jueves, 22 de agosto de 2013

He vuelto

Después de una semana cogiendo aire a orillas del Cantábrico, he vuelto.

Y hasta el lunes, no vuelvo al curro, así que hasta entonces procuraré no pensar en todo lo que se me viene encima.

La foto, en Cudillero (Asturias), ayer por la tarde.

jueves, 15 de agosto de 2013

Coge aire

Una noche cualquiera de verano, paseando por tu ciudad, te encuentras con esto:



Y, cuando menos, te hace pensar. Y agradeces que aún haya gente cuyas iniciativas te hacen pensar.

Así que voy a hacer caso y me voy a coger un poco de aire.

Yo no quería, lo juro.

Yo quería pasar mis vacaciones en mi isla, en mi casa, con mi gente, disfrutando un poco de lo que el resto del año no suelo disfrutar tanto como quisiera. Y dejar listas algunas cosas marujiles antes de que la vorágine viajera post-verano me consuma.

Pero no. Me voy.

Sólo es una semanita. Pero es mi primer verano sin una tesis doctoral que escribir, así que es mi primer viaje en muchos, muchos, pero muchos años sin portátil encima.

No me lo puedo creer.

Hasta el último minuto he dudado. ¿Me llevo el portátil? Si es pequeñito y pesa poco…

Pero no.

Me voy de vacaciones.

A coger aire.

miércoles, 14 de agosto de 2013

November was white, December was grey

Descubrí esta canción de Say Hi hace poco, viendo una serie que también descubrí no hace mucho, "Shameless".

Me encanta.




The fire, it cracks
And the flakes snow on
November was white
and December was grey

Well, someday soon
When the spring brings the sun
I'll finally sleep, I'll finally
feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone

Oh these three months
I've been inside the house
My pacing has worn
All of the carpet out

Just give me a breeze
The rebirth of the life
I'll finally pine, I'll finally
Feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone

I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone

lunes, 12 de agosto de 2013

"Hotel Rwanda" de Terry George

El otro día pensaba en esta película que vi hace unos meses y me di cuenta que no la había comentado por aquí. Y aunque quiero escribir sobre otras que he visto estos días, creo que ésta se merece una entrada propia.

Había oído hablar mucho de esta película, pero es de esas historias de las que tanto te hablan que al final te da hasta pereza verla. Encima, la temática no me atraía demasiado: historias tan reales y duras me suelen venir demasiado grandes y no siempre encuentro el momento de asumirlas. Y mira tú por dónde que me gustó, qué digo, me encantó, y mucho.

La película, protagonizada por Don Cheadle, al que había visto no mucho antes en “The Guard”, narra la matanza de tutsis de 1994 en Ruanda desde el punto de vista de un director de hotel hutu, casado con una tutsi. Gracias a él, el Hotel Rwanda del título se convierte en un refugio para cientos de vecinos tutsis, que intentan salvarse de la matanza.

Tengo algunos recuerdos borrosos de aquella matanza. Por aquel entonces yo era una adolescente que iba a clase a un colegio religioso y recuerdo que nos contaban historias de misioneras que vivían en África. Recuerdo a una chica, que creo que no era religiosa, que vino a hablarnos de este tema después de haber estado allí, pero apenas no recuerdo nada de todo aquello. Recuerdo bien las palabras “hutus” y “tutsis” pero también recuerdo con cierto hastío todo lo que se contaba del continente africano con un pensamiento eurocentrista del “siempre están igual”. África para mí era entonces (y sigue siendo en parte) un continente lejano y extraño, peligroso como sólo son peligrosas las cosas desconocidas, con una historia extraña, casi incomprensible. Con los años y, sobre todo después de mis dos visitas a esa África para principiantes que es Swakopmund en Namibia, veo África de otra manera, entiendo más su historia, sus gentes y he leído mucho más sobre este continente tan sorprendente como desconocido.

La película es impresionante. No sólo creo que está bien verla, sino que creo que hay que verla. No se corta un pelo en reflejar la típica actitud que los blancos han/hemos tenido (y creo que siguen teniendo/seguimos teniendo) con el continente negro: moláis, os queremos para lo que os necesitamos, pero si hay problemas, nos volvemos a nuestra casa y ya os las arreglaréis solitos. Creo que refleja también los problemas que hay en bastantes lugares de ese continente: entre tribus, entre grupos étnicos, entre sus gentes. Que al fin y al cabo no es tan diferente a lo que pasa en otros lugares, en Europa o en cualquier punto del globo: discriminar, herir, matar a tus propios iguales porque son diferentes en algo (color de piel, idioma, religión, orientación sexual), por culpa de una falta de respeto por el otro, una falta empatía general que es tan absurda como (lamentablemente) habitual.

Hay que verla. Y más de una vez. Para no olvidar lo peor de la raza humana. Para no olvidar lo mejor de la raza humana.

domingo, 11 de agosto de 2013

Leche-yogur

Hoy nuestra lección magistral va de cocina.

Porque, ¿a quién no le ha pasado que se ha puesto a hacer un bizcocho y se ha quedado sin leche?

Bueno, no sé si es algo habitual en los demás, a mí me pasa siempre. Básicamente porque no tomo leche, así que nunca tengo leche en casa.

