martes, 5 de marzo de 2013

Glendalough

Glendalough es un valle en el condado de Wicklow, en el que se encuentra un monasterio medieval y dos lagos, por donde vale la pena darse un paseo. Un lugar para pasear, para perderse, para disfrutar. Un lugar agradable, incluso con pocos grados de temperatura. Un lugar que puede llegar a resultar familiar nada más verlo, pues en él se han rodado muchas películas (como se puede comprobar aquí). Las que más recordé yo fueron “Postdata: te quiero” y “Tenías que ser tú”. La primera me encanta, no me canso de verla. La segunda es una tontería que vi hace poco por la tele de casualidad, pero de la que reconocí unos cuantos escenarios. Y quiero volver a verlas, para ver si identifico esos lugares por los que paseé en un día frío del febrero irlandés.

Visitar los jardines de Powerscout fue algo cuanto menos involuntario. Pero bueno, no estuvo mal pasear entre sus árboles variados y por los inmensos jardines en los que también se han rodado muchas películas (como se puede ver aquí). Recuerdo el frío, mucho frío. Y el jardín japonés. Delicioso.

Fue un buen día. Cuanto menos, curioso.




 






lunes, 4 de marzo de 2013

Una carta

Hoy he escrito una carta. Pero una carta como las de antes, en papel. Y con pluma. Hoy he escrito una carta con pluma y tinta negra, en papel de color azul.

Es una carta que quise escribir hace cosa de un mes, pero entonces no me atreví. Es una carta en la que llevo pensando algún tiempo, que se ha ido modificando en mi cabeza, hasta ser al final lo que ha sido.

No es una carta de amor, pero tampoco de desamor. No es una carta triste, pero tampoco alegre. No es una carta de ruptura, pero tampoco de reconciliación. No es una carta de amistad, pero tampoco de hostilidad. O, en realidad, tal vez sea todo eso.

No espero respuesta a esta carta. Básicamente, porque hay respuestas que nunca quieres recibir. Pero cuando ya sabes cuál va a ser la respuesta, no la necesitas. No espero respuesta a esta carta, así que espero que el destinatario no la responda. No creo que lo aguantara.

Al principio, no estaba segura de querer enviar la carta. Ahora tengo claro que sí que la enviaré. Es más fácil plasmar las cosas sobre el papel que decirlas a la cara. ¿Es de cobardes? Sí. Pero también es más sincera, porque es una reflexión calmada, más madura y real que la retahíla de palabras que pueden salir por la boca cuando no te paras un segundo a pensar y que las estupideces que puedes escribir en un correo electrónico nocturno, con la embriaguez, descaro y estupidez que sólo el vino te da.

Hoy he escrito una carta. Con pluma, tinta negra y en papel de color azul. Y en esa carta va un poco de mí, una parte de mí. Una parte de mi yo de las últimas semanas, de los últimos meses, casi de los últimos años. Es una carta que marca un principio y un final. O tal vez un final y un principio. Es una carta que me ha hecho llorar mucho, sí mucho, lo admito. Mucho. Pero también es una carta que necesitaba escribir. Porque, a veces, tienes que soltar todo lo que llevas dentro para poder continuar. Tienes que soltar todo el lastre que te ata. Tienes que dejar atrás todo lo que te aprisiona. Aunque en esa huída hacia delante dejes atrás una parte de ti, un pedacito de tu corazón que sabes que nunca recuperarás. Aunque te duela hacerlo. Aunque lleves tiempo intentando hacerlo. Y evitándolo. Pero sabes que lo tienes que hacer. Aunque no sepas hacia dónde vas, a dónde te llevará esa huída hacia delante.

Hoy he escrito una carta y ya no sé si la he escrito con la cabeza o con el corazón. Una vez, hace mucho, decidí que todas las decisiones de mi vida las tomaría siempre con el corazón, no con la cabeza. Y esta vez no sé a quién he hecho caso. Creo que al corazón. Tal vez por eso duela.

En la foto, la carta. O, lo que es lo mismo, yo.

sábado, 2 de marzo de 2013

“El lado bueno de las cosas” de David O. Russell

Este año no vi los Oscar. Ni los Goya. En el caso de los Goya, estaba por Belfast. Para los Oscar ya había vuelto, pero estaba recién aterrizada y al día siguiente trabajaba (contra mi voluntad), así que decidí dormir. Son pocas las veces que me he perdido los Oscar y, en los últimos años la tradición ha sido la misma: ir a casa de mi hermana y verlos allí. Es lo que tiene tener una hermana con Canal+.

Pero, como decía, este año no los vi. Así que sólo pude ver en diferido el momento maravilloso de Hugh Jackman levantándose a rescatar a Jennifer Lawrence de su caída. Ah, Hugh Jackman. Ese hombre.

Sólo había visto una de las pelis de los Oscar: “El lado bueno de las cosas”. La vi ya hace algunas semanas, antes del viaje. Es una peli extraña, curiosa. Primero porque te la venden como lo que no es: fui con unas amigas esperando ver una comedia romántica sin más pretensiones. O no entendí el tráiler, o me engañaron vilmente. Bueno, no es una comedia romántica, claro que no. Cuando la fui a ver, no recordaba que tenía nosécuántas nominaciones a los Oscar. Eso debería haberme dado una pista de que la peli era más que una comedia al uso.

