Ayer no quise actualizar con cosas del congreso porque no quería aburrir con mis historias “congresistas” y por eso fue una entrada eminentemente visual. Luego me di cuenta de que sí, estos días he escrito mucho sobre el congreso pero en realidad no había publicado aún nada: dos entradas las escribí en papel y una tercera con el portátil, pero ni me acordaba de ella. Así que hoy sí que actualizaré sobre el congreso. De hecho, con algo que escribí el primer día, el lunes por la mañana, durante la sesión inaugural.
Necesito hacer cosas. No puedo tener la mente quieta. Soy intranquila, más intelectualmente que físicamente. Necesito estar trabajando o leyendo o escribiendo o haciendo algo. A veces no me basta con hacer sólo una cosa. Por eso, en reuniones suelo leer y contestar correos o tomar apuntes sobre cosas que no tienen nada que ver con la reunión. No es que no escuche, al contrario: dispersar mi atención me ayuda a concentrarme.
Estoy en el auditórium de Le Palais du Pharo, esperando a las autoridades que inaugurarán el congreso en el que estoy. Son las 10 de la mañana de un lunes y aún no he hecho nada. Y eso me pone nerviosa. Con todo lo que tengo que hacer.
Me gustan los congresos, me gusta ver gente, reencontrarme con colegas que hace tiempo que no veo, pero también me pone nerviosa la sensación de no hacer nada, de perder el tiempo. Que no es así, que no pierdo tiempo asistiendo a charlas, leyendo pósters y charlando con colegas con los que comparto intereses. Pero no me basta, quiero más.
En otros congresos internacionales a los que he ido, todos los españoles nos juntábamos de manera natural, sin importar de qué institución veníamos ni la jerarquía científica. En mi primer congreso, me partía de risa con los chistes que contaba un colega que después descubrí que era un eminencia científica. En este congreso, hay muchos españoles y no sé con quién juntarme. ¿Con los de mi institución? ¿Con los de mi edad? ¿Con los de mis líneas de investigación? De momento, deambulo de un lado a otro, sin encontrar mi ubicación natural. Miro alrededor en busca de rostros conocidos y de rostros que quiero conocer. O mejor dicho, trato de leer nombres de gente a la que quiero conocer. Ponerle cara a alquien de quien conoces sus trabajos, su investigación, es curioso. Pero es una diversión propia de estos eventos.
Reflexiones antes de la inauguración: un congreso en el siglo XXI en el que participa gente de todas las edades, muchos jóvenes, necesita un hashtag en twitter. Y no lo tiene. Y ponerse de pie para recibir a las autoridades está pasado de moda.
En la foto, cosas que hago mientras escucho charlas en el congreso, para concentarme.
jueves, 31 de octubre de 2013
miércoles, 30 de octubre de 2013
Le Palais du Pharo
Estas son las vistas que tenemos desde Le Phalais du Pharo, la sede del congreso en el que estoy esta semana, justo a la entrada del Vieux-Port, el puerto viejo de Marsella.
Éste es Le Phalais, uno de los edificios en los que se desarrolla el congreso.
Y ahí están todos nuestros pósters, toda nuestra ciencia.
Y yo no quería venir.
lunes, 28 de octubre de 2013
Alberto
El día de San Juan de 2010, estábamos a bordo del B/O Cornide de Saavedra, trabajando en nuestra campaña de investigación anual. Era un caluroso día de principios de verano, uno de esos días de mar en calma y sol radiante. Trabajábamos tranquilamente al sur de Mallorca, en aguas cercanas al Parque Nacional del Archipiélago de Cabrera. No recuerdo si estábamos en mitad de un muestreo o navegando entre estaciones, pero juraría que era esto último, cuando avisaron al Capitán de que tenía una llamada del responsable de los buques en nuestro instituto. Instantes después, me avisaron a mí de que tenía una llamada en el teléfono del barco desde Madrid. Fui al teléfono y me encontré al otro lado de la línea a una persona responsable del departamento de comunicación. La conversación fue más o menos así:
- Hola, te llamo del departamento de prensa. Nos han llamado varios medios de comunicación para que les confirmemos una noticia sobre Alberto de Mónaco, vosotros y Greenpeace, sobre una recepción que habéis organizado en Cabrera.
- ¿Perdona?
- No, si está muy bien que hagáis una recepción con Alberto de Mónaco, pero ya sabes que todos los asuntos de prensa deben pasar por nosotros.
- Ya, pero yo no sé nada de eso.
- En serio, está muy bien, pero todo tiene que pasar por prensa en Madrid. ¿Está Alberto de Mónaco a bordo?
