lunes, 7 de octubre de 2013

Etosha

Etosha es un Parque Nacional en el norte de Namibia, con más de 22000 Km2 de extensión en el que se puede contemplar la vida salvaje africana en todo su esplendor.
 

Un santuario de vida salvaje.
 

Quilómetros y quilómetros de sabana y de depresiones formadas por lagunas saladas secas.
Etosha son antílopes, rinocerontes, elefantes, cebras, jirafas, ñus, chacales, hienas, aves, leones, jabalís y un (casi) infinito número de puntos suspensivos.
 

Etosha es una pasada.
 

A veces, vives cosas tan alucinantes que te quedas hasta sorprendida por la naturalidad con la que las están viviendo.
 

Etosha es eso.
 

Y cómo no sé qué más decir, dejaré que las fotos hablen por sí solas.
 

Más info sobre Etosha aquí, aquí y aquí.




















domingo, 6 de octubre de 2013

El último

Por si alguien no se ha dado cuenta, me gusta el mar, mucho. En todos los sentidos, en todas sus acepciones, en todas sus posibilidades. Estar en o cerca del mar es una de mis cosas favoritas del mundo mundial, sobre todo en verano. En esa época, me encanta pasar horas leyendo al sol, junto al mar, chapoteando en el agua, nadando o mirando peces con careta, tubo y aletas (yo, no los peces).

Creo que este ha sido uno de los veranos más cortos de mi vida. Prácticamente me he pasado los meses de junio y septiembre fuera de mi isla y en julio y agosto pasé más de tres semanas también fuera en reuniones y vacaciones. Encima, el mes de agosto terminó con lluvias y tormentas. Así que, a lo tonto a lo tonto, el último baño de esta temporada corría peligro de ser el que me di en la playa de San Antolín a mitad de agosto. ¡Glups! Intolerable. Yo que soy gran fan de los días de playa en septiembre, que intento alargarlos (si el tiempo lo permite) hasta octubre y que recuerdo un excepcional 1 de noviembre nadando en el mar, no podía permitir que mi baño de final de temporada fuera a mitad de agosto. Ni hablar.

Así que hoy, ignorando previsiones de lluvia y aprovechando que ha amanecido despejado, he ido a la playa. Y he disfrutado mucho, mucho del que con toda probabilidad ha sido el último baño de esta temporada, a pesar de algunas nubes, del viento y del agua ya un poco (demasiado) fría. Ha sido un baño agradable, entre olas y salpicaduras. El último. Lástima que una vez fuera las nubes hayan dominado al sol y el viento ha pasado de ser fresco a desagradable.

De vuelta a la ciudad, algunas gotas en el parabrisas han sido el preámbulo de la tarde lluviosa que nos esperaba.

Así es el otoño: mañanas de playa, tardes de lluvia.

En la foto, la playa hoy, en el último baño de la temporada. Con restos de una medusa en primer término.

viernes, 4 de octubre de 2013

Trencitas namibias

Hace ya tres días que volví y no me había visto con fuerzas para escribir nada hasta ahora. Y es una pena, porque tengo muchas cosas que compartir, fotos de Etosha, libros que he leído, películas que he visto,… He estado algo cansada por el viaje de vuelta y por la vuelta al trabajo, pero sobre todo creo que ha sido que tengo el horario un poco cambiado: estoy acostumbrada a irme a dormir muy pronto y levantarme también muy pronto. Así que por las noches, que es cuando suelo escribir, sólo quiero dormir, dormir y dormir. O tal vez sea porque las trencitas africanas que me traje de recuerdo me tenían las neuronas estiradas (o asfixiadas).

Nunca me había llamado especialmente la atención eso de las trencitas. Hasta que viajé a Namibia. En mi anterior viaje, ya me entraron ganas de hacérmelas. Y esta vez me las hice, aprovechando que tengo el pelo mucho más largo de lo que es habitual en mí. Fue la última mañana allí, este mismo lunes (parece que hace mucho más), sólo unas horas antes de coger el avión.

Once trencitas surcando mi cuero cabelludo.

Ha sido una experiencia muy curiosa y divertida. Apenas me dolieron y me han durado más de lo que creía. Me las he quitado esta noche, hace un rato. Me las hubiera dejado más pero tenía miedo de estropearme el pelo.