Es una peli sobre un tipo que vuelve a casa de sus padres después de pasar una temporada en una institución mental. Le ingresaron por agredir al amante de su mujer y le diagnosticaron bipolar. Sus intenciones son volver a recuperar a su mujer y tratar de hacer una vida normal a pesar de su enfermedad, aunque pasa un tiempo hasta que la acepta. En su camino están sus padres, con sus propias neuras y problemas, y una vecina que también ha pasado por momentos duros y trata de seguir adelante con su vida.

Debo admitir que hubo ratos que lo pasé mal, muy mal. Es una película dura, sobre todo al principio, en la que el protagonista no quiere aceptar la realidad que le rodea, no sólo su enfermedad sino el hecho de que su mujer no quiera nada con él. También es dura por todos esos otros personajes que le acompañan, cada uno con sus propios problemas y complicaciones, cada uno intentando sobrevivir y tirar adelante en su vida. Luego la película da un giro y se vuelve típicamente americana, típicamente positiva y casi alegre. Normal, necesario. No están los tiempos tampoco para recrearnos en la negatividad y permitir que sigamos cayendo en el desánimo. No, señor.

Es una película recomendable. Está muy bien y vale la pena verla. No sé si se merece tantas nominaciones como las que ha tenido, probablemente sí, pero no he visto más pelis de Oscar, así que no puedo comparar. Repito, vale la pena. Pero que nadie espera la típica comedia romántica de Bradley Cooper (Dios, ¡qué guapo!). Es bastante más que eso.

jueves, 28 de febrero de 2013

Dublín

Mi último viaje ha sido cuanto menos curioso. Una reunión en Belfast ha sido la excusa para pasar fuera unos días extras, desconectando de mi realidad, viviendo en una realidad paralela e irreal, de la que me podría enganchar. El viaje se podría distinguir en cuatro etapas diferenciadas, que darán al menos para cuatro entradas y alguna otra cosa que tengo en la cabeza. Tampoco quiero abusar. Porque, a pesar de todo, ha sido sólo un viaje. Y no es cuestión de emocionarse.

La primera etapa del viaje fue Dublín. Dos días en Dublín antes de la reunión y un día después. Tres noches de pintas en Temple Bar. Admito que no soy muy de cervezas, pero estos días inevitablemente he tomado bastantes. La Guinness la probé, pero no me entusiasmó. Pero sí que me enganché a ésta:


La Smithwick’s. La probé en algún momento al principio del viaje, me gustó y a partir de entonces, fue mi cerveza de cabecera para las medias pintas nocturnas.

Dublín me pareció una ciudad llena de alegría y de gente, de puertas de colores en casas de ladrillos (aunque sólo fotografié ésta), de música, llena de vida, vida y más vida. Se me hizo corto el tiempo en la ciudad. En realidad fue apenas un día y medio paseando por sus calles. Tuvimos mucha suerte con el tiempo: de 10 días de viaje, sólo llovió el último día en Dublín, una lluvia-nieve continua que nos bloqueó un poco y no nos permitió disfrutar de la ciudad tanto como esperábamos.

Bien pensado, no hice demasiadas cosas por Dublín. Sí, vi el Trinity Collegue, sí vi el Dublin Castle, sí paseé por O’Connell y por Grafton Street y sí, visité sus parques. Pero el recuerdo más marcado que tengo la ciudad son sus librerías: no recuerdo cuántas visité, no recuerdo las horas que pasamos en ellas, pero fueron muchas. Aunque sea usuaria regular de un libro electrónico, no desperdicio el placer de pasar un rato en una librería. Las hubo pequeñas y grandes, bonitas y feas, de libros nuevos y de segunda mano. Libros preciosos, maravillosos y baratos. ¡Libros baratos! Un auténtico placer. Volví de Dublín con cuatro cinco libros. Dos de ellos los compré en Hodges Figgis, que menciono especialmente por la amabilidad del dependiente que me atendió: una agradable y tranquila conversación aunque apenas quedaban unos minutos para cerrar. De allí me llevé dos libros y una recomendación. Así, mi cosecha dublinesa ha sido ésta:


Además, añadí un nuevo Harry Potter para mi colección (Harry Potter agus an Órchloch). Fue una auténtica alegría encontrarlo. Y una extraña sorpresa al descubrir que sólo hay una librería con libros en irlandés en Dublín. Sorprendente, extraño, sobre todo en un lugar donde todos los letreros están en dos idiomas.



Así que mi resumen de Dublín es éste: dos días recorriendo la ciudad, pasando horas y horas en sus librerías, haciendo fotos, charlando, riendo y bebiendo Smithwick’s en Temple Bar por las noches, escuchando música por calles y pubs. Tengo la sensación de que las fotos no reflejan lo que he vivido. A veces pasa. Habrá que volver. Porque me parece una ciudad fascinante, con calles de nombres maravillosos (O’Connell, Dame, Fownes, Dawson, …). Nos dolió dejarla después de dos días, faltaron muchas cosas por ver y disfrutar. Repito, habrá que volver. Aunque dicen que no hay que volver a los lugares en los que has sido feliz.

Por cierto, gracias a Visitante descubrí el café Irie, donde disfrutamos de una deliciosa comida y pasamos una estupenda tarde.

Actualización 01/03/2013: no sé por qué, pero ayer me olvidé de uno de los libros que había comprado: ni lo tuve en cuenta en el recuento, ni lo puse en la foto. Así que actualizo el número de libros y la foto de los mismos. Cinco. Volví de Dublín con cinco libros.









miércoles, 27 de febrero de 2013

En lo más crudo del crudo invierno

Antes de empezar con una serie de entradas sobre mi último viaje (sé, lo sé, sé que no podré escribir sólo uno) quería compartir aquí el aspecto que presenta mi bosque de Ginkgo bilobas en estos días, en lo más crudo del crudo invierno.

