Compré este libro no recuerdo ni cuándo ni dónde, pero sí que recuerdo que fue porque me llamó la atención el título y la historia: Mandorla (almendra en italiano) es una niña que pierde a su madre, Maria, a los seis años. Maria deja escrita una carta en la que dice que el padre de la pequeña es uno de los varones que habitan el número 315 de Grotta Perfetta en Roma, edificio del que ella era administradora. Los vecinos, ante el shock que podría suponer para una de las familias descubrir quién es el padre de la niña, deciden criarla entre todos, haciendo que la niña viva cada año con una de las cinco familias que habitan el inmueble.
Me pareció una historia original y curiosa, pero debo admitir que me ha decepcionado un poco. La historia está contada con saltos en el tiempo y con varios narradores, cosa que no me suele molestar especialmente, pero en esta ocasión me ha irritado un poco, no sé muy bien por qué. Tal vez sea porque casi desde el principio sabemos que la Mandorla actual está pasando una noche en la cárcel, no sabemos ni por qué motivos ni qué la ha llevado allí. Y los recuerdos de la infancia y adolescencia de la niña con las distintas familias se suceden con las reflexiones de la chica encerrada y con historias anteriores y antiguas de algunos de los habitantes de la casa.
Ya lo he dicho, no me ha entusiasmado demasiado esta historia. Creo que es un poco pretenciosa, intenta recrear la frescura de otro libro que se desarrollaba en una comunidad de vecinos (“La elegancia del erizo” de Muriel Barbery), pero sin llegar a la belleza sutil de aquel. Me ha parecido bastante flojo, no me ha aportado nada especial y encima me pasé la mitad del libro pensando que al final no sabríamos quién era el padre de Mandorla y la otra mitad pensando que seguro que no era ninguno de los que parecía que podrían ser. Y en los últimos capítulos ya casi hasta me daba igual esto, simplemente quería que acabara para poder empezar otro.
En fin, un poco decepcionada, para qué engañarnos. No es horrible, pero no lo volvería a leer. Aunque tiene algunas frases para guardar.
No hay nada más bonito en el mundo que despertarse en una cama en la que nunca habías dormido antes y pensar: en este preciso momento no necesito nada más de la vida.
Acuérdate de que no hay nada absurdo hoy que mañana no te parezca natural haber vivido.
Cuando un adulto está mal, hay que dejarlo en paz. Quien necesita consolarlo es el que asiste a su desesperación, para que ésta termine cuanto antes: pero él sólo necesita sacar todo lo que tiene dentro.
martes, 28 de mayo de 2013
lunes, 27 de mayo de 2013
“The Guard” de John Michael McDonagh
Ya conté por aquí que desde que volví de Dublín y Belfast me apetecer ver películas sobre Irlanda, Irlanda del Norte o rodadas allí. Hablando de este tema con una amiga, me recomendó ver “El irlandés” (“The Guard”); me dijo que era una película muy divertida y que me encantaría. Así que cuando vi que la re-estrenaban en CineCiutat, decidí que tenía que verla.
El protagonista (el actor Brendan Gleeson, el Ojo-Loco Moody de la saga Harry Potter) es un policía de una pequeña localidad de la costa oeste irlandesa, bastante peculiar, solitario y aficionado a las chicas de compañía (no sé si se puede escribir “put.s” en un blog), que se ve obligado a trabajar con un agente del FBI para investigar un asunto internacional de tráfico de drogas. La temática no es demasiado original, pero el desarrollo de la historia es realmente curioso, tanto la relación que se establece entre el policía y el agente como por la presencia de algunos secundarios que pululan por allí: la enferma madre del protagonista, un extraño niño que va siempre con un perro y una bici rosa o un joven aficionado a fotografiar los escenarios de crímenes (o a víctimas). Sin olvidar al grupo de traficantes, a cual más peculiar. Es una película que roza a veces incluso el absurdo, con momentos tan surrealistas que te hacen sonreír, pero con ciertas dosis de violencia que te hacen dudar si estás delante de un drama o de una comedia. A mí, honestamente, no me pareció divertidísima. Para nada. Sí que me pareció curiosa y divertida a ratos, surrealista e hiperrealista según el momento y admito que hubo momentos que me parecía que estaba viendo un western y no una película policíaca. Destila humor negro por los cuatro costados, pero no es divertidísima.
