Después de unos días con el blog a medio gas, voy a intentarme ponerme al día y qué mejor que hacerlo un lunes a primera hora de la mañana, aprovechando que me he despertado a una hora inusitadamente temprana.
Y empezamos con Zagreb, una ciudad de la que volví hace ya dos semanas. Mi primera visita a Croacia desde que forma parte de la Unión Europea, mi segunda visita en total, pero primera vez en su capital.
Zagreb es una ciudad grande, pero con una parte antigua, un centro, pequeño y manejable. Es una ciudad viva, llena de cafeterías con terrazas y gente en la calle a todas horas. Es un lugar en el que hay sitios para comer y sitios para beber, pero sólo en los restaurantes puedes comer y beber a la vez. Es una ciudad con un funicular antiguo, corto pero tan, tan especial que tuve que subir en él dos veces para quedarme contenta. Es un lugar con tranvías azules, casas de tejas planas que, en alguna iglesia, son tejas de colores. Es una ciudad con un mercado al aire libre de toldos rojos a los pies de una Catedral con dos torres. Es una ciudad de casas bajitas y de colores, que resultan especialmente bonitas con el contraste único que provoca la lluvia. Es una ciudad de edificios majestuosos, grandes parques llenos de árboles, un jardín botánico precioso y flores por las calles.
Zagreb huele a lavanda. Y nos llovió todos y cada uno de los días que estuvimos allí. Me quejé bastante de la lluvia, pero admito que es una ciudad a la que el contraste de colores que provoca la lluvia le sienta muy, muy bien.
lunes, 22 de septiembre de 2014
martes, 16 de septiembre de 2014
"The Thread" de Victoria Hislop
Soy muy, muy fan de Victoria Hislop. Sus libros me entretienen lo suficiente para leérmelos en inglés y engancharme (y para comprarlos luego en español a mi madre). Antes que éste me había leído ya “The Island” y “The Return”, y me habían gustado mucho. Me gusta esta autora porque aúna las características de un best-seller (ligero, fácil de leer, rozando casi el culebrón) con un contexto histórico que te hace aprender sobre Historia fácilmente (a los ignorantes históricos como yo) y te hace querer profundizar más en el tema y leer más. El primero se sitúa en Creta y más concretamente en Spinalonga, la última colonia de leprosos de Europa. El segundo, en Granada, en la época de la guerra civil. Con “The Thread” (“Los hilos de la memoria”, se llama en castellano), vuelve a Grecia, esta vez a Tesalónica, cubriendo el período desde el incendio de 1917 en el que casi se destruye la ciudad hasta el terremoto de 1978.
Pero la historia comienza en 2007. Una pareja de ancianos le explica a su nieto, que vive fuera del país, el apego que sienten hacia la ciudad en la que viven, Tesalónica, a través de la historia de sus vidas y la historia de la ciudad y del pueblo griego. La (siempre) difícil relación con Turquía, la convivencia de cristianos, árabes y judíos en la ciudad, dos guerras mundiales, los cambios sociales y el devenir político de todos esos años marcan la historia de Dimitri y Katerina.
Ya lo he dicho, me encanta esta autora y creo que me encantará todo lo que lea de ella. Me gustan sus personajes femeninos, fuertes y apasionados, y me gusta conocer más de la historia reciente de Grecia, bastante desconocida para mí. Tengo otro libro suyo de relatos cortos pendiente de leer que compré en Dublín el año pasado (éste creo que lo compré en Creta la última vez que estuve) y sé que va a sacar otro próximamente. Sobre Chipre, otro lugar que me fascina y apasiona y con una historia reciente muy interesante. Lo espero impaciente.
Y ahora quiero ir a Tesalónica, por supuesto.
Pero la historia comienza en 2007. Una pareja de ancianos le explica a su nieto, que vive fuera del país, el apego que sienten hacia la ciudad en la que viven, Tesalónica, a través de la historia de sus vidas y la historia de la ciudad y del pueblo griego. La (siempre) difícil relación con Turquía, la convivencia de cristianos, árabes y judíos en la ciudad, dos guerras mundiales, los cambios sociales y el devenir político de todos esos años marcan la historia de Dimitri y Katerina.