Sí, mis ginkgos son unos tristes árboles pelados, sin hojas, vacíos, casi tristes. Lo bueno de mis ginkgos es que sé que en cualquier momento empezarán a emerger. Cuando acaben estos días de frío intenso, en el momento menos esperado, aparecerán las yemas en las puntas de sus ramas, preludio de una explosión de bellas hojas que iluminarán mi galería el resto del año.

Pero hasta entonces, ¡ay, hasta entonces!, hasta entonces mis ginkgos estarán así, como una metáfora de mí misma, vacíos y casi tristes. Pero también sabiendo que tras estos momentos de vacío y tristeza vendrán, porque tienen que venir, momentos alegres, llenos de luz y vida. En mi bosque de gingkos serán sus hojas, su vida. En mí misma no sé qué será. Pero algo tendrá que ser.

lunes, 25 de febrero de 2013

He vuelto


He visto cosas que vosotros no creeríais. Ciudades con puertas de colores. Calles llenas de vida tanto de día como de noche. Lagos de aguas oscuras rodeados de bosques frondosos. Días soleados en Irlanda en el mes de febrero. Pubs con maravillosa música en directo. Ovejas caminando tranquilamente por pequeñas carreteras que surcan colinas. Puentes colgantes. Castillos al borde de mares en calma. Paseos rocosos creados por gigantes. Todos esos momentos se perderán… en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de volver a la realidad.

jueves, 21 de febrero de 2013

Titanic Belfast

Estos días, estoy en Belfast en una reunión. Concretamente, estoy en el Titanic Belfast, que es un edificio dedicado al Titanic que se encuentra en los astilleros en los que se construyó el barco.

Ayer, en el descanso de la comida, dando una vuelta por la tienda del recinto y viendo los cientos de personas que no paran de entrar y salir en todo el día (sobre todo niños; esta semana, por lo visto, es festivo escolar por estos lares), me preguntaba hasta qué punto es correcto, incluso ético, montar todo un negocio en torno a un desastre como el del Titanic. ¿Tiene mucho sentido hacer camisetas, postales, mantelerías, pósters, imanes o bolígrafos sobre un barco que se hundió en su viaje inaugural? ¿Tiene sentido montar todo esta Titanic Experience para celebrar que aquí se construyó un barco que su mayor hazaña fue esa, hundirse en su viaje inaugural? Y, sobre todo, ¿tiene sentido que en la tienda de recuerdos haya colgantes a imitación de los que lucía Kate Winslet en la famosa película? Probablemente sí. Porque probablemente este Titanic Belfast es más un homenaje, una gran mercadotecnia gigante sobre la película, más que sobre la historia y el barco real en sí.

También me pregunto qué hace un pirata con largas piernas de palo recibiendo a los visitantes en la entrada. ¿Había piratas en el Titanic? Pero eso ya es otra historia.

El Titanic, ese barco que construyó un irlandés y hundió un inglés. Eso decía una camiseta que le vimos ayer a alguien. Muy adecuado.

En la foto, el edificio del Titanic Belfast.

lunes, 18 de febrero de 2013

Vida

Cuatro días. Paseos por Dublín. Librerías. Pintas en pubs. Excursión al campo. Risas. Cambio de ciudad y de país. Banderas. Conducir por la izquierda. Buen tiempo. Vistas increíbles. Buena compañía. Frío. Pueblos costeros. Fotos. Nuestro pueblo. Desayunos copiosos. Azul. Verde, mucho verde. Ovejas. Vistas espectaculares. Carreteras sinuosas. Un puente colgante. Castillos. Gigantes.

V A C A C I O N E S.

V I D A.

Y ya de vuelta en Belfast y al trabajo. Aún una semana por delante antes de volver a casa.

En la foto, escogida (casi) al azar (de las muchas que tengo que revisar y archivar y que colgar por aquí), una puerta roja en Dublín. Me encantan las casas con la puerta roja.

miércoles, 13 de febrero de 2013

De perdidos, al río

Me voy diez días fuera. Es un viaje de trabajo pero también de ocio. Es un viaje preparado un poco a trompicones, casi diría que improvisado. Me voy un poco estresada, con muchos trabajos pendientes para la vuelta (y para la ida, y para la estancia), pero también con ganas de desconectar unos días. Y me voy sabiendo que me estresaré, porque es una de esas reuniones en las que tengo que llevar parcialmente la batuta y eso siempre me agobia. Y no debería estresarme, porque me dijo el dentista el otro día que me muerdo los dientes, que fuera con cuidado con los nervios, que me iba a cargar todo el esmalte. Pero esa ya es otra historia.

Y como voy a un sitio que hace (aún) más frío que aquí, me he hecho un gorrito con la lana que sé que me va a sobrar de la falda que me estoy haciendo (y que, a este paso, no podré utilizar hasta el invierno que viene). Y como le estoy cogiendo gustillo a ponerle un apodo a los proyectos que hago con las agujas, éste es, sin dudarlo ni un segundo, el gorrito de perdidos al río.

Espero actualizar en algún momento en estos días. O no. No sé, ya veremos.

domingo, 10 de febrero de 2013

Pintando mándalas

Como contaba ayer, esta semana he estado un poco negativa. Supongo que me puede el frío y el invierno. Es normal en esta época.

