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domingo, 13 de enero de 2013

Ginkgo hibernal

Tener un árbol (bueno, dos) de hoja caduca en casa es como tener un gato de pelo largo: te pasas la vida recogiendo sus hojas (o pelos) por el suelo. Las ventajas de tener un árbol respecto a un gato son innumerables; una de ellas es que sólo pierden las hojas una vez al año, en invierno.

Sé que como bióloga debería tener muy asumido eso de que los árboles caducifolios pierden sus hojas en invierno, pero sigue pareciéndome sorprendente. ¿Cómo saben mis arbolitos que es invierno? Supongo que en su día lo estudié, pero no lo recuerdo. Debe ser porque hace frío, obvio. Pero los antepasados de mis arbolitos viven en un monasterio en el norte de Italia, a 70 Km de Milán, casi en la frontera suiza. El frío de allí no tiene nada que ver con el de aquí. Hace más frío. Incluso nieva. Es más, este invierno está siendo bastante cálido y estoy convencida que la temperatura que tienen aquí es bastante más alta que la que tienen sus papás, sobre todo porque los tengo en una galería cerrada. Sí, por la noche hace frío. Pero los días han sido muy cálidos en el último mes. Y aún así… aún así sus hojas son ya totalmente amarillas. Algunas ya han acabado en el cubo de la basura y dentro de poco mis ginkgos no serán más que dos palitos pelados y tristones, esperando con impaciencia la primavera para empezar a crear hojas nuevas, a dar otro estirón (glups, espero que no crezcan mucho más o tendré que darlos en adopción), a vivir con todas sus posibilidades.

Son así, mis arbolitos.

En la foto, mis ginkgos hace ya algunos días. Ahora sus hojas están todavía más caducas. Si es que eso es posible.

sábado, 27 de octubre de 2012

Sábado

Después de una semana laboral especialmente larga, especialmente complicada y espacialmente estresante, he decidido descargar tensiones con una de esas mañanas maravillosas en las que acabo con tierra hasta detrás de las orejas.

Por fin he sembrado las lechugas. De dos variedades. Pero ya no me acuerdo cómo se llaman (soy una hortelana chapuza).

He separado varios planteles del fresal y puesto en agua otros, para que las raíces crezcan más rápido. Algunos buscan familia adoptiva.

He decidido quedarme un par de fresales, por si la planta-madre sufre alguna desgracia y así no tengo que perseguir a todos los que he donado fresales-hijos para que me los devuelvan.

He sembrado semillas de zanahoria en dos macetas. A ver qué pasa.

He trasplantado el tomillo. Su olor me recuerda a esas maravillosas infusiones antitusivas que me hago cuando estoy mala de la garganta (o sea, ininterrumpidamente del 1 de noviembre al 1 de marzo).

Y he trasplantado un pequeño aloe vera. Una vez esté enraizado, también lo pondré en adopción.

¡Buen fin de semana!









sábado, 20 de octubre de 2012

Proyectos

Cuatro macetas. Vacías. Limpias.


Unos planteles de lechugas. Unas semillas de zanahoria.


Menudo reto.

domingo, 14 de octubre de 2012

En un domingo otoñal cualquiera

Hoy tenía que llover. Las previsiones eran lluvia, lluvia y lluvia. Pero no. En cualquier caso, he aprovechado la tranquilidad de un domingo otoñal cualquiera para organizar el jardín, perdón, el balcón.

He recolectado los últimos pimientos. Y he tirado las 6 plantas que, como buenamente han podido, han crecido en cuatro macetas.

He limpiado el fresal, eliminando hojas muertas y aniquilando todas las cochinillas que he encontrado. Llevo fatal esto de descubrir bichos en mis plantas. Pero fatal. También he revisado los planteles, listos para repartir y he preparado algunas macetas más con nuevos planteles. Es precioso este fresal mío.

He plantado en macetas redondas algunos de los pequeños cactus que cayeron (y/o arranqué) del cactus enorme (y a menudo florido). No sé si sobrevivirán, pero tenía que intentarlo.

He empezado a imaginarme qué voy a plantar este mes de octubre. ¿Quién ha dicho que no hay vida en un huerto urbano en otoño? La hay. Y tengo cuatro macetas enormes vacías. Sueño con zanahorias y lechugas…





sábado, 6 de octubre de 2012

Plantas

Estos días, en mi huerto urbano…

Las pequeñas plantas de fresas invaden el balcón, me he quedado ya sin macetas para plantarlas. Algunos estolones han alcanzado otras macetas y alguna que otra plantita comparte maceta con los pimientos. Ha llegado el momento de cortar los estolones y repartir los planteles entre los amigos.

De manera accidental, mientras barría la terraza, el otro día uno de los pequeños cactus cayó de la planta madre. Menuda sorpresa. Con algo de ayuda, cayeron muchos más. Aún tengo que trasplantarlos todos. Confío en que sobrevivan, los cactus son plantas fuertes.

La mayoría de pimientos están ya rojos, así que por fin ha llegado la primera recolección. Doce, ¡doce!, de dos plantas diferentes.


Cuatro mini-rosas adornan el mini-rosal.

Las primeras señales del otoño ya han llegado a mi bosque de Ginkgos. Oh, ¡mis lindos arbolitos! En cualquier momento empezarán a perder sus hojas.

El aloe tiene un pequeñín que debería trasplantar un día de estos.

Y flores, oh las flores, ¡qué bonito regalo! ¡Gracias!