Ya lo he dicho, me encanta esta autora y creo que me encantará todo lo que lea de ella. Me gustan sus personajes femeninos, fuertes y apasionados, y me gusta conocer más de la historia reciente de Grecia, bastante desconocida para mí. Tengo otro libro suyo de relatos cortos pendiente de leer que compré en Dublín el año pasado (éste creo que lo compré en Creta la última vez que estuve) y sé que va a sacar otro próximamente. Sobre Chipre, otro lugar que me fascina y apasiona y con una historia reciente muy interesante. Lo espero impaciente.
Y ahora quiero ir a Tesalónica, por supuesto.
viernes, 12 de septiembre de 2014
David Bisbal
El otro día (el otro día de pagès, como decimos por aquí, o sea, hace tres semanas) fui a un concierto de David Bisbal. Y lo digo así, directamente. No sé nada de música, pero me gusta la música. Y hay cosas que me gustan y cosas que no. Y hay cosas que me encantan y hay cosas que me parecen un divertimiento. Creo que hay una música para cada momento, que nuestra vida está marcada por canciones y todos nosotros tenemos una banda sonora propia, que marca los instantes de nuestras vidas. En mi caso, la banda sonora es de lo más heterogénea. Le doy a todo, o a casi todo, según me apetezca en cada momento y en cada lugar.
No digo todo esto para justificar que haya ido a ver a Bisbal. Bueno, igual sí. La cuestión es que a mí, en general, me gustan canciones. Oigo una canción y me gusta o no. A veces, me gustan grupos, cantantes o compositores (algún día debería hablar de mi amor absoluto hacia las bandas sonoras de películas), es decir, me gusta todo lo que hacen, pero eso es poco habitual. En mi lista de reproducción de mis favoritos aparecen desde Celine Dion hasta Yann Tiersen; Jorge Drexler suena después de Cold Play y luego Maldita Nerea y Noa; Bon Jovi se codea con Delafe y las Flores Azules y Bruce Springsteen está muy cerca de Alejandro Sanz, Neil Young, Glen Hansard, Miguel Bosé y Adele. Todo eso decorado con notas de música tradicional mallorquina, bandas sonoras y, últimamente, swing, bastante swing.
Vamos, que mis gustos musicales son bastante caóticos.
Curiosamente, Bisbal no aparece en mi lista de reproducción de favoritos, pero me cae bien. Y puedo pegar saltos oyendo “Ave María” o “Bulería”. Así que me pareció un idea estupenda pasar una noche de verano en un concierto suyo con un grupo de amigas (fuimos la plana mayor de las damas del feisbuk en casi su totalidad, aunque nos faltó una). Y, la verdad. Fue genial. Aunque no me sé ni la mitad de sus canciones, salté cuando cantó “Ave María” y me lo pasé estupendamente. Es un tipo que se ve que disfruta en el escenario, que se lo pasa en grande y que tiene un directo potente. Eso sí, no recordaba que hablando tuviera una voz tan aguda, parecía que se había bebido un globo de helio.
Un concierto genial, muy divertido. Aunque no me supiera las canciones. Ahí van algunas fotos.
No digo todo esto para justificar que haya ido a ver a Bisbal. Bueno, igual sí. La cuestión es que a mí, en general, me gustan canciones. Oigo una canción y me gusta o no. A veces, me gustan grupos, cantantes o compositores (algún día debería hablar de mi amor absoluto hacia las bandas sonoras de películas), es decir, me gusta todo lo que hacen, pero eso es poco habitual. En mi lista de reproducción de mis favoritos aparecen desde Celine Dion hasta Yann Tiersen; Jorge Drexler suena después de Cold Play y luego Maldita Nerea y Noa; Bon Jovi se codea con Delafe y las Flores Azules y Bruce Springsteen está muy cerca de Alejandro Sanz, Neil Young, Glen Hansard, Miguel Bosé y Adele. Todo eso decorado con notas de música tradicional mallorquina, bandas sonoras y, últimamente, swing, bastante swing.
Vamos, que mis gustos musicales son bastante caóticos.
