Creo que ya es conocida mi afición por Harry Potter (HP), así que era inevitable que me leyera la primera novela para adultos de su autora, J.K. Rowling. Mi hermana-gafapasta, como buena hermana mayor conocedora de su hermana pequeña, me regaló esta novela por Navidad pero ha sido ahora cuando por fin la he leído.
“Una vacante imprevista” cuenta el día a día de un pequeño pueblo inglés, Pagford, tras la repentina muerte de uno de sus habitantes, Barry Fairbrother. La muerte de éste deja la vacante de la que habla el título en el concejo parroquial y sirve de excusa para presentar a toda una serie de personajes cuyas vidas se entrecruzan de algún modo con el fallecido y como su muerte les va afectando.
Sinceramente, esta novela no me ha entusiasmado como cualquiera de los libros de la saga HP. Me costó mucho arrancarla, sobretodo porque la empecé antes de pasarme un mes sin libros, así que la dejé a medias. Los primeros capítulos de familiarización con los principales personajes se me hicieron un poco cuesta arriba: no me aportaban demasiado. Este es un libro para leer seguido, no a ratos como yo suelo hacer muchas veces. Quiero decir, no es un libro pesado ni aburrido, pero es un libro con poca acción, de esos que agradecen que les dediques un par de horas seguidas para tener la sensación de que avanzas. Porque yo hasta bien entrada la mitad del libro, no tuve la sensación de que avanzaba. De hecho, cuando llevaba más de medio libro y echaba la vista atrás pensaba “¿Y sólo ha pasado esto y esto?”.
Otra cosa que no me ha gustado demasiado es que se etiqueta al libro como “una comedia negra”. A mí no me ha parecido comedia en absoluto. Es una historia realista, de un pueblo, de sus gentes, de las relaciones que se establecen entre ellos, de sus vidas personales y de cómo una muerte repentina altera la vida de sus habitantes, de diversas maneras. Yo no le he encontrado el punto de comedia por ningún lado. Al contrario. Me ha parecido un libro con un punto triste, gris, bastante pesimista y poco esperanzador.
No quiero ser demasiado crítica: en realidad la novela me ha gustado, sólo que me esperaba otra cosa, no otra historia pero sí una narración más dinámica, que me enganchara al principio como finalmente lo hizo casi al final. Digamos que me ha gustado pero que no me ha encantado. La recomendaría, pero con precaución. Eso sí, leeré los siguientes libros de J.K. Rowling. Seguro.
lunes, 26 de agosto de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
Harry Potter turco
Hoy toca una nueva entrega de frikismo Harry Potter: la versión turca del primer libro de la serie.
Lo compré en un viaje de trabajo en Estambul, ciudad alucinante a la que me fui dos días antes para descubrirla. Tengo buenos recuerdos de aquellos días, aunque no recuerdo cómo encontré el libro ni en qué librería lo compré. Pero me encanta la edición, flexible y agradable, y las extrañas palabras que lo llenan. Como curiosidad, la imagen de portada es la misma que el HP búlgaro.
Harry Potter ve Felsefe Taşı
Estambul, Turquía. Octubre 2010.
Lo compré en un viaje de trabajo en Estambul, ciudad alucinante a la que me fui dos días antes para descubrirla. Tengo buenos recuerdos de aquellos días, aunque no recuerdo cómo encontré el libro ni en qué librería lo compré. Pero me encanta la edición, flexible y agradable, y las extrañas palabras que lo llenan. Como curiosidad, la imagen de portada es la misma que el HP búlgaro.
Harry Potter ve Felsefe Taşı
Estambul, Turquía. Octubre 2010.
viernes, 23 de agosto de 2013
La supervivencia de las plantas
Una de las cosas que me preocupaba de irme una semana a orillas del Cantábrico a coger aire eran mis plantas. En mis frecuentes viajes laborales, mis padres (bueno, mi padre-MacGyver) se encargan de ellas, pero esta vez el viaje era familiar, me iba con ellos, así que había un pequeño problema que resolver. Como las tomateras ya estaban en las últimas, simplemente decidí acabar con ellas (recolectando antes los 3 tomatitos casi verdes que quedaban). Pero aún así, había muchas plantas que regar y no podía obligar a mi hermana la gafapasta (que vive a 40 Km) a pasar cada día.