- …
- De verdad, esto lo tenéis que avisar, porque no puede ser que en prensa nos enteremos por medios de comunicación que nos llaman y nosotros sin saber nada. No puede ser, tendríais que habernos avisado.
- Ya, pero es que yo no sé nada ni de Alberto de Mónaco, ni de Greenpeace, ni de Cabrera.
- Pero, ¿no estáis haciendo una campaña por Cabrera?
- Bueno, sí, estamos acabando la campaña y llevamos varios días cerca de Cabrera.
- ¿Y Alberto de Mónaco? ¿Está ya a bordo?
- …
- ¿Me lo confirmas o no?
- Te confirmo que NO está a bordo (pero bueno, podemos buscarlo a ver si lo encontramos) y que no hemos celebrado ninguna recepción con él. Ni pensamos hacerla.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- ¿Me confirmas que Alberto de Mónaco no está a bordo? Está muy mal que hagáis cosas sin avisarnos…
- Te aseguro que Alberto de Mónico no está a bordo y que no vamos a hacer ninguna recepción con él… Bueno, a no ser que vosotros montéis algo, claro.
- No, no, si a nosotros nos ha llegado la información por varios medios de comunicación. No sabemos nada más, por eso yo te llamaba. Entonces no está a bordo, ¿no?
- Sí, te lo confirmo.
- ¿De verdad?- Que sí, prometido. Si aparece por aquí, serás la primera en saberlo.
- Vale, pues muchas gracias, ¿eh?- De nada…
Cuando colgué, descubrí que al Capitán le habían llamado por el mismo motivo.
Fue la noticia del día, nos pasamos horas y horas hablando del tema, entre incrédulos y divertidos por la extraña y absurda situación.
Poco después descubrimos que Alberto de Mónaco acababa de anunciar su compromiso y de que ese mismo día se hallaba en aguas de Cabrera, rodando. Probablemente, llegó a algún sitio ambas noticias, junto con alguna información sobre nuestra campaña. Alguien juntó cabos y nos dio tema de conversación para varias horas. Y muchas risas.
Me he acordado de esta anécdota hoy, ya que Alberto II de Mónaco ha formado parte de las personalidades que han inaugurado el congreso en el que estoy. Es el Presidente de la Comisión internacional para la exploración científica del mar Mediterráneo, que organiza este congreso, y, como tal, ha estado por aquí. Y también ha estado en la recepción de esta tarde-noche, entre nosotros aunque, eso sí, en la zona VIP.
En la foto, Alberto II de Mónaco, hoy en la inauguración.
- Hola, te llamo del departamento de prensa. Nos han llamado varios medios de comunicación para que les confirmemos una noticia sobre Alberto de Mónaco, vosotros y Greenpeace, sobre una recepción que habéis organizado en Cabrera.
- ¿Perdona?
- No, si está muy bien que hagáis una recepción con Alberto de Mónaco, pero ya sabes que todos los asuntos de prensa deben pasar por nosotros.
- Ya, pero yo no sé nada de eso.
- En serio, está muy bien, pero todo tiene que pasar por prensa en Madrid. ¿Está Alberto de Mónaco a bordo?
- …
- De verdad, esto lo tenéis que avisar, porque no puede ser que en prensa nos enteremos por medios de comunicación que nos llaman y nosotros sin saber nada. No puede ser, tendríais que habernos avisado.
- Ya, pero es que yo no sé nada ni de Alberto de Mónaco, ni de Greenpeace, ni de Cabrera.
- Pero, ¿no estáis haciendo una campaña por Cabrera?
- Bueno, sí, estamos acabando la campaña y llevamos varios días cerca de Cabrera.
- ¿Y Alberto de Mónaco? ¿Está ya a bordo?
- …
- ¿Me lo confirmas o no?
- Te confirmo que NO está a bordo (pero bueno, podemos buscarlo a ver si lo encontramos) y que no hemos celebrado ninguna recepción con él. Ni pensamos hacerla.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- ¿Me confirmas que Alberto de Mónaco no está a bordo? Está muy mal que hagáis cosas sin avisarnos…
- Te aseguro que Alberto de Mónico no está a bordo y que no vamos a hacer ninguna recepción con él… Bueno, a no ser que vosotros montéis algo, claro.
- No, no, si a nosotros nos ha llegado la información por varios medios de comunicación. No sabemos nada más, por eso yo te llamaba. Entonces no está a bordo, ¿no?
- Sí, te lo confirmo.
- ¿De verdad?- Que sí, prometido. Si aparece por aquí, serás la primera en saberlo.
- Vale, pues muchas gracias, ¿eh?- De nada…
Cuando colgué, descubrí que al Capitán le habían llamado por el mismo motivo.
Fue la noticia del día, nos pasamos horas y horas hablando del tema, entre incrédulos y divertidos por la extraña y absurda situación.
