martes, 24 de junio de 2014

Deshaciendo el equipaje

Por motivos varios y diversos, voy con un poco de retraso en publicar cosas escritas en los últimos días. Esto está escrito desde el jueves pasado y tenía que haberlo publicado entonces, pero bueno, aquí está.

Deshaciendo la maleta de la campaña. Ahora sí que lloro. De verdad. Quince días en el mar. Dan para mucho, mucho. Hay mil y un momentos, mil y una anécdotas, mil y un instantes vividos, sufridos, disfrutados. Momentos que se grabarán para siempre en mis retinas, momentos que ya he olvidado, momentos que no quisiera olvidar, momentos que quisiera que no hubieran pasado jamás.

Siempre lo digo, siempre. Cada campaña es única y diferente, totalmente nueva. De cada una tengo recuerdos claros y precisos. Otras muchas cosas las he ido olvidando, claro. Otras las mezclo ya. Pero siempre hay algo, algo, que hace que cada campaña sea especial, única.

¿Qué recordaré de esta campaña en el futuro? ¿Qué es lo que recuerdo ya ahora?

Un fin de semana terrorífico, con muestreos nulos, enganches, roturas y destrucción de aparejos ajenos. Una tecla de uno de mis portátiles que se salió de sitio. Un amanecer desde el portillo de mi camarote en el puerto de Maó, con una sonrisa en los labios, yendo a dormir después de una noche genial. Una partida de futbolín entre risas incontrolables. El desayuno en mi sitio de siempre, junto al mercado, unas pocas horas después. Los delfines que vimos. Los atunes que nunca capturamos. Los pulpos asados en popa. Trabajar en el parque de pesca hasta las once de la noche con los colegas, tras la única noche de copas en tierra y habiendo dormido sólo tres horas. La cara de ilusión de la gente que llegó asustada a la campaña y te da las gracias por haberles invitado. Tener la sensación de no querer estar, en ese momento, en ningún otro lugar. Salir del puente después de la una de la mañana, después de más de 18 horas trabajando allá arriba. Subir y bajar escaleras, subir y bajar escaleras, subir y bajar escaleras. El pinzamiento del gemelo de mi pierna derecha. Algunos pinchazos de dolor y no en el gemelo, precisamente. Abrazos con las colegas en los días en los que necesitas abrazos. Las divertidas conversaciones en el puente. También las serias. El trabajo duro, durísimo. Las toneladas de muestras analizadas. El color de los muestreos a poco fondo, con kilos y kilos de algas e invertebrados de preciosas tonalidades. La bajada en zodiac a desembarcar a un científico y embarcar ensaimadas, con caña de por medio y un motor que casi no responde. Hablar con amigos pescadores por la radio. La niebla que nos rodeó completamente algunas mañanas. La luna llena que tanto juego dio. Los cafés que me tomé, creo que más que en toda mi vida anterior junta. La sensación de que por las noches no dormía, sino que caía en coma profundo. Mi rincón favorito en el barco, en popa, junto a la amura de babor, en el momento que llegaba el lance a bordo. Mis botas de seguridad desintegrándose, esperándome fuera, en la cubierta del puente. La gente.

Ah, la gente.

El personal científico. Mis chicos, los míos. Desde becarios a jubilados, pasando por técnicos e investigadores, incluyendo gente de otros países. Se ha hablado español con numerosos acentos (incluyendo mejicano), catalán también con varios acentos, gallego e incluso inglés y francés. La tripulación del barco. También son ya mis chicos. Eu falo galego. Aunque aún no sé si que me traten como a uno de ellos es bueno o malo (“A veces creo que no os dais cuenta de que soy una chica”, les dije un día). Sus palabras amables, sus charlas agradables, su respeto sereno, sus historias increíbles. A veces se me hace difícil agradecer el trabajo de todos ellos, científicos y tripulantes. Una ronda de cervezas en tierra y unas ensaimadas a bordo me siguen pareciendo poco. Ha sido duro, mucho, no lo voy a negar. Y, en general, ha habido más sonrisas, agradecimientos y enhorabuenas que quejas y caras largas. De esas también hay, claro.

Y yo, como soy tonta, me olvido de todo lo malo, que lo hubo, y bastante. Supongo que estará por ahí reflejado en alguno de los diarios de a bordo que escribí. El oficial, de trabajo y las notas tomadas a lápiz que compartí aquí (I, II y III). Ya se me ha olvidado eso que dije una y mil veces estos días de “Yo no vuelvo a ser jefa”. Sí, se me ha olvidado ya. Lo sabía. Ja. Y el año que viene, me volveré a quejar de no cumplir la promesa que hago en los días malos. Porque sólo recuerdo los días buenos. Porque el mar es lo que tiene: es mágico, es especial, es increíble. Es casi irracional. Y vivirlo es una experiencia tan enriquecedora y sorprendente que nunca te deja indiferente. Para bien o para mal.
Volver a tierra siempre es un momento duro, difícil. De melancolía contenida por lo que dejas atrás, de alegría sincera por reencontrarte con lo que tienes en tierra. Son días de ruleta rusa de emociones. De sonreír con recuerdos, de llorar de añoranza. Es difícil de explicar y es difícil de entender para quien no lo ha vivido.

