Hoy mi hermana la gafapasta cumple años. No diré cuántos, por si se enfada. Sólo diré que cumple más que yo. Qué diablos, es mi blog y escribo lo que quiero: hoy mi hermana la gafapasta cumple 38 tacos. Y, como veis en la foto de al lado, ella misma se ha ocupado de recordármelo, marcando el calendario adecuadamente.
Hoy mi hermana gafapasta cumple años y este no va a ser una descripción maravillosa de amor fraternal. Porque ella sabe que la quiero y por eso no hace falta que la halague. Porque es un trasto, me saca de quicio siempre y nos hemos peleado mil veces de niñas, pero también es una buena amiga. Porque cuando hay confianza da asco, así que puedo contar todo esto y sé que no se enfadará (o sí).
La principal característica de mi hermana es que es Acuario. Los Acuario se caracterizan por una cosa: viven en su propio mundo, Acuarilandia. Con los años y al haber conocido a muchos más Acuarios, he llegado a la conclusión de que no existe un único Acuarilandia: cada Acuario vive en su propio mundo, su propio Acuarilandia. Sí, puede haber varios Acuarilandias parecidos, pero cada uno tiene el suyo propio. Eso no quita que de vez en cuando viajen de Acuarilandia al mundo real e interaccionen con el resto de humanos pero, en general, viven en Acuarilandia. El mundo de mi hermana es un mundo en el que suena música de ball de bot, todo el mundo es bueno, hay muchos libros, de los grifos sale té, los móviles no se rompen aunque les pases el coche por encima y el color rosa está prohibido.
Otra de sus características es la sinceridad, la sinceridad más absoluta. Eso, aunque parezca lo contrario, es una putada. Porque si algo no le gusta, te lo dice. Así, a la cara. Aunque sea el más maravilloso regalo que llevas semanas planeando. Lo abre, lo mira, pone cara de asco y le preguntas:
- ¿No te gusta?
- No. – y se queda tan pancha.
Por eso yo no me arriesgo y mis regalos de este cumpleaños van a lo seguro: este conjunto de cuello y gorro hechos por mí, una cosa que ella me ha pedido y otra que no me ha pedido pero que sé que le encantará. Sin sorpresas, a lo seguro. Aunque, bien pensado, a ella le encantan las sorpresas. Y le encanta sorprender a la gente. Lo que pasa que los que la queremos ya no la sorprendemos: nos da miedo por su sinceridad, así que dejamos que sea ella la que nos sorprenda.
- Nisi, no hagas planes para la noche de mi cumple. Vamos a ir a cenar a un sitio. A un sitio muy, muy guay; donde hay que reservar antes porque es muy, muy difícil conseguir sitio y alguien no podrá beber porque hay que conducir.
- ¿Ah, sí? –pongo cara de inocente.
- Sííí. ¡No lo averiguarás nunca!
- Seguro que no… –parpadeo más inocente que Bambi y pienso “nos va a llevar aquí”. Y sé que acertaré.
Su aplastante sinceridad implica otra cosa: es incapaz de mentir. Perdón, no es incapaz, miente, pero no sabe hacerlo. Se le ve el plumero. Abre más los ojos de lo normal, balbucea y dice cosas inconexas. Eso, a los 38, no es un gran problema, porque para qué mentir a estas edades. De adolescente y jovencita, era una putada. Llegaba a casa contando unas historias que se veían a leguas que eran trolas. Los padres, oh, los santos padres, debían hacer como que se lo creían. Pero a mí no me cuela ni una. Yo la conozco. Y yo sí que sé mentir (que no hermana, que no sé dónde nos vas a llevar esta noche, de verdad que no).
Una de las características que no tiene mi hermana la gafapasta es la empatía. Cuando la repartieron, ella debía estar en Acuarilandia. Tiene la misma empatía que una patata frita. Le cuentas tu vida, una cosa terrible de tu vida y tiene la asombrosa capacidad de ridiculizarla hasta el mínimo, contrastándola con alguna cosa que le ha pasado a ella que es, según su punto de vista, un millón de veces peor que lo tuyo:
- Hermana gafapasta, me he partido una pierna, me ha dejado el novio y una moto ha atropellado a mi perro.