Poco después descubrimos que Alberto de Mónaco acababa de anunciar su compromiso y de que ese mismo día se hallaba en aguas de Cabrera, rodando. Probablemente, llegó a algún sitio ambas noticias, junto con alguna información sobre nuestra campaña. Alguien juntó cabos y nos dio tema de conversación para varias horas. Y muchas risas.
Me he acordado de esta anécdota hoy, ya que Alberto II de Mónaco ha formado parte de las personalidades que han inaugurado el congreso en el que estoy. Es el Presidente de la Comisión internacional para la exploración científica del mar Mediterráneo, que organiza este congreso, y, como tal, ha estado por aquí. Y también ha estado en la recepción de esta tarde-noche, entre nosotros aunque, eso sí, en la zona VIP.
En la foto, Alberto II de Mónaco, hoy en la inauguración.
domingo, 27 de octubre de 2013
Aquí
Estoy en Marsella, una ciudad que no me gusta para participar en un congreso al que no quería venir.
Pero aquí estoy, he venido.
Tengo una presentación de 3 minutos (¡¡tres minutos!!) y un póster que cuenta lo mismo que la presentación (bueno, un poco más).
Encima, soy la moderadora de mi sesión. Veréis qué risas. Hacer una introducción sobre un tema que hasta un rato no tenía ni controlado, vigilar que otros 5 científicos locos sólo hablen 3 minutos de sus locuras científicas y dirigir un debate de otros 20 minutos. Repito: veréis qué risas. Eso será el martes por la tarde. Ja, ja, ja. Si es que me río sola. ¿A quién se le ocurre hacerme moderadora? A alguien que no me conoce, claro.
Esta tarde he ido al lugar de la reunión, para inscribirme y colgar el póster.
Primera sorpresa: han escrito mi nombre mal en la identificación.
Bueno, el real también. Ahora casi me llamo como una mala de Harry Potter. Hmmmm, me mola.
Segunda sorpresa: el lugar donde se celebra el congreso es una pasada, con unas vistas increíbles.
No, si al final también me reconciliaré con Marsella, como ya me pasó con Bruselas.
Tercera sorpresa: colgando mi póster (que ha llegado sucio y arrugado), me encuentro a un colega griego, con el que compartí despacho durante mi exilio cretense, hace cinco años. Genial.
De vuelta al hotel, cuarta sorpresa: mi reproductor de mp3 (se llama Blauet, porque es azul –blau- y pequeñito) estaba en el bolsillo de mi cazadora. Ayer tuve un momento de pánico porque no lo encontraba por casa. Ni ayer ni esta mañana. Así que me resigné a viajar sin música. Y resulta que Blauet ha hecho todo el viaje conmigo, en un bolsillo de una cazadora que he llevado en la mano, tirado por cualquier lado, metido en la mochila, puesto en el compartimento de equipajes e incluso he llevado encima. Y ni se ha caído. Y ni me he enterado hasta volver al hotel. Increíble. Y maravillosa sorpresa.
A ver qué nos depara esta semana. Un congreso con más de 800 participantes. Supongo que reencuentros con colegas, estudios interesantes, vida social y disfrutar de esta ciudad que, cuando la visité por primera vez hace año y medio, no me gustó demasiado. Ya veremos.
Intentaré actualizar estos días, pero quién sabe cómo irá esto.
Bonne nuit.
Pero aquí estoy, he venido.
Tengo una presentación de 3 minutos (¡¡tres minutos!!) y un póster que cuenta lo mismo que la presentación (bueno, un poco más).
Encima, soy la moderadora de mi sesión. Veréis qué risas. Hacer una introducción sobre un tema que hasta un rato no tenía ni controlado, vigilar que otros 5 científicos locos sólo hablen 3 minutos de sus locuras científicas y dirigir un debate de otros 20 minutos. Repito: veréis qué risas. Eso será el martes por la tarde. Ja, ja, ja. Si es que me río sola. ¿A quién se le ocurre hacerme moderadora? A alguien que no me conoce, claro.
Esta tarde he ido al lugar de la reunión, para inscribirme y colgar el póster.
Primera sorpresa: han escrito mi nombre mal en la identificación.
Bueno, el real también. Ahora casi me llamo como una mala de Harry Potter. Hmmmm, me mola.
Segunda sorpresa: el lugar donde se celebra el congreso es una pasada, con unas vistas increíbles.
No, si al final también me reconciliaré con Marsella, como ya me pasó con Bruselas.
Tercera sorpresa: colgando mi póster (que ha llegado sucio y arrugado), me encuentro a un colega griego, con el que compartí despacho durante mi exilio cretense, hace cinco años. Genial.
