domingo, 24 de noviembre de 2013

Copenhague

Éste ha sido mi segundo viaje a Copenhague. Estuve por primera vez allí hace dos años, en un curso. Entonces estuve en el Tívoli, un parque de atracciones antiguo y retro, di un paseo en barco por sus canales, hasta llegar a la Sirenita y hasta pasé una tarde en Malmö, Suecia. Ésta vez ha sido un viaje más corto, con poco tiempo libre, mucho frío y poco turismo y pocas fotos (y no muy buenas). Volví al Tívoli, eminentemente navideño y poco más.

Copenhague es una ciudad que me gusta. Me gustan sus calles, me gusta su ambiente, me gustan sus canales y me fascina (mucho) la torre de su ayuntamiento, de la que no tengo ninguna foto medianamente decente. Es una ciudad que tiene un punto especial, un ambiente agradable y tranquilo. Y tiene bicis, tiene muchas bicis. Pero también es una ciudad que aún me confunde, en la que no me oriento y que creo que me gustaría conocer un poco más. Tal vez tenga algún día esa oportunidad.












viernes, 22 de noviembre de 2013

Absurdidad

A veces tienes que enfrentarte a cosas aunque no quieras. Es lo que tiene ser adulto. Enfrentarte a situaciones que preferirías evitar, de las que saldrías corriendo si realmente pudieras hacer lo que quieres. Pero estás ahí, la aguantas, más bien que mal o más mal que bien, dependiendo del caso. Supongamos que bien. Vas ahí, aguantando, pensando que aunque queda ahí un deje de tristeza que no acaba de desaparecer, lo llevas bien, lo controlas. Ja, eres una campeona. Una adulta campeona. Te enfrentas a lo que querías evitar y estás razonablemente bien. Vale, sí, la situación es ciertamente incómoda y las cosas no son lo que eran, pero ahí estás, aguantando como la adulta que eres. Y en ese momento, cuando crees que está todo controlado, bajas la guardia un segundo, un sólo segundo, un maldito e insignificante segundo y, sin darte cuenta, te precipitas de nuevo al abismo. La tristeza infinita te invade. De nuevo. Con más fuerza, con más intensidad que nunca. Y odias de nuevo ser adulta. No poder decir “téntol”, como cuando jugabas de pequeña y querías parar el juego. “Téntol”. Alto. Stop. Basta. A ver, paremos, reflexionemos, un segundo. ¿Qué coño es esto? ¿Qué mierda es este nudo en el estómago que casi no te deja comer y te provoca náuseas? Un momento, ¿no era yo esa adulta que tenía todo controlado y tiraba adelante sin problemas? Pues no. Parece que no. Como esas heridas que no están del todo cicatrizadas y las vuelves a mojar, alargando aún más su cura. Claro, sí, están mejor que hace un tiempo, sin duda. Bueno, digamos que probablemente. Pero siguen ahí, aunque te hayas pasado muchos meses ignorándolas, haciendo como que no existen. Heridas que se acabarán curando, pero para eso tienes que ser estricta en su curación, aunque esas curas duelan. Ah, cómo duelen las heridas cuando les pones alcohol encima. Pero ese alcohol es necesario para que acaben curando y puedas seguir tirando hacia adelante.

Y así, casi por una tontería, casi una absurdidad, pasas de una tristeza infinita que creías superada a una absurda tristeza infinita que duele casi más que la anterior. Porque no quieres aceptarla, porque no quieres sufrirla. Pero ahí está, la muy cabrona. Y no te deja avanzar.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Predicciones

-  Mamá, ¿me llevo las gafas de sol a Copenhague?-  Pues claro.

Y mi padre se echa a reír.

- Jajaja, ¿para qué te las vas a llevar? ¡Estamos en noviembre!
- Pues no me hagas caso.
- Que no, que no, que yo me las llevo, claro.
Y me las voy a llevar. Porque mi madre es bruja.

Que lo sepáis.

Mi madre es bruja pero las de escuelas de magia y Harry Potter, no en el sentido despectivo del término. Aunque creo que es algo extendido en todas las madres. Te conviertes en madre y te aparece el súper-poder de la adivinación.

Mi madre lo tiene.

Hace un sol espectacular en la calle, vas a salir a cenar, hablo con ella y dice “Llévate la chaqueta, que hará fresco”. ¿Fresco? Todo el día con más de 30º. Sabes que la temperatura nocturna no bajará de 20º. Pero baja. Si lo dice mi madre, baja.

En febrero, me fui a Dublín e Irlanda del Norte.

-    No creo que me lleve las gafas de sol. Total, allá arriba en Febrero…
-    Llévatelas.

Le hice caso. Menos mal, porque hizo un sol espectacular casi todos los días. Exactamente así:


En septiembre, me fui tres semanas a Namibia.

- Te llevaras el chubasquero, ¿no?
- ¡Jajajajaja!
- ¿De qué te ríes?
- Me voy a África, mamá…
- ¿Y?
- Voy a una ciudad rodeada de desierto, donde llueve unos 2 días al año. No va a llover justamente estando yo, sobre todo porque el país sufre la peor sequía de los últimos tiempos, especialmente en el norte.
- Al menos llévate el paraguas.

