Hace tiempo conté cómo empezó mi colección de Harry Potters internacionales. Mi intención era ir colgando poco a poco las fotos de todos los que tengo (tampoco son tantos), así que me lo voy poner como deberes personales, para ir haciéndolo de vez en cuando.
“Harry Potter à l’école des sorciers” es la versión francesa.Y es uno de
los pocos HPs que han sido regalos, no comprados por mí. Un regalo de
Aras, mi hermana la gafapasta.
Lausanne (Suiza). Junio 2010.
¡Feliz tarde dominical!
domingo, 19 de mayo de 2013
viernes, 17 de mayo de 2013
Elefantes namibios paseando por mi mesa de comedor
En Namibia, había hormigas namibias paseando por mi escritorio.
Desde que volví de Namibia, hay elefantes namibios paseando por la mesa de mi comedor.
No voy a negarlo: me caen mejor los elefantes que las hormigas. Además, estos los he invitado yo, mientras que aquellas eran unas compañeras no especialmente deseadas.
Son bonitos, los elefantes.
Post scriptum: hoy quería escribir sobre mi coche nuevo, pero ayer cuando fui a buscarlo, se me olvidó hacerle una sola foto. Demasiados nervios. Así que la presentación tendrá que esperar.
miércoles, 15 de mayo de 2013
Alergia a la primavera
La alergia. Nuestra gran enemiga.
Hay muchos tipos de alergia. Alergia a alimentos. Alergia al sol. Alergia a la injusticia. Alergia al polen.
Yo tengo alergia a la primavera. La alergia de más actualidad. La última moda.
Vale, sí, es alergia al polen (“Hola, me llamo Nisi y soy alérgica al polen”), pero alergia a la primavera es más poético.
Tengo alergia desde hace pocos años. En un viaje laboral por tierras catalanas acabé en una farmacia contándole mi vida al farmacéutico: “Me pican los ojos, la nariz, la comisura de los labios y estornudo”. “Acabas de describir los síntomas de la alergia igual que un libro”, me dijo él. Y así empezó todo.
Fui una vez a un alergólogo, un señor que parecía sacado de una peli rusa chunga, en una consulta de peli rusa chunga. Me hizo unas pruebas raras, me dijo que tenía alergia al polen de olivo (poca) y al de gramíneas (mucha). Me recetó unos antihistamínicos, un espray nasal y un colirio para los ojos. Y me hizo este dibujo:
Y me dijo: “Estos son los niveles de polen según te alejas o acercas de la costa: cuanto más cerca de la costa, menos polen; cuanto más lejos, más polen”. Me recomendó evitar el campo en primavera y no viajar a lugares con muchas gramíneas u olivos en época de floración. Me explicó lo que era el polen y me sacó un libro que yo tenía de mi época universitaria para explicarme lo que eran las gramíneas, aunque yo ya lo sabía. Hasta me explicó el número de poros que tienen los granos de polen de gramíneas.
Al principio, pasé un poco de sus consejos y me dediqué a las drogas: antihistamínicos. Pero me daban sueño y cada vez me gusta menos tomar medicamentos. Así que con los años he ido perfeccionando mi técnica de evitar los antihistamínicos. Y el polen. ¿Cómo? Muy sencillo. ¿Qué hace un alérgico al marisco? ¿Se hincha a marisco y a antihistamínicos? No. Evita el marisco. Pues yo hago lo mismo: evito el polen. ¿Cómo?
Punto 1. Conocimiento.
Saber a qué plantas tienes alergia y cuándo florecen. Es sencillo: basta echar un vistazo a páginas web como ésta o ésta para conocer los niveles de polen. Cuando vas de viaje, intentar averiguar si tus plantas enemigas están en época de floración allá donde vas (recuerdo mi primer congreso internacional, en Inglaterra, en pleno Julio, y yo estornudando sin parar porque allí las gramíneas inglesas ¡florecen más tarde!). Si vas a exponerte a tu polen enemigo, estar preparado: llevar antihistamínicos encima. Recordemos, aquí el enemigo es el polen, no los antihistamínicos.
Punto 2. Actuación.