Pues eso, aunque no sea una comedia tronchante sí que me parece una película para ver, entretenida y con un puntito de mala leche muy de agradacer.
El protagonista (el actor Brendan Gleeson, el Ojo-Loco Moody de la saga Harry Potter) es un policía de una pequeña localidad de la costa oeste irlandesa, bastante peculiar, solitario y aficionado a las chicas de compañía (no sé si se puede escribir “put.s” en un blog), que se ve obligado a trabajar con un agente del FBI para investigar un asunto internacional de tráfico de drogas. La temática no es demasiado original, pero el desarrollo de la historia es realmente curioso, tanto la relación que se establece entre el policía y el agente como por la presencia de algunos secundarios que pululan por allí: la enferma madre del protagonista, un extraño niño que va siempre con un perro y una bici rosa o un joven aficionado a fotografiar los escenarios de crímenes (o a víctimas). Sin olvidar al grupo de traficantes, a cual más peculiar. Es una película que roza a veces incluso el absurdo, con momentos tan surrealistas que te hacen sonreír, pero con ciertas dosis de violencia que te hacen dudar si estás delante de un drama o de una comedia. A mí, honestamente, no me pareció divertidísima. Para nada. Sí que me pareció curiosa y divertida a ratos, surrealista e hiperrealista según el momento y admito que hubo momentos que me parecía que estaba viendo un western y no una película policíaca. Destila humor negro por los cuatro costados, pero no es divertidísima.
Pues eso, aunque no sea una comedia tronchante sí que me parece una película para ver, entretenida y con un puntito de mala leche muy de agradacer.
domingo, 26 de mayo de 2013
A currar, que es infinitivo
Éste ha sido mi último fin de semana libre en un mes. Por motivos que no vienen a cuento mañana me cojo libre, pero a partir del martes comienza un periplo de 32 días de trabajo continuo, sin un solo día libre en medio. Eso no sólo significa tener que trabajar los próximos 32 días, significa que tengo que madrugar durante todos y cada uno de esos 32 días, que no voy a poder hacer una siesta como la que he hecho hoy en esos 32 días, que mi ritmo de vida va cambiar significativamente en estos 32 días y que el tiempo para dedicar a las cosas que me gustan va a reducirse mucho durante estos 32 días. Glups.
Mis 32 días de trabajo se presentan así: 4 días en tierra, 9 días en el mar, 4 días en tierra y 15 días en el mar. Glups.
Ante esta situación de trabajo non-stop, he aprovechado al máximo este fin de semana: viernes noche al cine, sábado en el campo de paella con los colegas (con permiso de mi alergia) y domingo en la playa, a pesar del viento y las nubes. Y hoy he disfrutado del primer baño de la temporada: no era mi intención, pero ya que me mojo los pies, me mojo hasta las rodillas y ya que mojo hasta las rodillas, pues me mojo hasta la cintura y ya que me mojo hasta la cintura… pues nada, me tiro de cabeza y hago unos cuantos largos. También tengo que admitir que saber que no voy a tener oportunidad de pisar la playa en un mes me ha ayudado a sumergirme en el agua fresquita (aunque la verdad es que hacía casi más frío fuera que dentro).
Los días (y semanas) previos al trabajo en el mar (y todos los días de trabajo en el mar) son siempre días de peculiar estrés y agobio. Ya lo son cuando preparas una campaña oceanográfica, así que este año son aún más estresantes, porque preparamos dos. Mil y un detalles de los que estar pendientes, mil y un quebraderos de cabezas y mil y una cosas que, si pueden salir mal, saldrán mal. Siempre es igual: material que no llega cuando toca, gente que se da de baja en el último momento, problemas técnicos con los que no contabas,… Y luego, estando a bordo, mil y un problemas que surgen en el día a día: nos quedamos sin agua mineral, gente que no se lleva bien, equipos que se rompen o dejan de funcionar, cansancio acumulado,… Yo cada año me agobio, me estreso y pierdo un poco (bastante) el sueño. Y luego, al final, todo sale bien. Siempre. O casi siempre. Así que este año, ante el doble estrés, he decidido aplicar la teoría del personaje de Geoffrey Rush en “Shakespeare in love”, el empresario teatral Philip Henslowe: al final, todo sale siempre bien, aunque no se sabe cómo, es un misterio.