Hay varias maneras de solucionar este inconveniente. Una es comprar leche, cosa absurda si no bebes leche. Otra es irte con el medidor de líquidos a casa de amigos/padres/vecinos y robarles 200 cc de leche. Ésta ha sido mi solución más habitual. Pero no podemos depender siempre de la caridad de amigos/padres/vecinos. La tercera (y magistral) solución es sustituir la leche por un yogur, convenientemente diluido en agua, y utilizar la cantidad de esta leche-yogur que pone la receta. Tan sencillo (o complejo) como esto. El más difícil todavía es si en casa sólo tienes yogures de soja (me he pasado a los yogures de soja, caseros, para más señas). No pasa nada, se puede actuar exactamente igual. Y queda muy rico. Y bonito, ved sino la foto.

Otra cosa sería si no tienes yogures en casa… Pero eso ya escapa a esta lección magistral. Cuando se me ocurra algo, volveré con más lecciones magistrales culinarias.

sábado, 10 de agosto de 2013

24 h

He pasado 24 horas fuera de mi ciudad (ascendida ayer a categoría de isla por obra y gracia de nuestro Presidente del Gobierno. Gracias, Mariano. Me llena de orgullo y satisfacción saber que no distingue usted una isla de una ciudad, lo que me lleva a una pregunta, ¿qué es Gibraltar para usted?).

En estas horas, ha habido muchos y buenos momentos. Good times. Entre ellos, podríamos destacar:

Daiquiri time.


Snorkelling time.


Aperol Spritz time.



Y para compensar lo mal que hace las fotos mi móvil (creo que el alguna caída se debió fastidiar la cámara), ahí van dos hechas con la cámara compacta. Podríamos llamarlas, simplemente, Summer time.



viernes, 9 de agosto de 2013

Cementerio monumental de Milán

Siento una relación amor-odio con las guías de viajes. Me gusta llevarme alguna, en general pequeña (y barata) a los viajes y leer cosas sobre los lugares que visito, pero también sé que no me puedo fiar de lo que pone en ellas. Quiero decir, la gente que hace las guías y yo, tenemos gustos distintos. Sí, ya sé que hay cosas que TIENEN que decir, como que si vas a Roma no te puedes perder los Museos Vaticanos o que si vas a Creta, no puedes perderte la garganta de Samariá. Pero con los años he descubierto que todo lo que ponen hay que tomárselo a tu manera. Si no te gustan los museos, no vayas por mucho que te lo recomienden. Si vas con un niño de dos años, no hagas rutas de montaña de 15 Km. Además, he descubierto que cuando alguna guía te dice de algo que lo visites sólo si te sobra el tiempo o que no vale demasiado la pena, hay que visitarlo. Suele ser lo que más me gusta. Así soy yo. Y además, no suele estar abarrotado de turistas.

No me compré una guía de Milán: había leído que no había tantísimas cosas que ver en la ciudad y las que ojeé no me aportaron nada que no hubiera leído ya por internet, así que pasé de guía. Leí algo, como secundario, sobre su cementerio monumental e incluso el recepcionista del hotel nos dijo que “sí, bueno, no está del todo mal…” en tono bastante despectivo. Y, como ya comenté el otro día, a mí me encantó. No soy fan de cementerios, ni mucho menos, sólo recuerdo haber visitado otro que me impresionó, el antiguo cementerio de Aberdeen, muy diferente a éste, la verdad.

Fue curioso, porque el cementerio ya lo habíamos visto desde fuera yendo en autobús del aeropuerto al hotel y nos llamó la atención aunque no teníamos ni idea de qué podría ser aquello. Me había puesto al día con todo lo importante que se podía ver en la ciudad, pero nunca pensé que aquello fuera el cementerio. Y, sinceramente, no creí que fuéramos a visitarlo.

El cementerio es enorme: enorme en extensión y enorme el edificio principal. Casi no encontramos la entrada, pero un franciscano (con más pluma que una gallina) nos indicó gentilmente (muy gentil el muchacho) el camino. El edificio principal es impresionante, con unos techos preciosos. En él hay muchas tumbas, algunos de gente muy famosa (como Verdi y muchos otros que he descubierto después y que no vi) y otros de gente que probablemente sea importante a nivel nacional o local, pero que yo ni conocía. Y detrás, una gran extensión de árboles y jardines, de tumbas y mausoleos. Aunque suene tétrico, es un gusto pasear por allí, contemplar las esculturas que se han erigido en honor de los que ya no están. También es curioso cómo algunos necesitan expresar su superioridad económica o moral con tumbas suntuosas o cómo algunas piezas mucho más sencillas expresan mucho más.

Hay tumbas y mausoleos de todo tipo: modernos, antiguos, fastuosos, discretos, tétricos, oscuros, alegres, sencillos, horteras, preciosos, horribles, tradicionales, originales y hasta esotéricos. También el crematorio vale una visita, impresiona sobremanera.

Me faltó tiempo para visitarlo mejor. Me hubiera pasado allí tranquilamente varias horas. Si alguna vez vuelvo a Milán, sin duda repetiré visita.