Lo más divertido ha sido la reacción de la gente: acostumbrada a ser transparente, ahora notaba como la gente me miraba. Incluso en Namibia o tal vez sobre todo en Namibia. Un chico himba intentó ligar conmigo en el aeropuerto de Windhoek (tengo su email y teléfono). Por lo visto, no hay muchos blancos que allí se hagan este peinado. Y no sé por qué. Es cómodo, divertido, práctico. Es todo. Me ha dado pena quitármelas, pero ahora tengo una curiosa melena ondulada y con un volumen que nunca he tenido en mi vida. Pero mañana, cuando me lave el pelo, volveré a mi melena lacia y aburrida.

Ha molado ser africana por unos días.

También ha sido graciosa la reacción de la gente conocida. “¿Te duele?”. “Te tiene que doler”. ¿Dónde te las has hecho?”. “¿Cuándo te las has hecho?”. “¿Te lavas el pelo?”. “¡Te quedan muy bien!”. “¡No te quedan nada bien!”. “Casi no te reconozco”. “¡No te las quites todavía!”. “¿Cuánto te han costado? ¿Sólo? Aquí son carísimas”. “Una amiga mía se tuvo que rapar toda después de hacérselas…”.

Todas las opiniones. Todas las reacciones.

Yo estoy feliz, muy feliz de habérmelas hecho. Pensando en volvérmelas a hacer de nuevo, alguna vez, en algún momento.

Sólo he echado de menos una cosa estos días: mi flequillo. Tengo la frente muy, muy ancha y he llevado siempre flequillo, o al menos cuatro pelos cubriendo la frente. Estos días, me sentía desnuda.

Y también he descubierto unas orejas más prominentes de lo que creía.

Pero, repito, ha molado ser africana por unos días.

En la foto, mis trenzas. Y mis orejitas. Je, je.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Cabezonería

¿Qué veis en esta foto?



Venga, ¿qué veis?

Una laguna, diréis. Dunas al fondo. Pájaros. Un puente a la izquierda. El mar a la derecha.

Sí, exacto. La foto es la laguna que hay en la desembocadura del río Swakop, aquí en Swakopmund, donde de vez en cuando me deleito viendo los flamencos y otras aves.

Yo veo todo eso, pero yo veo algo más.

Lo que yo veo es la cabezonería humana. Podría decir estupidez, pero dejémoslo en cabezonería. O las aplicaciones de la ingeniería. O cómo nos creemos más fuertes, listos y sabios que la naturaleza pero no lo somos. Pero dejémoslo en cabezonería.


Cabezonería porque hay que ser muy, muy cabezota para seguir construyendo puentes en un lugar donde la naturaleza ya ha destruido dos de ellos. El tercero ya está construido. Uno, dos y tres.




Los restos del primer puente están en mitad de la laguna, muy cerca del mar. Siendo el primero que se construyó, ya se sabe, ensayo y error. Y ahí acabó, destrozado entre las embestidas del Atlántico y las riadas (esporádicas pero brutales) del Swakop.


Los restos del segundo puente están más allá, algo más alejados del océano. Pero acabó igual que el primero, destrozado por la fuerza de la naturaleza.


El tercer puente sigue en activo. Mucho más alejado del mar que los dos primeros. Por él pasa la carretera que une Swakopmund con Walbis Bay. Sin ese puente, no se podría salir hacia el sur de esta ciudad. Igual no es cabezonería, si no tan sólo necesidad.


En cualquier caso ahí están, los tres puentes sobre el Swakopmund. O lo que queda de (algunos de) ellos.

Post Scriptum (que no tiene nada que ver pero quiero comunicar): Yo, que tanta envidia les tenía a ellos, a los turistas, me voy a convertir en uno de ellos. Por fin. Cuatro días por delante siendo turista. Si la lluvia, los rayos y truenos lo permiten. En Namibia. Y luego dos de camino a casa. No actualizaré hasta la vuelta. Sed buenos.

martes, 24 de septiembre de 2013

"Wilt" de Tom Sharpe

No tenía previsto leer este libro, pero tras leer sobre la propuesta de Lady Boheme en su blog “Leo, luego existo” de lectura conjunta y tertulia literaria sobre él, me animé. Participar en la tertulia era cuanto menos imposible. Madrid, en general, me pilla muy lejos, pero estos días todavía más (si todo va según lo planeado, el domingo estaré volviendo Swakopmund tras una rápida visita a Etosha y preparando la maleta para iniciar el camino de regreso). Había acabado con “Dublineses” y, en vez de empezar uno de los otros libros que me traje en papel, decidí ponerme con éste.

