A veces pienso que hubiera preferido que no me contara algunas cosas, que no compartiera conmigo momentos pasados, personales o importantes, que no hubiéramos llegado a ese nivel de confianza. Porque ahora tengo recuerdos que no son míos, tengo imágenes que no me corresponden y que casi (casi) preferiría no conocer. A veces incluso pienso que hubiera sido mejor no haberle conocido, que no se hubiera cruzado en mi camino, que no lo hubiera convertido en alguien imprescindible en mi vida porque al final he tenido que acabar prescindiendo de él. Pero luego me digo a mí misma que no, que tengo que quedarme con lo bueno y trato de pensar en lo bueno. Y recuerdo algunas cosas con una sonrisa, como una noche extraña en un pequeño pueblo costero del norte, un abrazo sincero o unos días recorriendo carreteras desconocidas. Y ya está. No recuerdo nada más. Todo lo demás que recuerdo me hace daño o me pone triste.
En estas cosas absurdas pensaba yo el otro día en la popa de un barco, viendo subir el arte, con viento del norte, mar de fondo de 3 metros y un balanceo impresionante. A veces me pongo a pensar en las cosas más extrañas en los momentos más extraños.
En la foto, vistas del arte experimental desde la popa del barco, en un día en el que obviamente no teníamos olas de 3 metros. Ni balanceo.
martes, 2 de julio de 2013
domingo, 30 de junio de 2013
Conversaciones y frases
Vuelto a estar en tierra.
Quince días en el mar dan para mucho. Entre otras cosas, en estos días he sido testigo (y partícipe) de conversaciones curiosas (como discutir en el puente con tres tíos las diferencias entre el fucsia y el rosa chicle) y frases divertidas, extrañas, absurdas o duras que, a modo de resumen, voy a recopilar hoy.
Nada más entrar en el barco:
Yo (a un marinero): "Hola, ¿qué tal te va?".
Marinero: "Hasta ahora bien, pero ya veremos ahora que ha llegado la chica mala". (O sea, yo).
En el puente, me dice un oficial: “Nisi, sabes que te queremos mucho y que cuando te vas te echamos de menos, pero eres la jefa de campaña más dura que ha pasado por aquí”.
Un compañero se presenta a las 11 y pico de la noche en el comedor donde los demás pasamos el rato, con un plato de comida enorme (restos de la cena) y lo mete en el microondas. Una compañera le suelta “¿Te vas a comer eso?”. Y él responde: “No, sólo lo voy a calentar”. Carcajada general.
Me dice un camarero: “Nisi, tú eres guapa, lo que pasa es que no lo sabes”.
Un oficial: “Nisi, tú necesitas encontrar un buen muchacho, que te lo mereces”.
Yo: “Ya, ya, pero no aparece”.
Al día siguiente, me lo encuentro por mi ciudad y se despide de mí diciendo:
“¡Acuérdate de lo que te dije ayer!”.
En una reunión con el personal científico, solté una frase que no me gustó decir, pero que tuve que hacerlo: “No me ha gustado nada, pero nada lo que habéis hecho hoy. Ya os dije el primer día que esto no es una democracia, esto es una dictadura y aquí mando yo. Lo que digo yo, va a misa. Y a quien no le guste, que se vaya a tierra”.
Al final será verdad eso de que soy una jefa dura y chica mala.
En la foto, atardecer en el mar.
Quince días en el mar dan para mucho. Entre otras cosas, en estos días he sido testigo (y partícipe) de conversaciones curiosas (como discutir en el puente con tres tíos las diferencias entre el fucsia y el rosa chicle) y frases divertidas, extrañas, absurdas o duras que, a modo de resumen, voy a recopilar hoy.
Nada más entrar en el barco:
Yo (a un marinero): "Hola, ¿qué tal te va?".
Marinero: "Hasta ahora bien, pero ya veremos ahora que ha llegado la chica mala". (O sea, yo).
En el puente, me dice un oficial: “Nisi, sabes que te queremos mucho y que cuando te vas te echamos de menos, pero eres la jefa de campaña más dura que ha pasado por aquí”.