De verdad, lloro. Literalmente. Se me pasará, no os preocupéis.

En las fotos, algunos de estos momentos.











domingo, 22 de junio de 2014

Palabras escritas a lápiz (y III)

Con un poco de retraso, llega la última entrega de palabras escritas a lápiz desde el mar. El último día, actualicé desde un barco en mitad del mar. Hoy actualizo desde un avión en mitad del cielo. Maravillas del mundo moderno.

Lunes, 16 de Junio
 Hoy vemos tres islas a la vez: Mallorca, Cabrera y Dragonera. De verdad.
En el mar, también hay días de silencio.
Casi me duermo de pie.
Crisis total de sueño.
Sopor absoluto en el puente.
En esta campaña, estoy tan cansada que creo que por las noches no duermo, sino que entro en coma.
Llevo tanto en este barco que cuando suena la alarma del radar, ya sé quitarle el sonido yo misma.
Me paseo descalza por el puente (pero con calcetines, ¿eh?).

Martes, 17 de Junio
 Acumulación de jerséis en mi silla en el puente.
Ayer, simulacro con Salvamento Marítimo.
Hoy, último día en el mar. Entre la risa y el llanto. Bueno, igual no tanto.
Me encanta esta estación de muestreo pegada a Dragonera.
Sé que esto se acaba pero la verdad es que no tengo la sensación de que esto se acaba.
Último café de la campaña.
Voy a echar de menos estos cafés a media tarde.
Today, open air BBQ (on the deck).

domingo, 15 de junio de 2014

Palabras escritas a lápiz (II)

Seguimos en el mar, escribiendo a lápiz.

Miércoles, 11 de Junio
Hoy, en el puente, Pink Floyd.
Cuando quiero ser borde, puedo ser muy borde.

Jueves, 12 de Junio
“Desde el cielo con amor, dígame”, contesta al teléfono el capitán desde el puente. “Desde el laboratorio seco con más amor”, le contesto yo desde el susodicho laboratorio.
Maó da resaca.
Anoche despertamos a un oficial con nuestra charla. Mejor dicho, esta mañana despertamos a un oficial con nuestra charla.
Una campaña no es campaña sin galletas Príncipe.
Tercer café de la campaña. Creo que he tomado más estos días que en todo el año pasado.

Viernes, 13 de Junio
No hay nada como empezar el día con una buena bronca del jefe.
Qué bonita es la costa norte de Mallorca desde el mar.
Se me ha montado el gemelo derecho. Ay, qué dolor.
Ver una pareja de delfines surcando un mar en completa calma es un auténtico regalo para los sentidos.
Peces voladores. Aquí y allá. Surcando los aires a ras de mar.
Qué bonita es mi isla.
Hoy es uno de esos días en los que me enamoro de mi trabajo.

Sábado, 14 de Junio
El mar es ahora mismo una balsa de aceite.
Hoy he tenido uno de esos sueños que hacen que te levantes con una sonrisa triste en los labios. Ah, la amargura de los sueños imposibles.
Quiero un abrazo.
Trabajar con este barco vale 9000 euros al día. Y lo pagamos entre todos. Trabajar horas infinitas me parece casi una obligación moral.
Hoy, en el puente, suena The Boss.
Qué largos son los fines de semana de trabajo.
Otro café.
Manchando los estadillos de chocolate.
Ahora que ha pasado la luna llena, los temas de conversación en el puente se han diversificado: comida, política, idiomas, fútbol, pesca, sexo.
“¡Atunes por babor!”. “¡Atunes  por babor!... ¿Eso son atunes? ¿No son delfines?”. “¡Delfines por babor!”. “¡Delfines por babor!”.
Eu falo galego.
Ahora que se están instaurando ya algunas rutinas, se acerca el final.
Hoy he visto un atardecer que soy incapaz de describir. Zodiac. Barco. Dragonera. Rojos y naranjas. Palabras clave para recordarlo.
Me dice el capitán: “Estás mejor ahora que cuando te conocí hace 11 años” y le contesto “Eso es que llevas muchos días de mar y me miras con buenos ojos”. Y salta un oficial “No, ¡si el otro día ya me lo había comentado!”.