No me llevé ni paraguas ni chubasquero. Llovió tres días. Así:



Vamos, que llovió como nunca había llovido en Swakopmund: nubes negras, truenos y rayos. La gente con la que trabajaba me decía “Eso que se ha oído debe ser un trueno, ¿no? ¡Nunca había oído uno!”. Después de una primera noche de lluvia, miré el parte y vi esto:


Lloraba. De risa, pero lloraba.

Lástima que su poder de adivinación meteorológico no sea comparable a su poder de adivinación sentimental: si cada vez que de un chico me ha dicho “Éste es para ti” hubiera sido verdad, mi vida sentimental sería digna de aparecer en cualquier revista del corazón. Y no lo es.

Resumiendo, que mañana me voy a Copenhague. Y me llevo las gafas de sol.

Obviamente.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Funda de portátil

En mi último viaje a Namibia, compré varias telas en una tienda que ya había querido visitar en los viajes anteriores pero no había tenido ocasión. La mayoría las compré sin un objetivo claro, no sabía qué iba a hacer con ellas (y aún no lo sé), sólo sabía el destino de (parte de) una de ellas: una funda de portátil.

Hacía tiempo que quería una funda para mi portátil del trabajo: tengo un maletín que me encanta, pero cuando viajo, a menudo uso una mochila como equipaje de mano en la que meto tanto el portátil como la réflex, pero no tenía una funda para protegerlo dentro de la mochila. Y tenía ganas de hacer algo personalizado, casero. Así que entré en aquella tienda buscando una tela adecuada para una funda. La encontré y, de paso, me llevé algunas más.

Mi plan era maravilloso, salvo por una pega: aunque últimamente le doy a las dos agujas, no soy una buena costurera precisamente. Así que tomé como aliada a mi madre y la embarqué en la aventura de la funda del portátil (como en su día la embarqué en el proyecto “delantal a partir de una toalla” del que alguna vez tendría que hablar). Así que ella en el papel de costurera y yo en el papel de ideóloga del proyecto y cortadora de tela, nos pusimos a ellos.

Además de la tela namibia, utilizamos parte de una funda de tabla de planchar vieja (para que el portátil estuviera más protegido, con la funda acolchada), restos de forro verde oscuro que tenía mi madre por casa y una cremallera reciclada. Y así conseguimos el objetivo: una funda de portátil estupenda.

Y me encanta.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Estaciones

En mi huerto urbano, no está muy claro en qué estación estamos. Aunque sea ya mitad de noviembre, mi pequeño fresal está echando flores.



 De hecho, hace poco recogí varias fresas.


Y sigo recolectando pimientos.


Y los que me quedan por recolectar.


No sé sabe muy bien en qué estación estamos, en mi huerto urbano.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Por fin una falda

Sí, tengo una falda. Por fin.

Y digo por fin porque era en marzo cuando ya tenía casi una falda. Casi ocho meses he tardado en acabar el proyecto falda. Han sido varios los motivos, pero el fundamental es que, con la llegada del buen tiempo, no sentía necesidad de acabar una falda de lana. Porque sabía que faltaban muchos meses hasta que me la fuera a poner.

Al final me acobardé y tuve que pedir ayuda a mi madre para acabarla: hacer un forro y ponerle una cremallera. Después de una planificación conjunta, no ha sido difícil (para ella) acabarla, así que en pocos días estuvo lista.

Así que, por fin, tengo una falda (ahora sí). Sólo falta que empiece a hacer frío y estrenarla. A juego con mi gorro de perdidos al río (al que, por cierto, me siento tentada de añadirle algún pompón).



domingo, 10 de noviembre de 2013

Harry Potter esloveno

Nueva entrega de frikismo harrypotteriano con la versión eslovena del libro.

Lo compré en Ljubljana, en una reunión de trabajo. Tengo recuerdos muy buenos de aquel viaje. No recuerdo demasiado de la reunión, creo que fue bastante correcta, ni estupenda, ni horrible. Pero recuerdo una ciudad maravillosa, un hotel delicioso, un Aperol Spritz en una terraza con mi jefa, hablando de amoríos y de esperanzas (ah, esas ilusiones absurdas y sin sentido), unas clasificaciones para Eurovisión seguidas con entusiasmo por las colegas chipriotas, una copa en otra terraza, tratando de sonsacarle (infructuosamente) información confidencial al participante de la Comisión Europea y una cena muy amena con una pareja de colegas italiano-chipriota.

Fue un buen viaje.

No recuerdo exactamente dónde compré el libro, no recuerdo ni la librería ni el momento. Pero recuerdo el centro de la ciudad peatonal, con tiendas maravillosas en las que nos perdíamos algunas tardes, de vuelta al hotel. En una de ellas compré un bol morado, en otra una taza maravillosa de puntos de colores. Supongo que por allí encontré una librería en la que compré este libro. Por cierto, la portada es la misma que las ediciones búlgara y turca.


Harry Potter Kamen modrosti.



