jueves, 6 de diciembre de 2012

Va de aves (y mamíferos)

 Hoy, aquí en Swakopmund (casi, casi me he aprendido ya el nombre), he visto mi primer pelícano. Ayer, mientras veíamos destripar y descabezar pescado fresco, me comentaron que era habitual ver alguno por la zona, en busca de restos de comida para llevarse al pico. No lo vimos, pero hoy se ha presentado surcando el cielo (yo diría que casi torpemente) y se ha parado en una farola, a la espera de algo de pescado que hoy no conseguiría (no estaban los destripadores de peces).


Otra ave más habitual en la zona es la gallina de Guinea, a las que he visto casi cada día por delante del hotel. Son tan coloridas y tan divertidas, que parecen de dibujos animados.


Y ya que hablamos de animales poco habituales en mi vida, hoy, ya que es mi último día aquí (mañana a estas horas estaré volando del hemisferio sur de vuelta al hemisferio norte) he probado dos carnes hasta ahora desconocidas para mí: el órix (oryx) y la gacela saltarina (springbok). No cliquéis en los enlaces si os da pena ver fotos de lo que os coméis. Sólo diré que estaban deliciosos.

Feliz puente a los que lo tengan, feliz fin de semana a todos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Pesca y reflexiones

La ciudad namibia de la que soy incapaz de recordar el nombre (es decir, Swakopmund) está rodeada de dunas y arena por todas partes, menos por una que la une al mar. A pesar de eso y de la gran importancia pesquera de la zona, no tiene puerto. Aún así, existe una zona en la ciudad habilitada para que los pescadores recreativos limpien su pescado cada día, que luego venden a los restaurantes de la ciudad. Hasta allí llegan las lanchas remolcadas por furgonetas, descargan el pescado, lo descabezan y limpian, preparándolo para el consumo: el cuerpo por un lado y las cabezas por otro, salándolas.

Unos minutos observando este trabajo me han dejado muchas reflexiones. De igual manera, tan sólo unos días en este país, me están dando mucho que pensar. Razas, culturas, historias, vidas, colonialismo, apartheid. Palabras y palabras que pasan por mi mente, reflexiones que me hacen pensar qué hago yo aquí y por qué, qué ocurre en este país, qué ha ocurrido y qué ocurrirá. Qué pasa más allá de las cuatro calles de esta ciudad de apenas 120 años de antigüedad, de arquitectura eminentemente colonial, que parece a punto de verse engullida por el desierto en cualquier momento. Y buscando y leyendo un poco sobre esta zona en general y su pesca en particular, he encontrado este interesante artículo sobre la explotación pesquera de la merluza y el papel que España juega aquí. Muy recomendable.

La foto de hoy, en blanco y negro, porque había demasiada sangre en este procesado en fresco de pescado recién capturado y no es cuestión de herir sensibilidades.

martes, 4 de diciembre de 2012

Seguridad laboral

Estos días, estoy trabajando (perdón, disfrutando de mis días libre) en el National Marine Institute and Research Centre (NatMIRC) de Swakopmund (juro que he tenido que volver a mirar cómo se escribía), en Namibia.

El primer día (o sea, ayer) me llamaron la atención unas cajitas de colores (en la foto) que había junto al lavabo del cuarto de baño de mujeres que frecuento. En mi primera visita, pensé que eran jaboncitos. Pero en la segunda me fijé bien: condones. Tres condones por cajita.

Eso es seguridad laboral y lo demás son cuentos.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Swakopmund

Creo que nunca antes había estado en una ciudad cuyo nombre soy incapaz de repetir, escribir o recordar.

Swakopmund, Swakopmund, Swakopmund, Swakopmund.

No, no lo conseguiré.

Esto me recuerda a Cicely de “Doctor en Alaska”, con sus calles anchas, sus casas bajas, sus pickups (aunque en la foto no se ve ninguna). Sólo que con arena en vez de nieve, con dunas en vez de árboles.

Southern Exposure.

domingo, 2 de diciembre de 2012

De camino


“Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir lejos, ve acompañado”. Proverbio africano.