Evitar el polen. Así de simple. Ventilar la casa sólo a primera hora de la mañana o de la tarde (la concentración de polen por la noche es casi inexistente). No abrir las ventanas del coche. Secar las sábanas con secadora y no al aire libre (y los jerseys e ¡¡importante!! el pijama. La otra noche cometí un fallo de principiante y me pasé la noche con picores). Evitar excursiones al campo, paellas en la finca de los amigos y cervecitas en la terraza a las 12 de la mañana. Sí, es una putada. Pero aquí hay que aunar el Punto 1 con el Punto 2: si tienes una paella con los colegas en el campo, llévate los antihistamínicos y suero en monodosis para los ojos: tranquilizará la conjuntivitis.
Punto 3. Concienciar.
Esto es lo peor. Yo ya hace años que perdí la esperanza de que en el despacho no abran la ventana en primavera. Recuerdo la época que abrían la ventana cuando yo salía del despacho y, cuando volvía a entrar, la volvían a cerrar. Eso no sirve para nada. Pero la gente no lo entiende. Cuando voy a casa de mis padres y me pongo a estornudar, siempre piensan que estoy resfriada, cuando ya les he dicho que es porque abren las ventanas toda la mañana. Y rechazar una invitación con amigos a la feria del pueblo de tu hermana gafapasta en pleno mes de mayo no les suele sentar bien y te avasallan a preguntas de qué te pasa. La gente no entiende que abrir una ventana, estar lejos de la costa o ir de excursión a la montaña en esta época es un suplicio: implica (i) picores constantes en las comisuras de los labios, conjuntivitis en los ojos y estornudos continuos o (ii) drogarme a base de antihistamínicos, que me dan sueño y me hacen sentirme una drogadicta.
Yo hace tiempo que decidí no concienciar: no le pido a nadie que cierre una ventana, porque sé que es difícil de entender. Pero sí que mantengo mi paraíso: mi casa. Las ventajas de vivir sola. Sí que tengo la ventana del baño abierta todo el día, y también la galería y la cocina, pero mi salón y mi cuarto son templos sagrados: sólo ventilo a primera hora de la mañana o por la tarde noche. Y durante el día, cerrados. La gente no lo nota, pero yo noto en seguida, al entrar en una habitación si ha tenido las ventanas abiertas o no. Y, creedme, la diferencia es abismal.
Y aquí se acaban mis lecciones magistrales sobre la alergia a la primavera. Id y aplicadlas (sobre todo tú, Hombre Revenido, sí, tú). Seréis más felices.
La foto, el domingo pasado en la playa. Por prescripción médica.
martes, 14 de mayo de 2013
Cambios
Casi sin darme cuenta, los días en el monasterio italiano provocaron algunos cambios en mi vida. Con esto no quiero decir que estar en mitad de la nada, viviendo con austeridad en una habitación que en vez de televisión tenía una biblia (versione ufficiale), haya provocado esos cambios. No hay una relación causa-efecto, tan sólo una sucesión temporal: estando allí, empecé a pensar seriamente en estos cambios; a la vuelta, los estoy llevando a cabo (con una pequeña interrupción de dos semanas de viaje a Namibia).
Tal vez no fue el monasterio. Tal vez todo empezó el día que se me rompió el anillo vigués, continuó en el monasterio y sigue ahora, con la (casi) desaparición de mi tobillera cretense. El caso es que en poco tiempo está habiendo algunos cambios en mi vida, más o menos importantes, pero cambios al fin y al cabo. Creo que ya he escrito alguna vez por aquí (y si no, lo escribo ahora), que no soy muy fan de los cambios. Pero a veces, hay que aguantarse y aceptarlos.
Desde el viaje al monasterio, tengo un bolso nuevo. No es que sea un gran cambio, pero hacía tres años que usaba casi siempre el mismo bolso que compré en Viena, negro, con un dibujo de Friedensreich Hundertwasser (autor de la Hundertwasserhaus) y con una frase en cuatro idiomas (“The straign line is godless and inmoral”). Es un bolso que adoro, tiene el tamaño perfecto (aparentemente, no es demasiado grande, pero puedo meter millones de cosas) y es ideal para viajar. Ha viajado por media Europa y algo más allá. Pero está ya medio roto y, de hecho, el verano pasado ya no lo usé. Como hacía tiempo que le tenía el ojo echado a algunos bolsos de demano (hechos con plásticos reciclados), volviendo del monasterio, me compré uno en el aeropuerto de Barcelona.