Domingo, 15 de Junio
Qué grande ayer el momento zodiac.
Según llega el momento de volver a tierra, te das cuenta de que las coas que dejaste allí pendientes siguen esperando tu regreso, no han desaparecido en este tiempo, aunque tengas la sensación de que se han diluido.
¡¡Delfines!! ¡¡Delfines!! ¡¡Delfines!!
Hoy tenemos vientos de hasta fuerza 7 y fuerte marejada. Y esto casi no se mueve. Una pasada.
Qué bordes pueden llegar a ser algunos cuando son bordes.
En el mar, cada días es un día largo, único, diferente. Nunca hay dos días iguales. Siempre pasan mil cosas. Hoy tenemos a una cuarta parte del personal embarcado con diarrea.
Acabo de ver que he apuntado con lápiz una misma cosas dos veces. No diré cuál. Ni siquiera la reproduciré.
El fin de semana pasado fue un infierno laboral. Éste, una delicia. A pesar del viento y la fuerte marejada.
Anoche me tomé una manzanilla para relajar mis músculos contraídos (gemelo, espalda) bajo una luna espectacular.
Hoy hemos desayunado cruasanes. De cena, pizza, huevos, patatas y lomo fritos. Quedan 50 minutos. Estoy salivando.
De postre hoy ha habido ensaimadas, traídas ayer desde tierra.

miércoles, 11 de junio de 2014

Palabras escritas a lápiz (I)

Palabras escritas a lápiz desde el mar.


Jueves, 5 de Junio
En el mar, no hay dos atardeceres iguales. Cada uno es único y especial.
Veces que he pensado que no quiero volver de jefa el año que viene: 2 ó 3 ó 4.
Veces que me he preguntado cuántos días llevo ya a bordo: 1 ó 2. Cuántos días llevo a bordo: 1.
Poner la lista de reproducción de tus canciones favoritas y que salga justo la que quieres oír.
Necesitar una goma de borrar y no saber si subir dos cubiertas o bajar dos cubiertas para conseguir una.
A veces, el aislamiento tecnológico tiene sus ventajas.

Viernes, 6 de Junio
En un día de mar pasan miles de cosas y pasas por miles de estados de ánimo diferentes.
Días que necesitas que te tonteen. Días que necesitas que te ignoren. Días que te volverías a casa. Días que alargarías momentos hasta el infinito. Y todo, todo, en un solo día.
Que alguien le diga a mi jefe que deje de llamarme tanto.
Que alguien les diga a los hombres que dejen de tontear con chicas con las que no quieren nada.
Hablar con un miembro de la tripulación de la novia y ex novias de alguien que fue tu ex algo. Y percibir en su mirada que él lo sabe. O igual no.
Como estoy parte del día sin cobertura, en vez de escribir en twitter, escribo mis pensamientos a lápiz sobre papel.
Hola, soy la que lleva ya dos días en el mar y sólo ha hecho una foto.
Nadie se lee las notas a pie de página.
Necesito que pase algo muy bueno hoy.
Necesito que pase algo muy bueno en mi vida.
Tiempo que han tardado en el puente en hablar de sexo: dos días. Conversaciones sobre huevos pajilleros: infinitas.
Hacer un muestreo nulo a las 9 de la noche es una putada, sobre todo si llevas muestreando desde las 8 de la mañana.
Capricho o no capricho, that’s the question.

Sábado, 7 de Junio
Temas habituales de conversación en el puente: sexo, comida, alcohol y sexo.
Hoy no he tenido tiempo de ir a comer, sólo un bocadillo de agujas. El capitán le ha puesto a su bocadillo chorizo del cocido.
No sé si tendré tiempo de cenar.
Se me están deshaciendo las suelas de los zapatos de seguridad.

Domingo, 8 de Junio
Ayer, además de armar un desastre, en el último lance cogimos una ánfora.
He dormido 5 horas. O menos.
“Desde el cielo con amor”, respuesta habitual cuando suena el teléfono en el puente.
Hoy me he tomado mi primer café de 2014. Con leche y canela.

Lunes, 9 de Junio
Son las 10 de la mañana y aún no se ha hablado de sexo en el puente.
Nuevos temas de conversación: política y coches.

Martes, 10 de Junio
Estoy a punto de quedarme dormida de pie.
Hace dos días que se habla poco de sexo en este puente. Eso sí, por la radio escuchamos declaraciones sexuales entre patrones de arrastreros que trabajan por la zona.
Hoy he soñado que volvía a Etosha, pero no podía entrar porque todo estaba inundado.
Momento broma “¡Eh! Que desde aquí se ven tres islas: Mallorca, Menorca e Ibiza”. Alguno se lo sigue creyendo.

miércoles, 4 de junio de 2014

Gone fishing. Second Round

Aquí estamos. De nuevo preparada para volver al mar. A un nuevo Festival de Primavera.