Curiosamente, Bisbal no aparece en mi lista de reproducción de favoritos, pero me cae bien. Y puedo pegar saltos oyendo “Ave María” o “Bulería”. Así que me pareció un idea estupenda pasar una noche de verano en un concierto suyo con un grupo de amigas (fuimos la plana mayor de las damas del feisbuk en casi su totalidad, aunque nos faltó una). Y, la verdad. Fue genial. Aunque no me sé ni la mitad de sus canciones, salté cuando cantó “Ave María” y me lo pasé estupendamente. Es un tipo que se ve que disfruta en el escenario, que se lo pasa en grande y que tiene un directo potente. Eso sí, no recordaba que hablando tuviera una voz tan aguda, parecía que se había bebido un globo de helio.
Un concierto genial, muy divertido. Aunque no me supiera las canciones. Ahí van algunas fotos.
lunes, 8 de septiembre de 2014
Ginkgos croatas
Siento una debilidad absoluta por los Ginkgo biloba, como ya expliqué en su día. Eso me ha convertido en detectora de ginkgos, allá por donde voy. Aunque sé que son un árbol habitual en jardinería, no deja de sorprenderme encontrármelos por las calles de ciudades tan dispares como Milán o Bruselas. Normalmente los detecto por las hojas que veo caídas y, sólo entonces, miro hacia arriba buscando las hojas típicas de estos árboles.
En Zagreb también hay ginkgos. No sólo eso, una hoja de ginkgo es el símbolo del jardín botánico de Zagreb, donde acabamos casi de casualidad el primer día de reunión y por el que paseamos un ratito antes de ponernos a trabajar. Como siempre, esta vez también vi una pequeña hoja y (ante el asombro de mis compañeros) grité “¡Por aquí tiene que haber un ginkgo”. Y, claro, los habías. Incluso había semillas, que no recogí (menudo fallo) y luego no tuve tiempo de volver a por ellas. Criar un ginkgo croata. No hubiera estado mal. Y paseando dos cámaras de fotos y dos objetivos diferentes, sólo a mí se me ocurre hacerles únicamente dos fotos con el móvil. En fin.
Pero esos no fueron los únicos ginkgos que vi en Zagreb o, mejor dicho, no fueron las únicas hojas de ginkgo que vi en Zagreb. Paseando por el centro, vi unos pendientes de hojas de ginkgo en una joyería. No iba a entrar, por miedo a que tuvieran un precio desorbitado, pero al final entré. Y me enseñaron una completa colección de preciosas piezas con la hoja de ginkgo como motivo. Pendientes en oro, plata y plata oxidada, de distintos tamaños y longitudes y anillos de varias formas y tipos. Madre mía. Tuve que contenerme para no ponerme a dar saltitos allí mismo. Al final decidí darme un capricho y regalarme un par de pendientes, a un precio razonable. Y ahora no puedo quitármelos. Me lo hubiera llevado casi todo. Qué maravillosos son estos fósiles vivientes.
En Zagreb también hay ginkgos. No sólo eso, una hoja de ginkgo es el símbolo del jardín botánico de Zagreb, donde acabamos casi de casualidad el primer día de reunión y por el que paseamos un ratito antes de ponernos a trabajar. Como siempre, esta vez también vi una pequeña hoja y (ante el asombro de mis compañeros) grité “¡Por aquí tiene que haber un ginkgo”. Y, claro, los habías. Incluso había semillas, que no recogí (menudo fallo) y luego no tuve tiempo de volver a por ellas. Criar un ginkgo croata. No hubiera estado mal. Y paseando dos cámaras de fotos y dos objetivos diferentes, sólo a mí se me ocurre hacerles únicamente dos fotos con el móvil. En fin.
Pero esos no fueron los únicos ginkgos que vi en Zagreb o, mejor dicho, no fueron las únicas hojas de ginkgo que vi en Zagreb. Paseando por el centro, vi unos pendientes de hojas de ginkgo en una joyería. No iba a entrar, por miedo a que tuvieran un precio desorbitado, pero al final entré. Y me enseñaron una completa colección de preciosas piezas con la hoja de ginkgo como motivo. Pendientes en oro, plata y plata oxidada, de distintos tamaños y longitudes y anillos de varias formas y tipos. Madre mía. Tuve que contenerme para no ponerme a dar saltitos allí mismo. Al final decidí darme un capricho y regalarme un par de pendientes, a un precio razonable. Y ahora no puedo quitármelos. Me lo hubiera llevado casi todo. Qué maravillosos son estos fósiles vivientes.
jueves, 4 de septiembre de 2014
En croata
Estoy un poco out estos días del entorno blogueril. Estoy por el mundo de reunión y, aunque tengo una conexión buenísima en el hotel, entre las largas horas de reunión y mi tendencia a hibernar cuando llega el mal tiempo (aquí llueve y está fresco), no estoy actualizando nada. Tampoco tengo mucho que contar o lo que quiero contar me llevaría demasiado tiempo. Así que, ya que estoy en Croacia, he pensado que era un momento ideal para una nueva entrega de frikismo harrypotteriano. Porque sí, tengo Harry Potter en croata y es justamente del que me tocaba hablar ahora.