He cambiado de peinado. Me he recortado el pelo (me lo recorté y ya me ha crecido mucho) y me he hecho mechas, bueno, reflejos (no sé la diferencia que hay, tampoco quiero saberlo). Me encanta el pelo corto, pero hace mucho que recibo presiones para dejármelo largo y, después de muchos meses aguantando el tipo, lo tengo largo. ¡Puedo hacerme una coleta! Pero también tengo canas. Y las mechas las disimulan. Creo. No sé, nunca me había hecho nada en el pelo así que al principio fue un poco extraño, pero la verdad es que me gusta (bastante). Y ahora puedo decir “me estoy volviendo rubia”. Así, si hago alguna tontería, nadie me lo puede echar en cara. Porque soy rubia. Bueno, no, pero tiendo a castaña clara.
He cambiado de portátil en el trabajo. Los Reyes hicieron caso de mi no-carta de este año y tengo un portátil nuevo. Me encanta porque es la mitad del que tengo (y por lo tanto pesa la mitad) y para viajar eso es ideal. Lo odio porque me cuesta ponerlo todo como me gusta, más o menos como lo tenía, y aún me llevará días (o semanas) hasta que me sienta cómoda con él. El portátil antiguo lo tenía desde agosto o septiembre de 2007 (más o menos de cuando firmé la hipoteca), así que creo que le he sacado mucho partido. Encima, ha viajado por medio mundo, el muy suertudo. A ver qué tal se porta el nuevo.
Y por último y el cambio más espectacular, he cambiado de coche. Bueno, aún no lo tengo, pero ya queda poco. Ya conté por aquí que me despedí del antiguo. Ahora estoy ansiosa por probar el nuevo. Es precioso, maravilloso. Es el coche que siempre he querido tener, sí; marca, modelo, color. Es el coche con el que soñaba desde que tengo carnet de conducir y es el primer coche que me compro. Igual es un capricho o casi. Pero creo que es un capricho que necesitaba en estos momentos. Admito que miré más, miré otros, pero al final me decidí por el que quería desde el principio. Cuando miraba coches, mi hermana gafapasta me dijo “Acuérdate que cuando yo me compré el mío quería el CocheChachi y al final me acabé comprando el CocheChupi”. “Ya”, le dije yo, “pero probablemente ahora mismo yo necesite más el CocheCapricho de lo que tú entonces necesitabas el CocheChachi”. Y tal vez sea así. Lo necesito. Es absurdo, nunca he sido (tan) materialista y para mí los coches son sólo herramientas para ir y venir. Nunca he necesitado un coche para lucirlo. Por eso me siento un poco mal (pero sólo un poco) de haber escogido el CocheCapricho. Pero me encanta. Es bonito. Es brillante. Es elegante. Es un sueño. A ver si me dura tanto como duró el ZX.
En la foto, la muda de una serpiente, en el desierto del Namib. ¡Eso sí que es un cambio!
Tal vez no fue el monasterio. Tal vez todo empezó el día que se me rompió el anillo vigués, continuó en el monasterio y sigue ahora, con la (casi) desaparición de mi tobillera cretense. El caso es que en poco tiempo está habiendo algunos cambios en mi vida, más o menos importantes, pero cambios al fin y al cabo. Creo que ya he escrito alguna vez por aquí (y si no, lo escribo ahora), que no soy muy fan de los cambios. Pero a veces, hay que aguantarse y aceptarlos.
Desde el viaje al monasterio, tengo un bolso nuevo. No es que sea un gran cambio, pero hacía tres años que usaba casi siempre el mismo bolso que compré en Viena, negro, con un dibujo de Friedensreich Hundertwasser (autor de la Hundertwasserhaus) y con una frase en cuatro idiomas (“The straign line is godless and inmoral”). Es un bolso que adoro, tiene el tamaño perfecto (aparentemente, no es demasiado grande, pero puedo meter millones de cosas) y es ideal para viajar. Ha viajado por media Europa y algo más allá. Pero está ya medio roto y, de hecho, el verano pasado ya no lo usé. Como hacía tiempo que le tenía el ojo echado a algunos bolsos de demano (hechos con plásticos reciclados), volviendo del monasterio, me compré uno en el aeropuerto de Barcelona.