Ejemplo 1:
Henslowe, es acosado por unas deudas pendientes que pensaba saldar tras el estreno de una obra. Pero los teatros están cerrados por culpa de la peste, lo que enfurece a sus prestamistas:
Fennyman: ¡Todos los teatros están cerrados por la plaga! […] ¿Qué hacemos?
Helslow: Nada. Curiosamente, todo saldrá bien.
Fennyman: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y en ese momento, un mensajero anuncia que se vuelven a abrir los teatros.
Ejemplo 2:
El que ha de ser el narrador del estreno de “Romeo y Julieta” no para de tartamudear. El autor de la obra, Will(iam Shakespeare), está obviamente muy nervioso.
Will: Estamos perdidos.
Henslowe: No, todo saldrá bien.
Will: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y en el momento del estreno, tras unos segundos de duda, el narrador recita su parte perfectamente.
Ejemplo 3:
Al actor que debe representar a Julieta le ha cambiado la voz y se ha vuelto demasiado grave para poder representar a una joven virginal.
Henslowe: ¿Otro pequeño problema?
Will: ¿Qué hacemos ahora?
Henslowe: El espectáculo debe... ya sabes.
Will: Continuar (*)
Henslowe: Julieta no aparece hasta la página veinte. Todo saldrá bien.
Will: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y la amada de Will aparece en el último momento para interpretar el personaje de Julieta.
[Los diálogos son una traducción libre del guión en inglés, que podéis encontrar aquí. (*) El (intraducible) original es un claro guiño a Queen:
Henslowe: The show must… you know.Will: Go on.]
Lo dicho. Se presentan días duros y de estrés. Pero, al final, todo saldrá bien, aunque no sé cómo. Es un misterio.
En la foto, las paellas de ayer. No las hice yo, pero sí que las comí. Deliciosas.
Mis 32 días de trabajo se presentan así: 4 días en tierra, 9 días en el mar, 4 días en tierra y 15 días en el mar. Glups.
Ante esta situación de trabajo non-stop, he aprovechado al máximo este fin de semana: viernes noche al cine, sábado en el campo de paella con los colegas (con permiso de mi alergia) y domingo en la playa, a pesar del viento y las nubes. Y hoy he disfrutado del primer baño de la temporada: no era mi intención, pero ya que me mojo los pies, me mojo hasta las rodillas y ya que mojo hasta las rodillas, pues me mojo hasta la cintura y ya que me mojo hasta la cintura… pues nada, me tiro de cabeza y hago unos cuantos largos. También tengo que admitir que saber que no voy a tener oportunidad de pisar la playa en un mes me ha ayudado a sumergirme en el agua fresquita (aunque la verdad es que hacía casi más frío fuera que dentro).
Los días (y semanas) previos al trabajo en el mar (y todos los días de trabajo en el mar) son siempre días de peculiar estrés y agobio. Ya lo son cuando preparas una campaña oceanográfica, así que este año son aún más estresantes, porque preparamos dos. Mil y un detalles de los que estar pendientes, mil y un quebraderos de cabezas y mil y una cosas que, si pueden salir mal, saldrán mal. Siempre es igual: material que no llega cuando toca, gente que se da de baja en el último momento, problemas técnicos con los que no contabas,… Y luego, estando a bordo, mil y un problemas que surgen en el día a día: nos quedamos sin agua mineral, gente que no se lleva bien, equipos que se rompen o dejan de funcionar, cansancio acumulado,… Yo cada año me agobio, me estreso y pierdo un poco (bastante) el sueño. Y luego, al final, todo sale bien. Siempre. O casi siempre. Así que este año, ante el doble estrés, he decidido aplicar la teoría del personaje de Geoffrey Rush en “Shakespeare in love”, el empresario teatral Philip Henslowe: al final, todo sale siempre bien, aunque no se sabe cómo, es un misterio.