En mi día cumbre de negatividad, en vez de estar en clase de inglés me fui a pasear con una amiga y descubrí este libro para pintar mándalas (o mandalas, se puede decir de las dos formas, según la RAE) en una librería. Había otros libros del mismo tipo, pero éste me llamó poderosamente la atención. No me lo compré porque me pareció caro (aunque sé que un día de estos iré y lo compraré), pero me entraron unas ganas terribles de pintar mándalas.

Por lo visto, pintar mándalas es una técnica de relajación. Me pareció una gran idea. Una idea maravillosa. Porque, ¿cuándo dejamos de colorear? ¿Por qué dejamos de colorear? Sí, lo consideramos una actividad para niños pero, ¿por qué? No lo sé. Sólo sé que me entraron una ganas terribles, ¡terribles!, de volver a pintar. Así que me fui a comprar un paquete de lápices de colores Staedtler. Siempre había querido unos Staedtler, pero como pintar parece cosa de niños, no me los había comprado hasta ahora. Me gustan, pero no tanto como pensaba. Además, he encontrado una vieja caja de lápices de colores Alpino que compré en primero de carrera (para pintar los dibujos anatómicos que hacíamos en clase de Zoología) y creo que alternaré las dos marcas, para probar.

Como decía, me hice con una caja de lápices de colores (ahora tengo dos), algunos mándalas descargados de internet y me puse a pintar o, mejor, a colorear. No sé por qué. No le encuentro sentido, ni explicación. Simplemente, en un día negativo pensé “esto me gustará”. Y me gusta. Me relaja. No tengo ni idea qué significan usar unos colores u otros, ni pintar de dentro a fuera o viceversa. Yo cojo mi colección de mándalas en blanco, escojo el que me apetece pintar y me pongo a ello, cuando tengo tiempo, un rato.

Ya he pintado dos, los que salen en las fotos. No sé cuánto me durará esto. Si seguiré o me cansaré. Si me relajará o no. Pero me gusta. Hay momentos en los que me apetece leer, otros en los que me apetece escribir, otros en los que me apetece coser y, ahora, otros en los que me apetece pintar.

Así que, simplemente, lo hago.

sábado, 9 de febrero de 2013

Contradicciones

Normalmente, lo que quieres hacer y lo que tienes que hacer se contradicen.

Por ejemplo, yo este fin de semana quería irme a pasarlo a un refugio cerca del mar con amigos. Pero tengo una lista de 15 “deberes” laborales que tengo que dejar listos antes del miércoles. O, mejor, del lunes.

A mi pesar, me he despertado (involuntariamente) temprano esta mañana, aún sintiéndome algo idiota por renunciar a un fin de semana de diversión y amistad por unas responsabilidades laborales que, en realidad, son más que laborales, extra-laborales diría yo. De esas que me gusta hacer y que me enganchan de vez en cuando, por voluntad más o menos propia. Como decía, me sentía aún un tanto idiota y con ganas de salir corriendo hacia el norte de la isla (a pesar del frío, del viento y las nubes) cuando he cometido la tontería de revisar el correo del trabajo. Y allí estaba. Un mensaje del jefe:

“Nisi, deberías revisar este informe antes del lunes por la mañana”.
¡Antes del lunes por la mañana!

Y se me ha ido un poco la idiotez, pensando que he hecho bien en quedarme, que tengo que dejar la lista de 15 (+1) deberes listos. Y que tengo que hacer además deberes de inglés (redacción incluida) para el martes.

Y aquí estoy, en un sábado frío de febrero, avanzando en la lista de deberes.

Se hará largo, este fin de semana.

Pero, entre tanto, voy haciendo algunas otras cosas para relajarme y positivizarme (he estado algo negativa esta semana). Como acabar el gorrito de la foto (con pompones incluidos), que me parece bastante mono, pero que no me queda demasiado bien. Serán los colores. (Otra contradicción para el fin de semana). O volver a mi proyecto falda, después de haber conseguido (¡¡sí!!) más lana que se me estaba acabando. O descubriendo el placer de volver a pintar, más bien colorear, del que ya hablaré por aquí otro día.

Hoy mi sábado, mi fin de semana, está lleno de contradicciones. Pero tal vez ahí esté la fuente de nuestras energías.

¡Feliz Sábado!

jueves, 7 de febrero de 2013

Hoy, sólo música

Lo nuevo de Delafé y las Flores Azules, "De ti sin mí".



Y su versión alternativa, "De mi sin tí".



Me quedo con la segunda. Sin duda.

Si te vas, porque creo que lo harás, volverá la tristeza con la misma energía que llegó desde el este tu luz a mi vida, aquella mañana tranquila.

martes, 5 de febrero de 2013

Una de fútbol

Hoy es martes, pero es un martes peor que lunes. El mundo ahí fuera apesta, pero mucho, mucho. Así que me parece un día perfecto para frivolizar. He descubierto que me gustan las frivolidades. Disfruté tanto, tanto, escribiendo sobre Aiden que me he crecido y he decidido seguir siendo superficial. Al menos de vez en cuando.

Hace unos cuantos días, viendo en las noticias el resumen del Balón de Oro (un premio de esos que dan a futbolistas para que les suba el ego, porque no sé sino para qué sirven), descubrí a este señor:


Y pensé “¡madre mía!”. No sabía quién era (soy una inculta futbolera, sí, ¿y qué?) pero pensé “¡madre mía!”. Luego ya me dediqué a buscar si nombre (Fabio Cannavaro) y así descubrí que es un exfutbolista italiano que jugó en el Real Madrid. Lo dicho, inculta futbolera.