Lo compré hace casi dos años, cuando Croacia aún no era parte de la Unión Europea, en una librería del centro de Split donde estaba, oh sorpresa, también en una reunión. Fue una tarde de paseo y compras con una colega francesa. La portada del libro es la misma que la de otras ediciones (como la búlgara, la turca y la eslovena -cuyo título comparte-).
Harry Potter i kramen modraca.
Split, Croacia. Noviembre 2012.
Lo compré hace casi dos años, cuando Croacia aún no era parte de la Unión Europea, en una librería del centro de Split donde estaba, oh sorpresa, también en una reunión. Fue una tarde de paseo y compras con una colega francesa. La portada del libro es la misma que la de otras ediciones (como la búlgara, la turca y la eslovena -cuyo título comparte-).
Harry Potter i kramen modraca.
Split, Croacia. Noviembre 2012.
domingo, 31 de agosto de 2014
"Begin Again" de John Carney
Recuerdo perfectamente bastante bien la primera vez que vi la anterior película de John Carney, “Once”. Fue en mi época cretense, no sé cómo llegó a mí pero la cuestión es que la tenía a mano. Me puse a verla sin saber nada de ella. Peor aún, pensaba que estaba viendo otra película (aunque no recuerdo cuál) y no ésta. Cuando empecé a verla, estuve a punto de dejarla: no era la película que creía que iba a ver, no sabía de qué iba y no estaba segura de que me fuera a gustar. Menos mal que la seguí viendo. Me pareció una película maravillosa, tan simple como intensa, llena de una sensibilidad difícil de encontrar en la cinematografía actual. Y una banda sonora maravillosa, muchas de cuyas canciones están marcadas como mis favoritas en mi reproductor (me encanta ésta). La volví a ver el año pasado, cuando volví de Dublín, donde se desarrolla la historia. Necesitaba volver a verla. Y me gustó tanto como la primera vez. Y Glen Hansard es un cantante maravilloso, con canciones post-“Once” tan increíbles como ésta.
Cuando descubrí que el mismo director hacía una película, supe que la tenía que ver. Esta semana por fin la vi. La verdad es que estaba un poco asustada: esta vez, los protagonistas eran actores famosos y tenía miedo de encontrarme una película mucho más comercial y menos interesante. Pero no. Es cierto que la trama es diríamos más convencional, está más masticada, supongo que para atraer más al gran público. Pero de cualquier modo, “Begin again” es una película maravillosa. No sé si me ha gustado más o menos que “Once”, me ha gustado de manera diferente. Me ha gustado mucho, mucho. Pero me he enfrentado a ella de manera muy diferente a “Once”: aunque no sabía mucho de su argumento, sí que sabía que era una historia similar. Y sí, lo es. En las dos cintas, los dos protagonistas están separados o se separan de sus parejas, aunque las siguen añorando. Se encuentran por casualidad y su compartido amor por la música hace que surja algo conjunto muy bonito, la grabación de un disco en situaciones peculiares. Incluso los finales guardan cierta similitud. Igual que en “Once”, la música es clave en la trama, un personaje más, el punto de unión entre dos personajes perdidos, desesperanzados, casi desesperados. Y es gracias a la música que son capaces de atisbar un punto de esperanza en sus vidas.
Muy recomendable. Y la banda sonora pasará a formar parte de mis favoritos en cualquier momento.
Ah, y me encanta Mark Ruffalo.
Encima, acabo de descubrir que John Carney tiene una película anterior a “Once”, “On the Limit” en la que aparece un actor que me parece totalmente perturbador, Cillian Murphy, perturbador en el mejor de los sentidos, habrá que verla.
Hoy, actualizando desde Zagreb (Croacia). Estaré por aquí unos días. Trabajo y tal.