Ljubljana, Eslovenia. Mayo 2011.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

De astronautas y chocolates

 Os presento a mi nueva mascota, el pequeño astronauta (de momento sin nombre).


Lo compré en un momento de debilidad en mis 3 horas de escala en el aeropuerto de Barcelona, de camino a Marsella. Es lo que tienen las escalas. Es lo que tienen las escalas en aeropuertos que tienen tiendas que te gustan.

Dice mi hermana la gafapasta que lo compré porque “Gravity” me impactó mucho. Yo creo que lo hice porque simplemente es monísimo, ¿no os parece? ¿No os dan ganas de abrazarlo, así como está, con los brazos tan abiertos?


Y se ilumina. Pequeño, pero muy luminoso.


No fue mi única compra en el aeropuerto de Barcelona. También cayó un atril para el libro electrónico, que me va fenomenal cuando leo mientras desayuno.

Y, además, en la nueva tienda del aeropuerto hay ¡¡chocolate con sal!! ¡¡De dos tipos!! Creo que puedo hacer una auténtica cata de chocolates con sal. Ya voy teniendo mis favoritos. Soy una experta del chocolate con sal. Sí, sí.



martes, 5 de noviembre de 2013

Marsella

Aunque tengo pendiente de colgar fotos de mi viaje anterior por Bélgica, pero prefiero acabar con mi serie de entradas sobre Marsella.

He dicho muchas veces que Marsella es una ciudad que no me gusta. Ahora diría que es una ciudad que no me gusta demasiado. Pero por fin he descubierto cosas que no conocía de ella. Y que me han gustado. De Marsella me ha gustado:

Las vistas desde Notre Dame de la Garde. Y su interior bizantino. Y las placas de agradecimiento.

Le Phalais du Pharo del que ya hablé aquí y las vistas que tiene del Puerto Viejo y de la Catedral.

El mercado de pescado que se monta por las mañanas en el Puerto Viejo.

El pabellón de espejo en el Puerto Viejo. Y las palabras bajo él escritas al revés que, vistas a través del espejo, te recuerdan que tienes el mar, justo ahí delante.

Las tablas de quesos para postre con tal variedad de quesos que es imposible saberse sus nombres. A no ser que seas francés.

El atardecer desde el Puerto Viejo. O desde le Phalais du Pharo.

Los jabones.

El casco antiguo, con miles de detalles interesantes, tiendas curiosas y rincones inspiradores.




















domingo, 3 de noviembre de 2013

Señores diputados:

El pasado 1 de noviembre, me sorprendió la noticia de la desbandada de muchos de ustedes para empezar a disfrutar del fin de semana largo de Todos los Santos. Y me sorprendió mucho más ver cómo ustedes justificaban sus carreras por el pasillo del Congreso. ¿Por qué me sorprendió tanto? Pues porque yo, ese 1 de noviembre, festivo en España, estaba trabajando, estaba participando en un congreso científico en Marsella, a pesar de ser festivo, a pesar de que no podría volver hasta el sábado pasada la medianoche a mi casa (o sea, ya en domingo).

Déjenme que me presente. Soy Licenciada en Biología y Doctora en Ecología Marina. Tengo un trabajo temporal (desde hace 12 años) en un Organismo Público de Investigación del Gobierno Español. Casi, casi diría que somos colegas de trabajo. Eso sí, yo cobro mucho menos sus señorías y, por lo visto, no tengo los mismos derechos que ustedes. Yo (y muchos otros) también hubiera querido salir corriendo del Congreso para pasar el largo fin de semana con mi familia, pero no, me quedé cumpliendo mi trabajo, por el que me pagan y reduciendo este (para ustedes) largo fin de semana a tan solo un día. Porque, además, no volví el sábado a primera hora, sino el sábado por la noche, en un vuelo nocturno que me hizo llegar a casa pasada la medianoche, en una compañía de bajo coste, porque era más barato que otra combinación que me hubiera permitido empezar mi fin de semana un poco antes.

Y, como yo, muchos otros. Científicos de todo el Mediterráneo reunidos, trabajando. Hasta el Príncipe Alberto de Mónaco sacrificó su día festivo, como presidente de la Comisión Científica del Mediterráneo, organizadora del congreso, para pasar el día con nosotros. Supongo que él también hubiera salido corriendo para estar con su familia y para disfrutar de unos días con los suyos. Él también tenía derecho a eso. Pero estuvo allí, con nosotros, hasta casi las nueve de la noche del viernes 1 de noviembre, festivo también en su principado. Imagínense, hasta me han hecho sentir más respeto por un personaje del papel couché, que ha accedido a su cargo real por ser hijo de quién es, que por ustedes a los que por lo visto el pueblo (yo misma incluida) les hemos votado democráticamente.