- Ay, ¿sí? Pues mira, a mí me ha salido una cana.
- Ya pero mira, tengo la pierna rota…
- Bah, eso no es nada, mira que cana más fea tengo yo.
- Que me ha dejado el novio, por una bailarina de striptease.
- Bah, no me caía bien. ¡Mira mi cana!
- ¡¡¡Que una moto ha atropellado a mi perro!!! ¡¡¡Ha muerto en mis brazos!!!
- Ya, ya, qué pena. Pero, puaj, qué asco. Oye, déjame de contarme tu vida y hazme un poco de caso, ¿eh? Que mira qué cana me ha salido…
Esa falta de empatía le provoca dos cosas. La primera, la capacidad de abstraerse de una conversación. Le estás contando algo y, por muy importante que sea, si no le interesa, se pone a mirar por encima del hombro y desconecta. Y, debido a su ya mencionada sinceridad, lo admite.
- Pues iba yo toda borracha y se me cruza una ancianita y ¡zas, en toda la boca!, la atropello… ¿Crees que me van a detener?
- ¿Perdona?
- Que si me van a detener.
- Mira, es que no te estaba escuchando.
- Joer, ¡que he atropellado a una ancianita!
- Ya, pero es que no me interesa.
Lo segundo es que aunque ella no tiene empatía, cree que todo el mundo está en su mente. No sé por qué, pero está empeñada en que conozco a todo el mundo que ella conoce. Y eso provoca conversaciones como éstas:
- ¡Nisi! ¡Pepita ha tenido ya el niño!
- No conozco a Pepita.
- Que sí, que la conoces.
- Que no.
- Que sí. Es la hermana de Fulanito.
- No sé quién es fulanito.
- Que sí, ¿te acuerdas aquel día hace tres años que íbamos paseando por la calle y nos pitó un coche?
- No.
- Que sí, un coche rojo. Pues el que iba en el asiento trasero es Fulanito. Y Pepita es su hermana.
Total, que mi hermana es una Acuariana anti-empatía pero con encanto. Ah, no lo he dicho, pero es mi hermana favorita. Igual tiene que ver que es mi única hermana. Así que le deseo lo mejor, para hoy y para siempre.
¡¡Feliz cumple, sis!!
miércoles, 30 de enero de 2013
martes, 29 de enero de 2013
“Aleta” de Christopher Moore
Este es el primer libro en papel que me compré después de tener el libro electrónico. Estaba yo tan feliz en el aeropuerto, de camino a Croacia, orgullosa de llevar mi libro electrónico que abulta y pesa taaaan poco, cuando de repente lo vi y dije “Lo tengo que comprar”. Y lo compré, claro. Así que viajé con mi hermoso libro electrónico y con un hermoso libro de papel recién comprado que ocupa (y pesa) cuatro veces más que el anterior.
Me llamó la atención la portada, la ballena y que hablara sobre científicos marinos estudiando ballenas, así que fue inevitable comprarlo [*]. Luego me di cuenta que la cola de la ballena de la portada lleva escrito “Que te den” y me dejó un poco desconcertada. Y más tarde, leí que el autor escribe con mucho sentido del humor y es muy gracioso y blablablá, así que realmente no sabía a lo que me enfrentaba.
