Hoy va de frivolidades.
Porque es lunes, he vuelto al trabajo después de algo así como mil
días de vacaciones (en realidad, han sido sólo cinco), aún estoy
convaleciente de mi gastroenteritis trimestral y me apetecía.
Hoy voy a hablar de mi último descubrimiento: Aiden Mathis.
Y, ¿quién es Aiden Mathis? Pues el Sr. Mathis (Aiden a partir de ahora) es un personaje interpretado por el actor inglés
Barry Sloane que yo no conocía hasta ahora pero estoy encantada de haberlo conocido (televisivamente hablando).
Aiden
es un personaje nuevo de la segunda temporada de Revenge, una serie que
emiten en alguna cadena, pero no sé en cuál porque ya me he hartado de
que cambien de orden, de día, de hora y de canal las series, así que
cuando descubro alguna que me interesa, la veo por internet (igual eso
es ilegal o pecado o tal, pero lo siento, me he cansado de tener que
dejar de seguir series porque de repente la ponen los lunes a las 12 de
la mañana o los miércoles a las 11 de la noche –yo madrugo-).
Total,
empecé a ver Revenge no sé por qué. Y me gustó. La protagonista es
Emily Thorne (la actriz Emily Van Camp, que salía en “Cinco hermanos”),
una misteriosa joven que aparece por los Hamptons (lugar de veraneo pijo
de los pijos de Manhatan, como sabrán los seguidores de “Gossip Girl”
–o sea, yo-) un verano. Pero en realidad ella es Amanda Clarke que
vuelve a la casa donde pasó parte de su infancia para vengar la injusta
acusación (y posterior asesinato) de su padre, supuesto terrorista. La
primera temporada me gustó: gente guapa, trajes guapos, malos muy, pero
que muy malos, pero con corazón, intriga, tramas entretenidas y
complicadas. Y, como en toda buena serie, algo de emoción romántica y
tensión sexual (más o menos) no resuelta: Emily empieza a salir con el
hijo de Victoria Grayson (Madeleine Stowe, genial, estupenda, mala muy
mala, la Ángela Channing del siglo XXI), Daniel (un niñito bien, tirando
a sosillo para mi gusto, Joshua Bowman), como parte de su venganza.
Pero hay algo en el ambiente con Jack Porter (Nick Wechsler), el que fue
su mejor amigo de la infancia y con el que hay una química más que
aparente y que para mí (por supuesto) era el hombre perfecto para Emily.
Bueno,
la historia es más complicada, otros personajes principales y
secundarios muy interesantes (me encanta Nolan), flashbacks, historias
con mucha historia, mucho odio, mucho amor, mucho deseo de venganza,
mucho de todo. Pasan muchas cosas en la temporada, muchas. Total, que
cuando acabó la primera temporada pensé “guay, hacen una segunda pero,
¿para qué?”. Por eso tardé mucho en arrancarla, en empezar a verla. Me
pasé como dos semanas viendo el primer capítulo a trozos. No sabía qué
me iba a encontrar, ni si me gustaría, ni qué cosas nuevas podría
aportar una historia que (creía yo) no podía complicarse más.
Y, entonces, apareció Aiden.
Y
pensé: “Oh, oh”. Y me dije: “oh, oh”. Porque 1. Aiden es un tipo muy,
pero que muy, pero que muuuuuy interesante (vale, tiene los ojos
pequeñajos y las orejas de soplillo) y 2. Las tramas se han complicado
hasta lo imposible, han pasado cosas que no me imaginaba y estoy mucho,
mucho más enganchada que en la primera temporada. En parte por el punto 2
pero en parte, en gran parte, por el punto 1.
Pero, ¿qué tiene Aiden?
Aiden
tiene un halo de misterio que hace que te den ganas de mirarle a los
ojos y pasarte el día interrogándole. Aiden tiene un poderío físico que
te dan ganas de desmayarte delante suyo para que te coja en sus brazos.
Aiden es malo, pero es bueno. Aiden está igual de guapo vestido todo de
negro y con barba de dos días, afeitado y con traje o lleno de sangre
después de una paliza. Y, encima, Aiden tiene una química con Emily que
desde el primer momento que salió sólo puedes pensar “¡que se líen ya!”.
Aiden tiene músculos y cerebro, es el hombre-macho que toda
mujer-fuerte (como Emily) necesita a su lado para que te abrace
cariñosamente en los momentos de bajón, ira o frustación (que los
tiene). Aparece Aiden y te das cuenta que Daniel no engaña a nadie ni
con traje: sigue siendo un niño. Aparece Aiden y te das cuenta de que
Jack no era tan hombre como parecía y, en realidad, es un calzonazos.
Aparece Aiden y te dan ganas de plantarte en los Hamptons y hacerle un
favor.
Porque encima los guionistas, los muy cabrones, le
ponen unas escenas de esas que tienes que ver cuatro veces seguidas
porque no te crees que sean tan chulas. De esas de “ven aquí, no te
hagas la dura, sé que estás hecha polvo” que todas necesitamos oír a
veces (sólo que él no diría “hecha polvo”, porque es inglés; él dice
“estás destrozada”). O le dice por milésima vez a Emily “¿Estás bien?” y
ella contesta “Siempre me preguntas lo mismo” y él dice “Pero tú nunca
respondes”. O mira directamente a una cámara de seguridad (sabiendo que
ella está mirando al otro lado) en un momento clave y suelta “Confía en
mí”. Y, claro, tú piensas: “Pues nada, yo ya hace unos cuantos capítulos
que confío en ti. Ahora, sólo quiero confiar en que los guionistas no
te maten”. Porque en esta serie, pasa de todo.
Pero bueno, no
todo el mérito lo tienen los guionistas. Me parece que Barry Sloane es
un actor como la copa de un pino. No lo conocía, pero insisto, estoy
encantada de haberlo descubierto. No entraré si la serie es buena o mala
(no lo sé, pero a mí me chifla), pero tiene actores muy buenos y
personajes chulos y bien definidos. Ya los tenía en la primera
temporada, pero en esta segunda… en esta segunda, no tienen nada que
hacer al lado de Aiden: se los come a todos con un simple parpadeo. Y
mira que es difícil al lado de una leona como Madeleine Stowe. Por fin
un hombre a la altura de Emily. Me encanta. Me chifla. Espero que dure
en la serie. Larga vida a Aiden.
Cuando sea una hiper-estrella hiper-famosa, recordad que yo lo vi primero.
Y con esto y un bizcocho, acaba la sesión frívola del día. Aunque bien leído, no me ha quedado tan frívolo como pensaba.
Y
Messi Balón de Oro. Puedo decir que lo he visto jugar en vivo y en
directo. No una, ni dos, sino hasta tres veces. Pero esa es otra
historia que ya conté alguna vez, en algún otro lugar.
En la
foto, Barry Sloane como Aiden. Por una vez, las fotos de esta entrada no
son mías (qué más quisiera yo…). Y como sé que con una no basta, dejo
un par más de regalo.