Cuando descubrí que el mismo director hacía una película, supe que la tenía que ver. Esta semana por fin la vi. La verdad es que estaba un poco asustada: esta vez, los protagonistas eran actores famosos y tenía miedo de encontrarme una película mucho más comercial y menos interesante. Pero no. Es cierto que la trama es diríamos más convencional, está más masticada, supongo que para atraer más al gran público. Pero de cualquier modo, “Begin again” es una película maravillosa. No sé si me ha gustado más o menos que “Once”, me ha gustado de manera diferente. Me ha gustado mucho, mucho. Pero me he enfrentado a ella de manera muy diferente a “Once”: aunque no sabía mucho de su argumento, sí que sabía que era una historia similar. Y sí, lo es. En las dos cintas, los dos protagonistas están separados o se separan de sus parejas, aunque las siguen añorando. Se encuentran por casualidad y su compartido amor por la música hace que surja algo conjunto muy bonito, la grabación de un disco en situaciones peculiares. Incluso los finales guardan cierta similitud. Igual que en “Once”, la música es clave en la trama, un personaje más, el punto de unión entre dos personajes perdidos, desesperanzados, casi desesperados. Y es gracias a la música que son capaces de atisbar un punto de esperanza en sus vidas.
Muy recomendable. Y la banda sonora pasará a formar parte de mis favoritos en cualquier momento.
Ah, y me encanta Mark Ruffalo.
Encima, acabo de descubrir que John Carney tiene una película anterior a “Once”, “On the Limit” en la que aparece un actor que me parece totalmente perturbador, Cillian Murphy, perturbador en el mejor de los sentidos, habrá que verla.
Hoy, actualizando desde Zagreb (Croacia). Estaré por aquí unos días. Trabajo y tal.
martes, 26 de agosto de 2014
La declaración
Hago la declaración de la renta desde… no sé, desde que la tengo que hacer. No soy muy fan de hacerla, siempre me estresa, siempre creo que me toman el pelo y que en el borrador no me desgravan lo que toca (y así es). Me ardieron las entrañas cuando descubrí que tenía que declarar lo que cobré simultáneamente aquí y en Grecia los meses que viví allí pero, oh sorpresa, no podía desgravar simultáneamente una hipoteca y un alquiler. “Tienes una hipoteca y ya te desgrava. El alquiler no te puede desgravar”. “Claro, claro. Pero es que pasé unos meses viviendo fuera y ¡en algún sitio tenía que dormir! Entonces, si no me desgrava el alquiler griego tampoco tengo que declarar lo que gané allí, ¿no?”. Risas enlatadas.
La cuestión es que este año se me fue la pinza con la declaración de la renta. No es que no la hiciera, la hice, pero lo fui dejando y dejando… y la hice el penúltimo día. Bueno, el último.
¿Sabéis eso que dicen de que puedes confirmar el borrador hasta el “30 de junio”?
Mentira.
Hay una letra pequeña que pone por ahí algo así como “Con resultado a ingresar con domiciliación en cuenta hasta el 25 de junio”.
¡Eso no lo dicen en los anuncios!
Yo la descubrí el 29 de junio. Y mi declaración era a ingresar. Y quería domiciliarizarla en cuenta.
No hay dolor, no hay dolor.
Horas sudando la gota gorda, sufriendo, pensando que ¡no podría hacer la declaración! Que acabaría como Bárcenas o Matas u otros políticos, con mis huesos en la cárcel. “Señoría”, me imaginaba a mí misma diciendo en un juicio rápido, “fueron unos meses muy intensos. Estuve en el mar muchos días, en viajes de trabajo, pasó el tiempo y lo dejé todo para el último día”.
Lección 1: No dejar las cosas para el último día.
Al final, surfeando por la web de la agencia tributaria, haciendasomostodos, encontré una solución: podía presentar la declaración si pedía un aplazamiento del pago.
¿Aplazamiento del pago?
Ay, madremía, ¡menos mal! Sólo qué… ¿Qué pensarán los de haciendasomostodos cuando vean que solicito un aplazamiento del pago teniendo suficiente dinero para hacer el pago? Es igual. Botón“Aceptar”.