De vuelta al hotel, cuarta sorpresa: mi reproductor de mp3 (se llama Blauet, porque es azul –blau- y pequeñito) estaba en el bolsillo de mi cazadora. Ayer tuve un momento de pánico porque no lo encontraba por casa. Ni ayer ni esta mañana. Así que me resigné a viajar sin música. Y resulta que Blauet ha hecho todo el viaje conmigo, en un bolsillo de una cazadora que he llevado en la mano, tirado por cualquier lado, metido en la mochila, puesto en el compartimento de equipajes e incluso he llevado encima. Y ni se ha caído. Y ni me he enterado hasta volver al hotel. Increíble. Y maravillosa sorpresa.
A ver qué nos depara esta semana. Un congreso con más de 800 participantes. Supongo que reencuentros con colegas, estudios interesantes, vida social y disfrutar de esta ciudad que, cuando la visité por primera vez hace año y medio, no me gustó demasiado. Ya veremos.
Intentaré actualizar estos días, pero quién sabe cómo irá esto.
Bonne nuit.
sábado, 26 de octubre de 2013
El último +1
Conté por aquí hace ya unos días cómo fue mi último baño de la temporada. Sólo que, en realidad, no fue el último.
A veces, el otoño tiene estas cosas. Y te sorprende con más días de buen tiempo de los esperados.
Ya lo dije yo durante las lluvias de finales de agosto: si las tormentas de final del verano llegan pronto, el buen tiempo suele prolongarse más de la cuenta, como este año.
Llevamos toda la semana con temperaturas rozando los 30º, así que hoy he aprovechado un ratito después de comer y, en vez de dormir la siesta, me he ido a la playa.
He ido una playa que hacía algunos años que no iba, que me gusta por varios motivos (es de arena pero hay rocas, hay muchos peces, cubre en seguida y está recogida del viento sur que soplaba hoy), pero a la que es imposible ir en pleno verano, de la cantidad de gente que hay. He ido a una playa que no es muy grande, que tiene una isla en medio, sobre la que se levanta un restaurante. Con un puente de madera que une la arena con la isla.
El agua estaba un poco más turbia de lo normal, resultado de estas altas temperaturas, que hacen que las algas profileren felices. Pero aún así, he entrado al mar con careta y tubo y he disfrutado viendo muchas especies: barracudas nadando muy cerca de la superficie, espáridos de varias especies, salmonetes escarbando en la arena con sus barbas, lisas de varios tamaños, salemas hervíboras, tordos peleándose, estrellas de mar de brillantes colores rojos. He visto el gran azul, ahí fuera.
He nadado hasta que me han dolido las piernas, se han quejado los brazos y se me ha puesto la piel de gallina por el frío.
He leído tumbada en la orilla, sintiendo el calor del sol en mi piel y la brisa mucho más cálida de lo que esperaba.
Y he vuelto a nadar y a ver peces y más peces, disfrutando del mar en calma y del que, ahora sí, ha sido el (probablemente, tal vez, digo yo, vaya usted a saber) el último baño de la temporada.
Más uno.
En la foto, el mar, hoy.
A veces, el otoño tiene estas cosas. Y te sorprende con más días de buen tiempo de los esperados.
Ya lo dije yo durante las lluvias de finales de agosto: si las tormentas de final del verano llegan pronto, el buen tiempo suele prolongarse más de la cuenta, como este año.
Llevamos toda la semana con temperaturas rozando los 30º, así que hoy he aprovechado un ratito después de comer y, en vez de dormir la siesta, me he ido a la playa.
He ido una playa que hacía algunos años que no iba, que me gusta por varios motivos (es de arena pero hay rocas, hay muchos peces, cubre en seguida y está recogida del viento sur que soplaba hoy), pero a la que es imposible ir en pleno verano, de la cantidad de gente que hay. He ido a una playa que no es muy grande, que tiene una isla en medio, sobre la que se levanta un restaurante. Con un puente de madera que une la arena con la isla.
El agua estaba un poco más turbia de lo normal, resultado de estas altas temperaturas, que hacen que las algas profileren felices. Pero aún así, he entrado al mar con careta y tubo y he disfrutado viendo muchas especies: barracudas nadando muy cerca de la superficie, espáridos de varias especies, salmonetes escarbando en la arena con sus barbas, lisas de varios tamaños, salemas hervíboras, tordos peleándose, estrellas de mar de brillantes colores rojos. He visto el gran azul, ahí fuera.
He nadado hasta que me han dolido las piernas, se han quejado los brazos y se me ha puesto la piel de gallina por el frío.
He leído tumbada en la orilla, sintiendo el calor del sol en mi piel y la brisa mucho más cálida de lo que esperaba.
