En los últimos tiempos, el número de aplicaciones que uso en mi día a día ha aumentado de manera sorprendente. No me refiero a las aplicaciones de los móviles, que también uso (pero con cierta prudencia porque mi móvil es muy Smartphone, pero es un Smartphone de los menos guays, así que siempre se me bloquea), sino de esas que facilitan la vida laboral.
Sí, sí.
Mortifican la vida laboral, quería decir.
A mí me molan los ordenadores, las modernidades y todo esto de la tecnología pero… pero creo que esto se nos está yendo de las manos.
Ahora, en el trabajo, ficho con el dedo. Todo muy moderno eso de la identificación de la huella dactilar. Así que desde mi ordenador puedo entrar a una aplicación de
marcaje horario desde la que puedo comprobar a la hora exacta a la que ficho cada día, tanto al entrar como al salir. Pensaréis que no necesito usarla mucho, pero sí. Porque tengo otra aplicación de
gestión de horas en la que tengo que entrar cada cierto tiempo y apuntar en qué invierto mis horas de trabajo cada día, por lo que necesito saber cuántas horas he trabajado cada día, para poderlo meter. Además, en la aplicación de marcaje horario, sale en colorines los días que me he cogido libre, si son vacaciones, días de recuperación, asuntos propios o si he estado fuera de la oficina por motivos de trabajo. Y claro, también hay una aplicación de
solicitud de permisos, que hemos estrenado hace unas semanas: así puedo pedir los días de vacaciones o de asuntos propios, pero también los días de recuperación que son lo más divertido porque no sólo tienes que decir “quiero un día de recuperación” sino “quiero un día de recuperación que lo generé en tal fecha cuando estuve fuera de la oficina en fin de semana o festivo trabajando en tal o cual cosa”. Y no sólo eso: hay que solicitar los días libres con al menos 7 días de antelación y, si lo haces con menos tiempo, la aplicación no sólo te riñe, sino que le tienes que explicar el por qué…
Existen otras aplicaciones más mundanas: por ejemplo, la aplicación
nómina web que sirve precisamente para eso, para descargarte la nómina. Hay otra muy guay que es la de solicitud de ayudas de
acción social, pero como ahora somos un país pobre pues yo ya no tengo derecho a estas ayudas, en castigo por tener un contrato temporal. Y ya entrando en temas laborales “de verdad” hay una súper aplicación de
solicitud de proyectos en la que, si tienes la
desgracia suerte de ser investigador principal de alguno, tienes que introducir infinidad de datos, cifras, previsiones de gastos y personal para los próximos años. Esta aplicación es multiusos, porque en ella debes meter una vez al año todas las actividades que has hecho en ese período: campañas científicas, reuniones, publicaciones, comunicaciones a congresos, tutorías de alumnos y cualquier otra cosa que sea susceptible a ser interesante. Ah, también hay una
aplicación de gastos a la que he entrado una vez, pero que no entiendo y que aún soy incapaz de manejar, aunque igual debería (creo). Y finalmente, la primera, la única, la niña de todas las aplicaciones, la
base de datos. Es una base de datos nacional y mágica, con nombre de ser mitológico al que le han cambiado el sexo y que incluye multitud de datos e información, donde está todo nuestro trabajo y de mucha gente más, a la que todo el mundo mete mano y en la que gracias a mí (estoy muy orgullosa) el signo decimal es un punto y no una coma (y si no entendéis la transcendencia de esto, intentad de informatizar cientos de datos con decimales, utilizando como signo decimal la coma –que está junto a la “M”- y no el punto –que está junto a los número del teclado numérico de la derecha-).
Y con esto y un bizcocho, hoy ha sido mi último día de trabajo antes de 12 días (laborales) de vacaciones. De momento estaré por aquí, tengo muchas cosas pendientes que contar. Luego desapareceré unos días.
En la foto, pompas de jabón, el otro día. Eso sí que es alta tecnología. Y lo demás son cuentos.