Después de una pequeña búsqueda por internet, decidí probar con un sistema de riego automático casero. Así, coloqué un cubo de agua encima de unos estantes metálicos de Ikea (sobre los que normalmente reposan todas mis macetas, para evitar que el suelo del balcón se humedezca en exceso) y, alrededor del cubo, las plantas que necesitan riego diario (ni los cactus ni el aloe). Compré en la mercería del barrio, en la que me surto de lanas para tejer, de hilo grueso 100% algodón, lo humedecí e introduje un hilo en la tierra de cada maceta. Para evitar que los hilos se movieran, agujereé una botella de agua mineral por la parte inferior e introduje ahí los hilos. El montaje quedó talmente así:
También preparé un segundo set de riego automático casero en la galería, para regar los Ginkgo biloba, los baby-ginkgos (algún día hablaré de mi proyecto “Pon un ginkgo en tu vida”) y alguna otra planta que tengo en la galería. Como había acabado el hilo grueso, cogí uno que había comprado hace tiempo, también 100% algodón, y le di varias vueltas, para aumentar su grosor. El segundo montaje quedó así:
Y funcionó.
Sí, el sistema de riego automático casero funcionó.
Eso sí, es mejorable, pero funcionó.
Mi hermana-gafapasta pasó a controlar el tema a mitad de semana y rellenó el agua del montaje número 1. También detectó un exceso de agua en el montaje número 2. El montaje número 1 fue un verdadero éxito: eso sí, hay que regular bien la cantidad de agua que las plantas necesitan. En mi caso, el cubo de agua no duraría más de 4 días, ayer por la tarde lo encontré casi vacío. Pero con todas las plantas vivas. El montaje número 2 tuvo dos problemas: por un lado, dejé sin base dos macetas con agujeros, por eso había agua por todo. El segundo problema es que los baby-ginkgos absorbieron demasiada agua y las macetas sin agujeros (es decir, los culos de botellas de agua vacías) estaban encharcadas. He trasplantado los baby-ginkgos a tierras más secas, pero no creo que sobrevivan.
En cualquier caso, estoy contenta de cómo ha funcionado todo. Mis plantas pueden sobrevivir sin mi continua presencia. Y hoy he cosechado algunos frutos: un pimiento y varias mini-zanahorias. Vale, las zanahorias son diminutas, lo admito, pero eso ha sido un error mío al intentar reutilizar tierra ya usada, sin abonarla antes. No volverá a pasar.
Después de una pequeña búsqueda por internet, decidí probar con un sistema de riego automático casero. Así, coloqué un cubo de agua encima de unos estantes metálicos de Ikea (sobre los que normalmente reposan todas mis macetas, para evitar que el suelo del balcón se humedezca en exceso) y, alrededor del cubo, las plantas que necesitan riego diario (ni los cactus ni el aloe). Compré en la mercería del barrio, en la que me surto de lanas para tejer, de hilo grueso 100% algodón, lo humedecí e introduje un hilo en la tierra de cada maceta. Para evitar que los hilos se movieran, agujereé una botella de agua mineral por la parte inferior e introduje ahí los hilos. El montaje quedó talmente así:
También preparé un segundo set de riego automático casero en la galería, para regar los Ginkgo biloba, los baby-ginkgos (algún día hablaré de mi proyecto “Pon un ginkgo en tu vida”) y alguna otra planta que tengo en la galería. Como había acabado el hilo grueso, cogí uno que había comprado hace tiempo, también 100% algodón, y le di varias vueltas, para aumentar su grosor. El segundo montaje quedó así:
Y funcionó.
Sí, el sistema de riego automático casero funcionó.
Eso sí, es mejorable, pero funcionó.
Mi hermana-gafapasta pasó a controlar el tema a mitad de semana y rellenó el agua del montaje número 1. También detectó un exceso de agua en el montaje número 2. El montaje número 1 fue un verdadero éxito: eso sí, hay que regular bien la cantidad de agua que las plantas necesitan. En mi caso, el cubo de agua no duraría más de 4 días, ayer por la tarde lo encontré casi vacío. Pero con todas las plantas vivas. El montaje número 2 tuvo dos problemas: por un lado, dejé sin base dos macetas con agujeros, por eso había agua por todo. El segundo problema es que los baby-ginkgos absorbieron demasiada agua y las macetas sin agujeros (es decir, los culos de botellas de agua vacías) estaban encharcadas. He trasplantado los baby-ginkgos a tierras más secas, pero no creo que sobrevivan.