Un compañero se presenta a las 11 y pico de la noche en el comedor donde los demás pasamos el rato, con un plato de comida enorme (restos de la cena) y lo mete en el microondas. Una compañera le suelta “¿Te vas a comer eso?”. Y él responde: “No, sólo lo voy a calentar”. Carcajada general.
Me dice un camarero: “Nisi, tú eres guapa, lo que pasa es que no lo sabes”.
Un oficial: “Nisi, tú necesitas encontrar un buen muchacho, que te lo mereces”.
Yo: “Ya, ya, pero no aparece”.
Al día siguiente, me lo encuentro por mi ciudad y se despide de mí diciendo:
“¡Acuérdate de lo que te dije ayer!”.
En una reunión con el personal científico, solté una frase que no me gustó decir, pero que tuve que hacerlo: “No me ha gustado nada, pero nada lo que habéis hecho hoy. Ya os dije el primer día que esto no es una democracia, esto es una dictadura y aquí mando yo. Lo que digo yo, va a misa. Y a quien no le guste, que se vaya a tierra”.
Al final será verdad eso de que soy una jefa dura y chica mala.
En la foto, atardecer en el mar.
lunes, 24 de junio de 2013
Ayer y hoy
sábado, 22 de junio de 2013
Maó
Es una especie de tradición parar allí y, aunque hace dos años tuvimos que hacer también una parada de emergencia en Ciutadella para desembarcar a un tripulante herido, la parada en Maó es la única que solemos hacer y todo un soplo de aire fresco en nuestro día a día marino. Solemos aprovechar esta parada para hacer cambios en el personal científico (gente que sube, gente que baja, aunque este año no ha sido el caso), hacer agua o para llevar/recoger material de la Estación Jaume Ferrer (como hemos hecho este año).
Aunque son pocas horas en puerto, las aprovechamos al máximo y solemos cumplir varias tradiciones no oficiales ni impuestas pero que, inevitablemente seguimos año tras años: un paseo por la ciudad, cena de (casi o) todo el personal científico en el mismo sitio de siempre (y disfrutando como enanos de comidas no habituales a bordo, como la pizza), copas en el Akelarre y, los que aguantan, en algún garito más. Y, al día siguiente, de vuelta al mar y a trabajar como si no hubiéramos estado quemando la noche, a un ritmo un poco más lento que el de costumbre, intentando volver a la rutina marina.
Aparte de estas tradiciones no escritas y grupales, yo tengo algunas tradiciones propias, aunque no sé si llamar tradiciones. Son pequeñas cosas que, si puedo, cumplo año tras año. A veces alguien me acompaña, a veces son solitarias. A veces no son posibles, a veces sí. Este año pensaba que no cumpliría ninguna. Y las cumplí todas.
Una de ellas es comprarme en una tienda determinada una camiseta de Pou Nou, una ropa de marca menorquina que me encanta: ropa de calidad con diseños también de la isla. Cumplido. Me compré ésta:
También me gusta subir por la mañana, antes de salir al mar, a dar una vuelta por el mercado, y comprar un queso como éste:
Y la última es desayunar en una cafetería junto al mercado, con vistas al puerto, leyendo el periódico o charlando si alguien me acompaña. Exactamente así:
Este año la visita al mercado y el desayuno fueron solitarios: todo el mundo dormía la juerga nocturna. Yo, que no puedo quitarme el chip de responsabilidad hasta que el último muestreo no ha acabado, me desperté a las 7 de la mañana, así que aproveché para ir al mercado y desayunar. Una auténtica delicia, aunque el trabajo de todo el día habiendo dormido sólo 4 horas se hizo bastante cuesta arriba.
Ah, casi se me olvidaba. Una cosa importante cuando entras a puerto es que hay que controlar que, a la salida, todo el personal científico está a bordo. Como somos muchos (18) y suponía que la mayoría no se levantaría antes de salir, este año desarrollé un sistema de alta tecnología que me permitía conocer quién estaba a bordo. Éste:
Eso sí, alguno me mandó un whatsapp a las 05:30 de la mañana diciendo “Estoy en el barco, no encuentro boli”.
domingo, 16 de junio de 2013
Con vistas
Zapatas (o bocanegra o moixina o Galeus melastomus) secándose al sol, con vistas a Cabrera.