La novela trata de un científico que estudia las ballenas, tratando de averiguar por qué cantan las ballenas jorobadas, cuál es la finalidad de su canto. Es una novela extraña. La primera parte mezcla la realidad de lo que es la investigación científica y el amor a la naturaleza con personajes, situaciones e historias divertidas, surrealistas, incluso algo absurdas. Un buen día, el protagonista cree ver en la cola de la ballena las palabras que aparecen en portada “Que te den”. Hasta aquí la historia es curiosa, entretenida; pero en el momento que una ballena se come al protagonista… Bueno, aquí la cosa ya se desmadra. Lo que parecía una novela de humor más o menos logrado y casi de divulgación científica, se convierte en una historia de ciencia ficción, también divertida, sí, pero saltando de lo absurdo a lo cruel y, digamos, profundo sin apenas parpadear. A ratos la novela me ha recordado a “Solaris” de Stanisław Lem, aunque sin llegar a su dureza y claustrofobia, pero sí a algunas de sus mismas reflexiones sobre qué es la vida, el poder de la mente y la posible existencia de criaturas (o entes) inimaginables (o casi) para nosotros, además de la lucha entre genes y memes
La historia está bien, me ha resultado bastante entretenida, pero no me esperaba que fuera así y eso me confunde. Además, tiene algunos errores de traducción tan obvios que me hacían chirriar los dientes, como traducir “sperm wales” por “ballenas de esperma” cuando en realidad debería ser “cachalotes”. Joer, no hay que ser biólogo para saber eso, basta ir a wikipedia. También algunas de las bromas, chistes y ocurrencias me han hecho bastante gracia. Otras sencillamente eran tan absurdas y fuera de lugar que sobraban. Me ha confundido un poco esta novela: no sé si es de divulgación, de humor o de ciencia ficción. Intenta ser un poco de todo y a ratos lo consigue, pero le fallan algunas cosas para acabar de ser una historia más redonda y que enganche. Resumiendo: pasable.
[*] Eso es una cosa que echo de menos en el libro electrónico: las portadas. Y ojearlos. Saber lo largos que son por el volumen, no por el número de páginas con el que nunca te haces una idea clara de lo gordos que serían si fueran de papel. Y la textura del papel. Pero bueno, tienen otras ventajas los libros electrónicos, ¡claro!
Me llamó la atención la portada, la ballena y que hablara sobre científicos marinos estudiando ballenas, así que fue inevitable comprarlo [*]. Luego me di cuenta que la cola de la ballena de la portada lleva escrito “Que te den” y me dejó un poco desconcertada. Y más tarde, leí que el autor escribe con mucho sentido del humor y es muy gracioso y blablablá, así que realmente no sabía a lo que me enfrentaba.
La novela trata de un científico que estudia las ballenas, tratando de averiguar por qué cantan las ballenas jorobadas, cuál es la finalidad de su canto. Es una novela extraña. La primera parte mezcla la realidad de lo que es la investigación científica y el amor a la naturaleza con personajes, situaciones e historias divertidas, surrealistas, incluso algo absurdas. Un buen día, el protagonista cree ver en la cola de la ballena las palabras que aparecen en portada “Que te den”. Hasta aquí la historia es curiosa, entretenida; pero en el momento que una ballena se come al protagonista… Bueno, aquí la cosa ya se desmadra. Lo que parecía una novela de humor más o menos logrado y casi de divulgación científica, se convierte en una historia de ciencia ficción, también divertida, sí, pero saltando de lo absurdo a lo cruel y, digamos, profundo sin apenas parpadear. A ratos la novela me ha recordado a “Solaris” de Stanisław Lem, aunque sin llegar a su dureza y claustrofobia, pero sí a algunas de sus mismas reflexiones sobre qué es la vida, el poder de la mente y la posible existencia de criaturas (o entes) inimaginables (o casi) para nosotros, además de la lucha entre genes y memes
La historia está bien, me ha resultado bastante entretenida, pero no me esperaba que fuera así y eso me confunde. Además, tiene algunos errores de traducción tan obvios que me hacían chirriar los dientes, como traducir “sperm wales” por “ballenas de esperma” cuando en realidad debería ser “cachalotes”. Joer, no hay que ser biólogo para saber eso, basta ir a wikipedia. También algunas de las bromas, chistes y ocurrencias me han hecho bastante gracia. Otras sencillamente eran tan absurdas y fuera de lugar que sobraban. Me ha confundido un poco esta novela: no sé si es de divulgación, de humor o de ciencia ficción. Intenta ser un poco de todo y a ratos lo consigue, pero le fallan algunas cosas para acabar de ser una historia más redonda y que enganche. Resumiendo: pasable.