Y he vuelto a nadar y a ver peces y más peces, disfrutando del mar en calma y del que, ahora sí, ha sido el (probablemente, tal vez, digo yo, vaya usted a saber) el último baño de la temporada.
Más uno.
En la foto, el mar, hoy.
jueves, 24 de octubre de 2013
Por qué
Hoy hay huelga general en la enseñanza. Y aunque yo no trabajo en ese ámbito, la apoyo.
¿Por qué?
Porque no me parece bien que se recorte en educación. Si hay falta de dinero, se puede recortar de muchas, muchas partes, pero no en educación (ni en sanidad, ni en investigación).
Porque creo que la educación debe ser para todos y no para las élites. Y a veces tengo la sensación de que la educación acabará siendo como antes, para los ricos. Formo parte de la primera generación de mi familia (por las dos partes) con estudios universitarios. Y me gustaría que mis hijos y nietos tuvieran también la posibilidad de realizarlos.
Porque me parece absurdo que cada gobierno nuevo que entra, se invente una nueva reforma educativa y vayamos siempre, siempre, de mal en peor.
Porque cada vez hay menos becas, menos ayudas, menos profesores y más alumnos por clase. Y eso no puede ser bueno. Para nada.
Igual no lo sabéis, pero en mis islas, los docentes se pasaron en septiembre varias semanas de huelga. Era una huelga apoyada por profesores, padres de alumnos y sindicatos. La prensa la simplificó como una huelga “contra el TIL”. Pero, ya digo, eso es simplificar.
El origen de todo sí es la aplicación del TIL: el Tratamiento Integral de Lenguas. O tal vez no es el origen, tal vez fue la gota que colmó el vaso tras todo tipo de recortes que ya hace mucho que la educación está sufriendo. La idea teórica del TIL es fabulosa: los niños saldrán de los colegios baleares sabiendo castellano, catalán e inglés. ¿Quién no querría eso? El problema es la implantación: de golpe, de un día para otro, pasando por encima de las decisiones de supresión cautelar del Tribunal Superior de nuestras islas. De hecho, el político que habló de implantarla de manera gradual, fue destituido de su cargo. También lo fueron varios directores de centros de Menorca, porque se negaron a implantar de golpe el TIL (porque así se decidió en el consejo escolar). Y otros han dimitido ya. Por una vez, docentes, padres y sindicatos se pusieron de acuerdo. Alguna razón tendrían, ¿no? Dice el gobierno balear que no, que el TIL estaba en su programa electoral (no lo está) y que tienen el apoyo de la mayoría absoluta en las urnas (cuando les votaron el 26.6% de los que podemos votar). Qué queréis que os diga. Para mí eso no es gobernar para el pueblo, para mí eso es gobernar para las urnas. Y no es lo mismo.
Os voy a contar una cosa. Soy licenciada en Ciencias Biológicas, doctora en Ecología Marina (con título de doctora europea, porque hice al menos una estancia en el extranjero de más de tres meses, escribí la tesis en inglés y la defendí, en parte, en ese idioma) y tengo el nivel C1 de inglés. Estoy cursando (por tercera vez) el C2, pero no me he llegado a presentar nunca a los exámenes (espero hacerlo este curso). Por si alguien no lo sabe, C2 es nivel de nativo. Participo de manera regular en reuniones internacionales, en las que hablo en inglés, uso inglés en mi día a día muy habitualmente y, de hecho, en menos de un año he pasado un total de seis semanas en Namibia dando unos cursos a colegas namibios. En inglés, claro. Y digo y perjuro que yo, si fuera profesora, no querría ni muerta tener que dar clases a niños y adolescentes en inglés. ¿Por qué? Porque no soy nativa, mi inglés es aprendido, me hago entender perfectamente y entiendo a los demás. Pero yo no querría ser ejemplo de nadie. No querría que mis hijos tuvieran a una profesora como yo enseñándoles en inglés. Yo puedo enseñar mis conocimientos en inglés a unos alumnos, pero no creo estar capacitada para que ellos aprendan de mí MI inglés. Preferiría que alguien les enseñara biología y que alguien les enseñara en inglés. No que su nivel de biología fuera más bajo de lo esperado sólo para que pudieran cursar esa asignatura en inglés. Y sí, al cabo de unos años, si han hecho esto desde pequeñitos, me parecería estupendo que alguien les enseñara biología en inglés. Pero de manera progresiva, de manera casi natural. No de sopetón.
Esa es mi opinión.
Y por eso, apoyo la huelga de educación en general y la huelga de docentes de mis islas en particular.