He cambiado de peinado. Me he recortado el pelo (me lo recorté y ya me ha crecido mucho) y me he hecho mechas, bueno, reflejos (no sé la diferencia que hay, tampoco quiero saberlo). Me encanta el pelo corto, pero hace mucho que recibo presiones para dejármelo largo y, después de muchos meses aguantando el tipo, lo tengo largo. ¡Puedo hacerme una coleta! Pero también tengo canas. Y las mechas las disimulan. Creo. No sé, nunca me había hecho nada en el pelo así que al principio fue un poco extraño, pero la verdad es que me gusta (bastante). Y ahora puedo decir “me estoy volviendo rubia”. Así, si hago alguna tontería, nadie me lo puede echar en cara. Porque soy rubia. Bueno, no, pero tiendo a castaña clara.
He cambiado de portátil en el trabajo. Los Reyes hicieron caso de mi no-carta de este año y tengo un portátil nuevo. Me encanta porque es la mitad del que tengo (y por lo tanto pesa la mitad) y para viajar eso es ideal. Lo odio porque me cuesta ponerlo todo como me gusta, más o menos como lo tenía, y aún me llevará días (o semanas) hasta que me sienta cómoda con él. El portátil antiguo lo tenía desde agosto o septiembre de 2007 (más o menos de cuando firmé la hipoteca), así que creo que le he sacado mucho partido. Encima, ha viajado por medio mundo, el muy suertudo. A ver qué tal se porta el nuevo.
Y por último y el cambio más espectacular, he cambiado de coche. Bueno, aún no lo tengo, pero ya queda poco. Ya conté por aquí que me despedí del antiguo. Ahora estoy ansiosa por probar el nuevo. Es precioso, maravilloso. Es el coche que siempre he querido tener, sí; marca, modelo, color. Es el coche con el que soñaba desde que tengo carnet de conducir y es el primer coche que me compro. Igual es un capricho o casi. Pero creo que es un capricho que necesitaba en estos momentos. Admito que miré más, miré otros, pero al final me decidí por el que quería desde el principio. Cuando miraba coches, mi hermana gafapasta me dijo “Acuérdate que cuando yo me compré el mío quería el CocheChachi y al final me acabé comprando el CocheChupi”. “Ya”, le dije yo, “pero probablemente ahora mismo yo necesite más el CocheCapricho de lo que tú entonces necesitabas el CocheChachi”. Y tal vez sea así. Lo necesito. Es absurdo, nunca he sido (tan) materialista y para mí los coches son sólo herramientas para ir y venir. Nunca he necesitado un coche para lucirlo. Por eso me siento un poco mal (pero sólo un poco) de haber escogido el CocheCapricho. Pero me encanta. Es bonito. Es brillante. Es elegante. Es un sueño. A ver si me dura tanto como duró el ZX.
En la foto, la muda de una serpiente, en el desierto del Namib. ¡Eso sí que es un cambio!
sábado, 11 de mayo de 2013
"Salmon Fishing in the Yemen" de Paul Torday
Compré este libro en Dublín, en una pequeña librería muy cerca de Trinity College. Me lo compré porque hace un año vi la película basada en él y me gustó mucho y y entonces me entraron ganas de leerlo. Me pareció una historia amable, agradable, divertida, amena y positiva. Y varias personas me habían recomendado el libro, diciendo que era aún más divertido que la película. Además, en la portada hay una frase simple pero muy clara (“A Wonderful Novel”) de Marina Lewycka, la autora de “A Short History of Tractors in Ukrainian”, que era el libro que entonces tenía que leerme para las clases de inglés. Así que todo parecía indicar que tenía que comprarme ese libro. Y leerlo. Y disfrutarlo.