[*] Eso es una cosa que echo de menos en el libro electrónico: las portadas. Y ojearlos. Saber lo largos que son por el volumen, no por el número de páginas con el que nunca te haces una idea clara de lo gordos que serían si fueran de papel. Y la textura del papel. Pero bueno, tienen otras ventajas los libros electrónicos, ¡claro!
lunes, 28 de enero de 2013
Un gorro y un cuello
Con las agujas me está pasando lo mismo que me pasó con el pudin y con las plantas: no sabía que me gustaban tanto.
De repente, soy una adicta a las agujas (a las plantas lo sigo siendo; mi pasión por el pudin la tengo más controlada). Tengo tres proyectos en marcha y uno en mente. Esto es un sin vivir. Tejería todo el día. Se me ocurren cosas para hacer, descubro lanas nuevas que me chiflan y quiero aprender (porque, lo admito, aún soy novata nivel 1.0).
Mi último descubrimiento ha sido los telares circulares (como estos). Los descubrimos (mi madre y yo) en la mercería del barrio, la de toda la vida, donde además me proveo de hilos nuevos para tejer (bueno, también de los restos viejos que encuentro por casa de mis padres y que mi madre me cede gentilmente). Como decía, allí los descubrimos. Los vimos, nos miramos y dijimos “¡queremos eso!”. Y como vienen 4 de distintos tamaños y vivimos tan cerca que puedo ir en pijama a su casa, los compartimos.
Mi proyecto terminado más reciente es un conjunto de gorro y cuello de color azul, regalo para mi hermana la gafapasta. En azul porque es uno de sus colores favoritos. Con hilo que no pique, porque todo le pica. El cuello con hilo simple, el gorro con hilo doble. Y aunque aún están por casa, ya se los ha probado y le quedan así de bien.
De repente, soy una adicta a las agujas (a las plantas lo sigo siendo; mi pasión por el pudin la tengo más controlada). Tengo tres proyectos en marcha y uno en mente. Esto es un sin vivir. Tejería todo el día. Se me ocurren cosas para hacer, descubro lanas nuevas que me chiflan y quiero aprender (porque, lo admito, aún soy novata nivel 1.0).
Mi último descubrimiento ha sido los telares circulares (como estos). Los descubrimos (mi madre y yo) en la mercería del barrio, la de toda la vida, donde además me proveo de hilos nuevos para tejer (bueno, también de los restos viejos que encuentro por casa de mis padres y que mi madre me cede gentilmente). Como decía, allí los descubrimos. Los vimos, nos miramos y dijimos “¡queremos eso!”. Y como vienen 4 de distintos tamaños y vivimos tan cerca que puedo ir en pijama a su casa, los compartimos.
Mi proyecto terminado más reciente es un conjunto de gorro y cuello de color azul, regalo para mi hermana la gafapasta. En azul porque es uno de sus colores favoritos. Con hilo que no pique, porque todo le pica. El cuello con hilo simple, el gorro con hilo doble. Y aunque aún están por casa, ya se los ha probado y le quedan así de bien.
domingo, 27 de enero de 2013
"Hijos de los hombres"
Vi la película “Hijos de los hombres” de Alfonso Cuarón, hace bastante tiempo. No recuerdo ni cómo ni dónde. Sé que en su día me impactó y gustó, pero apenas recordaba nada de ella, tan sólo algo del planteamiento inicial, pero poco más. Ni siquiera sabía que estaba basada en un libro, de PD James. Así, cuando descubrí que existía el libro, me lo leí.
