recoger o a recoger a los inmigrantes, etc, etc. Creo que le avasallamos a preguntas, con la inocencia (y tal vez estupidez) de quien va poco al mar y cualquier evento nuevo es todo un espectáculo. Él nos contestó con calma, con la gravedad que tienen los que han pasado muchas horas en el mar y han visto, muchas, muchas cosas, incluyendo cosas terribles. Y nos dijo claramente que en su barco mandaba él, que un capitán es la máxima autoridad de un barco y que él toma las decisiones que considera oportunas en cada momento, dependiendo de las circunstancias. Ante nuestra insistencia sobre qué haría (repito, con la emoción que sentíamos de algo nuevo y novedoso, con la inocencia estúpida de quien habla de hechos como algo teórico) se puso serio (bueno, nunca dejó de estarlo en toda la conversación) y zanjó el tema con un “Como capitán, si veo una embarcación y considero que sus ocupantes están en peligro, por supuesto que los rescataría y nadie me podría decir absolutamente nada”. Entonces me di cuenta de que lo que para nosotros era algo teórico, una anécdota después de muchos días seguidos de mar en los que lo más emocionante que pasaba es que los domingos había para desayunar donuts, para él eran hechos, hechos reales. Me di cuenta de que se había enfrentado a la realidad que nosotros sólo teorizábamos, que había mirado a los ojos a inmigrantes que intentan llegar a nuestras costas muertos de hambre y de miedo y, de hecho, hizo algún comentario al respecto, sin entrar en detalles y que yo interpreté como un “Esto es un tema serio, dejad de frivolizar”. Y dejamos de frivolizar con el tema respetando un silencio que, seguramente, en su cabeza estaba lleno de imágenes y recuerdos.

He recordado todo esto por esta noticia. Por lo diferente que ve a los inmigrantes una persona que los observa a través de la tele, sentado en el confortable calor de su casa a como los ve alguien que está allí, en mitad del mar y con el frío calado hasta los huesos, tendiéndoles una mano para ayudarles a subir a un barco, dándoles algo de comer, de beber o una manta para abrigarse. Hay gente que ve en esos inmigrantes a los violadores de sus hijas, a los pobres incómodos que piden en los semáforos, a los trabajadores poco exigentes que hacen trabajos cobrando una miseria. Pero no suelen pensar que hay quien ve en esos emigrantes a un padre de familia que se va a ganar dinero para sus hijos, a un hermano que abandona a su familia buscándoles un futuro mejor, a una madre que arriesga su vida y la de sus hijos por asegurarles la comida de mañana.

He escuchado hace un rato las palabras de la capitana del Sarmiento de Gamboa y me ha impresionado por su serenidad, por su clara descripción, por su sinceridad expresando con emoción contenida lo que han vivido. Me quedo con la última frase de sus primeras declaraciones “Al final se han salvado un total de 408 vidas, que es lo importante”. Pero la segunda grabación, ésta, es brutalmente emocionante.

Lo de la foto no es un carguero, es la isla Alborán, en el amanecer del 1 de mayo de este año.

martes, 9 de diciembre de 2014

Termas de Caracalla

Ya conté el otro día que hace un par de semanas estuve de Roma. El último viaje de trabajo de 2014, cuatro días intensos de reunión rodeados de una tarde pedaleando por el parque de Villa Borghese y de un día entero, enterito de vacaciones en Roma. Fue un día muy completo, 17 km de paseo recorriendo sus calles y pasando por algunos de sus lugares pintorescos. Hicimos lo que no hay que hacer como turista, ver en un día casi todo. Pero en realidad, después de cinco visitas, yo diría que ya no soy turista en Roma. O igual sí.

Y, en realidad, no íbamos a ver todo eso (Piazza del Popolo, Piazza España, Fontana di Trevi, el Coliseo y los Foros, el Trastevere, Campo de Fiori, Piazza Navona, etc, etc), simplemente pasamos por allí de camino a nuestro objetivo turístico del día: las Termas de Caracalla. Sí, tal vez sigo siendo turista en Roma.
Nunca antes había estado allí y, como creo que cualquier cosa en Roma, vale la pena visitar. Las ruinas de estos antiguos baños públicos romanos son impresionantes, su grandeza casi asusta, imaginar cómo serían en su época de grandeza y ver los restos de mosaicos (me encantan los mosaicos) es una experiencia que vale mucho la pena. Debieron ser unos baños increíbles, por una vez he sentido ganas de volver a la época de los romanos y ver cómo era un día entre las paredes de esas termas. Me gustaron mucho, mucho y no me importaría volver. Como también me gustaría ver allí alguna vez algún concierto. Debe ser una experiencia única. A mí se me ponen los pelos de punta viendo y escuchando esto, pero igual es porque “Nessum norma” es la única canción de ópera de la que me sé la letra. Y me encanta.