Y ya que estoy, que sepáis que el conflicto lingüístico del que hablan en prensa es una visión muy parcial de lo que aquí ocurre. Conozco a bastante gente trabajando en educación y todos a los que les pregunto me contestan lo mismo: en el día a día, en la vida real, no existe tal conflicto. Los niños aprenden y estudian sin problemas lingüísticos, no hay esa conflictividad. Si un niño tiene problemas de aprendizaje con un idioma, existen herramientas para ayudarlo. Sí, seguro que alguien os cuenta de historia truculenta sobre este tema, claro que las habrá, de todo hay, pero no es la norma. Por supuesto que hay problemas, por supuesto que hay gente extremista en todos los bandos que provoquen situaciones absurdas, incómodas y estúpidas. A mí me han insultado por la calle por hablar en castellano, cuando soy totalmente bilingüe, pero con mi familia –de origen peninsular- hablo en castellano, pero también me han dicho despectivamente que hable “en cristiano” alguna vez que me he dirigido a alguien en catalán. Pero os aseguro que eso no es la norma, sólo la excepción. Eso sí, vende mucho, porque genera polémica. Y a la gente le gusta la polémica.
Así que hoy el blog está de verde.
Y al que no le guste, que no mire.
¿Por qué?
Porque no me parece bien que se recorte en educación. Si hay falta de dinero, se puede recortar de muchas, muchas partes, pero no en educación (ni en sanidad, ni en investigación).
Porque creo que la educación debe ser para todos y no para las élites. Y a veces tengo la sensación de que la educación acabará siendo como antes, para los ricos. Formo parte de la primera generación de mi familia (por las dos partes) con estudios universitarios. Y me gustaría que mis hijos y nietos tuvieran también la posibilidad de realizarlos.
Porque me parece absurdo que cada gobierno nuevo que entra, se invente una nueva reforma educativa y vayamos siempre, siempre, de mal en peor.
Porque cada vez hay menos becas, menos ayudas, menos profesores y más alumnos por clase. Y eso no puede ser bueno. Para nada.
Igual no lo sabéis, pero en mis islas, los docentes se pasaron en septiembre varias semanas de huelga. Era una huelga apoyada por profesores, padres de alumnos y sindicatos. La prensa la simplificó como una huelga “contra el TIL”. Pero, ya digo, eso es simplificar.
El origen de todo sí es la aplicación del TIL: el Tratamiento Integral de Lenguas. O tal vez no es el origen, tal vez fue la gota que colmó el vaso tras todo tipo de recortes que ya hace mucho que la educación está sufriendo. La idea teórica del TIL es fabulosa: los niños saldrán de los colegios baleares sabiendo castellano, catalán e inglés. ¿Quién no querría eso? El problema es la implantación: de golpe, de un día para otro, pasando por encima de las decisiones de supresión cautelar del Tribunal Superior de nuestras islas. De hecho, el político que habló de implantarla de manera gradual, fue destituido de su cargo. También lo fueron varios directores de centros de Menorca, porque se negaron a implantar de golpe el TIL (porque así se decidió en el consejo escolar). Y otros han dimitido ya. Por una vez, docentes, padres y sindicatos se pusieron de acuerdo. Alguna razón tendrían, ¿no? Dice el gobierno balear que no, que el TIL estaba en su programa electoral (no lo está) y que tienen el apoyo de la mayoría absoluta en las urnas (cuando les votaron el 26.6% de los que podemos votar). Qué queréis que os diga. Para mí eso no es gobernar para el pueblo, para mí eso es gobernar para las urnas. Y no es lo mismo.
Os voy a contar una cosa. Soy licenciada en Ciencias Biológicas, doctora en Ecología Marina (con título de doctora europea, porque hice al menos una estancia en el extranjero de más de tres meses, escribí la tesis en inglés y la defendí, en parte, en ese idioma) y tengo el nivel C1 de inglés. Estoy cursando (por tercera vez) el C2, pero no me he llegado a presentar nunca a los exámenes (espero hacerlo este curso). Por si alguien no lo sabe, C2 es nivel de nativo. Participo de manera regular en reuniones internacionales, en las que hablo en inglés, uso inglés en mi día a día muy habitualmente y, de hecho, en menos de un año he pasado un total de seis semanas en Namibia dando unos cursos a colegas namibios. En inglés, claro. Y digo y perjuro que yo, si fuera profesora, no querría ni muerta tener que dar clases a niños y adolescentes en inglés. ¿Por qué? Porque no soy nativa, mi inglés es aprendido, me hago entender perfectamente y entiendo a los demás. Pero yo no querría ser ejemplo de nadie. No querría que mis hijos tuvieran a una profesora como yo enseñándoles en inglés. Yo puedo enseñar mis conocimientos en inglés a unos alumnos, pero no creo estar capacitada para que ellos aprendan de mí MI inglés. Preferiría que alguien les enseñara biología y que alguien les enseñara en inglés. No que su nivel de biología fuera más bajo de lo esperado sólo para que pudieran cursar esa asignatura en inglés. Y sí, al cabo de unos años, si han hecho esto desde pequeñitos, me parecería estupendo que alguien les enseñara biología en inglés. Pero de manera progresiva, de manera casi natural. No de sopetón.