=========================== ALERTA: SPOILERS ===========================
================== Es decir, voy a destripar partes de una película ===================
Ejemplo 1:
Henslowe, es acosado por unas deudas pendientes que pensaba saldar tras el estreno de una obra. Pero los teatros están cerrados por culpa de la peste, lo que enfurece a sus prestamistas:
Fennyman: ¡Todos los teatros están cerrados por la plaga! […] ¿Qué hacemos?
Helslow: Nada. Curiosamente, todo saldrá bien.
Fennyman: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y en ese momento, un mensajero anuncia que se vuelven a abrir los teatros.
Ejemplo 2:
El que ha de ser el narrador del estreno de “Romeo y Julieta” no para de tartamudear. El autor de la obra, Will(iam Shakespeare), está obviamente muy nervioso.
Will: Estamos perdidos.
Henslowe: No, todo saldrá bien.
Will: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y en el momento del estreno, tras unos segundos de duda, el narrador recita su parte perfectamente.
Ejemplo 3:
Al actor que debe representar a Julieta le ha cambiado la voz y se ha vuelto demasiado grave para poder representar a una joven virginal.
Henslowe: ¿Otro pequeño problema?
Will: ¿Qué hacemos ahora?
Henslowe: El espectáculo debe... ya sabes.
Will: Continuar (*)
Henslowe: Julieta no aparece hasta la página veinte. Todo saldrá bien.
Will: ¿Cómo?
Henslowe: No lo sé. Es un misterio.
Y la amada de Will aparece en el último momento para interpretar el personaje de Julieta.
[Los diálogos son una traducción libre del guión en inglés, que podéis encontrar aquí. (*) El (intraducible) original es un claro guiño a Queen:
Henslowe: The show must… you know.Will: Go on.]
Lo dicho. Se presentan días duros y de estrés. Pero, al final, todo saldrá bien, aunque no sé cómo. Es un misterio.
En la foto, las paellas de ayer. No las hice yo, pero sí que las comí. Deliciosas.
viernes, 24 de mayo de 2013
Cosecha post-Sant Jordi
Ya conté por aquí que este año el día de Sant Jordi me pilló a casi 8000 Km de casa, así que no pude celebrando como suelo hacer, de paseo por el centro de la ciudad y comprando libros. Además, en Swakopmund las librerías (y todas las tiendas) cierran condenadamente pronto, así que me quedé sin cosecha de Sant Jordi. Pero, afortunadamente, unos días después pude pasearme por las dos librerías que tengo localizadas en esa ciudad. Y como resultado, este es la cosecha de (post-)Sant Jordi de este año:
“The Lewis Man” de Peter May. Segunda parte de la trilogía de Lewis. La primera (“La isla de los cazadores de pájaros”) me gustó mucho, muchísimo. Y, aunque no estoy segura que será sencillo de leer en inglés, lo intentaré.
“This is not a flowerpot” de Amy Schoeman. Un libro del que no sabía nada cuando lo compré (ahora tampoco sé mucho más), pero su autora es una inglesa que actualmente vive en Namibia, así que me pareció bonito comprar un libro editado en el país en el que estaba. Al igual que el anterior, forma parte de una trilogía: éste es el primero de una que está aún por acabar.
“It’s time to identify. Selected Animals and Plants of the Namib” de Samuel Ehrenbold y Viktoria Keding. Después de mi excursión por el desierto del Namib, sentí curiosidad por aprender más de los animales que allí se pueden encontrar, así que me pareció buena idea comprar este librito. Es una monada, la verdad: simple y sencillo, pero con descripciones claras de las especies.
“Namibia” de Gerald and marc Hoberman. Un libro de fotografías y algo de texto sobre este país increíble. Lo compré porque no sólo son fotografías y explicaciones de paisajes y ciudades, también de las tribus namibias. Lo he ojeado varias veces y leído algunas partes, pero aún tengo que dedicarle más tiempo. Es precioso.