Pero…
Pero no me funcionaba bien el rollo ese del certificado electrónico. Infierno. Estrés. Eso me pasa por no actualizar el certificado cuando toca y no instalarlo convenientemente en el ordenador cuando toca. Día 30 por la mañana lloriqueándole al informático del curro para intentar arreglarlo.
Lección 2: Actualizar las cosas esas electrónicas cuando toca. Nunca sabes cuándo (ni con qué urgencia) las vas a necesitar.
Finalmente, el 30 de junio a las 09:26 –ahí, viviendo al límite-, corregí mi borrador de la declaración (sí, había un fallo, 30 euros me quería timar haciendasomostodos) y pedí un aplazamiento de pago… ¡para el 5 de julio!
Las deudas hay que pagarlas cuanto antes, mejor.
Y pasaron los días.
Y las semanas.
Y sufría en silencio, porque no sabía nada y no se lo había contado a nadie. ¿Por qué? Porque a cualquiera que se lo dijera me diría “Mira que eres tonta, ¡dejarlo todo para el último día!”.
Y me fui a Roma. A trabajar. Y me tomé unos días libres por allí de paseo. Y hasta fui a Florencia. Y volví.
Y al cabo de unos días (23 de julio, exactamente) dije “Uy, voy a abrir el buzón, para vaciarlo de propaganda”. Y allí, escondido entre propagandas de sushi y pizza a domicilio, había una notificación de correos. “Uy, una notificación de correos. Uy, de una comunicación de haciendasomostodos. ¡Ah! Lo de la renta. Uy, llegó al día siguiente de que me fuera y uy, ¡ya ha caducado!”. Crisis total y otra lección aprendida.
Lección 3: Sacar el correo del buzón cada día.
Llamé a la oficina de correos y me confirmaron que la comunicación ya no estaba allí, pero que no me preocupara, que me la volverían a mandar. “¿Seguro?”. “Sí, es el trámite habitual”. “¿Seguro, seguro?”. "Que sí".
Y pasaron los días.
Y las semanas.
Y hoy, sí, precisamente hoy, 26 de Agosto, me llega una carta de haciendasomostodos. De esas largas que no entiendes nada y te vas al final, a ver si pillas algo. No he entendido nada. Pero he visto la fecha de la carta (5 de Agosto) y luego he leído las palabras “15 días naturales” y he empezado a transpirar copiosamente. Luego me he calmado (un poco), lo he leído bien y he entendido algo así como que podía recoger la comunicación por internet con certificado electrónicoblablabla.
Dos horas batallando con el mardito certificado electrónico, la mardita sede electrónica de haciendasomostodos y la madreque… Cerrar, abrir, cerrar, abrir, instalar nosequé, activar nosequé.
Pero al fin he conseguido mi comunicado de 8 páginas.
Ocho páginas.
Casi dos meses después y con los nervios que he pasado pensando que iba a acabar en la cárcel, ¿me escriben 8 páginas? ¿No podrían resumir?
Bueno, lo que he entendido de las 8 páginas es que me conceden el aplazamiento de mi deuda “al haberse apreciado la existencia de dificultades transitorias económico-financieras y teniendo en cuenta sus posibilidades de generación de recursos”. En realidad, yo no quería un aplazamiento. Yo sólo quería pagar. Pero bueno, tengo la deuda aplazada hasta el 22 de septiembre. Creo entender que me lo cargarán en cuenta, pero voy a leerlo otra vez por si acaso, no sea cosa que al final, sí, realmente acabe en la cárcel.
Y me van a cobrar 3,46 € de intereses.
Por tonta.
La cuestión es que este año se me fue la pinza con la declaración de la renta. No es que no la hiciera, la hice, pero lo fui dejando y dejando… y la hice el penúltimo día. Bueno, el último.
¿Sabéis eso que dicen de que puedes confirmar el borrador hasta el “30 de junio”?
Mentira.
Hay una letra pequeña que pone por ahí algo así como “Con resultado a ingresar con domiciliación en cuenta hasta el 25 de junio”.
¡Eso no lo dicen en los anuncios!
Yo la descubrí el 29 de junio. Y mi declaración era a ingresar. Y quería domiciliarizarla en cuenta.
No hay dolor, no hay dolor.
