Tal vez es porque esta visita es la más corta de las que he hecho (sólo 4 noches en comparación con las 6 que fueron las visitas anteriores). O que las anteriores visitas fueron en invierno, hacía frío y oscurecía enseguida. O que he visto el jardín más magnífico que nunca, con todo su esplendor. O que he descubierto un banco maravilloso en el que relajarme por las tardes a la sombra de los ginkgos. O porque la comida no es tan insípida como la recordaba. O porque los tres días antes de venir aquí estuve viajando con cinco
No puedo decir que son días de relax, porque no lo son: empezamos a trabajar a las 8:30 y no acabamos hasta las 18 o 19. Luego tampoco no da tiempo de mucho más: un paseo rápido por el jardín, unos minutos en el banco a la sombra de los ginkgos, una cena con los colegas y de retiro a nuestros aposentos. Pero estos días siento una relajación, una paz interior, una tranquilidad que hacía mucho, mucho que no sentía. No sé si tiene que ver con el lugar, con la gente que me rodea, con el trabajo continuo pero no demasiado agobiante. O tal vez sea que es verano, o que me siento bien, tranquila. O que me hago mayor y me resbala todo. O que, simplemente, he decidido no tomarme la vida demasiado en serio e ir tomando las cosas (buenas y malas) tal y como llega. La cuestión es ésta: estos días estoy (he estado) en un estado de paz interior que hace mucho que no disfrutaba. A pesar de los mosquitos estar aquí estos días me ha cargado las pilas, mucho más de lo que quería. No he pensado en cosas que no debía pensar, no me he agobiado de cosas que tengo pendientes, no me he preocupado por lo bueno o lo malo que vendrá. O sí, tal vez sí que todo eso ha pasado por mi cabeza, pero lo he sabido descartar a tiempo. Y sólo he estado aquí, ahora. Sólo he disfrutado del aquí, del ahora. Unos minutos de música mientras trabajaba. Unos albaricoques para comer. Unas risas con los colegas. Leer un par de páginas mientras me lavo los dientes después de comer. Una cerveza fresquita tras un día de calor y trabajo. Una barbacoa con vistas al lago Maggiore. Un paseo hasta el pueblo cercano a una tienda que descubrí en mi última visita. Tal vez tonterías, tal vez minucias, tal vez los pequeños placeres que hacen que esto, la vida, sea algo maravilloso.
Y ahora, con las maletas ya hechas y a 24 horas de llegar a casa, sólo espero que esta tranquilidad, esta absurda paz interior me dure más allá del aquí y el ahora, más allá de este tiempo y de este espacio.
Sed felices.
En la foto, un gato disfrutando de la paz de los jardines de este monasterio casi tanto como yo. O diría que mucho más.
Vaya gato!!! Disfruta nena y sé feliz también!
ResponderEliminarEste gato es hiperfeliz, sí! Yo intento imitarlo, jajaja!
EliminarEse gato vive mejor que nadie.. .
ResponderEliminarYo creo que los tres días con nosotros han sido determinantes juajuajua.
Relativizar... That's the word! ;)
Sí, me habéis dejado traumatizada, jajaja!!
EliminarTe borro un comentario, que sale duplicado.