Me ha impactado la justificación que algunos de ustedes han hecho de su huída: ya habían acabado su trabajo y querían estar con su familia. Bueno, yo (y muchos como yo) cuando estoy en la oficina, aunque tenga mi trabajo acabado, no puedo irme hasta que no es mi hora. Yo (y muchos como yo) cuando estoy en una reunión laboral, no salgo corriendo, sea la hora que sea, aunque se alargue más de lo debido (aunque a veces lo haría). Yo (y muchos como yo) cuando estoy en una campaña de investigación científica en medio del mar, no hago atracar el barco en el puerto para volver a casa a final del día porque ya he acabado mi trabajo o porque es fin de semana. ¿Saben ustedes cuántos cumpleaños de familiares me he perdido por motivos laborales? ¿Saben cuántas bodas de amigos? ¿Saben cuántos cumpleaños míos he tenido que celebrar (o no celebrar) rodeada de desconocidos? ¿Saben cuántos nacimientos de hijos de amigos no he podido vivir de cerca? Lo mejor de ser mujer, en todo este asunto, es que sé que no me perderé el nacimiento de mis hijos, si es que la situación económica me permite algún día convertir en realidad mi deseo de ser madre.

Comentando su huída con una compañera en el congreso (en el científico), me confesó que ella hacía dos semanas que no veía a sus hijos. Que a pesar de haber tenido un par de días entre dos reuniones para viajar a casa no lo había hecho porque resultaba más barato que se quedara allí, porque no sé si ustedes lo saben, en ciencia cada vez hay menos dinero. Y nos apretamos el cinturón, día sí, día también. Mientras ustedes salían corriendo hacia su fin de semana familiar, había científicos en un congreso científico recibiendo fotos de sus niños disfrazados a través de su móvil. Y porque no hablo de los que están fuera, científicos y no científicos. Esos que sólo pueden ver a su familia cuando vuelven a casa por Navidad, si es que pueden permitirse un billete de ida y vuelta.

Sí, señorías, ustedes tenían derecho a salir corriendo para ver a sus familias o irse a viajes con los que los ciudadanos de a pie sólo podemos soñar. Pero los demás, el pueblo, ¿no tenemos también derecho? ¿O son ustedes superiores a nosotros? ¿De qué especie son ustedes para justificar esa huída con un “era mi derecho”? También es un derecho acceder a una sanidad y una educación pública de calidad, también es un derecho tener un hogar en el que vivir y un trabajo que nos permita mantenernos. No hace falta que les recuerde cuánta gente no puede disfrutar de esos derechos. Pero no se preocupen, les entiendo: ustedes estaban en su derecho huyendo del Congreso. Y nosotros tenemos que dar las gracias por sentirnos afortunados de ser científicos en España (al menos de momento) y poder participar en un congreso. Qué ironía. Congreso versus congreso. Y, ¿saben lo más divertido? Muchos de los científicos que allí estaban se habían pagado el viaje y el alojamiento de su propio bolsillo. Porque no hay dinero. Igual eso cuenta como vacaciones, ¿no? Sí, ya sé, toda esa historia de que los científicos tenemos vocación y lo hacemos todo porque nos encanta y que estábamos allí porque queríamos, que nadie nos obligaba. Sí, claro, no me vengan con esas. A ustedes nadie les ha obligado a ser diputados. Cierto, nosotros les votamos, pero no nos echen toda la culpa.

Tengo una pregunta, ¿cómo cobran las dietas de ese día que han salido corriendo? Porque yo hace poco tuve que devolver la mitad de las dietas de un día porque, en un viaje laboral de julio, mi avión aterrizó en mi ciudad antes de las 10 de la noche. Y claro, si mi avión aterriza antes de las 10 de la noche, no tengo derecho a cenar en el aeropuerto. Aunque resulte que venga de un país europeo en el que se come a las 12 e independientemente de la distancia que esté el aeropuerto de mi hogar. Perdónenme pero no puedo dejar de hacer comparaciones: ustedes tienen derecho a salir corriendo de su puesto de trabajo pero yo no tengo derecho a cenar antes de las 10 de la noche. Ya me lo dijo mi padre, al poco de meterme yo en este mundillo de la investigación: “A ver cuando dejas de trabajar en esto y te buscas un trabajo serio”. Tal vez se refería a hacerme diputada.

Espero que hayan pasado un fin de semana estupendo. Yo llegué anoche después de medianoche a casa, así que hoy me he dedicado a hacer la colada y prepararme para una nueva semana laboral que empieza mañana. Un súperplanazo de fin de semana.

Ya ven.

jueves, 31 de octubre de 2013

Inauguración

Ayer no quise actualizar con cosas del congreso porque no quería aburrir con mis historias “congresistas” y por eso fue una entrada eminentemente visual. Luego me di cuenta de que sí, estos días he escrito mucho sobre el congreso pero en realidad no había publicado aún nada: dos entradas las escribí en papel y una tercera con el portátil, pero ni me acordaba de ella. Así que hoy sí que actualizaré sobre el congreso. De hecho, con algo que escribí el primer día, el lunes por la mañana, durante la sesión inaugural.

Necesito hacer cosas. No puedo tener la mente quieta. Soy intranquila, más intelectualmente que físicamente. Necesito estar trabajando o leyendo o escribiendo o haciendo algo. A veces no me basta con hacer sólo una cosa. Por eso, en reuniones suelo leer y contestar correos o tomar apuntes sobre cosas que no tienen nada que ver con la reunión. No es que no escuche, al contrario: dispersar mi atención me ayuda a concentrarme.