Saludos desde el mar. Con vistas.
viernes, 14 de junio de 2013
Hacia el mar (2nd round)
Todas y cada una de las campañas científicas en las
que he participado en el mar son especiales. Ya lo dije alguna vez, no sé
dónde, y lo seguiré diciendo siempre. Tengo recuerdos claros y cristalinos
sobre todas y cada una de ellas, aunque con los años ya voy mezclando cosas.
Aunque soy súper joven (jajaja), llevo 12 años dedicándome a esto y muchos días
de mar. En los barcos he pasado muchos días y he pasado muchas cosas. He
trabajado mucho, muchísimo, he aprendido mucho, muchísimo. He pasado de ser la
chica que no distinguía una merluza de un jurel a ser yo la responsable de
algunas de estas campañas. He conocido a gente maravillosa, a gente un poco
insoportable y a gente entre esos dos extremos. He visto puestas de sol que te
quitan el aliento y amaneceres increíbles. He descubierto animales que ni
siquiera me habría imaginado en sueños (como la Phronima sedentaria) y bichos que te cuesta distinguir si son seres
vivos o no. He llenado cajas de algas en popa, mano a mano con los marineros.
Me he mareado mucho, pero mucho, sobre todo al principio y sobre todo en según
qué barcos. He descubierto la maravilla de contemplar la tierra desde el mar y
luego me he sentido extraña al volver a casa y tener que contemplar el mar
desde la tierra. He vivido historias de amor y desamor, propias y ajenas. Y he
trabajado con gente que sabía mucho más que yo, con gente que sabía mucho menos
que yo, con gente que ya está retirada e incluso con gente que ya no vive.
Una campaña oceanográfica es como un Gran Hermano,
pero sin Mercedes Milá ni nominaciones (aunque alguna vez me han dado ganas de
nominar a alguno). Para lo bueno y para lo malo, estás encerrado en un espacio
reducido durante muchos días, viendo a la misma gente a la hora del desayuno,
trabajando, a la hora de la comida, trabajando, a la hora de la cena,
trabajando y en el posible ratito de ocio que queda después de todo eso. La
otra diferencia con Gran Hermano es que se trabaja. Y mucho. Es un trabajo
físico, a veces duro, muy diferente a las horas de despacho y ordenador que son
la rutina el resto del año. En los últimos años, me paso la vida subiendo y
bajando escaleras en los barcos, entre cubiertas. Del puente a la zona de
muestreo y a la popa, de la popa y la zona de muestreo al puente y así hasta el
infinito. Pero también he medido muchos peces (y crustáceos y cefalópodos), he
cargado muchas cajas, he picado muchos datos y he triado muchos individuos de
mil y una especies diferentes.
La primera ronda en el mar este año fue muy bien. Me
cargó de energía, la energía que necesitaba para esta segunda ronda, más larga,
más complicada, más dura pero también más emocionante y melancólica. La última
con el abuelo. En unas horas zarparemos hacia el mar en nuestra última (al
menos mi última) campaña con el buque de investigación oceanográfica Cornide deSaavedra. No sé qué nos deparará esta campaña, no tengo ni idea. Sólo espero
que tengamos buen tiempo (ojo, buen tiempo en el mar no significa sol,
significa mar en calma. Me da igual que llueve o truene, pero prefiero el mar
en calma que cualquier otro nivel de la escala Douglas). Sólo espero cumplir con
los objetivos y volver con la satisfacción del trabajo bien hecho. Sólo espero
un ambiente agradable y ser capaz de afrontar los imprevistos o los problemas
que se presenten. Sólo espero que trabajemos duro y riamos felices.
Todo lo demás es insignificante.
jueves, 13 de junio de 2013
Huerto urbano
Es agradable volver a casa después de 9 días fuera y encontrarte tomates verdes, tomates casi maduros y tomates ya maduros, fresas a punto de caramelo, zanahorias que crecen, pimientos saludables, miles de flores y un jardín de ginkgos bajo el que algún día me gustaría, sí, me encantaría, echarme una siesta.
No quiero ni pensar cómo va a variar mi huerto urbano en los 15 días que voy a estar ahora fuera.
No quiero ni pensar cómo va a variar mi huerto urbano en los 15 días que voy a estar ahora fuera.
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