Me ha gustado mucho, la verdad. Y lo he leído relativamente rápido para ser un libro en inglés. Tal vez ha sido porque conocía la historia, porque es un libro ameno o simplemente porque el lenguaje es sencillo y no se me ha hecho complicado leerlo. Pero… Sí, hay un pero. El final es muy distinto a la película. No quiero decir que el de la película es mejor o el del libro es mejor. Simplemente son diferentes. No un poco diferente, sino completamente diferentes. Y me ha sorprendido. Mucho. Y no puedo decir que positivamente. No estaba preparada para un final así. Recuerdo que en su día pensé que la película era demasiado comercial: una historia original, con un punto extravagante, acababa convertida en un producto muy, muy comercial. Hasta demasiado comercial. Pero debo admitir que me esperaba encontrar eso mismo en el libro. Y no. La historia es muy parecida al libro y el espíritu es el mismo, pero el cambio del final hace que vea ambos medios (película, libro) como dos historias casi diferentes. La película es graciosa y con un punto de mala leche. El libro es gracioso, con un punto de mala leche y un toque de realidad que no me esperaba.
La historia parte con una extravagante iniciativa de un jeque del Yemen que quiere introducir la pesca del salmón con mosca en su país. Es también la historia de un científico de vida gris que recibe la propuesta de colaborar en el proyecto con radical escepticismo. Y la historia de la representante del jeque que vive entre la pasión que siente por su trabajo y una tragedia personal. Es la historia de tener esperanzas, de creer en algo y luchar por conseguirlo, sean cuales sean las consecuencias. Es una gran historia, una gran novela, sí que lo es y ciertamente su final te hace reflexionar mucho más que la película. Creer es la base de todo, como remarcan dos de las frases que más me han gustado de la novela:
Me ha gustado mucho, la verdad. Y lo he leído relativamente rápido para ser un libro en inglés. Tal vez ha sido porque conocía la historia, porque es un libro ameno o simplemente porque el lenguaje es sencillo y no se me ha hecho complicado leerlo. Pero… Sí, hay un pero. El final es muy distinto a la película. No quiero decir que el de la película es mejor o el del libro es mejor. Simplemente son diferentes. No un poco diferente, sino completamente diferentes. Y me ha sorprendido. Mucho. Y no puedo decir que positivamente. No estaba preparada para un final así. Recuerdo que en su día pensé que la película era demasiado comercial: una historia original, con un punto extravagante, acababa convertida en un producto muy, muy comercial. Hasta demasiado comercial. Pero debo admitir que me esperaba encontrar eso mismo en el libro. Y no. La historia es muy parecida al libro y el espíritu es el mismo, pero el cambio del final hace que vea ambos medios (película, libro) como dos historias casi diferentes. La película es graciosa y con un punto de mala leche. El libro es gracioso, con un punto de mala leche y un toque de realidad que no me esperaba.
La historia parte con una extravagante iniciativa de un jeque del Yemen que quiere introducir la pesca del salmón con mosca en su país. Es también la historia de un científico de vida gris que recibe la propuesta de colaborar en el proyecto con radical escepticismo. Y la historia de la representante del jeque que vive entre la pasión que siente por su trabajo y una tragedia personal. Es la historia de tener esperanzas, de creer en algo y luchar por conseguirlo, sean cuales sean las consecuencias. Es una gran historia, una gran novela, sí que lo es y ciertamente su final te hace reflexionar mucho más que la película. Creer es la base de todo, como remarcan dos de las frases que más me han gustado de la novela:
Faith comes before hope, and before love.
I believe in it, because it is impossible.
Ciertamente tenemos que creer en lo imposible. No nos queda otra.
I believe in it, because it is impossible.
jueves, 9 de mayo de 2013
Una vez soñé con un bosque de ginkgos
Porque ya tengo tomates ¡¡ya tengo tomates!! Y unos cuantos, la verdad. El pimiento está a punto de echar flores y creo que en la planta de berenjena está apareciendo algo que igual se convierte en… ¿una berenjena? Los fresales están relucientes de hojas y con alguna que otra flor-principio de fresita. He sembrado nuevas semillas de zanahoria. La albahaca está preciosa, aunque yo cogí las semillas de una albahaca de hojas pequeñas así que alguien me explique cuándo se transformó en una de hojas grandes. El aloe ha florecido. Y el cactus también, aunque (como siempre) lo ha hecho con nocturnidad y alevosía. Mi planta bonita de flores preciosas sigue echando flores y la orquídea tiene 5 flores (aunque me ha sido imposible hacer una foto en la que aparezcan las 5. Y sí, debo admitir que mis dos mini-orquídeas han muerto). Y mi bosque de ginkgos… mi bosque de ginkgos merece un punto y aparte.