Además, el día del libro mi hermana la gafapasta (sale mucho ésta últimamente por este blog) me compró "Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables" de Javier Marías. Aunque hace mil años que no leo nada de este autor (tengo alguno pendiente en casa), lo que he leído me ha gustado siempre mucho. ¡Gracias, sis!
“The Lewis Man” de Peter May. Segunda parte de la trilogía de Lewis. La primera (“La isla de los cazadores de pájaros”) me gustó mucho, muchísimo. Y, aunque no estoy segura que será sencillo de leer en inglés, lo intentaré.
“This is not a flowerpot” de Amy Schoeman. Un libro del que no sabía nada cuando lo compré (ahora tampoco sé mucho más), pero su autora es una inglesa que actualmente vive en Namibia, así que me pareció bonito comprar un libro editado en el país en el que estaba. Al igual que el anterior, forma parte de una trilogía: éste es el primero de una que está aún por acabar.
“It’s time to identify. Selected Animals and Plants of the Namib” de Samuel Ehrenbold y Viktoria Keding. Después de mi excursión por el desierto del Namib, sentí curiosidad por aprender más de los animales que allí se pueden encontrar, así que me pareció buena idea comprar este librito. Es una monada, la verdad: simple y sencillo, pero con descripciones claras de las especies.
“Namibia” de Gerald and marc Hoberman. Un libro de fotografías y algo de texto sobre este país increíble. Lo compré porque no sólo son fotografías y explicaciones de paisajes y ciudades, también de las tribus namibias. Lo he ojeado varias veces y leído algunas partes, pero aún tengo que dedicarle más tiempo. Es precioso.
Además, el día del libro mi hermana la gafapasta (sale mucho ésta últimamente por este blog) me compró "Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables" de Javier Marías. Aunque hace mil años que no leo nada de este autor (tengo alguno pendiente en casa), lo que he leído me ha gustado siempre mucho. ¡Gracias, sis!
jueves, 23 de mayo de 2013
El aeropuerto de Munich
Siento debilidad por el aeropuerto de Munich, no sé muy bien por qué. No conozco Munich ciudad, pero sí puedo decir que su aeropuerto me da muy buen rollo. He estado allí ya varias veces, al menos 5 en el último año y siempre han sido unas escalas muy agradables: no tan cortas como para tener que correr por el aeropuerto, no tan largas como para querer morir.
El aeropuerto de Munich tiene varias cosas que me gustan. Una es una zona de relax en la que hay sillones y asientos para medio recostarte, enchufes por doquier e incluso unas cabinas cerradas con camas. Pero a ésta zona sólo vas cuando tienes conexiones fuera de Europa y sólo la visité una vez. También tiene una tienda en la que encontré un chocolate con sal y caramelo, muy similar al que conté aquí que buscaba, que es absolutamente delicioso. Pero también es sólo accesible para las conexiones intercontinentales. Y estuve en diciembre, así que ya me he quedado sin chocolate. También me gusta que en una de sus tiendas puedes comprar macarons, que ya enseñé aquí y que no, aún no me he puesto de nuevo a intentar cocinarlos.
Del aeropuerto de Munich también me gustan sus amplias cristaleras, sus 15 minutos de wifi gratuito (podrían ser más…) y sus zonas donde tomar café y té de manera gratuita.
Pero lo que más me gusta del aeropuerto de Munich es una tienda de productos de papelería, Fabriano. Es una tienda italiana y, de hecho, en diciembre la descubrí también en el aeropuerto de Roma. Pero la primera que descubrí (en octubre, volviendo de Croacia) fue la de Munich. Y allí vuelvo cada vez que paso por ese aeropuerto.
En Fabriano compré una pluma con la que escribí una carta larga y terrible, una pluma con tres puntas de tres grosores diferentes que uso siempre que puedo. También allí he comprado varios cuadernos de diferentes tamaños, un mini-lápiz, un llavero (que es ahora el llavero de mi coche nuevo) y unos cuantos rollos de washitape. Me encanta esta tienda, es luminosa y alegre. Me encanta entrar y perderme en sus estanterías, ver todas las cosas que tiene: bolígrafos, plumas, lápices, portaminas, cuadernos, tarjetas, bolsos, carteras y mil y una cosa más que van (más o menos) variando cada vez que paso por ahí. Algunas cosas tienen precios prohibitivos, sobre todo las cosas de piel, los bolsos y algunos complementos como pendientes de papel, pero el precio de cuadernos e incluso de plumas, bolígrafos y portaminas es bastante razonable.
