miércoles, 23 de octubre de 2013

"Gravity" de Alfonso Cuarón

Ayer, aprovechando lo de la fiesta del cine, fui a ver “Gravity”. Hacía mucho, mucho que no iba al cine. Y ayer conseguimos reunirnos 7 amigos para hacerlo. Genial. Ya podría haber más promociones de este tipo para animarnos a ir, porque no sólo es un gusto no arruinarse por una tarde de cine, sino que me encantó el ambiente y la animación que había en el cine. Hacía mucho, mucho tiempo que no lo veía así.

Imagino que todo el mundo sabe a estas alturas de qué va “Gravity”: es la historia de dos astronautas, Sandra Bullock y George Clooney, que quedan flotando perdidos en el espacio, tras la destrucción de su nave. La historia me pareció lo suficientemente interesante como para decidirme a verla. Como científica, debería ver el tema espacial como una parte más de la investigación científica, de la búsqueda del conocimiento, pero el espacio me impresiona tanto que me parece increíble casi todo lo relacionado con él. Supongo que es un problema de desconocimiento, o de perspectiva, o de ignorancia. Hablar de millones de años luz, de estrellas que vemos pero que ya hace mucho que desaparecieron, de la velocidad de la luz. Todo eso me parece impresionante, casi irreal. Me pasa un poco lo mismo con la física de partículas, con las partes más pequeñas de la materia. Tanto el espacio como las diminutas partículas existen, lo sé; se estudian, lo sé; me lo creo, claro, pero me parecen tan, tan difíciles de comprender que a veces creo que su estudio científico es casi, casi un acto de fe (aunque en realidad es simplemente la superior capacidad de ciertas mentes de comprenderlo y estudiarlo).

Pero vayamos a la película. La verdad es que pensaba que pasaría más miedo o más angustia de la que pasé. Y realmente me resultaron (algo) más angustiosas las escenas en el interior de las naves que las exteriores. Me pasó algo parecido en Namibia: en general, África me da sensación de inmensidad, una especie de vértigo espacial de sentirse muy pequeñito en algo muy grande. Y cuando fui a Etosha, pensé que esa sensación sería aún más devastadora y fue justamente lo contrario: en Etosha no sentí el vacío de inmensidad, esa melancolía perturbadora que he sentido en general en Namibia. Con “Gravity” ha sido similar, no sentí tanta sensación de angustia por la inmensidad en las escenas del espacio, sentí más lo contrario, casi claustrofobia en las escenas interiores.

La película me ha gustado mucho. Le veo algunos peros, pegas (científicas y cinematográficas), pero me resultó muy adecuada. Visualmente es muy atractiva (esos planos de la Tierra, el punto de vista personal, la inmensidad del espacio, algunas metáforas visuales). Y el guión es intrigante sin ser agobiante. A los 40 minutos de película estaba intrigada por saber qué pasaría después, qué diablos podría ocurrir en la casi hora que quedaba de película. Pensé que podría hacerse más pesada, más aburrida y a la par más angustiosa. Y no. Fue amena y me hizo sufrir poco.

Debo admitir que, en parte, me esperaba otra cosa. Tengo la mala costumbre de pensar qué haría yo con una historia a partir de lo poco que sé antes de verla. Eso me lleva a numerosas decepciones y numerosas sorpresas. En este caso, me había imaginado una historia bien diferente, tirando más a la ciencia-ficción, pero esto era casi un deseo o esperanza, porque sabía que dirigía Cuarón y no lo veía haciendo alguna historia con extraterrestres por el medio.

No me gusta mucho la Bullock, lo admito, pero aquí está más que aceptable y hubo momentos en los que hasta me olvidé de que era Sandra Bullock y me la creí como doctora perdida en el espacio. George Clooney mola. Siempre.

Una peli recomendable, pero tampoco le daría los millones de Óscars a los que (supongo) estará nominada. Y ya que estoy, aprovecho para recomendar otras películas de Cuarón, como “Hijos de los hombres” de la que ya hablé aquí (también del libro en el que se basa) y “La princesita”, que es una película absolutamente deliciosa.

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