Esa es mi opinión.
Y por eso, apoyo la huelga de educación en general y la huelga de docentes de mis islas en particular.
Y ya que estoy, que sepáis que el conflicto lingüístico del que hablan en prensa es una visión muy parcial de lo que aquí ocurre. Conozco a bastante gente trabajando en educación y todos a los que les pregunto me contestan lo mismo: en el día a día, en la vida real, no existe tal conflicto. Los niños aprenden y estudian sin problemas lingüísticos, no hay esa conflictividad. Si un niño tiene problemas de aprendizaje con un idioma, existen herramientas para ayudarlo. Sí, seguro que alguien os cuenta de historia truculenta sobre este tema, claro que las habrá, de todo hay, pero no es la norma. Por supuesto que hay problemas, por supuesto que hay gente extremista en todos los bandos que provoquen situaciones absurdas, incómodas y estúpidas. A mí me han insultado por la calle por hablar en castellano, cuando soy totalmente bilingüe, pero con mi familia –de origen peninsular- hablo en castellano, pero también me han dicho despectivamente que hable “en cristiano” alguna vez que me he dirigido a alguien en catalán. Pero os aseguro que eso no es la norma, sólo la excepción. Eso sí, vende mucho, porque genera polémica. Y a la gente le gusta la polémica.
Así que hoy el blog está de verde.
Y al que no le guste, que no mire.
miércoles, 23 de octubre de 2013
"Gravity" de Alfonso Cuarón
Ayer, aprovechando lo de la fiesta del cine, fui a ver “Gravity”. Hacía mucho, mucho que no iba al cine. Y ayer conseguimos reunirnos 7 amigos para hacerlo. Genial. Ya podría haber más promociones de este tipo para animarnos a ir, porque no sólo es un gusto no arruinarse por una tarde de cine, sino que me encantó el ambiente y la animación que había en el cine. Hacía mucho, mucho tiempo que no lo veía así.
Imagino que todo el mundo sabe a estas alturas de qué va “Gravity”: es la historia de dos astronautas, Sandra Bullock y George Clooney, que quedan flotando perdidos en el espacio, tras la destrucción de su nave. La historia me pareció lo suficientemente interesante como para decidirme a verla. Como científica, debería ver el tema espacial como una parte más de la investigación científica, de la búsqueda del conocimiento, pero el espacio me impresiona tanto que me parece increíble casi todo lo relacionado con él. Supongo que es un problema de desconocimiento, o de perspectiva, o de ignorancia. Hablar de millones de años luz, de estrellas que vemos pero que ya hace mucho que desaparecieron, de la velocidad de la luz. Todo eso me parece impresionante, casi irreal. Me pasa un poco lo mismo con la física de partículas, con las partes más pequeñas de la materia. Tanto el espacio como las diminutas partículas existen, lo sé; se estudian, lo sé; me lo creo, claro, pero me parecen tan, tan difíciles de comprender que a veces creo que su estudio científico es casi, casi un acto de fe (aunque en realidad es simplemente la superior capacidad de ciertas mentes de comprenderlo y estudiarlo).
Pero vayamos a la película. La verdad es que pensaba que pasaría más miedo o más angustia de la que pasé. Y realmente me resultaron (algo) más angustiosas las escenas en el interior de las naves que las exteriores. Me pasó algo parecido en Namibia: en general, África me da sensación de inmensidad, una especie de vértigo espacial de sentirse muy pequeñito en algo muy grande. Y cuando fui a Etosha, pensé que esa sensación sería aún más devastadora y fue justamente lo contrario: en Etosha no sentí el vacío de inmensidad, esa melancolía perturbadora que he sentido en general en Namibia. Con “Gravity” ha sido similar, no sentí tanta sensación de angustia por la inmensidad en las escenas del espacio, sentí más lo contrario, casi claustrofobia en las escenas interiores.
La película me ha gustado mucho. Le veo algunos peros, pegas (científicas y cinematográficas), pero me resultó muy adecuada. Visualmente es muy atractiva (esos planos de la Tierra, el punto de vista personal, la inmensidad del espacio, algunas metáforas visuales). Y el guión es intrigante sin ser agobiante. A los 40 minutos de película estaba intrigada por saber qué pasaría después, qué diablos podría ocurrir en la casi hora que quedaba de película. Pensé que podría hacerse más pesada, más aburrida y a la par más angustiosa. Y no. Fue amena y me hizo sufrir poco.