Soy muy, muy fan de esta tienda, lo admito. Ya lo sabía, pero lo he confirmado al recopilar algunas de las cosas que he comprado en los últimos tiempos, para hacer la foto. Y ahí están. ¿Soy yo o se aprecia cierta tendencia al rojo?
El aeropuerto de Munich tiene varias cosas que me gustan. Una es una zona de relax en la que hay sillones y asientos para medio recostarte, enchufes por doquier e incluso unas cabinas cerradas con camas. Pero a ésta zona sólo vas cuando tienes conexiones fuera de Europa y sólo la visité una vez. También tiene una tienda en la que encontré un chocolate con sal y caramelo, muy similar al que conté aquí que buscaba, que es absolutamente delicioso. Pero también es sólo accesible para las conexiones intercontinentales. Y estuve en diciembre, así que ya me he quedado sin chocolate. También me gusta que en una de sus tiendas puedes comprar macarons, que ya enseñé aquí y que no, aún no me he puesto de nuevo a intentar cocinarlos.
Del aeropuerto de Munich también me gustan sus amplias cristaleras, sus 15 minutos de wifi gratuito (podrían ser más…) y sus zonas donde tomar café y té de manera gratuita.
Pero lo que más me gusta del aeropuerto de Munich es una tienda de productos de papelería, Fabriano. Es una tienda italiana y, de hecho, en diciembre la descubrí también en el aeropuerto de Roma. Pero la primera que descubrí (en octubre, volviendo de Croacia) fue la de Munich. Y allí vuelvo cada vez que paso por ese aeropuerto.
En Fabriano compré una pluma con la que escribí una carta larga y terrible, una pluma con tres puntas de tres grosores diferentes que uso siempre que puedo. También allí he comprado varios cuadernos de diferentes tamaños, un mini-lápiz, un llavero (que es ahora el llavero de mi coche nuevo) y unos cuantos rollos de washitape. Me encanta esta tienda, es luminosa y alegre. Me encanta entrar y perderme en sus estanterías, ver todas las cosas que tiene: bolígrafos, plumas, lápices, portaminas, cuadernos, tarjetas, bolsos, carteras y mil y una cosa más que van (más o menos) variando cada vez que paso por ahí. Algunas cosas tienen precios prohibitivos, sobre todo las cosas de piel, los bolsos y algunos complementos como pendientes de papel, pero el precio de cuadernos e incluso de plumas, bolígrafos y portaminas es bastante razonable.
Soy muy, muy fan de esta tienda, lo admito. Ya lo sabía, pero lo he confirmado al recopilar algunas de las cosas que he comprado en los últimos tiempos, para hacer la foto. Y ahí están. ¿Soy yo o se aprecia cierta tendencia al rojo?
martes, 21 de mayo de 2013
CocheCapricho
Como ya conté aquí, tengo coche nuevo, CocheCapricho, el coche que
siempre he querido, del color que siempre he querido: un Volkswagen Polo
de color rojo.
Ha sido una evolución casi natural, pasar del Citroën al Volkswagen, algo así:
No, en serio. Me he sentido cómoda en CocheCapricho desde el primer minuto que salí con él del concesionario. Es un coche maravilloso de conducir, lo encuentro muy confortable y, simplemente, me encanta.
Y el color, ¡oh, el color! Rojo. Me encanta el rojo. Me chifla el rojo. Rojo Flash, se llama. Qué más da. Es rojo y me encanta.
El otro día, mirándolo de lejos pensé en lo bonito que era (¡Es taaaaan guapo!) y no me podía creer que fuera mío. Aún no me lo creo mucho.