En cualquier caso, ese encuentro con Mr. Sonrisa, me hizo darme cuenta de una realidad: hay futbolistas guapos. Y no sólo hay futbolistas guapos: hay futbolistas que, sean guapos o feos, encuentro interesantes. Así que pensé: voy a hacer una lista de mis futbolistas favoritos. No porque sean magníficos jugadores (que deben serlo, pero de eso no entiendo), sino porque por algún motivo, me parecen interesantes. Insisto, no todos deben ser guapos, pero a mí me parecen interesantes, por algún motivo.

A Cannavaro lo dejo fuera de la lista: ya no es futbolista y viendo fotos de su época como tal, sé que no me hubiera gustado (está mejor con pelo). Es uno de esos tipos que mejoran con los años. [Nota mental: Otro día haré una lista de tipos que mejoran con los años].

Y que quede claro que, en general, los futbolistas me parecen creídos, chulos y tontos, pero repito, estamos hablando de frivolidades. Así que todo eso lo ignoraremos. Al menos en este post.

Mi número seis es Karim Benzema, del Real Madrid. Yo no diría que es guapo estrictamente (de hecho, me ha costado mucho encontrar una foto suya en la que no me pareciera feo), pero tiene algo que lo hace interesante. Al menos a mí. No sé si es que me recuerda a alguien o que tiene cara de bueno, pero tiene un no-sé-qué que se hace merecedor de estar en esta lista. Me lo llevaría de excursión por la montaña, a hacer rafting, parapente o alguno de esos deportes extraños que yo creo que no son deportes, pero deben molar.



Mi número cinco es Ibrahim Afellay, del FC Schalke 04, que por lo visto es un equipo alemán (aunque yo lo conozco de su época en el FC Barcelona). Es mono, monísimo. Es tan mono que me siento culpable de poner a alguien tan joven en esta lista; aunque no es que sea tan joven, pero es tan mono, que parece muy joven. Lo dicho, es monísimo. Me pega estupendamente para ir una tarde al cine, a tomar un café en un local súper mono y charlar toda la tarde. Seguramente le quedan genial los jerséis de cuello alto.





Mi número cuatro es Roberto Soldado, del Valencia CF. Éste tampoco es un guapo estricto, sino el típico tío con cara de chico malo que nos gusta. Bueno, que me gusta. Es fuerte, interesante y seguro que es estupendo para irte de cañas y de fiesta, y más cañas y más fiesta y lo que se tercie.





 Mi número tres es David Beckham, del París Saint-Germain. Guapo, guapo. Y él lo sabe. Otro tipo que mejora con la edad. Tiene pinta de buen padre, a pesar de la esposa que tiene. Encima, tenía intención de donar su sueldo en el equipo por el que acaba de fichar, pero por lo visto no puede. Estupendo para llevártelo con sus niños y los tuyos (si los tienes) al parque o de excursión al campo.



Mi número dos es Juan Mata, del Chelsea FC. Mata es mono, pero también es guapo. Es interesante, sexy y sé que sin barbita no sería ni tan interesante ni tan sexy. Con Mata me iría a pasar un día de playa, pasear, nadar, tomar el sol, pasear, nadar, tomar el sol y volver a empezar. Lástima que en la playa no se lleven los jerséis de cuello alto, porque seguro que le quedan estupendos.



Mi número uno es, sin ninguna duda, Xavi Hernández, del FC Barcelona. Me encanta. Me lo llevaría de cañas. Y de copas. Y de vacaciones. Y de cena. Y de comida. Y de paseo. Y de fiesta. Y a la playa. Y al parque con los niños. Y de viaje. Y más cosas que no puedo decir aquí, porque este blog es para todos los púbicos. Y hasta me lo llevaría a comer un domingo a casa de mis padres. Lo peor de todo es que a ellos les encantaría.


Y con esto y un bizcocho, hasta la próxima entrega de yo y mis frivolidades.

domingo, 3 de febrero de 2013

Scones

Mi primer intento de scones, en una tranquila mañana dominical de febrero.

Probablemente mejorables, pero perfectamente comestibles.

¡Feliz domingo!

sábado, 2 de febrero de 2013

Huerto en invierno

 Estos días de invierno, en mi huerto urbano…

… las hojas de las zanahorias están densas y luminosas y ya se vislumbran los primeros tonos de naranja en sus raíces.

… algunas de los pequeños fresales han empezado a echar algunas florecitas precoces que, aunque difícilmente acabarán en fresas, se preparan ya para lucir todo su potencial primaveral.

… la orquídea está reviviendo, con promesas de nuevas flores cuyo color apenas recuerdo.

… los ginkgos están más tristes que nunca, perdiendo poco a poco sus hojas tal y como manda la naturaleza para estos arbolitos caducifolios.

Así está, en estos días de invierno, mi huerto urbano.







miércoles, 30 de enero de 2013

¡Y que cumplas muchos más!

Hoy mi hermana la gafapasta cumple años. No diré cuántos, por si se enfada. Sólo diré que cumple más que yo. Qué diablos, es mi blog y escribo lo que quiero: hoy mi hermana la gafapasta cumple 38 tacos. Y, como veis en la foto de al lado, ella misma se ha ocupado de recordármelo, marcando el calendario adecuadamente.

Hoy mi hermana gafapasta cumple años y este no va a ser una descripción maravillosa de amor fraternal. Porque ella sabe que la quiero y por eso no hace falta que la halague. Porque es un trasto, me saca de quicio siempre y nos hemos peleado mil veces de niñas, pero también es una buena amiga. Porque cuando hay confianza da asco, así que puedo contar todo esto y sé que no se enfadará (o sí).