Horas sudando la gota gorda, sufriendo, pensando que ¡no podría hacer la declaración! Que acabaría como Bárcenas o Matas u otros políticos, con mis huesos en la cárcel. “Señoría”, me imaginaba a mí misma diciendo en un juicio rápido, “fueron unos meses muy intensos. Estuve en el mar muchos días, en viajes de trabajo, pasó el tiempo y lo dejé todo para el último día”.
Lección 1: No dejar las cosas para el último día.
Al final, surfeando por la web de la agencia tributaria, haciendasomostodos, encontré una solución: podía presentar la declaración si pedía un aplazamiento del pago.
¿Aplazamiento del pago?
Ay, madremía, ¡menos mal! Sólo qué… ¿Qué pensarán los de haciendasomostodos cuando vean que solicito un aplazamiento del pago teniendo suficiente dinero para hacer el pago? Es igual. Botón“Aceptar”.
Pero…
Pero no me funcionaba bien el rollo ese del certificado electrónico. Infierno. Estrés. Eso me pasa por no actualizar el certificado cuando toca y no instalarlo convenientemente en el ordenador cuando toca. Día 30 por la mañana lloriqueándole al informático del curro para intentar arreglarlo.
Lección 2: Actualizar las cosas esas electrónicas cuando toca. Nunca sabes cuándo (ni con qué urgencia) las vas a necesitar.
Finalmente, el 30 de junio a las 09:26 –ahí, viviendo al límite-, corregí mi borrador de la declaración (sí, había un fallo, 30 euros me quería timar haciendasomostodos) y pedí un aplazamiento de pago… ¡para el 5 de julio!
Las deudas hay que pagarlas cuanto antes, mejor.
Y pasaron los días.
Y las semanas.
Y sufría en silencio, porque no sabía nada y no se lo había contado a nadie. ¿Por qué? Porque a cualquiera que se lo dijera me diría “Mira que eres tonta, ¡dejarlo todo para el último día!”.
Y me fui a Roma. A trabajar. Y me tomé unos días libres por allí de paseo. Y hasta fui a Florencia. Y volví.
Y al cabo de unos días (23 de julio, exactamente) dije “Uy, voy a abrir el buzón, para vaciarlo de propaganda”. Y allí, escondido entre propagandas de sushi y pizza a domicilio, había una notificación de correos. “Uy, una notificación de correos. Uy, de una comunicación de haciendasomostodos. ¡Ah! Lo de la renta. Uy, llegó al día siguiente de que me fuera y uy, ¡ya ha caducado!”. Crisis total y otra lección aprendida.
Lección 3: Sacar el correo del buzón cada día.
Llamé a la oficina de correos y me confirmaron que la comunicación ya no estaba allí, pero que no me preocupara, que me la volverían a mandar. “¿Seguro?”. “Sí, es el trámite habitual”. “¿Seguro, seguro?”. "Que sí".
Y pasaron los días.
Y las semanas.
Y hoy, sí, precisamente hoy, 26 de Agosto, me llega una carta de haciendasomostodos. De esas largas que no entiendes nada y te vas al final, a ver si pillas algo. No he entendido nada. Pero he visto la fecha de la carta (5 de Agosto) y luego he leído las palabras “15 días naturales” y he empezado a transpirar copiosamente. Luego me he calmado (un poco), lo he leído bien y he entendido algo así como que podía recoger la comunicación por internet con certificado electrónicoblablabla.
Dos horas batallando con el mardito certificado electrónico, la mardita sede electrónica de haciendasomostodos y la madreque… Cerrar, abrir, cerrar, abrir, instalar nosequé, activar nosequé.
Pero al fin he conseguido mi comunicado de 8 páginas.
Ocho páginas.
Casi dos meses después y con los nervios que he pasado pensando que iba a acabar en la cárcel, ¿me escriben 8 páginas? ¿No podrían resumir?
Bueno, lo que he entendido de las 8 páginas es que me conceden el aplazamiento de mi deuda “al haberse apreciado la existencia de dificultades transitorias económico-financieras y teniendo en cuenta sus posibilidades de generación de recursos”. En realidad, yo no quería un aplazamiento. Yo sólo quería pagar. Pero bueno, tengo la deuda aplazada hasta el 22 de septiembre. Creo entender que me lo cargarán en cuenta, pero voy a leerlo otra vez por si acaso, no sea cosa que al final, sí, realmente acabe en la cárcel.
Y me van a cobrar 3,46 € de intereses.
Por tonta.
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