Ya he superado el terror de conducirlo el primer día; sólo pensaba “por favor, que no pase nada…”. Más que nada, porque me hubiera dado una vergüenza infinita admitir que lo había estrellado el día que lo estrenaba. Ahora sigo sintiendo terror porque le pase algo pero, no nos engañemos, algún día será el día del primer rallajo, del primer golpe, del primer susto. Pero intentaré asumirlo con tranquilidad (¡ja!).
Eso sí, mi tortuguita que estaba en mi viejo ZX también forma parte del Polo. Tampoco hay que ser demasiado radicales con los cambios.
En fin, pues aquí está, CocheCapricho. Se parece mucho (mucho) al de la portada del catálogo del modelo. Pongo esa foto, porque aún no tengo ninguna decente del coche entero.
lunes, 20 de mayo de 2013
De velada con Joseph
El sábado pasado, estuve de velada con Joseph, tal y como ponía en las entradas que aparecen aquí al lado. De velada con Joseph Fiennes. Flipante, ¿verdad? Bueno, para mí sí que lo fue.
El evento estaba organizado por CineCiutat. CineCiutat es un proyecto que surgió a raíz del cierre del único cine íntegro en versión original en mi ciudad, el cine Renoir. Tras el cierre, un grupo de ciudadanos amantes del cine creó la asociación XarxaCinema que realizó las gestiones para mantener el cine abierto con el nombre CineCiutat. Ahora es un cine gestionado por (y para) ciudadanos, sin ánimo de lucro, con las entradas más baratas de toda la isla y con una oferta de películas difícil de encontrar en otros cines (más información, aquí). Además de ofrecer películas, organizan eventos como éste.
Con la excusa de celebrar los 15 (¡¡quince!!) años de “Shakespeare in love”, la noche empezó con la proyección de esta película de John Madden. Vi esta película en el cine en su momento y recuerdo que me gustó mucho. No sé si la había vuelto a ver desde entonces, pero volver a verla (esta vez en versión original) me encantó. Es una película que ganó varios Óscars, protagonizada por Joseph Fiennes y Gwyneth Paltrow, además de muchos otros actores maravillosos (como Geoffrey Rush, Colin Firth, Judi Dench, Imelda Staunton, Rupert Everett, Ben Affleck y muchos de esos estupendos secundarios de los que conoces la cara pero no el nombre, como el señor Carson de “Dowton Abbey”). Cuenta la historia de un joven William Shakespeare, sin dinero ni inspiración, y de su amor hacia una joven aristócrata Viola de Lesseps, que a su vez admira el trabajo de Shakespeare. Su historia de amor se entrelaza con la escritura de una de las obras más famosas de Shakespeare, “Romeo y Julieta”. Le peli genial, como la recordaba. Me gusta todo de esta peli: sus actores, su ambientación, su banda sonora. Es genial.
Y después de la peli, apareció Joseph Fiennes. Sobre Joseph Fiennes tengo que decir dos cosas: (1) siempre he sido más fan de su hermano Ralph que de él y (2) después de la velada del sábado, ya no estoy tan segura de la afirmación nº1. Porque fue un coloquio muy agradable: la gente iba haciéndole preguntas y él contestando amablemente, con alguna broma por en medio. Me pareció un artista, no una estrella. Se nota que es un actor por vocación y por pasión, que ama y disfruta de lo que hace, y que lleva la creatividad en las venas. Se nota también su amor hacia la interpretación en general y el teatro en particular. Y por su familia. Debo admitir que me lo imaginaba un poco más “estrella”, aunque ya sabía que viene del teatro y que tiene un gran pasado en las tablas inglesas interpretando muchas obras de Shakespeare, pero también ha protagonizado películas muy famosas y algo de televisión. A mí me encantaba “Flashforward”, pero creo que no le sacaron todo el partido que la historia tenía. Y ahora está en "American Horror Story", que no voy a ver ni loca, porque soy muy (pero que muy, muy) miedica. Total, me lo imaginaba un poco más engreído, más estrellita, pero no, me pareció un profesional como la copa de un pino, inteligente, agradable y muy guapo (¡qué ojos! ¡qué pestañas!).