Estoy en el auditórium de Le Palais du Pharo, esperando a las autoridades que inaugurarán el congreso en el que estoy. Son las 10 de la mañana de un lunes y aún no he hecho nada. Y eso me pone nerviosa. Con todo lo que tengo que hacer.

Me gustan los congresos, me gusta ver gente, reencontrarme con colegas que hace tiempo que no veo, pero también me pone nerviosa la sensación de no hacer nada, de perder el tiempo. Que no es así, que no pierdo tiempo asistiendo a charlas, leyendo pósters y charlando con colegas con los que comparto intereses. Pero no me basta, quiero más.

En otros congresos internacionales a los que he ido, todos los españoles nos juntábamos de manera natural, sin importar de qué institución veníamos ni la jerarquía científica. En mi primer congreso, me partía de risa con los chistes que contaba un colega que después descubrí que era un eminencia científica. En este congreso, hay muchos españoles y no sé con quién juntarme. ¿Con los de mi institución? ¿Con los de mi edad? ¿Con los de mis líneas de investigación? De momento, deambulo de un lado a otro, sin encontrar mi ubicación natural. Miro alrededor en busca de rostros conocidos y de rostros que quiero conocer. O mejor dicho, trato de leer nombres de gente a la que quiero conocer. Ponerle cara a alquien de quien conoces sus trabajos, su investigación, es curioso. Pero es una diversión propia de estos eventos.

Reflexiones antes de la inauguración: un congreso en el siglo XXI en el que participa gente de todas las edades, muchos jóvenes, necesita un hashtag en twitter. Y no lo tiene. Y ponerse de pie para recibir a las autoridades está pasado de moda.

En la foto, cosas que hago mientras escucho charlas en el congreso, para concentarme.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Le Palais du Pharo


Estas son las vistas que tenemos desde Le Phalais du Pharo, la sede del congreso en el que estoy esta semana, justo a la entrada del Vieux-Port, el puerto viejo de Marsella.






Éste es Le Phalais, uno de los edificios en los que se desarrolla el congreso.


Y ahí están todos nuestros pósters, toda nuestra ciencia.
 

Y yo no quería venir.

lunes, 28 de octubre de 2013

Alberto

El día de San Juan de 2010, estábamos a bordo del B/O Cornide de Saavedra, trabajando en nuestra campaña de investigación anual. Era un caluroso día de principios de verano, uno de esos días de mar en calma y sol radiante. Trabajábamos tranquilamente al sur de Mallorca, en aguas cercanas al Parque Nacional del Archipiélago de Cabrera. No recuerdo si estábamos en mitad de un muestreo o navegando entre estaciones, pero juraría que era esto último, cuando avisaron al Capitán de que tenía una llamada del responsable de los buques en nuestro instituto. Instantes después, me avisaron a mí de que tenía una llamada en el teléfono del barco desde Madrid. Fui al teléfono y me encontré al otro lado de la línea a una persona responsable del departamento de comunicación. La conversación fue más o menos así:

-  Hola, te llamo del departamento de prensa. Nos han llamado varios medios de comunicación para que les confirmemos una noticia sobre Alberto de Mónaco, vosotros y Greenpeace, sobre una recepción que habéis organizado en Cabrera.
-  ¿Perdona?
-  No, si está muy bien que hagáis una recepción con Alberto de Mónaco, pero ya sabes que todos los asuntos de prensa deben pasar por nosotros.
-    Ya, pero yo no sé nada de eso.
-    En serio, está muy bien, pero todo tiene que pasar por prensa en Madrid. ¿Está Alberto de Mónaco a bordo?
-    …
-    De verdad, esto lo tenéis que avisar, porque no puede ser que en prensa nos enteremos por medios de comunicación que nos llaman y nosotros sin saber nada. No puede ser, tendríais que habernos avisado.
-    Ya, pero es que yo no sé nada ni de Alberto de Mónaco, ni de Greenpeace, ni de Cabrera.
-    Pero, ¿no estáis haciendo una campaña por Cabrera?
-    Bueno, sí, estamos acabando la campaña y llevamos varios días cerca de Cabrera.
-    ¿Y Alberto de Mónaco? ¿Está ya a bordo?
-    …
-    ¿Me lo confirmas o no?
-    Te confirmo que NO está a bordo (pero bueno, podemos buscarlo a ver si lo encontramos) y que no hemos celebrado ninguna recepción con él. Ni pensamos hacerla.
-    ¿Seguro?
-    Seguro.
-    ¿Me confirmas que Alberto de Mónaco no está a bordo? Está muy mal que hagáis cosas sin avisarnos…
-    Te aseguro que Alberto de Mónico no está a bordo y que no vamos a hacer ninguna recepción con él… Bueno, a no ser que vosotros montéis algo, claro.
-    No, no, si a nosotros nos ha llegado la información por varios medios de comunicación. No sabemos nada más, por eso yo te llamaba. Entonces no está a bordo, ¿no?
-    Sí, te lo confirmo.
-    ¿De verdad?-    Que sí, prometido. Si aparece por aquí, serás la primera en saberlo.
-    Vale, pues muchas gracias, ¿eh?-    De nada…

Cuando colgué, descubrí que al Capitán le habían llamado por el mismo motivo.