Dicho y hecho.
Mi bosque de ginkgos.
Una vez soñé con un bosque de ginkgos.
Admito que cuando le di este nombre a un par de tallitos de 5 cm de altura, era una licencia poética, totalmente. Ahora… ahora estoy preocupada. En serio, estoy empezando a preocuparme seriamente por esos dos arbolitos que tengo en una maceta y que, a mi pesar, son eso: árboles. Y que, como tales, van a acabar formando un bosque. Pero un bosque de verdad. El tallo principal de mi ginkgo alfa ha crecido 23 cm en poco más de un mes. Y le ha salido una rama nueva de 28 cm. Y otras nuevas u otras que ya tenía le han crecido entre 15 y 20 cm. Mi ginkgo beta no ha crecido ni un milímetro en altura, pero ahora tiene 3 ramas, de entre 10 y 15 cm. Repito: todo esto en poco más de un mes: a final de marzo estaban así, a mitad de abril así y ahora… ahora están enormes, como se puede ver en una foto por aquí abajo.
Me encanta que crezcan. Me hacen muy feliz. Ya he contado por aquí que estos arbolitos son muy especiales para mí. Pero me temo, sí, me temo, que algún día su maceta será demasiado pequeña para ellos. Que no podré seguir teniéndolos en casa. Que tendré que dárselos a alguien con más espacio para ellos. Que tendré que asumir que no podrán formar parte de mi vida.
Una vez soñé con un bosque de ginkgos. Y pensé que, tal vez, durante unos años, podrían estar en maceta y crecer poco a poco. Y soñé que, tal vez, en un futuro, tendría un lugar más adecuado para ellos: nada de maceta, sino tierra libre, en un pequeño jardín, junto a una pequeña casa y un pequeño huerto. Pero están creciendo demasiado rápido. O tal vez yo estoy viviendo demasiado despacio. La cuestión es que ahí están, alegres, vivos, enormes, verdes, con tal cantidad de hojas que me siento incapaz de contar. Mi bosque de ginkgos. ¿Qué será de ellos?
miércoles, 8 de mayo de 2013
Mucho cine (incluido cine aéreo III)
Una de las cosas que más me han gustado de mi viaje a Namibia es que he leído mucho y he visto muchas películas. Aunque son dos cosas que me gusta hacer mucho, mucho, normalmente no le dedico todo el tiempo que quisiera (o debiera). Siempre hay algo más que hacer y, sinceramente, dedicarme a hacer lo que me gusta a veces me hace sentir culpable (esto es fruto de miles de años dedicando mi tiempo libre a la ciencia, claro).
Además de ir un día al cine en Swakopmund y las dos películas que vi en el vuelo de ida, vi dos más allí y otras dos en el vuelo de vuelta.
