De esto que es domingo tarde y estás holgazaneando en el sofá y tonteando con el portátil que se está quedando sin batería. Te levantas a buscar el cargador y… oh… ¡oh, oh! ¡Te lo dejaste el viernes en la oficina! Y estás de vacaciones. Durante las próximas dos semanas. Y necesitas el portátil. Con batería y/o cargador, a ser posible. Así que durante tres cuartos horas te piensas si ir o no a la oficina en una tarde de domingo de verano de vacaciones… O ir mañana, lunes. Al final decides que es mejor ir hoy, que no te verá nadie y te vas, pensando en la ducha fresquita que te pegarás al volver. Por el camino, ves a la gente paseando y tomándose cosas en terracitas. Y una cola enorme en una heladería. Pringaos. Llegas a la oficina, subes al despacho, coges el cargador y sales de allí casi corriendo, casi con vergüenza, casi sin estar allí. Llegas a casa, cargador en mano, y vas a sacar el móvil de bolso y… oh, ¡oh, oh! No está el móvil. Te llamas desde el fijo. Una vez. Y dos. El móvil no está en casa. Enciendes el portátil (porque ¡ya tienes cargador!) para buscar con aquella aplicación que te instalaste dónde está y… ¿cómo se llamaba la aplicación? No la encuentras. Uy, qué gran idea instalar una aplicación para rastrear el móvil que no recuerdas cuál es ni cómo funciona. Vuelves a llamarte dando vueltas por casa. Aquí no está. Así que te vas al coche, seguro que se te ha caído en el coche. No, tampoco. Hasta vacías la guantera y te preguntas si al cambiar el CD habrás metido el móvil en el reproductor en vez de un CD… imposible. ¿En el trabajo? ¿¡Estará en la oficina!? No, no puede ser, no has estado tiempo suficiente para soltarlo… ¿o sí? Así que, lloriqueando por las esquinas y mirando hacia atrás para que nadie te vea, subes a casa a por el bolso y vuelves al coche. Y vuelves a la oficina. Sigue la cola en la heladería. Ya no te parecen tan pringaos. Entras en el despacho, despacito, “tiene que estar, tiene que estar, tiene que estar”. No está. Buscas y rebuscas y te sientes tonta, idiota, estúpida y despistada. Al final, te rindes a la evidencia: no está. Y, de vuelta a casa, buscas planes B para encontrar el móvil, pero no hay demasiados planes B. Ay, que he perdido el móvil. En un último intento, parada en un semáforo, vuelves a mirar por el coche y… ahí está, el móvil, debajo del asiento del copiloto. Qué gran momento.
Y así es como pasé una tarde de domingo de vacaciones veraniegas. Con dos viajes a la oficina y un móvil perdido y hallado en el coche.
Y casi atropello un perro.
La foto no tiene mucho que ver con la historia, pero es del mismo día (un día en conjunto bastante raro): hoja de Posidonia oceanica con una forma muy peculiar. La posidonia es una planta superior, no un alga.
¡Buenas (de nuevo)!
ResponderEliminarNo sé cómo hacer para dejar un comentario y que se grabe. ¡A ver si hay suerte esta vez! Have ya lo intenté tras ver una foto del faro de mi pueblo ;-) Aquí tb tenemos Posidonia, que siempre pensé que era un alga y tb me encantan los Minions.
Además, hace poco me salió Sète en un libro y no sabía q existiera ese pueblo...
En fin...¡¡Espero que esto se publique!! Tu blog es muy chulo.
¡Saludos desde Águilas!
¡Hola Maribel! No sé qué habrá pasado con los comentarios, pero éste sí que ha salido.
EliminarGracias por pasarte por aquí y por tus comentarios. ¡Qué faro tan espectacular tenéis en Águilas!
¿En qué libro sale Sète? Siento ahora curiosidad.
Saludos.
¡¡Hola!!
EliminarQué ilusión que te guste el faro de Águilas. Es bonico, sí =] Respecto a lo de Sète, sale en "Suite française" de Irène Némirovsky y, aunque solo de pasada un par de veces, te lo recomiendo encarecidamente.
Muy chulo el jersey que te has tejido, ¡¡qué apañá!! Eso para mí hacerlo sería ciencia ficción, jeje.
¡¡Muchos saludos!!
Me apunto el libro, ¡gracias por la recomendación!
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