En cualquier caso, estoy contenta de cómo ha funcionado todo. Mis plantas pueden sobrevivir sin mi continua presencia. Y hoy he cosechado algunos frutos: un pimiento y varias mini-zanahorias. Vale, las zanahorias son diminutas, lo admito, pero eso ha sido un error mío al intentar reutilizar tierra ya usada, sin abonarla antes. No volverá a pasar.
jueves, 22 de agosto de 2013
He vuelto
Después de una semana cogiendo aire a orillas del Cantábrico, he vuelto.
Y hasta el lunes, no vuelvo al curro, así que hasta entonces procuraré no pensar en todo lo que se me viene encima.
La foto, en Cudillero (Asturias), ayer por la tarde.
Y hasta el lunes, no vuelvo al curro, así que hasta entonces procuraré no pensar en todo lo que se me viene encima.
jueves, 15 de agosto de 2013
Coge aire
Una noche cualquiera de verano, paseando por tu ciudad, te encuentras con esto:
Y, cuando menos, te hace pensar. Y agradeces que aún haya gente cuyas iniciativas te hacen pensar.
Así que voy a hacer caso y me voy a coger un poco de aire.
Yo no quería, lo juro.
Yo quería pasar mis vacaciones en mi isla, en mi casa, con mi gente, disfrutando un poco de lo que el resto del año no suelo disfrutar tanto como quisiera. Y dejar listas algunas cosas marujiles antes de que la vorágine viajera post-verano me consuma.
Pero no. Me voy.
Sólo es una semanita. Pero es mi primer verano sin una tesis doctoral que escribir, así que es mi primer viaje en muchos, muchos, pero muchos años sin portátil encima.
No me lo puedo creer.
Hasta el último minuto he dudado. ¿Me llevo el portátil? Si es pequeñito y pesa poco…
Pero no.
Me voy de vacaciones.
A coger aire.
Y, cuando menos, te hace pensar. Y agradeces que aún haya gente cuyas iniciativas te hacen pensar.
Así que voy a hacer caso y me voy a coger un poco de aire.
Yo no quería, lo juro.
Yo quería pasar mis vacaciones en mi isla, en mi casa, con mi gente, disfrutando un poco de lo que el resto del año no suelo disfrutar tanto como quisiera. Y dejar listas algunas cosas marujiles antes de que la vorágine viajera post-verano me consuma.
Pero no. Me voy.
Sólo es una semanita. Pero es mi primer verano sin una tesis doctoral que escribir, así que es mi primer viaje en muchos, muchos, pero muchos años sin portátil encima.
No me lo puedo creer.
Hasta el último minuto he dudado. ¿Me llevo el portátil? Si es pequeñito y pesa poco…
Pero no.
Me voy de vacaciones.
A coger aire.
miércoles, 14 de agosto de 2013
November was white, December was grey
Descubrí esta canción de Say Hi hace poco, viendo una serie que también descubrí no hace mucho, "Shameless".
Me encanta.
Me encanta.
The fire, it cracks
And the flakes snow on
November was white
and December was grey
Well, someday soon
When the spring brings the sun
I'll finally sleep, I'll finally
feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
Oh these three months
I've been inside the house
My pacing has worn
All of the carpet out
Just give me a breeze
The rebirth of the life
I'll finally pine, I'll finally
Feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
I'll feel better when the winter's gone
lunes, 12 de agosto de 2013
"Hotel Rwanda" de Terry George
El otro día pensaba en esta película que vi hace unos meses y me di cuenta que no la había comentado por aquí. Y aunque quiero escribir sobre otras que he visto estos días, creo que ésta se merece una entrada propia.
Había oído hablar mucho de esta película, pero es de esas historias de las que tanto te hablan que al final te da hasta pereza verla. Encima, la temática no me atraía demasiado: historias tan reales y duras me suelen venir demasiado grandes y no siempre encuentro el momento de asumirlas. Y mira tú por dónde que me gustó, qué digo, me encantó, y mucho.
La película, protagonizada por Don Cheadle, al que había visto no mucho antes en “The Guard”, narra la matanza de tutsis de 1994 en Ruanda desde el punto de vista de un director de hotel hutu, casado con una tutsi. Gracias a él, el Hotel Rwanda del título se convierte en un refugio para cientos de vecinos tutsis, que intentan salvarse de la matanza.