Una velada muy agradable, deliciosa, como la peli. Podéis oír aquí el coloquio. Y para rematar la noche, una foto con él, su autógrafo (en mi agenda y con mi lápiz del Titanic Belfast –improvisación total-) y un corto intercambio de palabras (algún día contaré la vergüenza innata de mi hermana la gafapasta delante de famosos –y no tan famosos-. Su conversación con él el sábado fue exactamente así:”Hello”, dijo ella. “Hola”, contestó él. ¡Jajajaja! Yo no, yo hablé más, pero yo soy muy habladora siempre).
Resumiendo: genial, genial, genial.
El evento estaba organizado por CineCiutat. CineCiutat es un proyecto que surgió a raíz del cierre del único cine íntegro en versión original en mi ciudad, el cine Renoir. Tras el cierre, un grupo de ciudadanos amantes del cine creó la asociación XarxaCinema que realizó las gestiones para mantener el cine abierto con el nombre CineCiutat. Ahora es un cine gestionado por (y para) ciudadanos, sin ánimo de lucro, con las entradas más baratas de toda la isla y con una oferta de películas difícil de encontrar en otros cines (más información, aquí). Además de ofrecer películas, organizan eventos como éste.
Con la excusa de celebrar los 15 (¡¡quince!!) años de “Shakespeare in love”, la noche empezó con la proyección de esta película de John Madden. Vi esta película en el cine en su momento y recuerdo que me gustó mucho. No sé si la había vuelto a ver desde entonces, pero volver a verla (esta vez en versión original) me encantó. Es una película que ganó varios Óscars, protagonizada por Joseph Fiennes y Gwyneth Paltrow, además de muchos otros actores maravillosos (como Geoffrey Rush, Colin Firth, Judi Dench, Imelda Staunton, Rupert Everett, Ben Affleck y muchos de esos estupendos secundarios de los que conoces la cara pero no el nombre, como el señor Carson de “Dowton Abbey”). Cuenta la historia de un joven William Shakespeare, sin dinero ni inspiración, y de su amor hacia una joven aristócrata Viola de Lesseps, que a su vez admira el trabajo de Shakespeare. Su historia de amor se entrelaza con la escritura de una de las obras más famosas de Shakespeare, “Romeo y Julieta”. Le peli genial, como la recordaba. Me gusta todo de esta peli: sus actores, su ambientación, su banda sonora. Es genial.
Y después de la peli, apareció Joseph Fiennes. Sobre Joseph Fiennes tengo que decir dos cosas: (1) siempre he sido más fan de su hermano Ralph que de él y (2) después de la velada del sábado, ya no estoy tan segura de la afirmación nº1. Porque fue un coloquio muy agradable: la gente iba haciéndole preguntas y él contestando amablemente, con alguna broma por en medio. Me pareció un artista, no una estrella. Se nota que es un actor por vocación y por pasión, que ama y disfruta de lo que hace, y que lleva la creatividad en las venas. Se nota también su amor hacia la interpretación en general y el teatro en particular. Y por su familia. Debo admitir que me lo imaginaba un poco más “estrella”, aunque ya sabía que viene del teatro y que tiene un gran pasado en las tablas inglesas interpretando muchas obras de Shakespeare, pero también ha protagonizado películas muy famosas y algo de televisión. A mí me encantaba “Flashforward”, pero creo que no le sacaron todo el partido que la historia tenía. Y ahora está en "American Horror Story", que no voy a ver ni loca, porque soy muy (pero que muy, muy) miedica. Total, me lo imaginaba un poco más engreído, más estrellita, pero no, me pareció un profesional como la copa de un pino, inteligente, agradable y muy guapo (¡qué ojos! ¡qué pestañas!).
Una velada muy agradable, deliciosa, como la peli. Podéis oír aquí el coloquio. Y para rematar la noche, una foto con él, su autógrafo (en mi agenda y con mi lápiz del Titanic Belfast –improvisación total-) y un corto intercambio de palabras (algún día contaré la vergüenza innata de mi hermana la gafapasta delante de famosos –y no tan famosos-. Su conversación con él el sábado fue exactamente así:”Hello”, dijo ella. “Hola”, contestó él. ¡Jajajaja! Yo no, yo hablé más, pero yo soy muy habladora siempre).
Resumiendo: genial, genial, genial.
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