Henry Wilt es un profesor de Humanidades en un instituto donde da clase a alumnos que no tienen ningún interés por su asignatura. Lleva una vida monótona, marcada por sus insufribles estudiantes y por una esposa con la que se lleva tan mal que se dedica a fantasear sobre su muerte, mientras pasea el perro en soledad. La amistad de su esposa con un matrimonio un tanto extraño provoca una serie de malos entendidos y situaciones a cual más absurda, surrealista y divertida, en las que intervienen, entre otras muchas cosas, muñecas hinchables, preservativos con mensajes de socorro y hasta un cura borracho.

Es un libro muy, muy divertido. Sabía de su existencia y que era humorístico, pero no suelo leer libros de humor, así que nunca me había llamado la atención. Ahora que lo he leído, quiero leer las otras novelas de Sharpe dedicadas a este personaje. Creo que valdrán la pena para pasar un rato agradable y ameno. Y creo que están en papel en casa de mis padres, así que seguiré con Wilt.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Curiosidades namibias

Ésta es una ciudad curiosa, en un país curioso, en un continente curioso. Es diferente a todo lo que había conocido hasta ahora, diferente a todo lo que conocía de nuestro continente europeo e incluso diferente de lo poco que había visto del norte del continente africano. Pero, en el fondo, esto es exactamente igual a cualquier otro lugar. La gente de aquí es igual que la de cualquier otro sitio. Sus vidas, nuestras vidas son muy similares: queremos tener comida en nuestra mesa, gente que nos quieran y un techo bajo el que dormir.

Hay cosas concretas de aquí que me llaman la atención. Bueno, me llaman la atención muchas, muchas cosas, pero hay algunas tonterías que me hacen especialmente gracia. Por ejemplo, el canal de televisión de predicadores: durante todo el día (supongo, porque sólo pongo la tele un rato muy de vez en cuando) un tipo delante de una gran audiencia proclama las bondades del Dios Creador y de la religión. Y puedes enviar SMS con la plegaria que quieres que tengan en consideración. Lástima que el canal se vea con mucha niebla desde mi hotel, creo que sería una interesante experiencia escucharlo un poco.


Otra cosa curiosa es un letrero que hay en la pared de uno de los restaurantes del centro, el Kücki’s Pub. Es un restaurante en el que he estado dos veces, tiene buena comida y buen ambiente. Pero en una de sus paredes exteriores hay este letrero:



¿Cerveza caliente, comida horrible, mal servicio. Bienvenidos. Que tengas un buen día”. ¿Es una broma? Tal vez, pero queda muy raro. ¿Una inscripción de un cliente insatisfecho? Lo dudo, no es un pintarrajo espontáneo hecho con nocturnidad y alevosía, sino algo muy bien currado.

Hay otro letrero, en otro restaurante que me encanta. Me encanta el sitio (el Village Café) y me encanta el letrero:




“Abrimos cuando llegamos. Cerramos cuando nos vamos”. Más claro, agua.

Y sigue impresionándome encontrarme a las mujeres himba sentadas en el paseo, con sus ropas y peinados tradicionales, con sus pechos al aire y su piel cubierta de barro, vendiendo abalorios. Aquí, en mitad de la ciudad, crean un contraste tan sorprendente como curioso.


Pero sin duda, lo que más, más curioso me parece, lo que más me sigue llamando la atención, a pesar de las veces que ya he venido aquí, de los días que llevo aquí es ver las dunas del desierto al final de la calle. La foto nunca hace justifica pero es, de verdad, impresionante.


domingo, 22 de septiembre de 2013

Cine desde Swakopmund


Una de las cosas buenas que tiene el venir a Namibia por trabajo es que, por las tardes-noches, tengo mucho tiempo libre. No suelo salir a cenar por ahí, porque no me gusta ir de restaurantes si voy sola, así que suelo retirarme pronto al hotel (algo inevitable en una ciudad en la que a las 7 ya no hay ni un alma por la calle, además de ser ya noche cerrada). Así que estando aquí suelo aprovechar para dormir mucho, leer mucho y ver muchas series y pelis.

La pega que tuvo este viaje es que volé con una compañía diferente a las anteriores, así que tuve una terrible decepción cuando venía hacia aquí: los asientos no tenía pantallas personalizadas, así que no pude disfrutar de una velada de películas (y/o series y/o música) como había hecho en anteriores ocasiones. Fue frustrante, lo admito. Muy frustrante. No poder disfrutar de un par de pelis en un vuelo de más de diez horas me pareció casi un castigo.