La principal característica de mi hermana es que es Acuario. Los Acuario se caracterizan por una cosa: viven en su propio mundo, Acuarilandia. Con los años y al haber conocido a muchos más Acuarios, he llegado a la conclusión de que no existe un único Acuarilandia: cada Acuario vive en su propio mundo, su propio Acuarilandia. Sí, puede haber varios Acuarilandias parecidos, pero cada uno tiene el suyo propio. Eso no quita que de vez en cuando viajen de Acuarilandia al mundo real e interaccionen con el resto de humanos pero, en general, viven en Acuarilandia. El mundo de mi hermana es un mundo en el que suena música de ball de bot, todo el mundo es bueno, hay muchos libros, de los grifos sale té, los móviles no se rompen aunque les pases el coche por encima y el color rosa está prohibido.

Otra de sus características es la sinceridad, la sinceridad más absoluta. Eso, aunque parezca lo contrario, es una putada. Porque si algo no le gusta, te lo dice. Así, a la cara. Aunque sea el más maravilloso regalo que llevas semanas planeando. Lo abre, lo mira, pone cara de asco y le preguntas:

- ¿No te gusta?
 - No. – y se queda tan pancha.

Por eso yo no me arriesgo y mis regalos de este cumpleaños van a lo seguro: este conjunto de cuello y gorro hechos por mí, una cosa que ella me ha pedido y otra que no me ha pedido pero que sé que le encantará. Sin sorpresas, a lo seguro. Aunque, bien pensado, a ella le encantan las sorpresas. Y le encanta sorprender a la gente. Lo que pasa que los que la queremos ya no la sorprendemos: nos da miedo por su sinceridad, así que dejamos que sea ella la que nos sorprenda.

- Nisi, no hagas planes para la noche de mi cumple. Vamos a ir a cenar a un sitio. A un sitio muy, muy guay; donde hay que reservar antes porque es muy, muy difícil conseguir sitio y alguien no podrá beber porque hay que conducir.
 - ¿Ah, sí? –pongo cara de inocente.
 - Sííí. ¡No lo averiguarás nunca!
 - Seguro que no… –parpadeo más inocente que Bambi y pienso “nos va a llevar aquí”. Y sé que acertaré.

Su aplastante sinceridad implica otra cosa: es incapaz de mentir. Perdón, no es incapaz, miente, pero no sabe hacerlo. Se le ve el plumero. Abre más los ojos de lo normal, balbucea y dice cosas inconexas. Eso, a los 38, no es un gran problema, porque para qué mentir a estas edades. De adolescente y jovencita, era una putada. Llegaba a casa contando unas historias que se veían a leguas que eran trolas. Los padres, oh, los santos padres, debían hacer como que se lo creían. Pero a mí no me cuela ni una. Yo la conozco. Y yo sí que sé mentir (que no hermana, que no sé dónde nos vas a llevar esta noche, de verdad que no).

Una de las características que no tiene mi hermana la gafapasta es la empatía. Cuando la repartieron, ella debía estar en Acuarilandia. Tiene la misma empatía que una patata frita. Le cuentas tu vida, una cosa terrible de tu vida y tiene la asombrosa capacidad de ridiculizarla hasta el mínimo, contrastándola con alguna cosa que le ha pasado a ella que es, según su punto de vista, un millón de veces peor que lo tuyo:

- Hermana gafapasta, me he partido una pierna, me ha dejado el novio y una moto ha atropellado a mi perro.
 - Ay, ¿sí? Pues mira, a mí me ha salido una cana.
 - Ya pero mira, tengo la pierna rota…
 - Bah, eso no es nada, mira que cana más fea tengo yo.
- Que me ha dejado el novio, por una bailarina de striptease.
- Bah, no me caía bien. ¡Mira mi cana!
- ¡¡¡Que una moto ha atropellado a mi perro!!! ¡¡¡Ha muerto en mis brazos!!!
- Ya, ya, qué pena. Pero, puaj, qué asco. Oye, déjame de contarme tu vida y hazme un poco de caso, ¿eh? Que mira qué cana me ha salido…

Esa falta de empatía le provoca dos cosas. La primera, la capacidad de abstraerse de una conversación. Le estás contando algo y, por muy importante que sea, si no le interesa, se pone a mirar por encima del hombro y desconecta. Y, debido a su ya mencionada sinceridad, lo admite.

- Pues iba yo toda borracha y se me cruza una ancianita y ¡zas, en toda la boca!, la atropello… ¿Crees que me van a detener?
- ¿Perdona?
- Que si me van a detener.
- Mira, es que no te estaba escuchando.
- Joer, ¡que he atropellado a una ancianita!
- Ya, pero es que no me interesa.

Lo segundo es que aunque ella no tiene empatía, cree que todo el mundo está en su mente. No sé por qué, pero está empeñada en que conozco a todo el mundo que ella conoce. Y eso provoca conversaciones como éstas:

- ¡Nisi! ¡Pepita ha tenido ya el niño!
- No conozco a Pepita.
- Que sí, que la conoces.
- Que no.
- Que sí. Es la hermana de Fulanito.
- No sé quién es fulanito.
- Que sí, ¿te acuerdas aquel día hace tres años que íbamos paseando por la calle y nos pitó un coche?
- No.
- Que sí, un coche rojo. Pues el que iba en el asiento trasero es Fulanito. Y Pepita es su hermana.

Total, que mi hermana es una Acuariana anti-empatía pero con encanto. Ah, no lo he dicho, pero es mi hermana favorita. Igual tiene que ver que es mi única hermana. Así que le deseo lo mejor, para hoy y para siempre.