La novela se sitúa en un futuro no muy lejano, en una Inglaterra sometida a una dictadura disfrazada de casi-democracia. El protagonista, Theo, es un profesor de Historia divorciado que escribe en su diario la amargura que siente por la realidad que vive: un mundo en el que la especie humana ha perdido la capacidad de reproducirse, en el que la generación más joven del planeta (los Omega) rondan los 25 años; en el que ya no hay niños; en el que la población envejece sin remedio; en el que los suicidios colectivos de ancianos son un ritual. Una realidad amarga que encuadra en la propia vida personal de Theo: él mismo mató accidentalmente a su hijo, cuando éste era sólo un niño. Theo es además el primo del dictador de Inglaterra, el Custodio. Y es a él, a Theo, al que se dirigen un grupo de insurgentes, los cinco Peces, cinco personas que quieren forzar que el custodio cambie algunas normas, algunas reglas con las que no están de acuerdo.
La historia me encantó. Me chifla el punto de partida tan brutal como claro: la especie humana se está extinguiendo y no sabemos por qué. Me gusta porque contrasta con las teorías esas que hablan del final del planeta debido a una catástrofe, a una destrucción masiva. Aquí el fin de los hombres se muestra de manera mucho más sutil, pero también mucho más cruel: la incapacidad total de reproducirse. Me ha gustado mucho el libro. Aunque el final no me acaba de convencer creo que es normal en este tipo de historias: el arranque es tan espectacular y novedoso, que es muy, muy difícil encontrar un final adecuado a la trama.
Después de leerla, tuve la necesidad de volver a ver la película de Alfonso Cuarón. Como he dicho antes, no la recordaba mucho. Pero en la novela había cosas que no me sonaban de nada de la película. Así que la volvía a ver. El planteamiento inicial es parecido: la especie humana es incapaz de procrear, pero en el caso de la película, toda la culpa se la echan a la infertilidad de las mujeres (¡ja!). El Custodio ni aparece, los Omega no son mencionados y los cinco Peces pasan de ser un grupo más o menos revolucionario y pacífico a ser un grupo de terroristas egocéntricos con ansias de sangre. Incluso Theo ya no es un profesor de Historia, sino un ex activista radical, y el personaje de su mujer pasa de mero secundario a ser una de las activistas terroristas. El personaje femenino clave de la historia (una embarazada, porque sí, en mitad del caos y la amargura, una mujer logra quedarse embarazada) no tiene nada que ver en la novela y en la película. Y el final también es muy, pero que muy diferente. Y tampoco me acaba de convencer. Pero a pesar de todos estos cambios, a pesar de tratarse de dos historias con el mismo origen y tantísimas diferencias, la película me parece sublime. Me encanta. Engancha, hechiza y emociona. Derrocha toda la amargura, tristeza, desespero y angustia del libro, toda su falta de esperanza, pero encima está rematada con unas dosis de violencia (ya desde la primera secuencia) que no existen en el libro y que, aunque a mí me sobran un poco, creo que ayuda a enmarcarla a un futuro cercano no tan lejano como quisiéramos pensar.
Valen mucho la pena. Tanto novela como película. Creo que debería leer más cosas de PD James. Ah, y en la peli sale Clive Owen. ¡Razón de más para verla!
sábado, 26 de enero de 2013
Desayunando
Hay días que el cuerpo te pide un capricho.
Hoy es uno de esos días.
Desayuno a base de tortitas y Nocilla. Y algo de fruta, para compensar.
¿A ver si resulta que mi patronus es el chocolate?
Igual sí.
Feliz sábado.
Hoy es uno de esos días.
Desayuno a base de tortitas y Nocilla. Y algo de fruta, para compensar.
¿A ver si resulta que mi patronus es el chocolate?
Igual sí.
Feliz sábado.
viernes, 25 de enero de 2013
Luchando contra los dementores
Los hospitales son como los dementores: absorben toda tu energía, tu alma y te dejan vacío.
Odio los hospitales.