La frase (y la foto) de esta mañana, en el aeropuerto de Johannesburgo (Sudáfrica), de camino a mi destino final, Namibia.

Aquí estoy. He llegado. Estoy feliz. Y encima ¡tengo internet!

sábado, 1 de diciembre de 2012

Quince días, doce aviones

Hoy empieza mi periplo viajero pre-navideño. Quince días, doce aviones. Y sólo puedo decir una cosa: qué pereza.

En unas horas empiezo un viaje de 24 horas que me llevará al sur, al hemisferio sur. Si alguien me preguntara si voy por placer o por trabajo, no sabría qué responder. Porque yo diría que voy por trabajo, pero cuando te “invitan” a cogerte vacaciones para recorrer 10,000 Km y pasarte cinco días allí trabajando, se me cruzan los cables cerebrales, me bloqueo y me dan ganas de salir corriendo. Pero no sé decir que no. Y debería aprender.

Como intuyo que allí dónde voy no voy a tener conexión a internet (o si la tengo, no creo que sea para actualizar el blog), dejo un poco abandonado esto. Pero por poco tiempo. Sólo una semana para volver a deshacer maletas y hacer maletas y dirigirme a un nuevo destino más cercano y (espero) que con posibilidades de actualizar.

La foto, de hace ya un tiempo, con una frase que me encanta. Y que hoy, más que nunca, cobra mucho sentido. Intentaré disfrutar del viaje, del camino.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Chocolate con sal

Hace un par de años, mi hermana gafapasta me trajo de un viaje a Suiza una tableta de chocolate. Hasta ahí nada extraño: me gusta el chocolate, mucho. Y el chocolate suizo es muy famoso. Así que no hay que ser muy listo para entender que acertó de pleno.

Era una tableta pequeña, no de esas gigantescas que venden en los aeropuertos. No sé dónde la compró y creo que ella tampoco lo recuerda. Pero era un chocolate curioso: con una pizca de sal.

Es uno de los chocolates más ricos, fascinantes e interesantes que he probado en mi vida.

Desde entonces, no paro de buscarlo. Pero no lo encuentro. Por tiendas normales, por tiendas especializadas. Nada. Mi hermana volvió a Suiza, con el encargo de traer muchas, muchas tabletas de chocolate con sal. Nada. Se lo preguntamos a su amiga que vive allí, a ver si lo conocía o sabía dónde encontrarlo. Nada. Yo misma, cuando viajo a cualquier aeropuerto, recorro sus estanterías de chocolates (se podría escribir una tesis sobre la globalización desde el punto de vista de la disponibilidad de chocolates en los aeropuerto) en busca del milagro. Nada.

De aquel delicioso chocolate con sal sólo me queda la caja recortada que lo recubría, que ocupa un lugar destacado en mi corcho, entre dos postales de Alfons Mucha que compré en Praga y una de Gustav Klimt que compré en Viena, encima de una etiqueta de ropa que habla de “Limpiar con cariño”) y de un post-it con mis medicamentos para la alergia a la primavera.

 
Tenía pensado publicar este post haciendo un llamamiento a la sociedad. Algo así como “Si alguien lo ve en algún sitio, que me lo diga. Se recompensará”.

Pero el otro día ocurrió algo sorprendente. Estaba comprando en un hipermercado que tengo cerca del trabajo, cuando revisando los chocolates (siempre lo hago, ¡siempre lo hago! Especialmente si están reorganizando el establecimiento, lo que suele implicar la aparición de nuevos productos, como es el caso), encontré esto:


Guau. Guau, guau.

Así que compré uno. No lo he probado aún. No creo que sea igual que el primero que probé (porque además del punto de sal, llevaba leche y caramelo), pero tengo esperanzas, sí, alguna esperanza de que sea sabroso, delicioso y sorprendente. Si es así, saldré corriendo al hiper para hacerme con una buena cantidad de reservas. Porque estas cosas extrañas, sorprendentes e innovadoras, no suelen sobrevivir a los caprichos de los consumidores.

O a veces sí.