Mi viaje a Dublín, Belfast y alrededores en febrero me despertó el interés por el conflicto de Irlanda del Norte y por cualquier cosa en general relacionada con Irlanda, incluidas pelis sobre el conflicto o simplemente pelis rodadas en tierras irlandesas-norirlandesas. Por eso vi “Bloody Sunday”, una película de Paul Greengrass, que narra los sucesos ocurridos el 30 de enero de 1972 (justo 3 años antes de que naciera mi hermana la gafapasta), cuando soldados británicos dispararon contra civiles que participaban en una marcha en Derry (o Londonderry, según quién hable, en Irlanda del Norte). Es lo que se conoce como Domingo Sangriento y que tan bien lo cantan U2 en su canción “Sunday, bloody Sunday”, que aparece en la banda sonora de la película. Una canción brutal, con tal fuerza que impacta antes incluso de saber de qué va, como me pasó a mí en su día. Me gustó mucho la película. Conocía la historia, leí mucho en su momento cuando descubrí la canción de U2 y volvía a leer sobre ella en los alrededores del viaje a Belfast, así que no me sorprendió casi nada la historia. Pero me parece una gran película, me encantó: cuenta de forma amena una historia durísima, unos acontecimientos muy trágicos, pero en ningún momento resulta una película desagradable, sí tal vez un poco incómoda, pero necesaria. Una frase, de un soldado británico, me impactó mucho “Hay tres muertos –a posteriori serían 14-, debe buscar alguna justificación”. Dos cosas curiosas: durante la película, en un cine proyectan una peli que se llama “Sunday bloody Sunday” y al final, dicen que ninguno de los soldados implicados en la matanza fue “sacrificado”, cuando en inglés aparece escrito claramente “disciplined”. Un error de traducción escalofriante para una historia como ésta.
“La joven Jane Austen” de Julian Jarrold me hizo gracia. El principio me gustó bastante, pero si sabes algo de la vida de Jane Austen (yo he leído todas o casi todas sus novelas y algo de su vida también conocía), ya sabes cómo va a acabar. Curiosamente, al contrario que con la película anterior, aquí sí que me influyó (y mucho) lo que sabía previamente de la historia. Una película maja, entretenida. Además, Anne Hathaway me encanta y el actor protagonista, James McAvoy, tiene un no-sé-qué que me parece interesantísimo.
Estas dos las vi en tierra. Las dos siguientes las vi en el avión de vuelta. Bueno, vi una por la noche y medio vi otra por la mañana. Como creo que ya he mencionado alguna vez por aquí, ver pelis a la hora del desayuno es raro y ahora recuerdo por qué: porque, en general, no te da tiempo a verla acabar.
Mi hermana la gafapasta es hiper-fan de "Los Miserables". Vio el musical cuando estuvimos en Barcelona hace más de un año, vio la peli de Tom Hooper cuando la estrenaron (e incumplió su promesa de llevármela a ver a mí, porque no pude el día que ella fue) y tiene la banda sonora. Así que me dije, “habrá que verla”. Me daba un poco de vértigo: versión original sin subtítulos y toda la película cantada. Tuve miedo de no enterarme de nada. Pero no. La historia es tan robusta, tan directa, la película tan bien hecha, tan impactante, las interpretaciones tan acertadas, que no necesitas saber el idioma para entenderla. Aunque debo admitir que: 1. Entendí mucho más de las letras de lo que creía y 2. Hubo un pequeño trozo que no tenía claro y mi hermana me lo tuvo que explicar después. Ah, y un descubrimiento Aaron Tveit. Qué chico taaaaaan mono. Me sonaba, por lo visto de Gossip Girl, aunque no recuerdo su personaje. Para nada. Total, una peli genial, me encantó, muy emocionante y amena. Es cierto que Russell Crowe está un poco justito, pero todos los actores están estupendos. ¿He dicho que me encanta Anne Hathaway? Y Hugh Jackman no es que me encante, ¡es lo siguiente!
Vi “The Guilt Trip” de Anne Fletcher después de dormir bastante poco durante todo el vuelo y me esperaba una comedia chorra, chorra. Pero es un poco más que eso. Sí, es una comedia sin pretensiones, pero Barbra Streisand es genial, me encanta, y Seth Rogen me cae estupendamente. Me lo pasé bien, me entretuvo a la hora del desayuno y, estos días, he sentido la necesidad de acabar de verla. Buena señal, ¿no? Es entretenida y graciosa, nada pretenciosa ni un gran peliculón, pero se deja ver.
Además de ir un día al cine en Swakopmund y las dos películas que vi en el vuelo de ida, vi dos más allí y otras dos en el vuelo de vuelta.