¡¡Feliz cumple, sis!!

martes, 29 de enero de 2013

“Aleta” de Christopher Moore

Este es el primer libro en papel que me compré después de tener el libro electrónico. Estaba yo tan feliz en el aeropuerto, de camino a Croacia, orgullosa de llevar mi libro electrónico que abulta y pesa taaaan poco, cuando de repente lo vi y dije “Lo tengo que comprar”. Y lo compré, claro. Así que viajé con mi hermoso libro electrónico y con un hermoso libro de papel recién comprado que ocupa (y pesa) cuatro veces más que el anterior.

Me llamó la atención la portada, la ballena y que hablara sobre científicos marinos estudiando ballenas, así que fue inevitable comprarlo [*]. Luego me di cuenta que la cola de la ballena de la portada lleva escrito “Que te den” y me dejó un poco desconcertada. Y más tarde, leí que el autor escribe con mucho sentido del humor y es muy gracioso y blablablá, así que realmente no sabía a lo que me enfrentaba.

La novela trata de un científico que estudia las ballenas, tratando de averiguar por qué cantan las ballenas jorobadas, cuál es la finalidad de su canto. Es una novela extraña. La primera parte mezcla la realidad de lo que es la investigación científica y el amor a la naturaleza con personajes, situaciones e historias divertidas, surrealistas, incluso algo absurdas. Un buen día, el protagonista cree ver en la cola de la ballena las palabras que aparecen en portada “Que te den”. Hasta aquí la historia es curiosa, entretenida; pero en el momento que una ballena se come al protagonista… Bueno, aquí la cosa ya se desmadra. Lo que parecía una novela de humor más o menos logrado y casi de divulgación científica, se convierte en una historia de ciencia ficción, también divertida, sí, pero saltando de lo absurdo a lo cruel y, digamos, profundo sin apenas parpadear. A ratos la novela me ha recordado a “Solaris” de Stanisław Lem, aunque sin llegar a su dureza y claustrofobia, pero sí a algunas de sus mismas reflexiones sobre qué es la vida, el poder de la mente y la posible existencia de criaturas (o entes) inimaginables (o casi) para nosotros, además de la lucha entre genes y memes

La historia está bien, me ha resultado bastante entretenida, pero no me esperaba que fuera así y eso me confunde. Además, tiene algunos errores de traducción tan obvios que me hacían chirriar los dientes, como traducir “sperm wales” por “ballenas de esperma” cuando en realidad debería ser “cachalotes”. Joer, no hay que ser biólogo para saber eso, basta ir a wikipedia. También algunas de las bromas, chistes y ocurrencias me han hecho bastante gracia. Otras sencillamente eran tan absurdas y fuera de lugar que sobraban. Me ha confundido un poco esta novela: no sé si es de divulgación, de humor o de ciencia ficción. Intenta ser un poco de todo y a ratos lo consigue, pero le fallan algunas cosas para acabar de ser una historia más redonda y que enganche. Resumiendo: pasable.

[*] Eso es una cosa que echo de menos en el libro electrónico: las portadas. Y ojearlos. Saber lo largos que son por el volumen, no por el número de páginas con el que nunca te haces una idea clara de lo gordos que serían si fueran de papel. Y la textura del papel. Pero bueno, tienen otras ventajas los libros electrónicos, ¡claro!

lunes, 28 de enero de 2013

Un gorro y un cuello

Con las agujas me está pasando lo mismo que me pasó con el pudin y con las plantas: no sabía que me gustaban tanto.

De repente, soy una adicta a las agujas (a las plantas lo sigo siendo; mi pasión por el pudin la tengo más controlada). Tengo tres proyectos en marcha y uno en mente. Esto es un sin vivir. Tejería todo el día. Se me ocurren cosas para hacer, descubro lanas nuevas que me chiflan y quiero aprender (porque, lo admito, aún soy novata nivel 1.0).

Mi último descubrimiento ha sido los telares circulares (como estos). Los descubrimos (mi madre y yo) en la mercería del barrio, la de toda la vida, donde además me proveo de hilos nuevos para tejer (bueno, también de los restos viejos que encuentro por casa de mis padres y que mi madre me cede gentilmente). Como decía, allí los descubrimos. Los vimos, nos miramos y dijimos “¡queremos eso!”. Y como vienen 4 de distintos tamaños y vivimos tan cerca que puedo ir en pijama a su casa, los compartimos.

Mi proyecto terminado más reciente es un conjunto de gorro y cuello de color azul, regalo para mi hermana la gafapasta. En azul porque es uno de sus colores favoritos. Con hilo que no pique, porque todo le pica. El cuello con hilo simple, el gorro con hilo doble. Y aunque aún están por casa, ya se los ha probado y le quedan así de bien.


domingo, 27 de enero de 2013

"Hijos de los hombres"



Vi la película “Hijos de los hombres” de Alfonso Cuarón, hace bastante tiempo. No recuerdo ni cómo ni dónde. Sé que en su día me impactó y gustó, pero apenas recordaba nada de ella, tan sólo algo del planteamiento inicial, pero poco más. Ni siquiera sabía que estaba basada en un libro, de PD James. Así, cuando descubrí que existía el libro, me lo leí.