Fue la noticia del día, nos pasamos horas y horas hablando del tema, entre incrédulos y divertidos por la extraña y absurda situación.

Poco después descubrimos que Alberto de Mónaco acababa de anunciar su compromiso y de que ese mismo día se hallaba en aguas de Cabrera, rodando. Probablemente, llegó a algún sitio ambas noticias, junto con alguna información sobre nuestra campaña. Alguien juntó cabos y nos dio tema de conversación para varias horas. Y muchas risas.

Me he acordado de esta anécdota hoy, ya que Alberto II de Mónaco ha formado parte de las personalidades que han inaugurado el congreso en el que estoy. Es el Presidente de la Comisión internacional para la exploración científica del mar Mediterráneo, que organiza este congreso, y, como tal, ha estado por aquí. Y también ha estado en la recepción de esta tarde-noche, entre nosotros aunque, eso sí, en la zona VIP.

En la foto, Alberto II de Mónaco, hoy en la inauguración.

domingo, 27 de octubre de 2013

Aquí

Estoy en Marsella, una ciudad que no me gusta para participar en un congreso al que no quería venir.

Pero aquí estoy, he venido.


Tengo una presentación de 3 minutos (¡¡tres minutos!!) y un póster que cuenta lo mismo que la presentación (bueno, un poco más).

Encima, soy la moderadora de mi sesión. Veréis qué risas. Hacer una introducción sobre un tema que hasta un rato no tenía ni controlado, vigilar que otros 5 científicos locos sólo hablen 3 minutos de sus locuras científicas y dirigir un debate de otros 20 minutos. Repito: veréis qué risas. Eso será el martes por la tarde. Ja, ja, ja. Si es que me río sola. ¿A quién se le ocurre hacerme moderadora? A alguien que no me conoce, claro.

Esta tarde he ido al lugar de la reunión, para inscribirme y colgar el póster.

Primera sorpresa: han escrito mi nombre mal en la identificación.




Bueno, el real también. Ahora casi me llamo como una mala de Harry Potter. Hmmmm, me mola.
Segunda sorpresa: el lugar  donde se celebra el congreso es una pasada, con unas vistas increíbles.



No, si al final también me reconciliaré con Marsella, como ya me pasó con Bruselas.

Tercera sorpresa: colgando mi póster (que ha llegado sucio y arrugado), me encuentro a un colega griego, con el que compartí despacho durante mi exilio cretense, hace cinco años. Genial.

De vuelta al hotel, cuarta sorpresa: mi reproductor de mp3 (se llama Blauet, porque es azul –blau- y pequeñito) estaba en el bolsillo de mi cazadora. Ayer tuve un momento de pánico porque no lo encontraba por casa. Ni ayer ni esta mañana. Así que me resigné a viajar sin música. Y resulta que Blauet ha hecho todo el viaje conmigo, en un bolsillo de una cazadora que he llevado en la mano, tirado por cualquier lado, metido en la mochila, puesto en el compartimento de equipajes e incluso he llevado encima. Y ni se ha caído. Y ni me he enterado hasta volver al hotel. Increíble. Y maravillosa sorpresa.

A ver qué nos depara esta semana. Un congreso con más de 800 participantes. Supongo que reencuentros con colegas, estudios interesantes, vida social y disfrutar de esta ciudad que, cuando la visité por primera vez hace año y medio, no me gustó demasiado. Ya veremos.

Intentaré actualizar estos días, pero quién sabe cómo irá esto.

Bonne nuit.

sábado, 26 de octubre de 2013

El último +1

Conté por aquí hace ya unos días cómo fue mi último baño de la temporada. Sólo que, en realidad, no fue el último.

A veces, el otoño tiene estas cosas. Y te sorprende con más días de buen tiempo de los esperados.

Ya lo dije yo durante las lluvias de finales de agosto: si las tormentas de final del verano llegan pronto, el buen tiempo suele prolongarse más de la cuenta, como este año.

Llevamos toda la semana con temperaturas rozando los 30º, así que hoy he aprovechado un ratito después de comer y, en vez de dormir la siesta, me he ido a la playa.

He ido una playa que hacía algunos años que no iba, que me gusta por varios motivos (es de arena pero hay rocas, hay muchos peces, cubre en seguida y está recogida del viento sur que soplaba hoy), pero a la que es imposible ir en pleno verano, de la cantidad de gente que hay. He ido a una playa que no es muy grande, que tiene una isla en medio, sobre la que se levanta un restaurante. Con un puente de madera que une la arena con la isla.

El agua estaba un poco más turbia de lo normal, resultado de estas altas temperaturas, que hacen que las algas profileren felices. Pero aún así, he entrado al mar con careta y tubo y he disfrutado viendo muchas especies: barracudas nadando muy cerca de la superficie, espáridos de varias especies, salmonetes escarbando en la arena con sus barbas, lisas de varios tamaños, salemas hervíboras, tordos peleándose, estrellas de mar de brillantes colores rojos. He visto el gran azul, ahí fuera.

