Roma es sucia, caótica, ruidosa y exagerada. Pero aún así, la amo, de manera totalmente irracional, como son la mayoría de amores. Es imposible justificar ese amor, esa felicidad que me embarga cuando me pierdo por sus calles o cuando contemplo sus famosos (y no tan famosos) monumentos. Roma, a primera hora de la mañana, en un frío domingo de invierno, sin apenas turistas, es deliciosa. La Roma nocturna es también fascinante, pero esa la tengo más vista.
He viajado tantas veces a Roma que la conozco bastante bien. He viajado tantas veces, que podría contar múltiples historias sobre lo que allí he visto, sobre lo que allí he vivido. He reído mucho y he sido muy feliz en Roma, pero también he vivido momentos malos. Ayer, volví a tirar una moneda en la Fontana di Trevi, porque a pesar de todo, de su suciedad, de su caos, de su ruido y de su exageración, quiero volver, claro está. Siempre.
Las fotos, algunos detalles de Roma con la réflex. Hacía mucho que no la llevaba de viaje.
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