Tengo algunos recuerdos borrosos de aquella matanza. Por aquel entonces yo era una adolescente que iba a clase a un colegio religioso y recuerdo que nos contaban historias de misioneras que vivían en África. Recuerdo a una chica, que creo que no era religiosa, que vino a hablarnos de este tema después de haber estado allí, pero apenas no recuerdo nada de todo aquello. Recuerdo bien las palabras “hutus” y “tutsis” pero también recuerdo con cierto hastío todo lo que se contaba del continente africano con un pensamiento eurocentrista del “siempre están igual”. África para mí era entonces (y sigue siendo en parte) un continente lejano y extraño, peligroso como sólo son peligrosas las cosas desconocidas, con una historia extraña, casi incomprensible. Con los años y, sobre todo después de mis dos visitas a esa África para principiantes que es Swakopmund en Namibia, veo África de otra manera, entiendo más su historia, sus gentes y he leído mucho más sobre este continente tan sorprendente como desconocido.
La película es impresionante. No sólo creo que está bien verla, sino que creo que hay que verla. No se corta un pelo en reflejar la típica actitud que los blancos han/hemos tenido (y creo que siguen teniendo/seguimos teniendo) con el continente negro: moláis, os queremos para lo que os necesitamos, pero si hay problemas, nos volvemos a nuestra casa y ya os las arreglaréis solitos. Creo que refleja también los problemas que hay en bastantes lugares de ese continente: entre tribus, entre grupos étnicos, entre sus gentes. Que al fin y al cabo no es tan diferente a lo que pasa en otros lugares, en Europa o en cualquier punto del globo: discriminar, herir, matar a tus propios iguales porque son diferentes en algo (color de piel, idioma, religión, orientación sexual), por culpa de una falta de respeto por el otro, una falta empatía general que es tan absurda como (lamentablemente) habitual.
Hay que verla. Y más de una vez. Para no olvidar lo peor de la raza humana. Para no olvidar lo mejor de la raza humana.
Había oído hablar mucho de esta película, pero es de esas historias de las que tanto te hablan que al final te da hasta pereza verla. Encima, la temática no me atraía demasiado: historias tan reales y duras me suelen venir demasiado grandes y no siempre encuentro el momento de asumirlas. Y mira tú por dónde que me gustó, qué digo, me encantó, y mucho.
La película, protagonizada por Don Cheadle, al que había visto no mucho antes en “The Guard”, narra la matanza de tutsis de 1994 en Ruanda desde el punto de vista de un director de hotel hutu, casado con una tutsi. Gracias a él, el Hotel Rwanda del título se convierte en un refugio para cientos de vecinos tutsis, que intentan salvarse de la matanza.
Tengo algunos recuerdos borrosos de aquella matanza. Por aquel entonces yo era una adolescente que iba a clase a un colegio religioso y recuerdo que nos contaban historias de misioneras que vivían en África. Recuerdo a una chica, que creo que no era religiosa, que vino a hablarnos de este tema después de haber estado allí, pero apenas no recuerdo nada de todo aquello. Recuerdo bien las palabras “hutus” y “tutsis” pero también recuerdo con cierto hastío todo lo que se contaba del continente africano con un pensamiento eurocentrista del “siempre están igual”. África para mí era entonces (y sigue siendo en parte) un continente lejano y extraño, peligroso como sólo son peligrosas las cosas desconocidas, con una historia extraña, casi incomprensible. Con los años y, sobre todo después de mis dos visitas a esa África para principiantes que es Swakopmund en Namibia, veo África de otra manera, entiendo más su historia, sus gentes y he leído mucho más sobre este continente tan sorprendente como desconocido.
La película es impresionante. No sólo creo que está bien verla, sino que creo que hay que verla. No se corta un pelo en reflejar la típica actitud que los blancos han/hemos tenido (y creo que siguen teniendo/seguimos teniendo) con el continente negro: moláis, os queremos para lo que os necesitamos, pero si hay problemas, nos volvemos a nuestra casa y ya os las arreglaréis solitos. Creo que refleja también los problemas que hay en bastantes lugares de ese continente: entre tribus, entre grupos étnicos, entre sus gentes. Que al fin y al cabo no es tan diferente a lo que pasa en otros lugares, en Europa o en cualquier punto del globo: discriminar, herir, matar a tus propios iguales porque son diferentes en algo (color de piel, idioma, religión, orientación sexual), por culpa de una falta de respeto por el otro, una falta empatía general que es tan absurda como (lamentablemente) habitual.
Hay que verla. Y más de una vez. Para no olvidar lo peor de la raza humana. Para no olvidar lo mejor de la raza humana.
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