He nadado hasta que me han dolido las piernas, se han quejado los brazos y se me ha puesto la piel de gallina por el frío.

He leído tumbada en la orilla, sintiendo el calor del sol en mi piel y la brisa mucho más cálida de lo que esperaba.

Y he vuelto a nadar y a ver peces y más peces, disfrutando del mar en calma y del que, ahora sí, ha sido el (probablemente, tal vez, digo yo, vaya usted a saber) el último baño de la temporada.

Más uno.

En la foto, el mar, hoy.

jueves, 24 de octubre de 2013

Por qué

Hoy hay huelga general en la enseñanza. Y aunque yo no trabajo en ese ámbito, la apoyo.
 

¿Por qué?
 

Porque no me parece bien que se recorte en educación. Si hay falta de dinero, se puede recortar de muchas, muchas partes, pero no en educación (ni en sanidad, ni en investigación).
 

Porque creo que la educación debe ser para todos y no para las élites. Y a veces tengo la sensación de que la educación acabará siendo como antes, para los ricos. Formo parte de la primera generación de mi familia (por las dos partes) con estudios universitarios. Y me gustaría que mis hijos y nietos tuvieran también la posibilidad de realizarlos.
 

Porque me parece absurdo que cada gobierno nuevo que entra, se invente una nueva reforma educativa y vayamos siempre, siempre, de mal en peor.
 

Porque cada vez hay menos becas, menos ayudas, menos profesores y más alumnos por clase. Y eso no puede ser bueno. Para nada.
 

Igual no lo sabéis, pero en mis islas, los docentes se pasaron en septiembre varias semanas de huelga. Era una huelga apoyada por profesores, padres de alumnos y sindicatos. La prensa la simplificó como una huelga “contra el TIL”. Pero, ya digo, eso es simplificar.
 

El origen de todo sí es la aplicación del TIL: el Tratamiento Integral de Lenguas. O tal vez no es el origen, tal vez fue la gota que colmó el vaso tras todo tipo de recortes que ya hace mucho que la educación está sufriendo. La idea teórica del TIL es fabulosa: los niños saldrán de los colegios baleares sabiendo castellano, catalán e inglés. ¿Quién no querría eso? El problema es la implantación: de golpe, de un día para otro, pasando por encima de las decisiones de supresión cautelar del Tribunal Superior de nuestras islas. De hecho, el político que habló de implantarla de manera gradual, fue destituido de su cargo. También lo fueron varios directores de centros de Menorca, porque se negaron a implantar de golpe el TIL (porque así se decidió en el consejo escolar). Y otros han dimitido ya. Por una vez, docentes, padres y sindicatos se pusieron de acuerdo. Alguna razón tendrían, ¿no? Dice el gobierno balear que no, que el TIL estaba en su programa electoral (no lo está) y que tienen el apoyo de la mayoría absoluta en las urnas (cuando les votaron el 26.6% de los que podemos votar). Qué queréis que os diga. Para mí eso no es gobernar para el pueblo, para mí eso es gobernar para las urnas. Y no es lo mismo.
 

Os voy a contar una cosa. Soy licenciada en Ciencias Biológicas, doctora en Ecología Marina (con título de doctora europea, porque hice al menos una estancia en el extranjero de más de tres meses, escribí la tesis en inglés y la defendí, en parte, en ese idioma) y tengo el nivel C1 de inglés. Estoy cursando (por tercera vez) el C2, pero no me he llegado a presentar nunca a los exámenes (espero hacerlo este curso). Por si alguien no lo sabe, C2 es nivel de nativo. Participo de manera regular en reuniones internacionales, en las que hablo en inglés, uso inglés en mi día a día muy habitualmente y, de hecho, en menos de un año he pasado un total de seis semanas en Namibia dando unos cursos a colegas namibios. En inglés, claro. Y digo y perjuro que yo, si fuera profesora, no querría ni muerta tener que dar clases a niños y adolescentes en inglés. ¿Por qué? Porque no soy nativa, mi inglés es aprendido, me hago entender perfectamente y entiendo a los demás. Pero yo no querría ser ejemplo de nadie. No querría que mis hijos tuvieran a una profesora como yo enseñándoles en inglés. Yo puedo enseñar mis conocimientos en inglés a unos alumnos, pero no creo estar capacitada para que ellos aprendan de mí MI inglés. Preferiría que alguien les enseñara biología y que alguien les enseñara en inglés. No que su nivel de biología fuera más bajo de lo esperado sólo para que pudieran cursar esa asignatura en inglés. Y sí, al cabo de unos años, si han hecho esto desde pequeñitos, me parecería estupendo que alguien les enseñara biología en inglés. Pero de manera progresiva, de manera casi natural. No de sopetón.
 

Esa es mi opinión.
 

Y por eso, apoyo la huelga de educación en general y la huelga de docentes de mis islas en particular.
 