Esta semana he pasado más horas de las deseables en uno. Aunque no era enferma, sino acompañante, el efecto de los hospitales en mí es el de los dementores: me dejan vacía. Intento invocar a mi patronus para evitar ese efecto, pero no aparece.
¡Expecto Patronum!
Nada.
Han sido unos días largos.
Ha hecho mucho frío, ha llovido mucho e incluso ha habido alguna tormenta espectacular que ni he sido capaz de disfrutar.
Y sé que no me debería quejar, no ha sido nada, un susto y ya está.
Pero esa ruptura abrupta de la rutina, ese tener que detener tu vida repentinamente, tus planes (viaje de placer incluido), me desmorona, me descoloca totalmente.
Sólo te das cuenta de lo maravillosa que es la rutina cuando te ves obligada a interrumpirla abruptamente.
Y esa sensación de vacío, de desolación, de tristeza, de cálida frialdad que me dejan los hospitales me impide sentir nada más. Ni rabia por haberme perdido un viaje que hacía meses planeábamos; ni tranquilidad por saber que no ha sido nada; ni felicidad por pasar horas y horas allí, charlando, leyendo, viendo la tele o jugando a las cartas; ni ilusión por reengancharme al viaje para disfrutar al menos de una parte.
¡¡Expecto Patronum!!
Que no.
Sólo quiero dormir. Acurrucarme en mi cama de sábanas de franela, en mi sofá naranja tapada con mi manta verde. Quiero dormir y que el mundo allí fuera se pare. O mejor aún, que siga girando sin mí. Total, si ha podido hacerlo durante 3 días, podría seguir haciéndolo siempre, ¿no?
Igual esto me sirve para curarme de mi síndrome de la bandeja de entrada vacía (esa incapacidad que tengo de irme a dormir dejando algún correo sin leer): tengo más de 50 correos pendientes de leer en la cuenta del trabajo. Y no los leo porque sé que no los voy a responder, ni hacer nada con ellos: estoy sin energía.
¡¡¡Expecto Patronum!!!
Nada, no aparece.
En la foto, árboles, carril bici y lluvia, mientras intentaba invocar a mi patronus, desde una habitación de hospital.
Odio los hospitales.
Esta semana he pasado más horas de las deseables en uno. Aunque no era enferma, sino acompañante, el efecto de los hospitales en mí es el de los dementores: me dejan vacía. Intento invocar a mi patronus para evitar ese efecto, pero no aparece.
¡Expecto Patronum!
Nada.
Han sido unos días largos.
Ha hecho mucho frío, ha llovido mucho e incluso ha habido alguna tormenta espectacular que ni he sido capaz de disfrutar.
Y sé que no me debería quejar, no ha sido nada, un susto y ya está.
Pero esa ruptura abrupta de la rutina, ese tener que detener tu vida repentinamente, tus planes (viaje de placer incluido), me desmorona, me descoloca totalmente.
Sólo te das cuenta de lo maravillosa que es la rutina cuando te ves obligada a interrumpirla abruptamente.
Y esa sensación de vacío, de desolación, de tristeza, de cálida frialdad que me dejan los hospitales me impide sentir nada más. Ni rabia por haberme perdido un viaje que hacía meses planeábamos; ni tranquilidad por saber que no ha sido nada; ni felicidad por pasar horas y horas allí, charlando, leyendo, viendo la tele o jugando a las cartas; ni ilusión por reengancharme al viaje para disfrutar al menos de una parte.
¡¡Expecto Patronum!!
Que no.
Sólo quiero dormir. Acurrucarme en mi cama de sábanas de franela, en mi sofá naranja tapada con mi manta verde. Quiero dormir y que el mundo allí fuera se pare. O mejor aún, que siga girando sin mí. Total, si ha podido hacerlo durante 3 días, podría seguir haciéndolo siempre, ¿no?
Igual esto me sirve para curarme de mi síndrome de la bandeja de entrada vacía (esa incapacidad que tengo de irme a dormir dejando algún correo sin leer): tengo más de 50 correos pendientes de leer en la cuenta del trabajo. Y no los leo porque sé que no los voy a responder, ni hacer nada con ellos: estoy sin energía.
