Todas y cada una de las campañas científicas en las
que he participado en el mar son especiales. Ya lo dije alguna vez, no sé
dónde, y lo seguiré diciendo siempre. Tengo recuerdos claros y cristalinos
sobre todas y cada una de ellas, aunque con los años ya voy mezclando cosas.
Aunque soy súper joven (jajaja), llevo 12 años dedicándome a esto y muchos días
de mar. En los barcos he pasado muchos días y he pasado muchas cosas. He
trabajado mucho, muchísimo, he aprendido mucho, muchísimo. He pasado de ser la
chica que no distinguía una merluza de un jurel a ser yo la responsable de
algunas de estas campañas. He conocido a gente maravillosa, a gente un poco
insoportable y a gente entre esos dos extremos. He visto puestas de sol que te
quitan el aliento y amaneceres increíbles. He descubierto animales que ni
siquiera me habría imaginado en sueños (como la Phronima sedentaria) y bichos que te cuesta distinguir si son seres
vivos o no. He llenado cajas de algas en popa, mano a mano con los marineros.
Me he mareado mucho, pero mucho, sobre todo al principio y sobre todo en según
qué barcos. He descubierto la maravilla de contemplar la tierra desde el mar y
luego me he sentido extraña al volver a casa y tener que contemplar el mar
desde la tierra. He vivido historias de amor y desamor, propias y ajenas. Y he
trabajado con gente que sabía mucho más que yo, con gente que sabía mucho menos
que yo, con gente que ya está retirada e incluso con gente que ya no vive.
Una campaña oceanográfica es como un Gran Hermano,
pero sin Mercedes Milá ni nominaciones (aunque alguna vez me han dado ganas de
nominar a alguno). Para lo bueno y para lo malo, estás encerrado en un espacio
reducido durante muchos días, viendo a la misma gente a la hora del desayuno,
trabajando, a la hora de la comida, trabajando, a la hora de la cena,
trabajando y en el posible ratito de ocio que queda después de todo eso. La
otra diferencia con Gran Hermano es que se trabaja. Y mucho. Es un trabajo
físico, a veces duro, muy diferente a las horas de despacho y ordenador que son
la rutina el resto del año. En los últimos años, me paso la vida subiendo y
bajando escaleras en los barcos, entre cubiertas. Del puente a la zona de
muestreo y a la popa, de la popa y la zona de muestreo al puente y así hasta el
infinito. Pero también he medido muchos peces (y crustáceos y cefalópodos), he
cargado muchas cajas, he picado muchos datos y he triado muchos individuos de
mil y una especies diferentes.
La primera ronda en el mar este año fue muy bien. Me
cargó de energía, la energía que necesitaba para esta segunda ronda, más larga,
más complicada, más dura pero también más emocionante y melancólica. La última
con el abuelo. En unas horas zarparemos hacia el mar en nuestra última (al
menos mi última) campaña con el buque de investigación oceanográfica Cornide deSaavedra. No sé qué nos deparará esta campaña, no tengo ni idea. Sólo espero
que tengamos buen tiempo (ojo, buen tiempo en el mar no significa sol,
significa mar en calma. Me da igual que llueve o truene, pero prefiero el mar
en calma que cualquier otro nivel de la escala Douglas). Sólo espero cumplir con
los objetivos y volver con la satisfacción del trabajo bien hecho. Sólo espero
un ambiente agradable y ser capaz de afrontar los imprevistos o los problemas
que se presenten. Sólo espero que trabajemos duro y riamos felices.
Todo lo demás es insignificante.