De nuevo, podría decirse que voy de pesca. Gone fishing (o no). Second round.

Quiero pensar que no estoy nerviosa, ni preocupada, ni estresada. Pero el pasado fin de semana, el último libre en varias semanas, me desperté cada día a las 7:30. Habiéndome ido a dormir a la 1. Con las tripas revueltas y mal cuerpo.

Sí, estoy nerviosa.

Mucho, mucho.

Este año, he tenido pocas pesadillas antes de empezar. Las primeras, hace más de un mes. Supongo que de las últimas hace menos, pero tampoco lo recuerdo.

Así que allá vamos, al mar.

De nuevo, la vida en tierra queda parada. Dejo apartada mi vida, los libros y, muy probablemente, el blog, al menos de manera parcial. La vida en el mar arranca y, cuando por fin me habitúe a ella, se acabará, habrá que dejarla apartada y retomar la vida en tierra.

Quince días.

En la foto, el mismo recuerdo namibio que ya puse en la entrada de la primera ronda del Festival de Primavera. Con el color de fondo cambiado, para variar y tal.

Nos vemos.

martes, 3 de junio de 2014

Comer

En una campaña científica a bordo de un barco, todo gira alrededor de la comida. Sentarse a la mesa es el acontecimiento más importante del día.

El desayuno es un momento más tranquilo, cada uno va cuando quiere dentro de un horario establecido. Estamos los más madrugadores, que nos encontramos desayunando poco antes de las siete y media y la gente que va más tarde, siempre que el trabajo lo permite.

La comida y la cena son por turnos. Se come a las 11 o a las 12 y se cena a las 19 o a las 20. Los turnos los deciden los responsables de la campaña. En mi primera campaña, lo de comer a las 11 me parecía alucinante, pero me adapté enseguida. En la campaña de final de abril, he estado en el turno de 12 y os sorprenderíais la cantidad de días que antes de las 11 ya estaba deseando sentarme a la mesa a comer un plato de judías, cordero o un buen bistec.

El mar da hambre, mucha.

Además, en las campañas con más trabajo, sentarte a la mesa es el momento de descanso, la parada, el “alto” que te permite coger fuerzas para seguir unas cuantas horas más trabajando de pie. Es el momento de sentarte con los colegas, charlar, reír y analizar la jugada (o jornada). Es un punto y seguido y, si hay suerte la cena es el punto y aparte. Aunque no siempre. A menudo, se trabaja después de cenar. Hasta que el trabajo se termina.

El cocinero es la persona más importante de un barco. Comer bien o mal puede marcar que una campaña sea un éxito o un fracaso. Yo he visto de todo. Platos exquisitos, combinaciones infernales, comidas escasas, excesos absurdos. De todo hay. Por eso, cuando sabes que en la campaña va un cocinero que te gusta o que te parece aceptable lo que haces, es casi una celebración. Es una preocupación menos: vas a comer bien. Vas a disfrutar de ese ratito de descanso de unos platos que te agradarán. Por supuesto, no siempre te gusta todo, pero lo malo es cuando no te gusta nada (o nada es bastante comestible).

En la última campaña, estuve casi tres semanas en un barco en el que se comía muy bien. Se agradece. Lo mejor es que, a partir de mañana, voy a pasar otras dos semanas en el mismo barco, con el mismo cocinero. Y eso me hace quitarme una preocupación de la cabeza. Vamos a comer bien. Eso es lo único que, de momento, está claro de la nueva aventura.

En la foto, la pizarra con uno de los menús de mi anterior campaña. Era domingo, ¿eh? En la comida se nota que es domingo. Incluso en el desayuno: los domingos hay donuts o cruasanes.

lunes, 2 de junio de 2014

“La ladrona de libros” de Markus Zusak

Éste es un libro prestado por mi hermana la gafapasta. Me lo llevé en el último viaje a Namibia, pensando que allí lo empezaría, pero no lo hice hasta la vuelta, cuando ya incluso había visto la película. Ya hable por aquí de ella: la película me pareció una historia bonita, contada de una manera especial. La Muerte narra la historia de una niña que llega a una familia de acogida en la Alemania de la II Guerra Mundial y de su acercamiento a las palabras y a los libros. El libro es, si cabe, aún más delicioso que la película. Es una historia dura, bastante triste (¿Cómo no va a ser triste una historia contada por la muerte?) pero contada con una sensibilidad muy especial.

Me ha encantado. He tardado bastante en leerlo, los días de mar siempre son para mí días prácticamente sin libros, así que lo dejé un poco apartado. Además, como sabía cómo acababa la historia, sabía que me resultaría triste y creo que me resistía a acabarlo. Pero lo acabé y lloré, lloré mucho, sí. Es uno de los pocos libros que me ha hecho llorar. Pero aún así, lo recomendaría totalmente.