viernes, 9 de agosto de 2013

Cementerio monumental de Milán

Siento una relación amor-odio con las guías de viajes. Me gusta llevarme alguna, en general pequeña (y barata) a los viajes y leer cosas sobre los lugares que visito, pero también sé que no me puedo fiar de lo que pone en ellas. Quiero decir, la gente que hace las guías y yo, tenemos gustos distintos. Sí, ya sé que hay cosas que TIENEN que decir, como que si vas a Roma no te puedes perder los Museos Vaticanos o que si vas a Creta, no puedes perderte la garganta de Samariá. Pero con los años he descubierto que todo lo que ponen hay que tomárselo a tu manera. Si no te gustan los museos, no vayas por mucho que te lo recomienden. Si vas con un niño de dos años, no hagas rutas de montaña de 15 Km. Además, he descubierto que cuando alguna guía te dice de algo que lo visites sólo si te sobra el tiempo o que no vale demasiado la pena, hay que visitarlo. Suele ser lo que más me gusta. Así soy yo. Y además, no suele estar abarrotado de turistas.

No me compré una guía de Milán: había leído que no había tantísimas cosas que ver en la ciudad y las que ojeé no me aportaron nada que no hubiera leído ya por internet, así que pasé de guía. Leí algo, como secundario, sobre su cementerio monumental e incluso el recepcionista del hotel nos dijo que “sí, bueno, no está del todo mal…” en tono bastante despectivo. Y, como ya comenté el otro día, a mí me encantó. No soy fan de cementerios, ni mucho menos, sólo recuerdo haber visitado otro que me impresionó, el antiguo cementerio de Aberdeen, muy diferente a éste, la verdad.

Fue curioso, porque el cementerio ya lo habíamos visto desde fuera yendo en autobús del aeropuerto al hotel y nos llamó la atención aunque no teníamos ni idea de qué podría ser aquello. Me había puesto al día con todo lo importante que se podía ver en la ciudad, pero nunca pensé que aquello fuera el cementerio. Y, sinceramente, no creí que fuéramos a visitarlo.

El cementerio es enorme: enorme en extensión y enorme el edificio principal. Casi no encontramos la entrada, pero un franciscano (con más pluma que una gallina) nos indicó gentilmente (muy gentil el muchacho) el camino. El edificio principal es impresionante, con unos techos preciosos. En él hay muchas tumbas, algunos de gente muy famosa (como Verdi y muchos otros que he descubierto después y que no vi) y otros de gente que probablemente sea importante a nivel nacional o local, pero que yo ni conocía. Y detrás, una gran extensión de árboles y jardines, de tumbas y mausoleos. Aunque suene tétrico, es un gusto pasear por allí, contemplar las esculturas que se han erigido en honor de los que ya no están. También es curioso cómo algunos necesitan expresar su superioridad económica o moral con tumbas suntuosas o cómo algunas piezas mucho más sencillas expresan mucho más.

Hay tumbas y mausoleos de todo tipo: modernos, antiguos, fastuosos, discretos, tétricos, oscuros, alegres, sencillos, horteras, preciosos, horribles, tradicionales, originales y hasta esotéricos. También el crematorio vale una visita, impresiona sobremanera.

Me faltó tiempo para visitarlo mejor. Me hubiera pasado allí tranquilamente varias horas. Si alguna vez vuelvo a Milán, sin duda repetiré visita.


















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