¡¡¡Expecto Patronum!!!
Nada, no aparece.
En la foto, árboles, carril bici y lluvia, mientras intentaba invocar a mi patronus, desde una habitación de hospital.
miércoles, 23 de enero de 2013
"Eva" de Kike Maíllo
Tenía ganas de ver esta película desde que la estrenaron. Pero, como me pasa en los últimos tiempos, no encuentro nunca tiempo para ir al cine. Atrás quedó mi adolescencia cinéfila de sesión de cine casi semanal. Así que no la he visto hasta ahora.
En realidad, hace unos meses (no sé cuántos) vi un trozo por la tele. Ni me acuerdo en qué canal la hacían, pero la encontré mientras hacía tiempo para ir a algún sitio. Y lo poco que vi, me gustó mucho.
Ahora que la he visto entera, remarco la sensación que tuve desde el principio con ella: me ha gustado mucho. Es una película entre la ciencia ficción y el drama. Y funciona como ambas cosas.
La historia se desarrolla en una ciudad montañosa, fría y llena de nieve, con una atmósfera muy peculiar, maravillosa; en un futuro en el que la existencia de robots es algo habitual. Un ingeniero regresa a esa ciudad tras diez años de ausencia, para llevar a cabo un encargo: fabricar un niño robot. Allí se reencuentra con su hermano, con su antigua novia y actual esposa de su hermano y con la hija de éstos, Eva, una niña con la que el protagonista conecta incluso desde antes de saber quién es.
Como he dicho, me parece que la película funciona como historia de ciencia ficción y como drama. Con unos efectos especiales tan adecuados como sutiles (la manera en la que el protagonista escoge las características personales del robot en el que está trabajando), con unos personajes bien definidos y claros, secundarios fantásticos y una historia más allá de la ciencia ficción muy interesante.
Me pareció una película muy amena, que engancha, se deja ver estupendamente y casi te deja con ganas de más. Aunque en realidad ni le sobra ni le falta nada. Y la fotografía es magnífica. Hace que te queden las imágenes marcadas en la retina durante mucho tiempo. Y hace que sientas el frío de sus paisajes nevados. Me encanta. La volveré a ver.
En realidad, hace unos meses (no sé cuántos) vi un trozo por la tele. Ni me acuerdo en qué canal la hacían, pero la encontré mientras hacía tiempo para ir a algún sitio. Y lo poco que vi, me gustó mucho.
Ahora que la he visto entera, remarco la sensación que tuve desde el principio con ella: me ha gustado mucho. Es una película entre la ciencia ficción y el drama. Y funciona como ambas cosas.
La historia se desarrolla en una ciudad montañosa, fría y llena de nieve, con una atmósfera muy peculiar, maravillosa; en un futuro en el que la existencia de robots es algo habitual. Un ingeniero regresa a esa ciudad tras diez años de ausencia, para llevar a cabo un encargo: fabricar un niño robot. Allí se reencuentra con su hermano, con su antigua novia y actual esposa de su hermano y con la hija de éstos, Eva, una niña con la que el protagonista conecta incluso desde antes de saber quién es.
Como he dicho, me parece que la película funciona como historia de ciencia ficción y como drama. Con unos efectos especiales tan adecuados como sutiles (la manera en la que el protagonista escoge las características personales del robot en el que está trabajando), con unos personajes bien definidos y claros, secundarios fantásticos y una historia más allá de la ciencia ficción muy interesante.
Me pareció una película muy amena, que engancha, se deja ver estupendamente y casi te deja con ganas de más. Aunque en realidad ni le sobra ni le falta nada. Y la fotografía es magnífica. Hace que te queden las imágenes marcadas en la retina durante mucho tiempo. Y hace que sientas el frío de sus paisajes nevados. Me encanta. La volveré a ver.
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