A lo que íbamos. En las casi dos semanas que llevo aquí, he visto unas cuantas pelis. Éstas:

“Brave (Indomable)” de Mark Andrews, Brenda Chapman y Steve Purcell es una película de animación cuya protagonista es una princesa escocesa, pelirroja y rebelde, que quiere decidir su propio destino y no rendirse a lo que en teoría le toca por ser quien es. Hábil con el arco y hermana de unos trillizos terriblemente traviesos, un deseo que le pide a una bruja acaba teniendo un efecto inesperado en su familia, que deberá intentar solucionar. Es una película divertida, entretenida, simpática y que engancha. Me pareció graciosa y visualmente interesante. Y la bando sonora me gustó mucho, mucho: es obra de Patrick Doyle, uno de mis compositores de música de cine favoritos. Tengo que conseguirla.

“Los chicos están bien” de Lisa Cholodenko es una película que hace mucho tiempo que quería ver, pero nunca encontraba el momento. Es la historia de unos hermanos, hijos de una pareja de lesbianas, que se ponen en contacto con el donante de esperma que permitió que fueran engendrados (Mark Ruffalo, un tipo que me parece muy, muy pero que muy interesante). La llegada del padre desconocido a sus vidas provocará una alteración en la hasta entonces familia casi perfecta que ninguno esperaba. Me ha parecido una película genial. Me ha gustado como se centra en las relaciones familiares, sin caer en tópicos absurdos sobre la homosexualidad de las madres protagonistas. Me ha entretenido y me ha divertido, aunque ni el final me ha convencido mucho ni he encontrado un mensaje final en la historia. Pero igual es que no tenía mensaje fina… ¿He dicho ya que Mark Ruffalo me parece muy intersante? Hmmm.

“Resacón 2. ¡Ahora en Tailandia!” de Todd Phillips es la segunda parte de “Resacón en Las Vegas”. Y poco más puedo decir. Me puse a verla porque necesitaba algo tonto y entretenido mientras tejía (como novedad, en este viaje me he traído agujas y lana, para avanzar en un proyecto que tenía empezado desde antes de verano), porque aunque puedo (más o menos) tejer y ver la tele o películas a la vez, tienen que ser historias muy ligeritas, que no me quiten la concentración en la lana (porque aún soy muy principiante). La peli es la historia de esas de juerga y locura que se espera, nada destacable, aunque creo recordar que me gustó más la primera. Eso sí, Bradley Cooper no es que sea guapo, es mucho más que eso. Qué hombre. Y también me gusta mucho Justin Bartha, aunque casi no sale (y es el personaje masculino más majo porque no se mete en líos).


Admito que era un poco reticente de ver “New York, I love you” de varios directores. No estoy muy por la labor de ver/leer historias de temas amorosos últimamente y me daba un poco de coraje pensar que me encontraría una cosa moña, ñoña y sentimentaloide. Pero no, para nada. Sí, son varias historias de amor en la ciudad de Nueva York, pero son historias muy variadas, de amores muy diferentes, curiosos, sugerentes y hasta extraños. Me ha encantado. Y también me ha encantado que, a pesar de ser episodios independientes dirigidos de manera independiente, los han juntado de manera muy natural, haciendo que las distintas historias fluyan casi lógicamente, sin cortes abruptos entre ellas, sin tener la sensación de que estás viendo varios capítulos aislados pegados con cola entre ellos. Fabulosa. Todos los actores están que se salen, magníficos, incluso en las historias más sencillas. Me han gustado mucho todas, pero tal vez destacaría la última, la de los ancianos. Y entre los actores tengo que destacar a Shia LaBeouf que aunque no sea mi actor favorito de los que salen (me he vuelto a encontrar con Bradley Cooper y Justin Bartha, y hasta está Orlando Bloom), su interpretación me ha dejado pasmada, con una mirada limpia, clara y triste que dice tanto…

Con “Spanish movie” de Javier Ruiz Caldera me pasó un poco como con “Resacón 2”, quería tejer y necesitaba algo que me acompañara, sin que fuera nada serio. Refrito en clave de humor de algunas películas españolas de éxito de los últimos tiempos. Según la veía pensaba que me sonaba todo mucho, así que creo que ya la había visto, aunque no acabo de recordar cuándo. En fin, nada especial, tonterías entrelazadas, entretenida sin más, pero un complemento perfecto a mis sesiones con dos agujas. Y creo que se han acabado las pelis chorras en este viaje, porque me he quedado sin lana…