Ayer leí a alguien que no hacía resumen del año, que era una tontería echar la vista atrás, que lo vivido vivido está y que ya vendrá lo que tenga que venir. Aunque me parece una buena reflexión, yo me resisto a no hacer este resumen anual que me trae una vez al año al blog (bueno, dos, que también inauguro los años aquí). Antes, cuando hacía estos resúmenes, echaba un vistazo al blog para ver qué me había llamado lo bastante la atención de lo vivido como para dejarlo reflejado aquí. Ahora que tengo el blog comatoso no lo hago, claro. En vez de eso, he echado un vistazo a mi perfil de Instagram, también a sus stories, para recordar algunas cosas de este 2023 que hoy acaba.
A veces he resumido mi año en aviones cogidos, libros leídos o días que he pasado en el mar. Pero el resfriado que estoy sufriendo me tiene demasiado atolondrada como para hacer números exactos. Sí que sé que he leído unos 50 libros, casi 14000 páginas, que he viajado cinco veces al extranjero (dos a Roma, que sigue siendo mi ciudad favorita del mundo, dos a Bruselas y una a Sicilia), no sé cuántas a destinos nacionales (alguno nuevo) y que he pasado muchos días en el mar, a veces de manera inesperada. Y creo que esa es la palabra que mejor define este año, lo inesperado, lo de improvisar. Salir corriendo de un congreso o hacer la maleta en solo unas horas para ir al mar o cancelar viajes por culpa del covid han sido cosas que he vivido y, la verdad, me han alterado un poco. Creo que tengo buena capacidad de adaptación, pero a veces me gustaría que las cosas salieran como tenía planeado.
Este ha sido el año de volver a los resfriados constantes, sobre todo después del verano. El covid de septiembre me dejó para el arrastre muchas semanas y los bronquios un poco tocados. Sin recuperarme, estoy “disfrutando” de dos resfriados seguidos en este mes de diciembre que ya se parece demasiado a esos inviernos pre-pandemia, en los que me ponía mala en diciembre y ya no levantaba cabeza hasta marzo. Solo por culpa de que el covid no es estacional esta vez empecé en septiembre. En fin, no puedo quejarme que lo peor que me haya pasado en temas de salud sea eso. Y que así siga.
Una cosa de la que estoy muy orgullosa este año es de haber aprendido a decir que no, sobre todo a nivel laboral. Y, ¿sabéis qué? Una vez empiezas, no puedes parar. He dicho que no a tres cosas importantes en el trabajo. Ni una, ni dos, tres. Y estoy muy contenta de haberlo hecho. Sé que eso me cierra puertas, sé que es darle a la pausa en algunas cosas, pero eso es lo que necesito y quiero ahora. Podría estar ganando más dinero, podría tener más responsabilidades, pero eso no es lo que quiero ahora. Quiero disfrutar de mi vida y vivir para algo más que para mi trabajo. Que sí, me gusta, y tanto, pero… Pero no es lo único y a veces hay que saber decir que no. Y yo he aprendido.
Decía al principio que he revisado mis redes para recordar este año. Pero, claro, hay muchas cosas que pasan que no aparecen ahí. Diría que lo más importante, los momentos más especiales, no están en las redes, ni siquiera en fotos, solo en la memoria. Y esas me las quedo yo, claro. Porque hay cosas difíciles de explicar, que creo que no sabría contar. Y para contarlo mal, prefiero no contarlo. Hablo de personas, claro. Porque al final, lo más bonito son las personas que nos rodean, que nos hacen la vida más feliz, con las que pasamos los momentos más especiales. Y hay un montón de personas bonitas en mi vida, un montón. Gracias por estar ahí y compartir momentos conmigo, por hacerme reír, por hacerme feliz, por ilusionarme y por hacerme sentir querida.
Y voy a cerrar el resumen del año con otro cierre, el de #lascosas. Igual no sabéis ni lo que son y no es fácil explicarlo a quien no lo ha vivido. Pero durante diez años, dos rubias (la rubiocracia) se han dedicado a organizar a un grupo de gente (los cosistas) para hacer los meses de diciembre más bonitos. Primero en blogs, luego en Twitter/X. Ser cosista consistía en compartir cosas bonitas durante los demás, llevando una cuenta de Twitter durante un día. Yo este año decidí hacer un bordado colaborativo, el de la foto, donde algunas de los elementos se decidían por votación popular. Porque otra cosa no, pero a los cosistas nos gusta muchísimo votar. Mal, pero votar. Lo de las cosas ha llegado a su final y estoy tan contenta de haber formado parte de esto durante tantos años que no estoy casi triste.
Que tengáis una salida de año lo más plácida posible.