Debo admitir que, en parte, me esperaba otra cosa. Tengo la mala costumbre de pensar qué haría yo con una historia a partir de lo poco que sé antes de verla. Eso me lleva a numerosas decepciones y numerosas sorpresas. En este caso, me había imaginado una historia bien diferente, tirando más a la ciencia-ficción, pero esto era casi un deseo o esperanza, porque sabía que dirigía Cuarón y no lo veía haciendo alguna historia con extraterrestres por el medio.
No me gusta mucho la Bullock, lo admito, pero aquí está más que aceptable y hubo momentos en los que hasta me olvidé de que era Sandra Bullock y me la creí como doctora perdida en el espacio. George Clooney mola. Siempre.
Una peli recomendable, pero tampoco le daría los millones de Óscars a los que (supongo) estará nominada. Y ya que estoy, aprovecho para recomendar otras películas de Cuarón, como “Hijos de los hombres” de la que ya hablé aquí (también del libro en el que se basa) y “La princesita”, que es una película absolutamente deliciosa.
Imagino que todo el mundo sabe a estas alturas de qué va “Gravity”: es la historia de dos astronautas, Sandra Bullock y George Clooney, que quedan flotando perdidos en el espacio, tras la destrucción de su nave. La historia me pareció lo suficientemente interesante como para decidirme a verla. Como científica, debería ver el tema espacial como una parte más de la investigación científica, de la búsqueda del conocimiento, pero el espacio me impresiona tanto que me parece increíble casi todo lo relacionado con él. Supongo que es un problema de desconocimiento, o de perspectiva, o de ignorancia. Hablar de millones de años luz, de estrellas que vemos pero que ya hace mucho que desaparecieron, de la velocidad de la luz. Todo eso me parece impresionante, casi irreal. Me pasa un poco lo mismo con la física de partículas, con las partes más pequeñas de la materia. Tanto el espacio como las diminutas partículas existen, lo sé; se estudian, lo sé; me lo creo, claro, pero me parecen tan, tan difíciles de comprender que a veces creo que su estudio científico es casi, casi un acto de fe (aunque en realidad es simplemente la superior capacidad de ciertas mentes de comprenderlo y estudiarlo).
Pero vayamos a la película. La verdad es que pensaba que pasaría más miedo o más angustia de la que pasé. Y realmente me resultaron (algo) más angustiosas las escenas en el interior de las naves que las exteriores. Me pasó algo parecido en Namibia: en general, África me da sensación de inmensidad, una especie de vértigo espacial de sentirse muy pequeñito en algo muy grande. Y cuando fui a Etosha, pensé que esa sensación sería aún más devastadora y fue justamente lo contrario: en Etosha no sentí el vacío de inmensidad, esa melancolía perturbadora que he sentido en general en Namibia. Con “Gravity” ha sido similar, no sentí tanta sensación de angustia por la inmensidad en las escenas del espacio, sentí más lo contrario, casi claustrofobia en las escenas interiores.
La película me ha gustado mucho. Le veo algunos peros, pegas (científicas y cinematográficas), pero me resultó muy adecuada. Visualmente es muy atractiva (esos planos de la Tierra, el punto de vista personal, la inmensidad del espacio, algunas metáforas visuales). Y el guión es intrigante sin ser agobiante. A los 40 minutos de película estaba intrigada por saber qué pasaría después, qué diablos podría ocurrir en la casi hora que quedaba de película. Pensé que podría hacerse más pesada, más aburrida y a la par más angustiosa. Y no. Fue amena y me hizo sufrir poco.
Debo admitir que, en parte, me esperaba otra cosa. Tengo la mala costumbre de pensar qué haría yo con una historia a partir de lo poco que sé antes de verla. Eso me lleva a numerosas decepciones y numerosas sorpresas. En este caso, me había imaginado una historia bien diferente, tirando más a la ciencia-ficción, pero esto era casi un deseo o esperanza, porque sabía que dirigía Cuarón y no lo veía haciendo alguna historia con extraterrestres por el medio.
No me gusta mucho la Bullock, lo admito, pero aquí está más que aceptable y hubo momentos en los que hasta me olvidé de que era Sandra Bullock y me la creí como doctora perdida en el espacio. George Clooney mola. Siempre.
Una peli recomendable, pero tampoco le daría los millones de Óscars a los que (supongo) estará nominada. Y ya que estoy, aprovecho para recomendar otras películas de Cuarón, como “Hijos de los hombres” de la que ya hablé aquí (también del libro en el que se basa) y “La princesita”, que es una película absolutamente deliciosa.
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