La novela se sitúa en un futuro no muy lejano, en una Inglaterra sometida a una dictadura disfrazada de casi-democracia. El protagonista, Theo, es un profesor de Historia divorciado que escribe en su diario la amargura que siente por la realidad que vive: un mundo en el que la especie humana ha perdido la capacidad de reproducirse, en el que la generación más joven del planeta (los Omega) rondan los 25 años; en el que ya no hay niños; en el que la población envejece sin remedio; en el que los suicidios colectivos de ancianos son un ritual. Una realidad amarga que encuadra en la propia vida personal de Theo: él mismo mató accidentalmente a su hijo, cuando éste era sólo un niño. Theo es además el primo del dictador de Inglaterra, el Custodio. Y es a él, a Theo, al que se dirigen un grupo de insurgentes, los cinco Peces, cinco personas que quieren forzar que el custodio cambie algunas normas, algunas reglas con las que no están de acuerdo.

La historia me encantó. Me chifla el punto de partida tan brutal como claro: la especie humana se está extinguiendo y no sabemos por qué. Me gusta porque contrasta con las teorías esas que hablan del final del planeta debido a una catástrofe, a una destrucción masiva. Aquí el fin de los hombres se muestra de manera mucho más sutil, pero también mucho más cruel: la incapacidad total de reproducirse. Me ha gustado mucho el libro. Aunque el final no me acaba de convencer creo que es normal en este tipo de historias: el arranque es tan espectacular y novedoso, que es muy, muy difícil encontrar un final adecuado a la trama.

Después de leerla, tuve la necesidad de volver a ver la película de Alfonso Cuarón. Como he dicho antes, no la recordaba mucho. Pero en la novela había cosas que no me sonaban de nada de la película. Así que la volvía a ver. El planteamiento inicial es parecido: la especie humana es incapaz de procrear, pero en el caso de la película, toda la culpa se la echan a la infertilidad de las mujeres (¡ja!). El Custodio ni aparece, los Omega no son mencionados y los cinco Peces pasan de ser un grupo más o menos revolucionario y pacífico a ser un grupo de terroristas egocéntricos con ansias de sangre. Incluso Theo ya no es un profesor de Historia, sino un ex activista radical, y el personaje de su mujer pasa de mero secundario a ser una de las activistas terroristas. El personaje femenino clave de la historia (una embarazada, porque sí, en mitad del caos y la amargura, una mujer logra quedarse embarazada) no tiene nada que ver en la novela y en la película. Y el final también es muy, pero que muy diferente. Y tampoco me acaba de convencer. Pero a pesar de todos estos cambios, a pesar de tratarse de dos historias con el mismo origen y tantísimas diferencias, la película me parece sublime. Me encanta. Engancha, hechiza y emociona. Derrocha toda la amargura, tristeza, desespero y angustia del libro, toda su falta de esperanza, pero encima está rematada con unas dosis de violencia (ya desde la primera secuencia) que no existen en el libro y que, aunque a mí me sobran un poco, creo que ayuda a enmarcarla a un futuro cercano no tan lejano como quisiéramos pensar.

Valen mucho la pena. Tanto novela como película. Creo que debería leer más cosas de PD James. Ah, y en la peli sale Clive Owen. ¡Razón de más para verla!

sábado, 26 de enero de 2013

Desayunando

Hay días que el cuerpo te pide un capricho.

Hoy es uno de esos días.

Desayuno a base de tortitas y Nocilla. Y algo de fruta, para compensar.

¿A ver si resulta que mi patronus es el chocolate?

Igual sí.

Feliz sábado.

viernes, 25 de enero de 2013

Luchando contra los dementores

Los hospitales son como los dementores: absorben toda tu energía, tu alma y te dejan vacío.

Odio los hospitales.

Esta semana he pasado más horas de las deseables en uno. Aunque no era enferma, sino acompañante, el efecto de los hospitales en mí es el de los dementores: me dejan vacía. Intento invocar a mi patronus para evitar ese efecto, pero no aparece.

¡Expecto Patronum!

Nada.

Han sido unos días largos.

Ha hecho mucho frío, ha llovido mucho e incluso ha habido alguna tormenta espectacular que ni he sido capaz de disfrutar.

Y sé que no me debería quejar, no ha sido nada, un susto y ya está.

Pero esa ruptura abrupta de la rutina, ese tener que detener tu vida repentinamente, tus planes (viaje de placer incluido), me desmorona, me descoloca totalmente.

Sólo te das cuenta de lo maravillosa que es la rutina cuando te ves obligada a interrumpirla abruptamente.

Y esa sensación de vacío, de desolación, de tristeza, de cálida frialdad que me dejan los hospitales me impide sentir nada más. Ni rabia por haberme perdido un viaje que hacía meses planeábamos; ni tranquilidad por saber que no ha sido nada; ni felicidad por pasar horas y horas allí, charlando, leyendo, viendo la tele o jugando a las cartas; ni ilusión por reengancharme al viaje para disfrutar al menos de una parte.

¡¡Expecto Patronum!!

Que no.

Sólo quiero dormir. Acurrucarme en mi cama de sábanas de franela, en mi sofá naranja tapada con mi manta verde. Quiero dormir y que el mundo allí fuera se pare. O mejor aún, que siga girando sin mí. Total, si ha podido hacerlo durante 3 días, podría seguir haciéndolo siempre, ¿no?

Igual esto me sirve para curarme de mi síndrome de la bandeja de entrada vacía (esa incapacidad que tengo de irme a dormir dejando algún correo sin leer): tengo más de 50 correos pendientes de leer en la cuenta del trabajo. Y no los leo porque sé que no los voy a responder, ni hacer nada con ellos: estoy sin energía.

¡¡¡Expecto Patronum!!!

Nada, no aparece.

En la foto, árboles, carril bici y lluvia, mientras intentaba invocar a mi patronus, desde una habitación de hospital.