domingo, 28 de julio de 2013

Esta semana

Ésta no ha sido una buena semana.

Iba a escribir que ésta había sido una semana horrible, pero creo que las cosas siempre pueden ser peor, mucho peor, así que lo dejaremos en que ésta no ha sido una buena semana.

Esta semana han pasado muchas cosas malas, ha muerto mucha gente en situaciones terribles, han ardido (están ardiendo) muchas hectáreas. Esta semana han pasado cosas sobre las que no puedo escribir, en un futuro tal vez, probablemente tampoco, pero ahora no, no puedo. Pensaba que podría escribirlo y no compartirlo, pero he descubierto que no, que no puedo ni tan siquiera escribirlo. Y lo que es peor, son cosas de las que tampoco puedo hablar. Lo he intentado, lo necesito, pero no puedo, no soy capaz. Esta semana han pasado cosas que me han bloqueado, mucho, probablemente más de lo que debiera, que han absorbido mis ánimos y mi energía. Esta semana han pasado cosas que me han hecho pensar mucho, podríamos llamar reflexionar, pero yo diría que ha sido más comerme la cabeza.

Y llega el fin de semana y piensas: “Es mi momento. Voy a pasar de todo, voy a concentrarme en cosas que me gustan, que disfruto, para acabar la semana con una sonrisa, aunque sea minúscula”. Amigos, playa, más amigos, familia, más playa, más amigos… Y te das cuenta que ni eso basta. En la playa, enormes medusas te recuerdan que es imposible planear nada, que aunque el mar esté precioso y a la temperatura perfecta, no puedes controlar cuándo hay o no medusas y si te picarán o no. Mientras un señor saca algunas de ellas te preguntas si, ya que somos nosotros los que invadimos su hogar, si no deberíamos ser nosotros los sacados del mar. En casa, oyes aviones y helicópteros sobrevolando ininterrumpidamente la ciudad, hacia el mar o de vuelta de él, recogiendo agua para intentar apagar un incendio aún sin control. Y saliendo de la ciudad, al atardecer, una enorme nube rosada sobre la sierra del norte de la isla no es una nube, es humo, humo rojizo, de rojo fuego. Y de vuelta a casa sólo quieres que esta semana acabe ya, pero ya. Y mientras conduces intentas identificar qué es de todo lo que has vivido o sentido o descubierto o comprendido o aceptado o sufrido, qué es de todo eso que ha pasado últimamente lo que te provoca esta impotencia, esta frustración, esta melancolía, esta tristeza absurda, extraña y ya más que infinita, lo que te hace dormir mal desde hace varios días, lo que te hace sentir más insignificante que nunca. Y no eres capaz, claro que no. Porque han pasado demasiadas cosas malas esta semana. Y porque has pensado demasiado esta semana.

Y piensas: “Ya está, ya ha acabado, vamos a empezar de cero, mañana es lunes, vamos a seguir adelante”. Y eso es así, claro que es así, pero te preguntas de dónde vas a sacar fuerzas para levantarte mañana e ir a trabajar. Porque las sacarás, claro, e irás, claro, pero lo que realmente quieres es cerrar los ojos, dormir sin sueños y sin pensamientos y dejarte llevar.

En la foto, hidroavión de camino al mar, esta tarde, en plena lucha contra el fuego. Mañana seguirán.

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