Mi viaje a Dublín, Belfast y alrededores en febrero me despertó el interés por el conflicto de Irlanda del Norte y por cualquier cosa en general relacionada con Irlanda, incluidas pelis sobre el conflicto o simplemente pelis rodadas en tierras irlandesas-norirlandesas. Por eso vi “Bloody Sunday”, una película de Paul Greengrass, que narra los sucesos ocurridos el 30 de enero de 1972 (justo 3 años antes de que naciera mi hermana la gafapasta), cuando soldados británicos dispararon contra civiles que participaban en una marcha en Derry (o Londonderry, según quién hable, en Irlanda del Norte). Es lo que se conoce como Domingo Sangriento y que tan bien lo cantan U2 en su canción “Sunday, bloody Sunday”, que aparece en la banda sonora de la película. Una canción brutal, con tal fuerza que impacta antes incluso de saber de qué va, como me pasó a mí en su día. Me gustó mucho la película. Conocía la historia, leí mucho en su momento cuando descubrí la canción de U2 y volvía a leer sobre ella en los alrededores del viaje a Belfast, así que no me sorprendió casi nada la historia. Pero me parece una gran película, me encantó: cuenta de forma amena una historia durísima, unos acontecimientos muy trágicos, pero en ningún momento resulta una película desagradable, sí tal vez un poco incómoda, pero necesaria. Una frase, de un soldado británico, me impactó mucho “Hay tres muertos –a posteriori serían 14-, debe buscar alguna justificación”. Dos cosas curiosas: durante la película, en un cine proyectan una peli que se llama “Sunday bloody Sunday” y al final, dicen que ninguno de los soldados implicados en la matanza fue “sacrificado”, cuando en inglés aparece escrito claramente “disciplined”. Un error de traducción escalofriante para una historia como ésta.
“La joven Jane Austen” de Julian Jarrold me hizo gracia. El principio me gustó bastante, pero si sabes algo de la vida de Jane Austen (yo he leído todas o casi todas sus novelas y algo de su vida también conocía), ya sabes cómo va a acabar. Curiosamente, al contrario que con la película anterior, aquí sí que me influyó (y mucho) lo que sabía previamente de la historia. Una película maja, entretenida. Además, Anne Hathaway me encanta y el actor protagonista, James McAvoy, tiene un no-sé-qué que me parece interesantísimo.
Estas dos las vi en tierra. Las dos siguientes las vi en el avión de vuelta. Bueno, vi una por la noche y medio vi otra por la mañana. Como creo que ya he mencionado alguna vez por aquí, ver pelis a la hora del desayuno es raro y ahora recuerdo por qué: porque, en general, no te da tiempo a verla acabar.
Mi hermana la gafapasta es hiper-fan de "Los Miserables". Vio el musical cuando estuvimos en Barcelona hace más de un año, vio la peli de Tom Hooper cuando la estrenaron (e incumplió su promesa de llevármela a ver a mí, porque no pude el día que ella fue) y tiene la banda sonora. Así que me dije, “habrá que verla”. Me daba un poco de vértigo: versión original sin subtítulos y toda la película cantada. Tuve miedo de no enterarme de nada. Pero no. La historia es tan robusta, tan directa, la película tan bien hecha, tan impactante, las interpretaciones tan acertadas, que no necesitas saber el idioma para entenderla. Aunque debo admitir que: 1. Entendí mucho más de las letras de lo que creía y 2. Hubo un pequeño trozo que no tenía claro y mi hermana me lo tuvo que explicar después. Ah, y un descubrimiento Aaron Tveit. Qué chico taaaaaan mono. Me sonaba, por lo visto de Gossip Girl, aunque no recuerdo su personaje. Para nada. Total, una peli genial, me encantó, muy emocionante y amena. Es cierto que Russell Crowe está un poco justito, pero todos los actores están estupendos. ¿He dicho que me encanta Anne Hathaway? Y Hugh Jackman no es que me encante, ¡es lo siguiente!
Vi “The Guilt Trip” de Anne Fletcher después de dormir bastante poco durante todo el vuelo y me esperaba una comedia chorra, chorra. Pero es un poco más que eso. Sí, es una comedia sin pretensiones, pero Barbra Streisand es genial, me encanta, y Seth Rogen me cae estupendamente. Me lo pasé bien, me entretuvo a la hora del desayuno y, estos días, he sentido la necesidad de acabar de verla. Buena señal, ¿no? Es entretenida y graciosa, nada pretenciosa ni un gran peliculón, pero se deja ver.
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