Y ya que estoy, que sepáis que el conflicto lingüístico del que hablan en prensa es una visión muy parcial de lo que aquí ocurre. Conozco a bastante gente trabajando en educación y todos a los que les pregunto me contestan lo mismo: en el día a día, en la vida real, no existe tal conflicto. Los niños aprenden y estudian sin problemas lingüísticos, no hay esa conflictividad. Si un niño tiene problemas de aprendizaje con un idioma, existen herramientas para ayudarlo. Sí, seguro que alguien os cuenta de historia truculenta sobre este tema, claro que las habrá, de todo hay, pero no es la norma. Por supuesto que hay problemas, por supuesto que hay gente extremista en todos los bandos que provoquen situaciones absurdas, incómodas y estúpidas. A mí me han insultado por la calle por hablar en castellano, cuando soy totalmente bilingüe, pero con mi familia –de origen peninsular- hablo en castellano, pero también me han dicho despectivamente que hable “en cristiano” alguna vez que me he dirigido a alguien en catalán. Pero os aseguro que eso no es la norma, sólo la excepción. Eso sí, vende mucho, porque genera polémica. Y a la gente le gusta la polémica.
 

Así que hoy el blog está de verde.
 

Y al que no le guste, que no mire.

miércoles, 23 de octubre de 2013

"Gravity" de Alfonso Cuarón

Ayer, aprovechando lo de la fiesta del cine, fui a ver “Gravity”. Hacía mucho, mucho que no iba al cine. Y ayer conseguimos reunirnos 7 amigos para hacerlo. Genial. Ya podría haber más promociones de este tipo para animarnos a ir, porque no sólo es un gusto no arruinarse por una tarde de cine, sino que me encantó el ambiente y la animación que había en el cine. Hacía mucho, mucho tiempo que no lo veía así.

Imagino que todo el mundo sabe a estas alturas de qué va “Gravity”: es la historia de dos astronautas, Sandra Bullock y George Clooney, que quedan flotando perdidos en el espacio, tras la destrucción de su nave. La historia me pareció lo suficientemente interesante como para decidirme a verla. Como científica, debería ver el tema espacial como una parte más de la investigación científica, de la búsqueda del conocimiento, pero el espacio me impresiona tanto que me parece increíble casi todo lo relacionado con él. Supongo que es un problema de desconocimiento, o de perspectiva, o de ignorancia. Hablar de millones de años luz, de estrellas que vemos pero que ya hace mucho que desaparecieron, de la velocidad de la luz. Todo eso me parece impresionante, casi irreal. Me pasa un poco lo mismo con la física de partículas, con las partes más pequeñas de la materia. Tanto el espacio como las diminutas partículas existen, lo sé; se estudian, lo sé; me lo creo, claro, pero me parecen tan, tan difíciles de comprender que a veces creo que su estudio científico es casi, casi un acto de fe (aunque en realidad es simplemente la superior capacidad de ciertas mentes de comprenderlo y estudiarlo).

Pero vayamos a la película. La verdad es que pensaba que pasaría más miedo o más angustia de la que pasé. Y realmente me resultaron (algo) más angustiosas las escenas en el interior de las naves que las exteriores. Me pasó algo parecido en Namibia: en general, África me da sensación de inmensidad, una especie de vértigo espacial de sentirse muy pequeñito en algo muy grande. Y cuando fui a Etosha, pensé que esa sensación sería aún más devastadora y fue justamente lo contrario: en Etosha no sentí el vacío de inmensidad, esa melancolía perturbadora que he sentido en general en Namibia. Con “Gravity” ha sido similar, no sentí tanta sensación de angustia por la inmensidad en las escenas del espacio, sentí más lo contrario, casi claustrofobia en las escenas interiores.

La película me ha gustado mucho. Le veo algunos peros, pegas (científicas y cinematográficas), pero me resultó muy adecuada. Visualmente es muy atractiva (esos planos de la Tierra, el punto de vista personal, la inmensidad del espacio, algunas metáforas visuales). Y el guión es intrigante sin ser agobiante. A los 40 minutos de película estaba intrigada por saber qué pasaría después, qué diablos podría ocurrir en la casi hora que quedaba de película. Pensé que podría hacerse más pesada, más aburrida y a la par más angustiosa. Y no. Fue amena y me hizo sufrir poco.

Debo admitir que, en parte, me esperaba otra cosa. Tengo la mala costumbre de pensar qué haría yo con una historia a partir de lo poco que sé antes de verla. Eso me lleva a numerosas decepciones y numerosas sorpresas. En este caso, me había imaginado una historia bien diferente, tirando más a la ciencia-ficción, pero esto era casi un deseo o esperanza, porque sabía que dirigía Cuarón y no lo veía haciendo alguna historia con extraterrestres por el medio.

No me gusta mucho la Bullock, lo admito, pero aquí está más que aceptable y hubo momentos en los que hasta me olvidé de que era Sandra Bullock y me la creí como doctora perdida en el espacio. George Clooney mola. Siempre.

Una peli recomendable, pero tampoco le daría los millones de Óscars a los que (supongo) estará nominada. Y ya que estoy, aprovecho para recomendar otras películas de Cuarón, como “Hijos de los hombres” de la que ya hablé aquí (también del libro en el que se basa) y “La princesita”, que es una película absolutamente deliciosa.